31 julio 2018

Entre Escila y Caribdis: ¿FABRICANDO EL NUEVO SÚPER CICLO DE LOS PRECIOS Y PREPARANDO EL RETORNO DEL FRACKING?


Carlos Rodrigo Zapata C. (*)

 
Escila y Caribdis
Las principales razones se centran en un pronunciado rezago en las tareas de exploración que habría llevado a una caída histórica en las reservs probadas a las que pueden echar mano las empresas petroleras. La consecuencia de ello sería inevitablemente el crecimiento acelerado de los precios de los hidrocarburos, hablándose ya de un precio del barril de petróleo de 150 dólares, superior al máximo histórico alcanzado el 2008 durante el pasado súper ciclo de los precios de la materias primas.
 
La pregunta es: ¿a qué se debe que los grandes consorcios petroleros no se hayan ocupado de la exploración? Todo indica que las razones se centran en varios factores:

1) Pesimismo en relación al futuro inmediato en lo referente a la demanda de petróleo debido a un ritmo de crecimiento moderado a lento.

2) La masiva irrupción del fracking que ha mostrado una capacidad de respuesta muy dinámica cuando sus costos directos de producción (en torno a los 65 dólares por barril) son superados por el precio de mercado.

3) El crecimiento de las energías limpias y la caída pronunciada de sus precios, situación que habría generado algunos desincentivos para seguir invirtiendo en exploración petrolera en los mismos niveles del pasado.
 
4) La preferencia por premiar a los accionistas de las empresas petroleras con altos retornos, con tal de evitar la caída en el valor de las acciones y dar la impresión de debilidad prematura del sector, lo que podría ocasionar una menor disponibilidad futura de recursos para inversión. 

A estos factores aún habría que sumar otros más complejos que también contribuirían a generar un nuevo súper ciclo de los precios de las materias primas que puede ocasionar graves distorsiones en las relaciones económicas internacionales.

Entre dichos otros factores es oportuno destacar el tema del  'carbon budget', es decir, la cantidad de CO2 que la atmósfera todavía podría soportar sin producir incrementos de temperatura que puedan resultar devastadores para la población planetaria, por ejemplo, superiores a 2 grados centígrados.

En este marco se sostiene ya desde hace años que para evitar esos incrementos de temperatura es indispensable reducir la emisión de CO2 o evitar incrementos adicionales, y que ello debería llegar al extremo de dejar bajo tierra una buena proporción de las reservas ya probadas de hidrocarburos (eso que intentó Correa a media fuerza con el yacimiento Yasuní en Ecuador), además de abstenerse de nuevas exploraciones y descubrimientos de yacimientos (eso que se propone hacer Bolivia, nada menos que en áreas protegidas!), ya que ello incentivaría a seguir por la senda de la economía hipercarbonizada, lo que podría a su vez desincentivar los esfuerzos para desarrollar las energías limpias. Da la impresión que se tenía la certeza que la transición de la era de los hidrocarburos a la de las energías limpias sería más acelerada de lo que en los hechos se está dando. Y ese rezago también podría estar en la base de este nuevo súper ciclo.

La peor noticia en este contexto es que la explotación de los yacimientos de esquisto ya representa una violación del pedido clamoroso de abstenerse de desarrollar nuevos yacimientos. Los niveles increíbles de explotación alcanzados en EEUU mediante el fracking (más de 120.000 pozos en 4 años, entre 2008 y 2012) permitieron a ese país solucionar ampliamente las consecuencias de la crisis del 2008 y convertirlo en exportador de hidrocarburos, al haber logrado su autoabastecimiento interno en este producto. Semejante impulso ocasionó que el precio de los hidrocarburos caiga significativamente hacia 2013, tanto que buena parte de las empresas dedicadas al fracking tuvieron que salir del mercado. Dado el escenario que se está configurando, podemos también prever que el fracking prepara su retorno, esta vez a escala planetaria.

La pregunta del trillón es clara: ¿podrá el fracking impedir ese crecimiento generalizado de los precios del petróleo y las materias primas, o acomodará su ritmo de producción y de incursión en la economía a los ritmos de incremento de los precios internacionales?

De cualquier forma, se podría decir que nos hallamos entre Escila y Caribdis, los monstros marinos apostados a ambos lados de un canal, pues tendríamos a la vuelta de la esquina o un nuevo súper ciclo de los precios de las materias primas (situación que favorece a países productores de materias primas, pero alienta el extractivismo y destruye sus sistemas de gobernanza democráticos, como vamos viendo en gran parte de América Latina) o el fracking con todas sus secuelas sobre degradación, polución ambiental y calentamiento global, o ambos monstros al mismo tiempo. 

La lección más importante que se debe extraer ya ahora, es que no puede simplemente exigirse una reducción del uso de hidrocarburos sin que se haya previsto su adecuada substitución por energías limpias. Ello significa que el esfuerzo mundial debe centrarse en el fomento de las energías limpias y en el diseño de una política de transición de la economía adicta al carbono a otra basada en energías limpias. Los ODS acordados por 190 países en París el 2015 constituyen un sendero aún demasiado grueso como para avanzar sostenible y responsablemente en la tarea de contención del calentamiento global. Mientras no contemos con un sendero minuciosamente diseñado para transitar de un mundo al otro, el remedio puede resultar mucho más peligroso que la enfermedad.

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(*) Economista, especialista en planificación territorial, catedrático de Desarrollo del Capitalismo.



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