21 noviembre 2014

Elecciones de Gobernadores y Alcaldes. ¿QUÉ ES PREFERIBLE: ELEGIR A OFICIALISTAS U OPOSITORES?

Carlos Rodrigo Zapata C. (*)


Una de las decisiones más importantes que debe tomar toda colectividad en el marco de la democracia representativa, radica en saber elegir a sus autoridades y a sus representantes, es decir, a aquellas personas que conducirán los asuntos públicos por un determinado periodo de tiempo. De ello dependerá en buena medida si se atienden unas necesidades u otras, o no se atiende ninguna, qué derroteros se siguen, qué oportunidades se aprovechan, etc. De modo que acertar en dicha decisión es crucial, ya que ello a su vez contribuye a consolidar instituciones, a fortalecer conductas y orientaciones, o a desmoronar lo que ya se venía construyendo. 

En este marco, es fundamental reflexionar cuidadosamente al respecto, ya que la pregunta planteada puede ser respondida de diversos modos, dependiendo de las condiciones específicas que primen en el país y en las diversas regiones y municipios. 

Me he propuesto identificar algunos temas clave que puedan a ayudar a efectuar esta reflexión de modo general, esperando que cada interesado pueda hacer su propio análisis de las condiciones específicas que predominan en su propio municipio o gobernación, y saque sus propias conclusiones. 

Escenarios Básicos Ideales 

A modo de simplificar y entrar rápidamente en materia, nos apoyaremos en tres escenarios básicos ideales que nos ayudarán a resolver nuestra tarea. Una vez presentados estos escenarios, responderemos en cada caso qué resultaría preferible, si elegir a oficialistas u opositores.

Escenario 1: Un país sobre ruedas. Ello significa que la Constitución y las Leyes se cumplen apropiadamente, no existe una burocracia excesiva, tampoco un afán de chicanear a nadie. Las decisiones son relativamente transparentes y no existen casos muy graves de corrupción. La distribución de recursos fiscales no incurre en distorsiones excesivas, de modo que no existe la impresión de un claro favoritismo hacia unas u otras regiones o municipios, y existe una buena disposición a solucionar los casos en que se presentara dicha distorsión. Los participantes no tienen razones extraordinarias para tratar de copar toda gobernación o municipio, simplemente porque todos actúan en el  marco de la ley y los derechos. 

En suma, los actores se hallan en una cancha nivelada, con un rayado de cancha apropiado y un árbitro objetivo e imparcial, empeñado en emitir fallos justos y equilibrados. Nadie tiene la impresión que en el escenario regional o  municipal se defina la suerte de todo el país o incluso la línea política del gobierno, pero sí que el gobierno central puede influir decisivamente en las regiones y municipios mediante normas y programas en el marco de las respectivas competencias. 

En un escenario de esta naturaleza, el oficialismo no tendría ninguna ventaja extraordinaria derivada del cumplimiento de las leyes, ya que las normas imperantes serían iguales para todos y su aplicación no daría lugar a favoritismos o discriminaciones, según sea la procedencia del interesado, del oficialismo o de la oposición. En este marco, los electores podrían concentrarse exclusivamente en elegir los mejores programas impulsados por los mejores candidatos, ya que ello les aseguraría a todos un mejor resultado y rendimiento.

Escenario 2: El país de las decisiones condicionadas. Un país de esta característica significaría que toda decisión se halla sujeta o condicionada a determinados acuerdos previos que  vayan más allá del marco legal estricto, que pueden incluir desde seguir al pie de la letra la política oficialista hasta someterse a diversos tipos de exigencias, sean formales o informales, con tal de alcanzar los objetivos previstos. Ello incluiría, entre otros, evitar críticas a la gestión gubernamental, compartir ingresos no declarados, favorecer a correligionarios, etc. 

Todas estas formas de condicionamiento del ejercicio de la gestión pública en los niveles subnacionales serían la base para poder contar con un apoyo acelerado en el funcionamiento de la gestión pública, lo cual evitaría trabas y obstáculos de todo tipo, excepto aquellos que ni aún en el mejor escenario podrían subsanarse rápidamente, simplemente porque el país tiene sus limitaciones.


En un escenario de este tipo, las decisiones pasan por las manos de quienes detentan el poder, lo cual significa que toman sus decisiones con el grado de discrecionalidad que cada caso amerite, de modo que de antemano resulta relativamente difícil decir si los procesos tomarán poco o mucho tiempo, si se contará con los recursos esperados, si criterios de racionalidad serán adecuadamente tomados en cuenta y aplicados. Este escenario está signado por la incertidumbre, ya que no se somete a reglas previamente acordadas, sino que depende de los requerimientos que las instancias de poder puedan tener en cada momento.

Escenario 3: Un país con virtudes y defectos. En este caso nos hallamos en un escenario más realista, es decir, en un ambiente donde las cosas no son blancas o negras como en los otros escenarios esbozados, sino un escenario donde vemos al país actuando en medio de sus virtudes y defectos, de sus limitaciones y empeños por superarlas. Las leyes se cumplen tanto como las capacidades realmente existentes lo permitan, la burocracia muestra mejoras, pero las trabas no desaparecen, la distribución de los recursos mantiene sesgos pronunciados que son defendidos a raja tabla, para lo cual los apoyos oficialistas pueden resultar esenciales. Es decir, el país cambia en algunos asuntos, en otros se mantiene inalterado, por lo que los apoyos oficialista pueden ser indispensables en determinados casos. 

Este escenario es poco transparente, poco claro, pues son muchos los temas o asuntos que requieren conocerse o dominarse con cierta profundidad como para poder formarse un juicio apropiado y poder elegir a las nuevas autoridades de modo certero. Por ello, el común de los electores que se detenga a reflexionar un tanto sobre estos asuntos, procurará orientarse de una manera simple, a fin de tomar una decisión informada, aunque posiblemente sin contar con suficientes elementos de juicio. ¿Cuáles pueden ser esas orientaciones que nos ayuden a simplificar nuestra decisión? Por ejemplo, se tenderá a comparar la idoneidad y profesionalidad de los candidatos, el acceso a recursos suficientes, la pertinencia de sus programas, la autoridad necesaria para poder cumplirlos, etc. 

Bien, ahora que contamos con estos tres escenarios ideales, podemos empezar a responder a nuestra pregunta: ¿Qué es preferible: Elegir a oficialistas u opositores? 

Si las características del primer escenario -Escenario 1: Un país sobre ruedas- son las dominantes en el ambiente nacional, regional y municipal, es claro que el oficialismo no tendría ventajas de ninguna naturaleza frente a la oposición. Ello significaría que el electorado podría concentrarse exclusivamente en las características de los programas y los candidatos para emitir su voto. En este caso, el partido o frente que presente la mejor combinación de ambos tendría claramente la posibilidad de ganar la contienda e inclinar el voto de la mayoría relativa de electores a su favor. En este caso, la respuesta a la pregunta planteada es: en el Escenario 1 da igual elegir a candidatos del oficialismo que de la oposición.

En cambio si las características que predominan en el ambiente electoral son las presentadas en el segundo escenario -Escenario 2: El país de las decisiones condicionadas- entonces no hay duda que los opositores tendrán un hueso muy duro de roer, a fin de poder hacer una gestión pública satisfactoria. Por el contrario, los representantes del oficialismo podrán ofrecer “el oro y el moro” a sus electores, ya que podrán garantizar ampliamente los resultados a alcanzar, porque contarán con el apoyo incondicional de sus correligionarios en el nivel central del estado y en los demás niveles. Sin duda, ello establecería una diferencia sustancial en la elección a favor de los oficialistas, una ventaja insuperable para los candidatos de la oposición. Aquí la cancha inclinada a favor de los oficialistas haría vano todo esfuerzo de los opositores por tratar de convencer a los electores. Por cierto que una elección en un escenario de estas características no podría llamarse democrática por los sesgos y condicionalidades existentes. El resultado en este caso aparentemente es rotundo: es mejor elegir a los oficialistas. No obstante, como veremos más adelante, nada es perfecto, ya que tampoco hay garantía de buena gestión cuando surgen discrepancias incluso entre autoridades pertenecientes al oficialismo.

En caso que las características dominantes en el ambiente económico, social y político correspondan más a las características expuestas en el tercer escenario -Escenario 3: Un país con virtudes y defectos- es claro que la elección dependerá mucho de los candidatos y de sus programas, aunque menos que en el Escenario 1, ya que la superación de las deficiencias queda sujeta en buena medida a una mayor voluntad y empeño de la institucionalidad en los distintos niveles de gobierno, lo cual puede ser más fácil de lograr cuando se trate de asuntos de preocupación del oficialismo.

Aquí podríamos estar tentados de decir que en un escenario de este tipo son los oficialistas los que llevan las de ganar, pues al fin y al cabo son los dueños de las decisiones, de los derroteros nacionales, de los recursos, etc. Pero en un ambiente de este tipo es justamente donde  más oportunidades surgen de construir el país que queremos, pues en este caso (a diferencia con los Escenarios 1 y 2) podemos decir que nos hallamos en un territorio en disputa, donde las cosas están en gestación o se hallan dispuestas al cambio. La pregunta es: ¿cómo, haciendo qué, poniendo los acentos dónde?

El asunto pasa por saber qué queremos, si queremos construir un país para todos o para una parte de sus ciudadanos, si consideramos que todos tenemos los mismos derechos, si pensamos que la democracia es un vehículo para construir consensos y hacer posible el cambio sin violencia, o es un medio para imponer la voluntad de la mayoría sin considerar los derechos y requerimientos de las minorías. Si pensamos que todos tenemos los mismos derechos, gozamos de las mismas garantías constitucionales y vemos a la democracia como la gran oportunidad de ponernos de acuerdo en torno a nuestras mejores oportunidades, entonces es claro que los órganos de gestión pública, el funcionariado público y las decisiones de las autoridades son esenciales, ya que pueden contribuir decisivamente a nivelar el campo de juego, por lo que es a dichos asuntos a los que deberá abocarse la oposición para poder superar el sesgo que existe en el Escenario 3 en favor del oficialismo. En breve, deberá poner en el tapete de discusión justamente los temas de los derechos, las garantías constitucionales, la eficacia de los órganos de gestión pública, las capacidades estatales disponibles para ejercer efectivamente dichos derechos, así como la vigencia de un estado de derecho y de una democracia que congregue y articule, y no sea un mero instrumento de imposición y avasallamiento. En conclusión, podemos responder a nuestra pregunta en este tercer escenario del siguiente modo: es preferible elegir a aquel frente, sea del oficialismo o de la oposición, que mejor programa y candidatos presente, y además haya desarrollado mejores planteamientos para hacer respetar la igualdad de derechos y el ejercicio efectivo de los derechos. 

Hasta aquí uno se preguntará: y bueno, ¿qué se puede sacar en limpio con estas disquisiciones? Lo primero y fundamental, comprender que hay que analizar las reglas de juego en el marco o contexto en que se aplican. Como se ha podido apreciar, el Escenario 2 no deja prácticamente ninguna apertura a la oposición como para poder ganar la preferencia de los electores, aunque todos los candidatos se someten a las mismas reglas de la elección. Lo segundo, es que hay escenarios diversos, es decir, conjuntos de condiciones particulares, que pueden inclinar la balanza a favor de uno u otro de los contendientes, por lo que los mismos contendientes y el electorado deben tomar claramente en cuenta estas circunstancias, analizarlas y formular soluciones y propuestas que apunten a nivelar el campo de juego. Nada se gana creyendo que porque el voto supuestamente es libre, directo, igual, secreto, obligatorio y universal, que el mismo permitirá emitir un veredicto imparcial, objetivo, legítimo, legal, etc. Ya está bueno de tantos cuentos. Tercero, identificar algunos conjuntos de condiciones que pueden resultar más favorables al oficialismo o ser más neutrales para lograr una contienda más equilibrada entre oficialismo y oposición. Esto es esencial para cultivar la democracia y el estado de derecho, sin lo cual rige o solo puede regir la ley de la selva o del más fuerte. 

Casos Paradigmáticos

Ya en un plano más empírico, podemos citar algunos casos paradigmáticos que muestran la urgencia de responder a la pregunta aquí planteada del modo más objetivo posible. 


El caso del teleférico en La Paz muestra los problemas que surgen cuando hay el afán de competir entre oficialistas y opositores. Una gran solución gestada por el nivel central del estado fue prácticamente impuesta a la ciudad, sin haber coordinado oportuna y adecuadamente entre ambos niveles de gestión pública. El hecho es que puede apreciarse una serie de incongruencias relacionadas con la habilitación de espacios públicos que tomen en cuenta no solo la circulación peatonal, sino también el flujo vehicular adecuado. A días de haberse inaugurado la línea amarilla empezó a verse la necesidad de espacios peatonales y vehiculares más adecuados. Se entregaron las obras sin concluir, generando una sensación de premura electoralista innecesaria, pues la idea de la pertinencia y novedad del teleférico ya quedó instalada en el imaginario colectivo de la ciudad con la inauguración de la primera línea. Que también se puede aprender rápidamente, puede apreciarse en el hecho que la línea verde en la zona sur ya no fue ni inaugurada hasta que resuelvan algunos problemas de circulación que podían haberse anticipado sin tanta premura y tan pobre coordinación.

Ello no implica suponer que las autoridades de los diversos niveles subnacionales deben ser oficialistas para que las cosas salgan a pedir de boca, pues ello sería desconocer lo que ocurre en otras regiones. 

El caso de Cochabamba parece surgir como ejemplo de que la presencia de autoridades del mismo partido en distintos niveles subnacionales no garantiza nada, sino una falta de coordinación y de acción en común como la que se podría dar en cualquier otro lugar del país. Como decían algunos observadores, entre el Gobernador y el Alcalde de Cochabamba no se ponen de acuerdo ni el tema de manejo de las basuras, para no hablar de los temas de transporte, Misicuni y otros. De modo que no siempre es cierto que se tendrá una mejor gestión si las autoridades provienen del mismo partido. 

Es más, incluso puede resultar perjudicial a la gestión de las regiones y municipios, cuando las autoridades de los distintos niveles pertenecen al mismo partido y siguen las disposiciones políticas al pie de la letra. En el caso de la Gobernación de La Paz puede observarse que algunos proyectos no han sido ni puestos en el tapete, simplemente porque el nivel central del Estado no ha priorizado su ejecución. Es el caso de los hidrocarburos, que no ha provisto un gasoducto, mientras que la exploración de hidrocarburos empezó con años de demora. El caso de San Buenaventura tampoco resulta convincente, ya que las observaciones planteadas por especialistas en suelos acerca de la pertinencia de producir caña de azúcar a escala industrial, señalan que se producirá un agotamiento muy acelerado de la capacidad productiva de los suelos de esa región y que solo podrá mitigarse dicho impacto a costos muy altos. En este caso se puede observar una limitada posibilidad de consulta y de construcción conjunta de soluciones adecuadas.

También puede advertirse el caso de la Gobernación de Tarija que luego de la salida del país del gobernador titular, el gobernador interino, de la misma corriente política del gobierno en funciones, tampoco ha logrado darle un cariz más eficaz o consensuado al desarrollo regional. 

Por cierto que las disputas o desavenencias entre autoridades ligadas al oficialismo y la oposición de los distintos niveles de gobierno también son parte de esta panorámica, como es el caso paradigmático del Beni que no se sometió a los deseos del nivel central de gobierno. El caso del manejo de las inundaciones acaecidas en esa región, muestra que es indispensable superar la idea que todas las autoridades deben ser oficialistas como para contar con una gestión adecuada. Las autoridades electas deben gozar de todo el apoyo, respeto y prerrogativas que les confiere la ley, y contar con el respaldo de la institucionalidad existente en el país, siempre con el ánimo de lograr una gestión libre de discriminaciones y al servicio de todos los ciudadanos. Lo esencial es que se respete la constitución, las leyes, los derechos y se cuente con capacidades suficientes para garantizar el ejercicio de dichos derechos.

Todos estos ejemplos muestran que la solución para una gestión subnacional adecuada no pasa por lograr de cualquier modo que Gobernadores y Alcaldes deban pertenecer al oficialismo, ya que ello tampoco es garantía de éxito. 

En conclusión considero que es crucial procurar que todos los candidatos tengan iguales oportunidades de ser elegidos, que se eviten distorsiones y discriminaciones de cualquier tipo, que los electores tengan la real posibilidad de centrarse en la elección de programas y candidatos más apropiados para cada región, que se garantice a los frentes elegidos un máximo de apoyo y una eficaz coordinación con todos los niveles de gobierno. Sin estos requisitos, es posible que el oficialismo logre controlar muchos cargos de elección directa, pero ello no garantiza una buena gestión y, peor aún, demerita la democracia y la capacidad del pueblo boliviano de dotarse de una institucionalidad pública cada vez más adecuada e idónea para superar sus graves falencias e insuficiencias.


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(*) Economista, especialista en planificación regional.

14 noviembre 2014

BOLIVIA. APODERÁNDOSE DE LA OPOSICIÓN. UN ESTILO INQUIETANTE DE BLOQUEAR SU ASCENSO

Carlos Rodrigo Zapata C.


Ahora que se tiene fechas para las contiendas electorales municipales y departamentales, han empezado a aflorar señales muy llamativas por parte de la cabeza de la oposición.

¿Qué está ocurriendo? Pues simplemente que la actual cabeza de la oposición, es decir, la UN, pretende imponer a los candidatos plausibles de la oposición, esto es, a aquellos que tendrían alguna oportunidad de vencer a los candidatos oficialistas, una serie de condiciones, a fin de no presentar candidatos propios, lo cual en buen verso significa amenazar con hacer inviable toda elección de opositores que no pasen por las manos de este frente opositor.

Esta forma de presión sorprende, tanto por la forma desembozada de presentarse, como por la novedad que representa, pues nunca antes en nuestra dilatada historia se había dado la figura que la cabeza de la oposición se halle empeñada en boicotear al resto de la oposición con tal de mantener su primacía, que por otro lado, no corta ni pincha en el acontecer nacional, aunque podría tener algún papel en los ámbitos subnacionales a corto plazo.

¿De dónde sale este entuerto tan extraño, tan difícil de digerir? Por lo visto, la cabeza de la oposición se ha propuesto jugar un papel no solo destructor en vista a la posibilidad de construir alternativas viables de recambio futuro, sino además funcional a los intereses de la fracción gobernante. ¿Por qué? Pues seguramente por un afán de rentabilidad política. La inversión efectuada para lograr obtener una bancada de 42 diputados y senadores, equivalente al 24% del total de legisladores, no puede quedar sin un retorno adecuado. Por ello, nadie que crea que su esfuerzo, tiempo y recursos valen algo, podrá atreverse a pasar de largo ante los jerarcas de la UN sin rendirles pleitesía y dejar su tributo. 

El caso de la ciudad de La Paz y del candidato Luis Revilla que pretende postularse por un frente en construcción, es absolutamente revelador y paradigmático. La UN le pide a Revilla que desista de sus empeños de presentarse con su propia sigla, que declare públicamente que es opositor al MAS y que concurra al acto electoral con la sigla de la UN, lo cual dejaría en manos de este frente a Revilla y sus acompañantes que se hayan atrevido a someterse a semejante enjuague. Resultado: Revilla, posiblemente la única estrella ascendente en el oscuro firmamento opositor, rechazará categóricamente semejante chantaje (acaba de hacerlo) y la UN seguramente terminará presentando su propia candidatura, con el resultado altamente previsible incluso en este caso, que un candidato oficialista se alzará con el triunfo. Aquí se pueden vislumbrar varias aristas complicadas y peligrosas. 

La primera es que todo frente opositor que no logre hacer superflua a la UN (por ejemplo, logrando que pierda su personería por falta de votos), está condenado a fracasar, pues lo más probable es que perderá en las elecciones. No sólo tendrá que luchar contra el candidato oficialista –que por lo general llevará las de ganar, eso está claro- sino que además deberá superar la merma de votos, que eventualmente se dirigirán a dicho frente, empeñado en obstaculizar la formación de todo frente político alternativo viable para el país, así sea en varios lustros. Por lo que estamos viendo, da la impresión que la UN, en vista a la imposibilidad de ganar el sillón presidencial en las elecciones nacionales de octubre, concurrió a dicho evento con el objetivo de apoderarse de la oposición, pese a quien pese. Por lo visto, ya empezó a ejecutar esta fase de su plan. Para ello recurrió a Carlos Cordero que no logró concretar su candidatura.
 
La segunda, es que el régimen electoral en Bolivia, en vista al avasallador poder electoral del MAS, apunta a la conformación de un régimen binominal (que por otra parte, es muy deseado por el partido gobernante), que consiste en el dominio absoluto de dos y solo dos frentes en el legislativo. De lo que se trata ahora es presentar a los demás frentes tan reducidas posibilidades de éxito, en caso que pretendan incursionar nuevamente en elecciones, que preferirán quedarse en casa o sumarse a la oposición, aunque en ese caso seguramente preferirán sumarse al oficialismo, que anda con las puertas abiertas de par en par.


La tercera, señala que quien está detrás de todos estos entuertos cree a pie juntillas que es dueño absoluto de la cabeza de la oposición, sin alternativa posible de cambio, o ha quedado tan resentido con los resultados de las elecciones nacionales que se ha propuesto hacer la vida aún más difícil a quien pretenda levantar cabeza, mucho menos sin su permiso. 

Ni a los estrategas del MAS se les habrá ocurrido que podrían contar con semejante ayuco de campaña. Pero es sabido que hay varias formas de destacarse: una es creciendo, la otra hundiendo a los competidores. 









06 noviembre 2014

LIBERTAD vs. ANTIFASCISMO. LAS DOS CARAS DE ALEMANIA ORIENTAL


A 3 décadas de la caída del muro de Berlín


A 30 años de los memorables hechos que acontecieron en Alemania y en toda Europa, entonces dividida por la "cortina de hierro", como se solía llamar a esa muralla que separaba a los países socialistas y capitalistas, es oportuno volver a difundir un artículo publicado originalmente en 1992, que reúne breves experiencias en la antigua República Democrática Alemana (RDA) en los años 1980 y 1981. En esos años tuve la ocasión de visitar la RDA y obtener impresiones imperecederas de la lucha que por entonces se llevaba a cabo entre el régimen antifascista allí instalado y las ansias de libertad dominantes en la juventud alemana oriental.

Sin duda, la caída del muro de Berlín, que solo fue el anticipo de la caída de la comunidad de países socialistas y la creación o independencia desde entonces de no menos de 25 países en la región euroasiática, trajo cambios profundos en las relaciones económicas, sociales, geopolíticas y de otros ordenes en el mundo entero, al punto que se acuñó la idea del “fin de la historia”, ya que dicha caída dejaría en evidencia el triunfo del liberalismo, la economía de mercado y la democracia, de dónde surgió la idea del "pensamiento único", una forma de mostrar el retorno a un sistema unipolar de poder hegemónico. 

Para bien y para mal, a 30 años de dicho hecho estelar en la historia, la humanidad enfrenta nuevos problemas y desafíos, en muchos aspectos mucho más graves y agudos que los que por entonces se podía vislumbrar. Pese al tiempo transcurrido, lo que queda como lección y patrimonio para la humanidad son esas desenfrenadas ansias de libertad de la juventud que pude conocer entonces en la antigua RDA, denominada bastión antifascista. 

Que este sea mi sencillo homenaje a todos quienes han luchado denodadamente para hacer prevalecer el más grande y valioso valor que nos han legado nuestros mayores y lo ha corroborado la historia entera de la humanidad: la libertad. Zum Wohl!

Carlos Rodrigo Zapata C.


[Texto actualizado de esta introducción, inicialmente publicado el 2014 con motivo de los 25 años de la caída del muro de Berlín.]


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LAS DOS CARAS DE  ALEMANIA ORIENTAL

                                                                                        A Jörg, Andrea y Kommilitonen,  aman­tes de la libertad

Por: Carlos Rodrigo Zapata C. (*)

No había terminado de entrar a la oficina aquel 10 de noviembre de 1989 que se me aproximó Eva María, la secretaria de la Em­bajada, y me preguntó si la noche anterior había visto por televisión los acontecimientos en el muro de Berlín. Le dije que no, que ese día contra mis costumbres me dormí temprano. Me lanzó una mirada llena de compasión por haberme perdido -en vivo y en directo- uno de los sucesos más estremece­dores de la post-guerra: la caída del muro de Berlín. 

Miles de ciudadanos de Berlín Otriental, aún denominada capital de la República Democrática Alemana (RDA), se habían arremolinado en torno a los puestos de control fronterizo luego del anuncio efectuado por el Comité Central del Partido Socialista Unificado (SED) que autorizaba a viajar al exterior sin pasaporte. Seguida­mente fue suspendida la medida, pero por todo el ambiente de eferves­cencia que se vivía en la ciudad, los guardas fronterizos no tuvieron más remedio que abrir las puertas y dar paso a la libertad. 

Me invadió una sensación de melancolía por no haber presenciado en esos instantes tan magno acontecimiento, pues de diversos modos esa noticia me tocaba íntimamente, no sólo por haber vivido muchos años en Alemania Occidental, sino por haber tenido oportunidades excepcionales de conocer por dentro el proceso de desmoronamiento de la RDA y de vivir lo que yo llamo las dos caras de la realidad de ese país, de ese ex-estado autodenominado socialista de los trabajadores y campesinos. Debido a esas vivencias no me sorprendió en absoluto ese desarrollo, aunque sí, como a todo el mundo, el momento en que se llevó a efecto. 

UNA CARA DE LA MEDALLA 

Durante la dictadura garcía-mezista los bolivianos residentes en Alemania Federal junto a amigos alemanes organizamos una multitud de Comités de Defensa de la Democracia. En Alemania llegaron a contarse cerca a treinta comités repartidos a lo largo y ancho de ese país e incluso a celebrarse tres congresos de CONADES, capítulo Alemania. A nuestro grupo se sumaron activistas políti­cos, pacifistas, ecologistas y gente de buena voluntad. A fines de 1980 uno de los miembros de nuestro grupo me invitó a visitar la RDA con un grupo de juristas simpatizantes del régimen allí existente por entonces. Si bien bailaba fuera de la raya dentro de ese grupo -por ser extranjero, economista y escéptico con el régimen de la RDA-, decidí sumarme al grupo pues consideraba que era una oportunidad incomparable de conocer el punto de vista de los gobernantes de la Alemania Oriental. Los anfitriones or­ganizaron un programa muy basto para sus invitados que contem­plaba visitas a varias ciudades -Weissenfels, Weimar, Jena-, al campo de concentración nazi de Buchenwald, así como encuentros con autoridades edilicias, políticas, visitas a estrados judicia­les, museos y otros lugares de interés histórico, como la casa de Goethe en Weimar. En mi caso, dada mi formación y pese a mi intempestiva decisión de participar en el viaje, me organizaron un programa complementario que contemplaba encuentros con econo­mistas y representantes del movimiento cooperativo alemán orien­tal. En este viaje conocí una cara de la medalla. 

Una de las primeras entrevistas fue con el Alcalde de Weissen­fels. En esa ocasión pude conocer el punto de vista oficial de la Alemania Oriental con relación a una diversidad de temas extrema­mente controversiales entre ambas Alemanias y entre ambos blo­ques. Con relación a la muralla de Berlín, la misma era jus­tificada con el argumento que había que saber con qué gente se contaba para la construcción del Socialismo y se ejemplificaba esto contando la historia de unas vacas que eran halladas con mastitis, a punto de reventar, porque el encargado de cuidarlas había fugado al Occidente. Por aquel entonces la RDA había introducido la disposi­ción del cambio de divisas obligatorio para quienes visitaran la RDA, lo cual era interpretado en Alemania Occidental como una medida restrictiva a los contactos humanos entre alemanes de ambos lados y considerado un impuesto que procuraba traer divisas a las arcas del SED. La visión oficial de la RDA con relación a esta medida aludía al sistema de planifica­ción centralizada, alegando que la RDA planea la producción para satisfacer las necesidades básicas de la población más un quantum destinado al intercambio comercial, pero los visitantes tienden a desequilibrar esas previsiones, por lo que ese cambio obligatorio no era más que una forma de financiar los suministros requeridos para los visitantes extranjeros, evitando de este modo alterar el nivel de satisfacción de las necesidades de los ciudadanos de la RDA. Cada "explicación" estaba usualmente acompañada de una retórica en pro de la paz, fundamento al que la RDA se hallaba indisolublemente ligada, resaltándose a cada paso el carácter de bastión de la RDA contra todo movimiento de corte fascista. 

Buena parte del viaje estuvo dedicado justamente a conocer y comprender el significado de esa posición antifascista. Primero nos presentaron a un ex-presidiario del campo de concentración (Konzentrationslager, usualmente abreviado en alemán como KZ) de Buchenwald que pasó en el mismo no menos de seis años. Luego hicieron circular entre nosotros el libro "Nackt unter Wölfen" (Desnudo entre lobos) que relata las atrocida­des cometidas en ese KZ, así como los preparativos que desembocaron en el único caso de autoliberación de los presidia­rios de un KZ nazi, libro en el cuál el ex-presidiario que nos acompañaba es citado. Luego vimos una película, cuyo guión era justamente basado en el libro citado, para finalmente visitar el KZ de Buchenwald, personalmen­te guiados por el ex-presidiario. El impacto de toda esa informa­ción y documenta­ción fue espantoso. Visitamos las distintas secciones del KZ donde nos explicaron con detalle las formas que se practicaban para eliminar a los presos. Vimos la sección en la cual médicos experimentaban con seres humanos, sea amputándoles algún miembro, inyectándoles algún preparado u otros. También vimos el sistema de eliminación de los restos mortales, mediante pequeños crematorios. El ex-presidiario nos explicó cómo contri­buyó a organizar la liberación de los presos de Buchenwald, cómo los detenidos aprendían a disparar dentro de las cámaras de desinfec­ción, cómo se proveían de armas y las ocultaban. En el portón de entrada del campo de exterminio y de trabajos forzados se lee la leyenda: "Arbeit macht frei" (El trabajo libera). Posteriormente visitamos el museo de sitio que se organizó para explicar a las generaciones venideras la barbarie sucedida en ese KZ. Allí vi cabezas reducidas de presidiarios, pantallas elaboradas con piel humana, horrores que ni en un gabinete de terror tendrían cabida. Al abandonar el KZ sentí una gran admiración por la férrea posición de la RDA contra toda posición fascista, contra cualquier intento de revivir o tan siquiera ignorar la barbarie nazi. Ni las cabezas reducidas por los antiguos americanos resultan tan monstruosas como las que vi en el museo del campo de concentración de Buchen­wald. 

Al finalizar el viaje quedé muy impresionado con la lucha que había emprendido ese Estado amante de la paz, transformado en un verdadero baluarte contra posiciones fascistas. Seguramente nunca hubiera podido recibir todo ese cúmulo de impresiones, si no hubiera sido por la actitud de mis compañeros de viaje que, si bien los veía como simpatizantes del régimen de la RDA, eran profunda­mente críticos y no dejaban de tocar y mencionar en todas nuestras entrevistas todos los temas candentes en las relaciones entre ambas Alemanias. Esta nota es también un home­naje a ese espíritu crítico de ese grupo de juristas. 

LA OTRA CARA DE LA MEDALLA 

Pocos meses después de ese viaje de carácter más bien oficial a la RDA, ya a comienzos de 1981, otra cadena de coincidencias y circuns­tancias me habría de llevar nuevamente a Alemania Orien­tal, esta vez a Berlín Oriental. Estando de visita en Berlín Occidental me encontré con un amigo peruano muy apreciado que me invitó a una fiesta "en Berlín Oriental", me dijo. Me quedé muy sorprendido pues lo último que a alguien se le podía ocurrir o le podía suceder era ser invitado a una fiesta al lado oriental de la ciudad. Me explicó que la fiesta era organizada por la esposa de un amigo suyo que por entonces era diplomático en la represen­tación peruana ante el gobierno de la RDA. Recién entonces pude imaginar la posibilidad de ir a una fiesta al otro lado. "El vendrá a buscarnos en su coche con placa diplomática", me explicó para disipar mi desconcierto. El día de la cita llegó, y el amigo diplomático estuvo en el lugar y a la hora convenidos, y sin mayores dificultades y minuciosos registros cruzamos la frontera. Pensé que se trataría de una fiesta de diplomáticos o algo semejante. Pero no era así. Por otra casualidad, la esposa del diplomático había conseguido un permiso de excepción para estu­diar en la Univer­sidad Alexander von Humboldt de Berlín Oriental y la fiesta era con sus com­pañeros de curso. Así de improviso me hallaba rumbo a una fiesta con estudiantes universitarios en Berlín Oriental. 
Vista de artículo original publicado en Ultima Hora, La Paz, Bolivia


El lugar de la fiesta era en una zona un tanto retirada del centro y más parecía una casa en ruinas. Nos expli­caron que los jóvenes que allí vivían la habían ocupado. En aquel entonces era desconocido para los medios de difusión alemanes el hecho que hubiera casas ocupadas en Berlín Oriental, fenómeno que recién empezó a ex­tenderse por entonces en algunas ciudades de Alemania Occidental, especialmente en Berlín Occidental y Hamburgo. Ese simple hecho a tiempo de subir las gradas carcomi­das por el tiempo y la total ausencia de iniciativa privada ya me llenó de gran inquietud. Nos recibieron amablemente los anfitrio­nes y demás invitados que se hallaban allí y la noche transcurrió en un marco de amenidad y buena charla. A las horas de nuestro arribo a la fiesta sucedió algo que habría de cambiar mi modo de pensar sobre ese Estado de los trabajadores y campesinos. Uno tras otro, como si estuvieran concertados, empezó a contarme cada uno de los asisten­tes lo que pensaba sobre su país e incluso sus planes para fugar de ese Estado. "Yo procuraré pasar en la maletera de un vehículo diplo­mático" decía uno. "Quiero salir aunque sea por 24 horas adonde me venga en gana" decía otro. "No somos niños inválidos para que nos traten así", acotaba otro. "Yo amo a mi país, pero quiero tener la libertad de salir cuando quiera adonde me plazca". Toda esa lluvia de deseos largamente contenidos y acariciados me sorprendió. Por instantes tuve la impresión de hallarme en el centro de un complot contra ese Estado, una sublevación.

Al salir de esa "fiesta" y emprender el camino de retorno ya no era el mismo. Días después comenté con conocidos alemanes en el lado Occidental este episodio y lo único que coseché fueron miradas de duda y escepticismo. ¿Quién hubiera podido imaginar entonces que el ansia de libertad que se había apoderado de la juventud alemana oriental fuera tan intensa? Esa noche conocí el otro lado de la medalla, aquél que al cabo de ocho años habría de dar fin con el sistema represivo que se había instalado a todo lo largo de ese hermoso país. 

LA UNIFICACIÓN 

La unificación alemana es el resultado de un esfuerzo común de todos los amantes de la libertad. La dificultad de haberla logrado se debe, entre otras cosas, al temor de caer otra vez en las garras de cualquier otro sistema de corte fascista. La ausencia de la práctica de la democracia había prolongado ese temor hasta el punto en que el bastión antifascista de antaño se había trocado justamen­te en un sistema de corte dictatorial. Los jerarcas del SED lo intuyeron en el instante en que per­mitieron que ese 9 de Noviembre se deje el paso libre en los puntos de control fronterizo en el muro de Berlín, pese a la contraorden que habían impartido poco antes de prohibir la salida de los ciudadanos alemanes orientales sin el respectivo pasaporte. 

A casi tres años de la caída del Muro de Berlín y dos de la unificación alemana pueden apreciarse dificultades para el despegue económico del lado oriental alemán, situación que ha desbocado en una ola de amedrentamiento contra extranjeros y solicitantes de asilo en Alemania. Resulta incomprensible que quienes preponderan­te­mente participan en dichos actos acudiendo a slogans y razona­mientos de corte nazista sean justamente jóvenes del Este alemán, los herederos (aunque probablemente involun­tarios) de una tradición antifascista. Es previsible que dichas dificultades económicas se superarán en breves plazos, aunque posiblemente sean mayores que los que se suponía un año atrás. Es de esperar que la fiesta de la libertad que Alemania le deparó al mundo hace tres años, no se tiña de tonos nazistoides, pues ello sólo significaría una victoria póstuma para ese antiguo bastión antifas­cista de corte dictatorial.

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(*) Este artículo fue publicado originalmente en 1992 en torno a sucesos de los años 1980 y 1981. El autor vivió en Alemania Occidental entre 1978 y 1991. En este periodo realizó estudios de economía y desempeñó funciones diplomáticas en Bonn. El artículo está dedicado a los estudiantes de la Universidad von Humboldt de Berlín Oriental que pusieron de manifiesto su inconmensurable amor a la libertad. Gracias a ellos por estas maravillosas viviencias.