26 junio 2013

Cultura ciudadana. Las enseñanzas de Antanas

Carlos Rodrigo Zapata C. (*) 


Gracias a una feliz iniciativa del Gobierno Municipal de La Paz, ha estado entre nosotros el ex Alcalde Mayor de Bogotá, don Antanas Mockus, filósofo y matemático, quien nos ha traído un aire fresco y renovador a estas alturas de La Paz, donde para algunos, hasta el deporte hace daño.

¿Quién es nuestro visitante de marras? Es una personalidad multifacética que se ha ganado su espacio en muchos ambientes, en particular, el académico, el político y como gobernante. Candidato a la Presidencia de la República en su país, Colombia, sus logros están particularmente vinculados a sus dos gestiones al frente del municipio de Bogotá, donde consiguió, entre otros valiosos resultados, reducir las tasas de homicidios y de muertes violentas en accidentes de tránsito a cifras inferiores a la media colombiana e incluso menores al promedio latinoamericano. 

Esos logros sólo pueden ser comprendidos cabalmente si se señala que Colombia es considerado el país más violento del mundo (sólo después de países en guerra) y también uno de los que tienen mayor cantidad de muertos en accidentes de tráfico. En este último caso, Antanas nos relató que entre 1995 y 2005, este indicador bajó de 25 a 8 muertos por cada 100.000 habitantes. A título de comparación, Bolivia tiene actualmente 15 muertos por cada 100.000 habitantes, pero con tendencia ascendente. Cada tramo de reducción de esa tasa fue posible gracias a una diversidad de medidas que incluyeron desde cambios en la educación escolar, hasta la “ley zanahoria” (prohibición de expendio de alcohol pasada la 1 a.m.), e incluso el cambio total de la policía de tránsito por corrupción generalizada.  

Ahora bien, este conjunto aparentemente disperso de medidas responde a un riguroso concepto de cultura ciudadana, que consiste, a juicio de Antanas, en superar el divorcio de los 3 principales sistemas o ejes que regulan la conducta ciudadana, esto es, el legal, el moral y el cultural. Para lograr ello, se trata de fortalecer y armonizar los factores de aceptación y sanción resultantes de estos 3 sistemas de reglas, que regulan la conducta de los ciudadanos. Así, en el caso de las reglas legales, frente al temor a la sanción legal, existe la admiración por la ley; en el caso de las reglas morales, la aceptación de los valores es otra opción frente al sentimiento de culpa; y en el caso de las reglas culturales, la gente suele actuar por reconocimiento social o temor al rechazo social. 

Estos 6 factores estructuran el comportamiento en interacción con los motivos para actuar, que pueden ser intereses, razones y emociones. En este marco, Antanas señala que la comunicación (que él llama “interacción intensificada”) es el medio necesario para superar el divorcio entre las reglas legales, morales y culturales, pues los conflictos surgen o se agravan por limitaciones de la comunicación, además que la comunicación “ayuda a aclarar la relación entre derechos y deberes, y entre el derecho propio y el ajeno”. 

Analicemos un caso ejemplar en nuestra ciudad, para ver la utilidad de las enseñanzas de Antanas. Veremos si el empleo de jóvenes disfrazados de cebras y burros, como modo de incidir en la cultura ciudadana, en este caso, en los participantes del tráfico urbano, responde de modo satisfactorio al esquema sugerido por Antanas. Lo primero es ver si se toma en cuenta los 3 ejes y los 6 factores descritos, y luego es analizar si se hallan adecuadamente armonizados entre sí. 

El eje legal está ampliamente descuidado, pues las cebras no tienen poder para imponer sanciones (temor a la sanción legal) y por diversas razones, no consiguen que los peatones y chóferes asuman y respeten las líneas de cebra (admiración por la ley). Aquí se puede apreciar una serie de falencias que lo impiden: 1) no se comprende la idea misma de las líneas de cebra, pues no están pensadas sólo como lugar para cruzar la calzada bajo la protección de semáforo, varita, burros y cebras, sino como área donde los peatones tienen preferencia para cruzar la calle antes que los motorizados (ver, por ejemplo, http://www.landesverkehrswacht.de/wissenswertes/fuer-alle/verkehrsrecht/der-zebrastreifen.html), sin que para ello deba mediar otra ayuda o autoridad**; 2) ¿qué ocurre dos cuadras más allá del lugar donde las cebras y burros despliegan su circo? Pues que allí vuelve a reinar la ley de la selva, pues no hay ninguna normativa que regule claramente, sin contradicciones, quién tiene la preferencia de cruzar, tanto entre vehículos como entre estos y peatones. Allí, ¡sálvese quien pueda! Ejemplos patéticos: Plaza del Estudiante, Av. Camacho (Club de La Paz) y calle Federico Zuazo (detrás de la UMSA). 

En el caso del eje moral o de autorregulación, no existe alguna política de autogratificación de la conducta observada, simplemente porque existen tales vacíos en la regulación del tráfico que nadie podría sentirse autogratificado por hacer esto o aquello. Cuando más, los peatones pueden estar dichosos de lograr esquivar mil autos en calles y plazas, y retornar a casa sin graves rasguños. 

En el eje cultural, el temor a ocasionar accidentes (temor al rechazo social) puede controlar ciertos desbordes y excesos. Sin embargo, si no está claro en qué momento cruzar, el peatón no tendrá otra que ponerse su sombrero de aventurero e intentar cruzar por donde mejor le parezca. De ahí que la falta de normas y reglamentación claras en el tráfico urbano, la falta de una apropiada educación vial, la sospechosa ausencia de burros y cebras en gran parte de la ciudad y, particularmente, en los puntos conflictivos, impiden que pueda surgir un reconocimiento social, pues no existe la posibilidad real y concreta de participar en el tráfico urbano de modo ordenado. 

Si a la falta de aplicación integral de todos estos mecanismos sumamos la falta de armonización, es decir de compatibilidad y coherencia en la aplicación de estos mecanismos, dos criterios esenciales en el planteamiento de Antanas, entonces tenemos que las cebras y burros no pasan de ser un espectáculo bufo a costa del erario municipal. Lo peor de todo en este contexto, es la idea de que el municipio se ha hecho de los pobres citadinos, pues piensa que ridiculizándolos y recurriendo a las impertinencias del burro y a las jocosidades de las cebras, podrá sustituir las falencias existentes y promover la cultura ciudadana. Ante todo ello, finalmente, habría que preguntar, qué culpa tiene el burro para que le endilguen semejantes metáforas. Deberíamos dejar en paz a los burros y hacer las cosas con mayor prolijidad.

Si la pisada no vale en las líneas de cebra, como suele decir un amigo, tampoco podemos esperar que emerja un sentimiento de culpa entre los participantes en el tráfico urbano, ¿o no? 

Gracias, Antanas, por las reflexiones compartidas, grata y aleccionadora visita la que nos deparaste. 

*) El autor es Economista, planificador regional. E-mail: carlosrodrigozapata@gmail.com 
Artículo originalmente publicado en El Diario, Bolivia, 12 de julio de 2008.


**) Traducción del alemán del link (actualizado), señalado más arriba:

Oficina Estadual de Control del Tráfico
El paso de cebra

El paso de cebra, cuyo nombre oficial es paso de peatones (FGU), representa una forma común de cruzar calles de modo seguro. En Alemania existe desde el año 1952, pero la ley que los peatones tienen prioridad sobre otros participantes en el tráfico en el área de paso de peatones, recién se ha establecido desde al año 1964 en el § 26 de la disposición que regula el tráfico (Stvo).

Cada participante en el tráfico que se aproxime en un vehículo (con la única excepción de vehículos ferroviarios) de cualquier tipo a un punto de cruce asegurado por un paso de cebra, tiene la obligación de detenerse (muss anhalten) siempre que los peatones o usuarios de sillas de ruedas quieran cruzarlo reconociblemente. Sólo después de haber verificado que no hay otras personas que siguen, se permite continuar el camino con su vehículo. Por otra parte, se debe mantener siempre libre el paso de peatones en una situación de atasco de tráfico y en su proximidad no se permite adelantar a otro vehículo.

El comportamiento correcto en los pasos de cebra eleva la seguridad de los "más débiles" usuarios de la vía. El incumplimiento, como por ejemplo no detenerse cuando un peatón señaliza claramente que desea cruzar el paso de cebra, ocasiona una multa de 50 euros y 4 puntos en la Central de Registro de Transporte.

Traducción: Carlos Rodrigo Zapata C.
 
Recomiendo otro link:

http://hans-gutierrez.blogspot.com/2007/04/un-tal-antanas-mockus.html