06 julio 2014

Los conflictos en Irak: signo de la irresponsabilidad y el cinismo de nuestro tiempo





Los conflictos en Irak han puesto al borde de un caos generalizado a toda la región del Medio Oriente. A la nueva embestida de ISIS -que ahora se autodenomina Califato Islámico- se van sumando  varias fuerzas y presiones de toda índole, desde las proclamas de independencia del Kurdistán iraquí, hasta la movilización de tropas en Jordania y Arabia Saudita, sin dejar de mencionar los atentado y amenazas contra el Líbano. 
El artículo que se presenta a continuación, en español y alemán, ha sido tomado de la revista Die Zeit, que nos brinda una explicación sucinta de las causas que han conducido a este gran desastre humano. Los graves yerros en la conducción de la política exterior norteamericana habrían debilitado la crucial función de Irak como zona de amortiguamiento entre el Oriente Medio y el Asia Occidental. Ello estaría ocasionando que los equilibrios frágiles existentes en la región sean profundamente alterados, al punto de dar lugar a la emergencia de movimientos de ocupación de gran envergadura y dotados de muchos recursos. Lo más grave y preocupante es que se trata de movimientos extremadamente violentos, cuya principal respuesta es la liquidación de sus adversarios.
Siembra vientos y cosecharás tormentas, dice el refrán, tormentas que ahora el mundo empieza a desentrañar y a comprender en su inmensa peligrosidad, pues vienen a atizar un mundo ya convulso, repleto de conflictos, odios y revanchismos. Si este era el presente griego que EE.UU. quería entregarle al mundo, pues lo ha logrado, ya que cada vez más seres humanos se ven obligados a huir de sus hogares y más países se ven envueltos en guerras intestinas. 
¿Qué respuesta está dando la comunidad internacional de Naciones, qué respuestas tienen todos esos poderes que pugnan por ocupar más y más espacios de poder, pero a la hora de las horas no atinan más que a atizar el fuego?
La irresponsabilidad y el cinismo son los signos de nuestros tiempos

Carlos Rodrigo Zapata C.
CLARABOYA



 








DIE ZEIT
Conflicto con ISIS
Los EE.UU. han provocado la nueva crisis de Irak

El vacío de poder en Irak es llenado por fuerzas radicales porque los EE.UU. con su campaña contra Irak han destruido el equilibrio regional. Y los guerreristas de entonces no muestran ningún remordimiento


Stephan Richter, Washington 
es jefe de redacción deThe Globalist con sede en Washington

27 de junio 2014
Voluntarios chiítas que apoyan al ejército iraquí en la lucha contra Isis, en un desfile militar en Canaán, Iraq | © Stringer / Reuters

Hace unas semanas, casi nadie conocía el grupo terrorista islamista radical ISIS, que ahora está en boca de todos: sus éxitos militares tienen a Irak al borde de una guerra de creencias entre sunitas y chiítas, y por tanto, en grave peligro de existencia.


Frenéticamente buscan los EE.UU. una solución una vez más. Como una nueva maravillosa arma, en principio ya no excluyen incluso una alianza con Irán. No obstante, sobre todo la política errónea de los estadounidenses ha desestabilizado toda la región.


La invasión de Irak ha dejado una sociedad destrozada, incluyendo un vacío de poder que ahora, luego de la retirada de las tropas de los EE.UU. - nada sorprendente es llenada por fuerzas radicales. Como primer ministro con la gracia (norte)americana, Nuri al-Maliki ha hecho todo para agravar las profundas divisiones entre los diferentes grupos religiosos. El "Iranisación" de Irak, que él ha impulsado, es un regalo de EE.UU. A la larga, esto puede ser entendido como lo que realmente es: tal vez el mayor autogol de la historia actual.


No se puede pasar por alto a ISIS, incluso si el grupo representa la punta de lanza contra la Iranisación de Irak. Washington simplifica demasiado al declararla como nuevo Belcebú. Los mismos americanos han hecho implícitamente posible su ascenso: que Isis también sea apoyado por los saudíes, muestra la estupidez completa de la estrategia estadounidense para la región.

La nueva crisis era predecible. Sin embargo, los EE.UU. responden una vez más reactivamente: con un activismo que linda en el pánico y con una amplia gama de atribuciones de culpa que quieren distraer la atención de su propio fracaso. Esta es una tradición fatal e indigna un supuesto poder supremo.


Los republicanos estadounidenses pueden voltearse y contornearse como quieran y disfrutar de su deporte favorito, el poner al descubierto a Barack Obama como el chico tonto. El tiene todo excepto las manos limpias. Pero a los libros de historia pasarán los republicanos y la administración Bush II como los destructores del equilibrio regional siempre frágil de miles de años en el Golfo Pérsico. Irak siempre ha cumplido allí una función importante de amortiguación.


Despreocupadamente  los republicanos ya echan nuevamente aceite a este fuego. Delante de todos marcha como siempre el marcial senador estadounidense John McCain, ex candidato presidencial de su partido. El veterano de Vietnam y ex prisionero de guerra es conocido por jugar con fuego, donde tan solo le sea posible. Que él pueda hacer esto sin ser castigado por el público  o los medios de EE.UU. por sus pecados del pasado, prueba cuán dañados están el proceso democrático y el pensamiento responsable en los Estados Unidos de hoy.


Por todo ello tendría que haberle sido claro a cada estratega medianamente entendido en historia en qué polvorín se convertiría el Irak después de la caída de Saddam Hussein. El Asia occidental está dominado desde hace siglos por el conflicto eternamente ardiente entre chiítas y sunitas, que se descarga en sangrientos combates en cada oportunidad. En este entorno altamente explosivo, el Irak siempre ha servido como un amortiguador para las ambiciones expansionistas provenientes de ambas direcciones.  

Mucho antes del Islam, incluso en la época romana, la antigua Mesopotamia marcaba la línea divisoria entre el Este y el Oeste. Los halcones de la administración Bush han convertido a este importante amortiguador en un infierno - con su expedición militar amateur, sintomática de la política exterior históricamente ciega de EE.UU. en la región.


Por otra parte, el drama de Irak pone una vez más de manifiesto el papel desastroso de los británicos como sirvientes dóciles de los americanos. Una y otra vez busca la Gran Bretaña post-imperial ser el centro de atención de la escena mundial, por lo general como un socio menor de Estados Unidos. Había en el caso de Irak cabezas inteligentes en el Foreign Office británico, que sabían valorar el papel histórico del país y se oponían a una guerra. Sin embargo, al parecer, el entonces primer ministro, Tony Blair, sujeto por un religioso afán de revelación, estaba demasiado ansioso por complacer a los americanos.


Atrapados en la lógica de la dominación de Washington
 
En todo ello habría sido la tarea de un buen aliado la de expresar sus preocupaciones en voz alta - incluso si los EE.UU. como era de esperarse las hubiera lanzado al viento. En lugar de ello, fue el canciller alemán Gerhard Schröder, quien advirtió de una "aventura en el Irak", y con su posición de rechazo atrajo hacia sí la ira de la propia elite política de Washington. Al final tenía razón lo que curiosamente no le permitió mejorar su reputación ante los estadounidenses.


Para encarar reformas en la política también se necesita comprensión madura. Para un cambio de rumbo a veces se necesita incluso una admisión de culpa en los propios asuntos. Pero el reciente ruido de sables por McCain y compañía muestra que los belicistas de antaño no sólo no muestran remordimiento, sino que rechazan firmemente el conocimiento de haber cometido un dramático error con la invasión de Irak.
 
Es un cinismo especial de la historia que la administración Obama que ingresó con objetivos pacíficos elevados por la región y se halla atrapado en la frágil lógica de dominación de Washington, no haya desarrollado la fuerza para encontrar con la cabeza clara la salida de este atolladero.


(traducción: Carlos Rodrigo Zapata)



Die Zeit

Isis-KonfliktDie USA haben die neue Irak-Krise selbst ausgelöst

Das Machtvakuum im Irak füllen radikale Kräfte, weil die USA mit ihrem Feldzug die regionale Balance zerstört haben. Und die Kriegstreiber von damals zeigen keine Reue. 
Ein Gastbeitrag von Stephan Richter, Washington


Isis-Konflikt: Die USA haben die neue Irak-Krise selbst ausgelöst
Schiitische Freiwillige, die die irakische Armee im Kampf gegen Isis unterstützen, bei einer Militärparade in Kanaan, Irak  |  © Stringer/Reuters

Noch vor wenigen Wochen kannte kaum jemand die radikal-islamistische Terrorgruppe Isis, die nun in aller Munde ist: Ihre militärischen Erfolge bringen den Irak an den Rand eines sunnitisch-schiitischen Glaubenskrieges und damit in akute Existenzgefahr.
Hektisch suchen nun die USA wieder einmal nach einer Lösung. Als neue Wunderwaffe schließen sie sogar eine Allianz mit dem Iran nicht mehr grundsätzlich aus. Dabei hat vor allem die verfehlte Politik der Amerikaner die gesamte Region destabilisiert.
Die Irak-Invasion hat eine zerrüttete Gesellschaft samt eines Machtvakuums hinterlassen, das nun nach dem Truppenabzug der USA – alles andere als überraschend – von radikalen Kräften gefüllt wird. Als Premier von amerikanischen Gnaden hat Nuri al-Maliki alles getan, die tiefen Gräben zwischen den Glaubensgruppen weiter zu verschärfen. Die "Iranisierung" des Irak, die er betrieben hat, ist ein Geschenk Amerikas. Auf lange Sicht mag dies als das verstanden werden, was es wirklich ist: das vielleicht größte Eigentor der Gegenwartsgeschichte.
Isis ist nicht zu beschönigen, auch wenn die Gruppe die Speerspitze gegen die Iranisierung des Irak repräsentiert. Washington macht es sich zu einfach, sie als neuen Beelzebub zu deklarieren. Ihren Aufstieg haben die Amerikaner implizit selbst möglich gemacht: Dass Isis von den Saudis mit unterstützt wird, belegt die komplette Kopflosigkeit der amerikanischen Strategie für die Region.
Stephan Richter
Stephan Richter
ist Chefredakteur von The Globalist mit Sitz in Washington. Er hat das Online-Magazin über internationale Politik, Wirtschaft und Kultur im Jahr 2000 gegründet.
Die neue Krise war also vorhersehbar. Dennoch reagieren die USA wieder einmal reflexartig: mit an Panik grenzendem Aktionismus und variantenreichen Schuldzuweisungen, die vom eigenen Versagen ablenken wollen. Das ist eine fatale Tradition – und einer vermeintlichen Vormacht unwürdig.
Die US-Republikaner mögen sich wenden und drehen, wie sie wollen, und ihrem Lieblingssport nachgehen, Barack Obama als dummen Jungen auszumachen. Der hat alles andere als saubere Hände. In die Geschichtsbücher aber werden die Republikaner und die Bush-II-Regierung eingehen als die Zerstörer einer Jahrtausende währenden, wenn auch stets fragilen regionalen Balance am Persischen Golf. Der Irak hat dort stets eine wichtige Pufferfunktion erfüllt.
Dessen ungeachtet gießen die Republikaner schon wieder fleißig Öl in dieses Feuer. Allen voran schreitet dabei wie immer der martialische US-Senator John McCain, früherer Präsidentschaftskandidat seiner Partei. Der Vietnam-Veteran und ehemalige Kriegsgefangene ist bekannt dafür, zu zündeln, wo er nur kann. Dass er dies tun kann, ohne von der US-Öffentlichkeit oder den US-Medien für seine Sünden der Vergangenheit abgestraft zu werden, belegt wie zerrüttet der demokratische Prozess und das Verantwortungsdenken im heutigen Amerika sind.
Dabei hätte jedem halbwegs historisch bewanderten Strategen klar sein müssen, zu welchem Pulverfass der Irak nach dem Sturz von Saddam Hussein werden würde. Das westliche Asien ist seit Jahrhunderten vom ewig schwelenden Konflikt zwischen Schiiten und Sunniten geprägt, der sich bei jeder Gelegenheit in blutigen Kämpfen entlädt. In dieser hoch explosiven Umgebung diente der Irak seit jeher als Prellbock für die Expansionsgelüste aus beiden Richtungen. Schon lange vor dem Islam, noch zu Römerzeiten, markierte das damalige Mesopotamien die Trennlinie zwischen Ost und West. Diesen wichtigen Puffer haben die Falken der Bush-Regierung in ein Inferno verwandelt – mit ihrem amateurhaften Feldzug, der symptomatisch ist für die geschichtsblinde US-Außenpolitik in der Region.
Im Übrigen offenbart das Irak-Drama einmal mehr die desaströse Rolle der Briten als willfährige Erfüllungsgehilfen der Amerikaner. Immer wieder sucht das postimperiale Großbritannien das Rampenlicht der Weltbühne, meist als Juniorpartner der USA. Zwar gab es im Fall Irak sehr wohl kluge Köpfe im britischen Außenministerium, die die historische Rolle des Landes einzuschätzen wussten und einem Krieg ablehnend gegenüberstanden. Aber offenbar war der damalige Premier Tony Blair, obendrein von religiösem Offenbarungseifer erfasst, zu sehr darauf bedacht, den Amerikanern zu gefallen.

Gefangen in der Herrschaftslogik Washingtons

Dabei wäre es die Aufgabe eines guten Verbündeten gewesen, seine Bedenken laut zu äußern – selbst wenn die USA diese erwartungsgemäß in den Wind geschlagen hätten. Stattdessen war es der deutsche Kanzler Gerhard Schröder, der vor einem "Irak-Abenteuer" warnte und mit seiner Verweigerungshaltung den Zorn der Washingtoner Polit-Elite auf sich zog. Am Ende sollte er Recht behalten – was ihn kurioserweise im Ansehen der Amerikaner nicht gerade steigen ließ.
In der Politik braucht es für Reformen auch gewachsene Einsicht. Manchmal bedarf es für einen Kurswechsel sogar eines Schuldeingeständnisses in eigener Sache. Das neuerliche Säbelrasseln von McCain und Co. aber zeigt, dass die Kriegstreiber von damals nicht nur keine Reue zeigen, sondern sich standhaft der Erkenntnis verweigern, mit der Irak-Invasion einen dramatischen Fehler begangen zu haben.
Es ist ein besonderer Zynismus der Geschichte, dass die mit hehren Friedenszielen für die Region angetretene Obama-Regierung, gefangen in der tönernen Herrschaftslogik Washingtons, nicht die Kraft aufgebracht hat, mit klarem Kopf aus dieser Sackgasse herauszufinden.