21 marzo 2024

UN MUNDO PERDIDO EN SUS PROPIOS APETITOS Y CONTRADICCIONES

 

Carlos Rodrigo Zapata C.

La dinámica global es atemorizante. Cada resquicio de los espacios globales parece haber sido ocupado estratégica y militarme por alguna de las fuerzas contendientes, de modo visible o invisible.

Da la impresión de que no hay nada más que hacer que enfrentar y sobrellevar cada confrontación que aflore en cualquier punto del planeta con la celeridad y violencia que exija cada caso. Los costos colaterales ya ni se contabilizan, la cuenta de muertos y heridos ya ni causa conmoción general, la de niños, algo.

En este contexto, en el que varias guerras y confrontaciones bélicas se vienen ejecutando –como son los casos de Ucrania y Gaza, principalmente– se anuncia el incremento por billones de dólares, o sea, una cifra con doce ceros por detrás, de los gastos militares y se sigue estudiando las formas de confrontar a los adversarios en cualquier escenario que se presente.

La lucha contra el calentamiento global y la debacle climática y ecológica en plena marcha no pasa de ser un saludo a la bandera, es decir, una pose más que un compromiso. Si queremos agregarle aún más combustible a esta situación explosiva basta señalar que Trump tiene amplias posibilidades de retornar a la Casa Blanca en Washington, situación que sin duda equivaldría a activar todas las bombas dispuestas en los arsenales del mundo.

En este contexto nos encontramos con una reflexión crítica y a la vez propositiva del senador Bernie Sanders, que postuló a la nominación presidencial por los Demócratas los años 2016 y 2020,siendo relegado por Hillary Clinton y luego por Joseph Biden.

Dicha reflexión que adjunto a continuación, en traducción al castellano mediante Google y el link del original, me merece honda preocupación porque muestra cuán cerrado está el horizonte de posibilidades en el mundo actual. A lo largo del texto traducido he resaltado algunas ideas de Sanders y he insertado mis propios comentarios, preguntas y algunas sugerencias que pongo a disposición de los lectores interesados.

Dicho todo ello en pocas palabras: sin cambiar el rumbo actual, el mundo está quemando sus últimas posibilidades de evitar una catástrofe global, en la que los frentes de uno y otro lado sufrirán las mismas consecuencias. Todo ello se debe al avance del calentamiento global y los impactos climático y ecológico que ya se observan en todo el planeta.

Todo indica que, si ahora no se dejan las armas en reposo o, mejor, si no se las entierra bajo siete desiertos, la humanidad no tendrá tiempo de detener la catástrofe que ya está en camino. Una guerra nuclear apenas anticiparía lo que de todas maneras llegará y arrasará con los fundamentos de vida del planeta.

No tenemos que hacer esfuerzos adicionales para acelerar la autodestrucción, resulta francamente ocioso. Pero si ahora las partes en conflicto arriaran sus banderas, dejaran sus armas y se concentraran en la lucha contra el cambio climático es posible que se logre reducir sus impactos más severos.

No hay plan B para este escenario. Es destrucción y muerte por la vía acelerada de la guerra de los humanos incapaces de luchar por objetivos comunes y compartidos, o es por la vía más lenta de la debacle climática y ambiental, también desatada por la angurria e irresponsabilidad humanas, que llegaremos a nuestro fin en plazos antes nunca imaginados.

La sensatez de Sanders en unos aspectos y sus preferencias extrañas en otros aspectos quedan angostas, estrechas, por no decir reducidas a escombros, en vista al escenario global y a la urgencia de actuar de modo inmediato. La preservación de la vida en el sentido más estricto y literal que es posible decirlo, se halla en peligro inminente. Los plazos se agotaron.




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Una revolución en la política exterior estadounidense

Reemplazar la codicia, el militarismo y la hipocresía por la solidaridad, la diplomacia y los derechos humanos

Por Bernie Sanders

18 de marzo de 2024

Un hecho triste sobre la política de Washington es que algunos de los temas más importantes que enfrentan Estados Unidos y el mundo rara vez se debaten de manera seria. En ninguna parte es esto más cierto que en el ámbito de la política exterior. Durante muchas décadas, ha habido un "consenso bipartidista" en materia de asuntos exteriores. Trágicamente, ese consenso casi siempre ha sido erróneo. Ya sea que se trate de las guerras en Vietnam, Afganistán e Irak, el derrocamiento de gobiernos democráticos en todo el mundo o medidas desastrosas en el comercio, como la entrada en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y el establecimiento de relaciones comerciales normales permanentes con China, los resultados a menudo han dañado la posición de Estados Unidos en el mundo, socavado los valores profesados por el país, y ha sido desastrosa para la clase obrera estadounidense.

Este patrón continúa hoy en día. Después de gastar miles de millones de dólares para apoyar a las fuerzas armadas israelíes, Estados Unidos, prácticamente solo en el mundo, está defendiendo al gobierno extremista de derecha del primer ministro Benjamin Netanyahu, que está librando una campaña de guerra total y destrucción contra el pueblo palestino, lo que resulta en la muerte de decenas de miles de personas, incluidos miles de niños, y la hambruna de cientos de miles más en la Franja de Gaza. Mientras tanto, al sembrar el miedo en torno a la amenaza que representa China y en el continuo crecimiento del complejo militar-industrial, es fácil ver que la retórica y las decisiones de los líderes de los dos partidos principales con frecuencia no se guían por el respeto a la democracia o los derechos humanos, sino por el militarismo, el pensamiento grupal y la codicia y el poder de los intereses corporativos. Como resultado, Estados Unidos está cada vez más aislado no sólo de los países más pobres del mundo en desarrollo, sino también de muchos de sus aliados de larga data en el mundo industrializado.

Dados estos fracasos, ya es hora de reorientar fundamentalmente la política exterior estadounidense. Para ello, hay que reconocer los fracasos del consenso bipartidista posterior a la Segunda Guerra Mundial y trazar una nueva visión centrada en los derechos humanos, el multilateralismo y la solidaridad mundial.

UN HISTORIAL VERGONZOSO

Desde la Guerra Fría, los políticos de los dos principales partidos han utilizado el miedo y las mentiras descaradas para enredar a Estados Unidos en conflictos militares extranjeros desastrosos e imposibles de ganar. Los presidentes Johnson y Nixon enviaron a casi tres millones de estadounidenses a Vietnam para apoyar a un dictador anticomunista en una guerra civil vietnamita bajo la llamada teoría del dominó, la idea de que si un país caía en manos del comunismo, los países circundantes también caerían. La teoría era errónea y la guerra fue un fracaso abyecto. Hasta tres millones de vietnamitas murieron, al igual que 58.000 soldados estadounidenses.

La destrucción de Vietnam no fue suficiente para Nixon y su secretario de Estado Henry Kissinger. Expandieron la guerra a Camboya con una inmensa campaña de bombardeos que mató a cientos de miles de personas más y alimentó el ascenso del dictador Pol Pot, cuyo posterior genocidio mató hasta dos millones de camboyanos. Al final, a pesar de sufrir enormes bajas y gastar enormes cantidades de dinero, Estados Unidos perdió una guerra que nunca debió haberse librado. En el proceso, el país dañó gravemente su credibilidad en el extranjero y en el interior.

El historial de Washington en el resto del mundo no fue mucho mejor durante esta época. En nombre de la lucha contra el comunismo y la Unión Soviética, el gobierno de Estados Unidos apoyó golpes militares en Irán, Guatemala, la República Democrática del Congo, la República Dominicana, Brasil, Chile y otros países. Estas intervenciones a menudo fueron en apoyo de regímenes autoritarios que reprimieron brutalmente a su propio pueblo y exacerbaron la corrupción, la violencia y la pobreza. Washington todavía está lidiando con las consecuencias de tal intromisión hoy en día, enfrentando una profunda sospecha y hostilidad en muchos de estos países, lo que complica la política exterior de Estados Unidos y socava los intereses estadounidenses.

Una generación más tarde, después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, Washington repitió muchos de estos mismos errores. El presidente George W. Bush comprometió casi dos millones de soldados estadounidenses y más de 8 billones de dólares para una "guerra global contra el terrorismo" y guerras catastróficas en Afganistán e Irak. La guerra de Irak, al igual que la de Vietnam, se construyó sobre una mentira descarada. "No podemos esperar a la prueba final, la pistola humeante que podría venir en forma de nube en forma de hongo", advirtió Bush de manera infame. Pero no había nube en forma de hongo y no había pistola humeante, porque el dictador iraquí Saddam Hussein no tenía armas de destrucción masiva. Muchos aliados de Estados Unidos se opusieron a la guerra, y el enfoque unilateral de la administración Bush en el período previo a la guerra socavó gravemente la credibilidad estadounidense y erosionó la confianza en Washington en todo el mundo. A pesar de esto, las supermayorías en ambas cámaras del Congreso votaron a favor de autorizar la invasión de 2003.

La guerra de Irak no fue una aberración. En nombre de la guerra global contra el terrorismo, Estados Unidos llevó a cabo torturas, detenciones ilegales y "entregas extraordinarias", secuestrando a sospechosos en todo el mundo y reteniéndolos durante largos períodos en la prisión de la Bahía de Guantánamo en Cuba y en los "sitios negros" de la CIA en todo el mundo. El gobierno de Estados Unidos implementó la Ley Patriota, que dio lugar a una vigilancia masiva a nivel nacional e internacional. Las dos décadas de combates en Afganistán dejaron miles de soldados estadounidenses muertos o heridos y causaron cientos de miles de víctimas civiles afganas. Hoy, a pesar de todo ese sufrimiento y gastos, los talibanes están de vuelta en el poder.

EL SALARIO DE LA HIPOCRESÍA

Me gustaría poder decir que el establishment de la política exterior en Washington aprendió la lección después de los fracasos de la Guerra Fría y la guerra global contra el terrorismo. Pero, con algunas excepciones notables, no lo ha hecho. A pesar de su promesa de una política exterior de "Estados Unidos primero", el presidente Donald Trump aumentó la guerra de aviones no tripulados sin restricciones en todo el mundo, comprometió más tropas en Medio Oriente y Afganistán, aumentó las tensiones con China y Corea del Norte, y casi se metió en una guerra desastrosa con Irán. Llenó de armas a algunos de los tiranos más peligrosos del mundo, desde los Emiratos Árabes Unidos hasta Arabia Saudita. Aunque el tipo de autogestión y corrupción de Trump era nuevo, tenía sus raíces en décadas de política estadounidense que priorizaba los intereses unilaterales a corto plazo sobre los esfuerzos a largo plazo para construir un orden mundial basado en el derecho internacional.

[Trato de imaginarme como podría haber sido un gobierno Sanders en los EEUU. ¿Trataría de llegar a acuerdos de beneficio mutuo con China, Rusia, Corea del Norte? ¿Revalidaría la protección a Taiwán y otros países asiáticos que se sienten amenazados por el poderío chino? ¿Pondría a los árabes, en particular a EAU y AS en alguna lista negra, como propiciadores del terrorismo? ¿Qué haría con Hamás e Israel? Tengo la impresión que en geopolítica en el SXXI no es posible simplemente abrazar las causas opuestas a las de los contendientes para tener un programa. Se requiere mucha más sutileza, todo en aras de reconstruir el mundo podrido en que nos encontramos, pero tampoco se puede dejar que bestias pardas como Putin o Netanyahu se salgan con la suya. ¿O incluso eso habría que ponerlo en consideración? ¡Qué escenario mundial tan jodido! ¿Ya no hay espacio para valores, principios y normas?]

Y el militarismo de Trump no era nuevo en absoluto. Solo en la última década, Estados Unidos ha participado en operaciones militares en Afganistán, Camerún, Egipto, Irak, Kenia, Líbano, Libia, Malí, Mauritania, Mozambique, Níger, Nigeria, Pakistán, Somalia, Siria, Túnez y Yemen. El ejército estadounidense mantiene alrededor de 750 bases militares en 80 países y está aumentando su presencia en el extranjero a medida que Washington aumenta las tensiones con Pekín. Mientras tanto, Estados Unidos está suministrando al Israel de Netanyahu miles de millones de dólares en fondos militares mientras aniquila Gaza.

La política de Estados Unidos hacia China es otro ejemplo del pensamiento grupal fallido de política exterior, que enmarca la relación entre Estados Unidos y China como una lucha de suma cero. Para muchos en Washington, China es el nuevo coco de la política exterior, una amenaza existencial que justifica presupuestos cada vez más altos para el Pentágono. Hay mucho que criticar en el historial de China: su robo de tecnología, su supresión de los derechos de los trabajadores y de la prensa, su enorme expansión de la energía del carbón, su represión del Tíbet y Hong Kong, su comportamiento amenazante hacia Taiwán y sus atroces políticas hacia el pueblo uigur. Pero no habrá solución a la amenaza existencial del cambio climático sin la cooperación entre China y Estados Unidos, los dos mayores emisores de carbono del mundo. Tampoco habrá esperanza de abordar seriamente la próxima pandemia sin la cooperación entre Estados Unidos y China. Y en lugar de iniciar una guerra comercial con China, Washington podría crear acuerdos comerciales mutuamente beneficiosos que beneficien a los trabajadores de ambos países, no solo a las corporaciones multinacionales.

[¿Y el resto del mundo? Una China con las espaldas cubiertas penetraría hasta en los últimos rincones en busca de aspirar los recursos del planeta. Así como es inimaginable que todo el mundo pueda alcanzar el nivel de vida de USA, hoy en día es igualmente inadmisible que el mundo pueda desarrollar la misma vorágine china o los mismos grados de contaminación chinos. Gran parte de la complicación actual deriva no sólo del hecho que las autocracias y regímenes ultra verticales han proliferado en demasía, sino del hecho que toda acción o falta de acción cuenta en términos de meses y años para superar el punto sin retorno climático global. Todo indica que no son posibles los acuerdos que apunten a adquirir o acentuar una supremacía global y ni siquiera a acuerdos de tipo win-win porque se estaría haciendo las cuentas sin la principal convidada a la mesa, siempre ignorada: la madre naturaleza. A estas alturas está claro que el mundo se ha quedado sin los rieles del crecimiento eterno, de los aumentos continuos de ingresos. Solo un gran pacto de no beligerancia, de respeto a la naturaleza y de reducción acelerada de la contaminación global puede salvarnos de una hecatombe. Todo otro escenario es ridículo, absurdo, torpe, aniquilador de los fundamentos de vida para toda la humanidad. Por ello, hasta resulta ridículo contrastar posiciones políticas, criticarlas, porque todo ello no sirve, sólo son prolegómenos de nuevos y acelerados desastres. Se cambia el chip totalmente o perecemos estrepitosamente… en el curso de este siglo.]

Estados Unidos, prácticamente solo en el mundo, está defendiendo al gobierno de extrema derecha de Netanyahu.

Estados Unidos puede y debe responsabilizar a China por sus violaciones de los derechos humanos. Pero las preocupaciones de Washington por los derechos humanos son más bien selectivas. Arabia Saudita es una monarquía absoluta controlada por una familia que vale más de un billón de dólares. Allí ni siquiera existe la pretensión de democracia; Los ciudadanos no tienen derecho a disentir ni a elegir a sus líderes. Las mujeres son tratadas como ciudadanas de segunda clase. Los derechos de los homosexuales son prácticamente inexistentes. La población inmigrante en Arabia Saudita a menudo se ve forzada a la esclavitud moderna, y recientemente ha habido informes de asesinatos masivos de cientos de migrantes etíopes por parte de las fuerzas sauditas. Uno de los pocos disidentes prominentes del país, Jamal Khashoggi, dejó una embajada saudí hecha pedazos en una maleta después de ser asesinado por agentes saudíes en un ataque que las agencias de inteligencia estadounidenses concluyeron que fue ordenado por el príncipe heredero Mohammed bin Salman, el gobernante de facto de Arabia Saudita. Sin embargo, a pesar de todo eso, Washington continúa proporcionando armas y apoyo a Arabia Saudita, como lo hace con Egipto, India, Israel, Pakistán y los Emiratos Árabes Unidos, todos países que habitualmente pisotean los derechos humanos.

No es solo el aventurerismo militar estadounidense y el respaldo hipócrita a los tiranos lo que ha demostrado ser contraproducente. Lo mismo han ocurrido con los acuerdos comerciales internacionales en los que Washington ha entrado en las últimas décadas. Después de que a los estadounidenses comunes se les dijera, año tras año, lo peligrosos y terribles que eran los comunistas de China y Vietnam, y cómo Estados Unidos tenía que derrotarlos sin importar el costo, resulta que las corporaciones estadounidenses tenían una perspectiva diferente. A las principales multinacionales con sede en Estados Unidos les encantó la idea del "libre comercio" con estos países autoritarios y aceptaron la oportunidad de contratar trabajadores empobrecidos en el extranjero por una fracción de los salarios que pagaban a los estadounidenses. Por lo tanto, con el apoyo bipartidista y el apoyo del mundo corporativo y los principales medios de comunicación, Washington forjó acuerdos de libre comercio con China y Vietnam.

Los resultados han sido desastrosos. En las aproximadamente dos décadas que siguieron a estos acuerdos, más de 40.000 fábricas en Estados Unidos cerraron, alrededor de dos millones de trabajadores perdieron sus empleos y los estadounidenses de clase trabajadora experimentaron un estancamiento salarial, incluso cuando las corporaciones ganaron miles de millones y los inversores fueron recompensados con creces. Más allá del daño causado en el país, estos acuerdos también contenían pocas normas para proteger a los trabajadores o el medio ambiente, lo que provocó impactos desastrosos en el extranjero. El resentimiento de estas políticas comerciales entre los estadounidenses de clase trabajadora ayudó a impulsar el ascenso inicial de Trump y continúa beneficiándolo hoy.

LAS PERSONAS POR ENCIMA DE LOS BENEFICIOS

La política exterior estadounidense moderna no siempre ha sido miope y destructiva. A raíz de la Segunda Guerra Mundial, a pesar de la guerra más sangrienta de la historia, Washington optó por aprender las lecciones de los acuerdos punitivos posteriores a la Primera Guerra Mundial. En lugar de humillar a Alemania y Japón, enemigos derrotados en tiempos de guerra, cuyos países yacían en ruinas, Estados Unidos lideró un programa masivo de recuperación económica multimillonaria y ayudó a convertir sociedades totalitarias en democracias prósperas. Washington encabezó la fundación de las Naciones Unidas y la implementación de las Convenciones de Ginebra para evitar que los horrores de la Segunda Guerra Mundial volvieran a ocurrir y para garantizar que todos los países se rigieran por los mismos estándares en materia de derechos humanos. En la década de 1960, el presidente John F. Kennedy lanzó el Cuerpo de Paz para apoyar la educación, la salud pública y el espíritu empresarial en todo el mundo, construyendo conexiones humanas y promoviendo proyectos de desarrollo local. En este siglo, Bush lanzó el Plan de Emergencia del Presidente para el Alivio del SIDA, conocido como PEPFAR, que ha salvado más de 25 millones de vidas, principalmente en el África subsahariana, y la Iniciativa del Presidente contra la Malaria, que ha evitado más de 1.500 millones de casos de malaria.

Si el objetivo de la política exterior es ayudar a crear un mundo pacífico y próspero, el establishment de la política exterior debe replantearse fundamentalmente sus supuestos. Gastar billones de dólares en guerras interminables y contratos de defensa no va a abordar la amenaza existencial del cambio climático o la probabilidad de futuras pandemias. No va a alimentar a los niños hambrientos, ni a reducir el odio, ni a educar a los analfabetos, ni a curar enfermedades. No va a ayudar a crear una comunidad global compartida ni a disminuir la probabilidad de guerra. En este momento crucial de la historia de la humanidad, Estados Unidos debe liderar un nuevo movimiento global basado en la solidaridad humana y las necesidades de los pueblos que luchan. Este movimiento debe tener el coraje de enfrentarse a la codicia de la oligarquía internacional, en la que unos pocos miles de multimillonarios ejercen un enorme poder económico y político.

La política económica es la política exterior. Mientras las corporaciones ricas y los multimillonarios tengan un dominio absoluto sobre nuestros sistemas económicos y políticos, las decisiones de política exterior se guiarán por sus intereses materiales, no por los de la gran mayoría de la población mundial. Es por eso que Estados Unidos debe abordar la indignación moral y económica de la desigualdad de ingresos y riqueza sin precedentes, en la que el uno por ciento más rico del planeta posee más riqueza que el 99 por ciento más pobre, una desigualdad que permite que algunas personas sean propietarias de docenas de casas, aviones privados e incluso islas enteras, mientras millones de niños pasan hambre o mueren de enfermedades fácilmente prevenibles. Los estadounidenses deben liderar a la comunidad internacional en la eliminación de los paraísos fiscales que permiten a los multimillonarios y a las grandes corporaciones ocultar billones de dólares en riqueza y evitar pagar su parte justa de impuestos. Eso incluye sancionar a los países que sirven como refugios fiscales y utilizar la importante influencia económica de Estados Unidos para cortar el acceso al sistema financiero estadounidense. Se estima que entre 21 y 32 billones de dólares en activos financieros se encuentran en paraísos fiscales en la actualidad, según la Red de Justicia Fiscal. Esta riqueza no beneficia en nada a las sociedades. No se grava con impuestos y ni siquiera se gasta, simplemente garantiza que los ricos se hagan más ricos.

Muchos contratistas de defensa ven la guerra en Ucrania principalmente como una forma de llenarse los bolsillos.

Washington debe desarrollar acuerdos comerciales justos que beneficien a los trabajadores y a los pobres de todos los países, no solo a los inversores de Wall Street. Esto incluye la creación de disposiciones laborales y ambientales sólidas y vinculantes con mecanismos claros de aplicación, así como la eliminación de las protecciones a los inversores que facilitan la subcontratación de trabajos. Estos acuerdos deben negociarse con el aporte de los trabajadores, el pueblo estadounidense y el Congreso de Estados Unidos, en lugar de solo los cabilderos de las grandes corporaciones multinacionales, que actualmente dominan el proceso de negociación comercial.

Estados Unidos también debe recortar el exceso de gasto militar y exigir que otros países hagan lo mismo. En medio de enormes desafíos ambientales, económicos y de salud pública, los principales países de este mundo no pueden permitir que los enormes contratistas de defensa obtengan ganancias récord mientras proporcionan al mundo armas utilizadas para destruirse unos a otros. Incluso sin gastos suplementarios, Estados Unidos planea dedicar alrededor de 900.000 millones de dólares a las fuerzas armadas este año, casi la mitad de los cuales se destinarán a un pequeño número de contratistas de defensa que ya son altamente rentables.

Al igual que la mayoría de los estadounidenses, creo que es de interés vital para Estados Unidos y la comunidad internacional luchar contra la invasión ilegal de Ucrania por parte del presidente ruso Vladimir Putin. Pero muchos contratistas de defensa ven la guerra principalmente como una forma de llenarse los bolsillos. RTX Corporation, anteriormente Raytheon, ha multiplicado por siete los precios de sus misiles Stinger desde 1991. Hoy en día, a Estados Unidos le cuesta 400.000 dólares reemplazar cada Stinger enviado a Ucrania, un aumento de precio escandaloso que no puede explicarse ni remotamente por la inflación, el aumento de los costos o los avances en la calidad. Tal codicia no solo le cuesta a los contribuyentes estadounidenses; cuesta vidas ucranianas. Cuando los contratistas aumentan sus ganancias, menos armas llegan a los ucranianos en el frente. El Congreso debe frenar este tipo de especulación bélica examinando más de cerca los contratos, retirando los pagos que resulten ser excesivos y creando un impuesto sobre las ganancias extraordinarias.

Mientras tanto, Washington debe dejar de socavar las instituciones internacionales cuando sus acciones no se alinean con sus intereses políticos a corto plazo. Es mucho mejor para los países del mundo debatir y discutir sus diferencias que lanzar bombas o participar en conflictos armados. Estados Unidos debe apoyar a la ONU pagando sus cuotas, comprometiéndose directamente en la reforma de la ONU y apoyando a los organismos de la ONU como el Consejo de Derechos Humanos. Estados Unidos también debería unirse finalmente a la Corte Penal Internacional en lugar de atacarla cuando emite veredictos que Washington considera inconvenientes. El presidente Joe Biden tomó la decisión correcta al reincorporarse a la Organización Mundial de la Salud. Ahora Estados Unidos debe invertir en la OMS, fortalecer su capacidad para responder rápidamente a las pandemias y trabajar con ella para negociar un tratado internacional sobre pandemias que priorice las vidas de los pobres y los trabajadores de todo el mundo, no las ganancias de las grandes farmacéuticas.

SOLIDARIDAD AHORA

Los beneficios de hacer este cambio en la política exterior superarían con creces los costos. Un apoyo más consistente de Estados Unidos a los derechos humanos haría más probable que los malos actores se enfrenten a la justicia, y menos probable que cometieran abusos contra los derechos humanos en primer lugar. El aumento de las inversiones en el desarrollo económico y la sociedad civil sacaría a millones de personas de la pobreza y fortalecería las instituciones democráticas. El apoyo de Estados Unidos a las normas laborales internacionales justas aumentaría los salarios de millones de trabajadores estadounidenses y de miles de millones de personas en todo el mundo. Hacer que los ricos paguen sus impuestos y tomar medidas enérgicas contra el capital extraterritorial desbloquearía recursos financieros sustanciales que podrían ponerse a trabajar para abordar las necesidades globales y ayudar a restaurar la fe de la gente en que las democracias pueden cumplir.

Por encima de todo, como la democracia más antigua y poderosa del mundo, Estados Unidos debe reconocer que nuestra mayor fortaleza como nación no proviene de nuestra riqueza o nuestro poderío militar, sino de nuestros valores de libertad y democracia. Los mayores desafíos de nuestro tiempo, desde el cambio climático hasta las pandemias mundiales, requerirán cooperación, solidaridad y acción colectiva, no militarismo.

[El problema número uno se llama EEUU, pues el único argumento que podría servir para ejercer una presión suficiente para que los gallos de pelea de todo el mundo abandonen sus carreras agresivas, armamentísticas y delictivas radica en la lucha global y resuelta contra el calentamiento global. Pero EEUU no termina de creer en esos argumentos. Trump de vuelta en la Casa Blanca, y pronto EEUU estaría nuevamente al margen de todo acuerdo de Paris y de los esfuerzos globales que ni terminan de nacer. En suma, parece ser que la única vía de evitar un mundo tan revuelto radica en buscar la cooperación global para lo cual la lucha contra el CC y el CG es una exigencia indispensable, pero EEUU no termina de asumir su propio reto, menos de ponerse a la vanguardia de ese proceso. EEUU está sitiado y ahogado por el poder de las corporaciones, las súper langostas de este mundo. Da la impresión que, a su lado, el poder chino o ruso son asuntos de menor importancia.

La conclusión es rotunda y categórica: sin cambios muy profundos en EEUU, en lo referente a sus corporaciones y a su sociedad desbocada y extraviada, el mundo no tiene solución, pues las demás potencias siguen en la edad media.]


Bernie Sanders: A Revolution in American Foreign Policy (foreignaffairs.com)

https://www.foreignaffairs.com/united-states/revolution-american-foreign-policy-bernie-sanders



07 marzo 2024

BOLIVIA: LAS ELECCIONES DEL 2025 YA FUERON

¿Podrá la unidad de la oposición superar los fraudes “legales” e ilegales del MAS?

 

Carlos Rodrigo Zapata C. (*)

De a poco han ido surgiendo algunos pretendientes a la silla presidencial que han manifestado su voluntad de ir todos juntos detrás de una sola candidatura derivada de unas elecciones primarias. Suena bien, pero una candidatura única todavía no es unidad y está claro que el masismo alentará una pléyade de candidaturas para dispersar el voto.

La última en haber anunciado su precandidatura ha sido Amparo Ballivián que cree que bastaría una candidatura única para derrotar al masismo. Tengo mis serias dudas, por lo que considero indispensable exponerlas porque realmente nos estamos jugando el futuro. Me referiré 1] al régimen electoral realmente existente y 2] a las dificultades de construir una verdadera unidad de los frentes políticos.

1] La sucesión de triunfos del MAS en los últimos 19 años tiene un común denominador: sus rentas electorales. Son formas de “fraude legal”, si vale el término, aunque parezca una expresión más propia de la metafísica popular.

¿Qué significa ello? Que Bolivia tiene un régimen electoral cada vez más lejano de la fórmula “un ciudadano, un voto” por la proliferación de desproporcionalidades que se han ido acumulando, lo que ha conducido a que el peso de unos votos sea mucho mayor que el de otros. La raíz del problema está en la geografía electoral. Tenemos 80 Circunscripciones Electorales (CE) de 4 tipos, cada una de tamaño distinto a la otras. 1 CE nacional, 9 departamentales, 63 uninominales y 7 indígenas. A nivel departamental las diferencias entre las CE uninominales son de 3 a 1. Entre las CE uninominales en todo el país las diferencias rondan las 10 veces y si incluimos las CE indígenas las diferencias superan las 60 veces. ¿Qué significa eso? Que si el MAS explota sistemáticamente las reglas de conversión de votos en escaños puede obtener la mayoría de escaños incluso con menos del 35% de los votos. Esa misma figura está vedada para los demás partidos por razones que señalo a continuación. Todo esto significa ir a una contienda electoral con las cartas marcadas.

El MAS puede movilizar a miles de electores para que cambien de CE para votar, pues no existen marcos legales que obliguen a comunicar y verificar cambios de dirección. Un traslado de cientos o miles de electores ya puede cambiar el resultado de varias CE pequeñas. También puede modificar los límites de las CE según su conveniencia (el famoso Gerrymandering) o movilizar el voto consigna o disciplina del voto que garantiza resultados electorales a cambio de prebendas y hasta castigos, como sucede en muchas áreas rurales. También se empeña en alentar otras candidaturas para quebrar la unidad de la oposición. Todo ello significa que el MAS tiene las herramientas electorales a la mano para maximizar estas diferencias en función de sus objetivos electorales.

Si todo eso parece poco, el MAS además tiene otros caballos de batalla. El principal es el padrón electoral que ha permanecido como secreto de Estado. Se estima que puede haber más de 1 millón de “electores” adicionales habilitados que incluye a muertos, cédulas duplicadas y electores fantasma. Bastaría realizar un par de cruces de datos utilizando las bases de datos relacionadas con nacimientos, defunciones, con movimientos migratorios y con las direcciones domiciliarias de los electores para despejar gran parte de las dudas. Pero ninguna de estas posibilidades ha sido utilizada por el TSE para sanear el padrón. El día de la votación tampoco se utiliza el padrón biométrico, lo que representa otra vía de conculcación del voto ciudadano.

Hay quienes consideran que el censo de población y vivienda que tendremos en pocas semanas podría ayudarnos a despejar todas estas dudas. Pero nada indica que el censo vaya a darnos una mano al respecto. Si bien es cierto que el censo es un magnífico medio para efectuar un control estructural de la información demográfica, ya que nos podría indicar con gran precisión cuál es el tamaño de la población en edad de votar en cada una de las CE, eso no sucederá, simplemente porque todo apunta a distorsionar la información y lograr que los resultados del censo concuerden con los datos del padrón electoral.

¿Cómo sucederá eso? Mediante la manipulación de los límites municipales. Ocurre que no existen límites municipales oficialmente definidos en el país y que estos límites también sirven para delimitar las CE –el TSE tiene un reglamento al respecto–, de modo tal que el INE podrá modificar dichos límites. Por estas razones el censo no servirá para efectuar dicho control estructural del padrón electoral. Seguiremos en la luna al respecto.

A todo ello se suma la posibilidad cierta de un fraude electoral completamente ilegal, al estilo de lo acontecido el 2019. Este fraude sólo sería la coronación de esa montaña de formas de distorsionar el voto ciudadano. ¿Cómo se evitará este extremo?

Es cierto que, si se logra una unidad monolítica de todas las fuerzas de oposición al MAS, se reduce la perdida de escaños uninominales, ya que el MAS tendría que obtener la mitad más uno de los votos en cada CE, una situación difícil de lograr, aunque no imposible, ya que el MAS ha ganado en todas las elecciones casi la totalidad de escaños uninominales y más de la mitad con más de 50% de los votos. Es oportuno recordar que el MAS ganó 19 de los 21 escaños indígenas disputados en las 3 elecciones anteriores.

Las razones expuestas muestran que una parte de la lucha actual pasa por conformar un gran frente de unidad nacional para enfrentar al masismo y evitar que Bolivia literalmente se nos muera. Pero por lo señalado, no basta. Se requiere adicionalmente poner en cuestión el régimen electoral en todos los planos, ya que gran parte de las manipulaciones señaladas constituyen “fraudes legales”, es decir, manipulaciones discrecionales que atentan aviesamente contra los derechos electorales de la ciudadanía. Hay cambios que requerirían hasta una reforma de la CPE –como los 4 diputados adicionales que recibe cada uno de los 6 departamentos con menor población–, pero hay otros cambios que sólo requieren voluntad, como por ejemplo eliminar los diferentes tamaños de las CE uninominales a nivel de cada departamento o definir que se requiere 40% o 50% en las CE para ganar.

2] Bolivia es un país que se desconoce a sí mismo profundamente. No comprendemos muchos procesos, menos el enjuague estructural con el que nos enfrentamos. Dos ejemplos pueden servir para señalar el tamaño del desafío: la proliferación del sector informal que bordea el 80 % de la fuerza laboral y la economía delictiva que no nació recién, pero se está expandiendo a pasos agigantados y comprende el narcotráfico, todos los extractivismos depredadores, el contrabando y el lavado de capitales.

Son producto histórico de múltiples fallas o problemas estructurales no resueltos ni tocados. Pero esta referencia tiene una finalidad esencial: destacar que una sociedad sin conocerse a sí misma, sin un diagnóstico común y compartido de su problemática, es decir, sin una comprensión semejante de su problemática, está impedida y bloqueada para construir diálogos y consensos, porque cada quien viene con una idea distinta de lo que pueden ser los problemas de fondo y con sus particulares soluciones que por lo general no coincidirán con las que tienen los demás, sean ciudadanos o candidatos. Una sociedad que no es capaz de formular una visión compartida y avocarse a realizarla se conforma con repartirse prebendas y despojos del país.

La elaboración de un diagnóstico común y compartido es un requisito indispensable para construir un lenguaje común, pues no puede haber mejor lenguaje común que aquél que nace de una comprensión clara de la problemática existente por parte de un núcleo significativo de opinión nacional. De otro modo la dispersión se impondrá como ya sucedió en las elecciones pasadas, en las que hasta se llegó a creer que podría haber algo así como un “voto útil” en una sociedad tan escindida y abigarrada. El 21F fue una excepción porque el voto en referendo equivale a votar en una sola circunscripción, la nacional, por si o no. Como ya vimos, en elecciones nacionales se enfrentan formaciones políticas en un marco donde reina el voto ponderado (por la existencia de circunscripciones de muy diversos tamaños y el uso de múltiples otras tramoyas) y en ese marco el MAS no sólo es maestro, sino que controla todas las llaves para distorsionar los resultados.

En conclusión, podríamos decir que, sin unidad, sin cuestionar profundamente el régimen electoral y todas las maniobras que se usan para fabricar “fraudes legales” y sin construir un lenguaje común no será posible superar las bases que anuncian una hecatombe en la sociedad boliviana. Estamos a 1 año y 8 meses de las elecciones, hay muy poco tiempo, pero es en ese tiempo disponible que deberá generarse una revolución que nos permita impedir el futuro catastrófico que se nos avecina.

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(*) Economista, experto en planificación territorial, catedrático de Desarrollo del Capitalismo. Prepara un libro sobre la Democracia en Bolivia centrado en el régimen electoral vigente.



09 enero 2024

¿QUÉ NOS ESPERA EN BOLIVIA EL 2024?

 

Carlos Rodrigo Zapata C. (*)

La carga de noticias preocupantes se ha condesado en buena medida en el último tiempo, por lo que muchos factores apuntan a un deterioro progresivo de la situación económica y política en Bolivia.

Considero que es oportuno examinar las tendencias más evidentes que hemos ido detectando con el ánimo de comprender la magnitud y peligrosidad del cuadro que se va formando. No se trata de jugar a adivino, sino de auscultar si dichas tendencias son altamente significativas como elementos de comprensión del futuro inmediato o si se trata de meros fuegos fatuos que duran tanto como el material inflamable que contienen.

El 2024 se presenta de modo general como un año de definiciones, lo cual permitirá despejar la bruma que se ha formado en varios frentes. Nos concentraremos en los frentes económico y político que son los que inciden con mayor fuerza en el desenvolvimiento de la coyuntura nacional.

CONTEXTO ESTRUCTURAL

Para analizar la magnitud de la incidencia que pueden tener diversas tendencias y acontecimientos es esencial precisar el contexto en que acaecen debido a que no podemos dar por sobreentendido que todos los lectores tengan una comprensión semejante de la realidad, sino que suele haber grandes diferencias entre ellos. Destaquemos algunos elementos altamente significativos de dicho contexto. De ese modo podrá comprenderse mejor las razones del peso que se atribuye a diversos elementos.

[1] La dependencia estructural de nuestra economía tanto de las exportaciones para obtener ingresos como de las importaciones para producir y ganarse el sustento diario son determinantes del comportamiento económico del país. Esto implica que los precios internacionales y la disponibilidad de divisas son elementos críticos de nuestra formación social, razón por la que se trata de evitar variaciones en los tipos de cambio.

[2] El surgimiento del sector informal está íntimamente relacionado con las míseras oportunidades económicas que históricamente han estado a disposición de la mayoría de la población indígena, la migración campo-ciudad y la carencia permanente de empleos. Dicha carencia se debe a la incapacidad de los propietarios de los recursos y medios de producción para generar suficientes puestos de trabajo, razón por la que los sectores sociales desposeídos han debido inventarse muy diversas formas de ganarse el sustento, situación que ha marcado fuertemente las peculiaridades de nuestra economía, en la que coexisten una economía formal, al lado de una estatal, de otra informal y de una de corte delictivo.

 [3] La dependencia histórico-estructural del país de la extracción de materias primas se ha generalizado, al punto que los extractivismos se han convertido en la fuente primordial de provisión de divisas, situación que está destruyendo el patrimonio colectivo del país y las bases de su futuro a ritmos vertiginosos.

[4] La proliferación de formas de satisfacción de necesidades ha generado una estructura económica heterogénea, profundamente dependiente, en la que conviven muy diversas soluciones tecnológicas provenientes de un largo pasado histórico, situación que ha originado niveles muy distintos de productividad y de compensación por el esfuerzo humano y producido una sociedad altamente fragmentada y polarizada, con grandes desigualdades y carencias en los sectores sociales más rezagados.

Estos rasgos críticos de nuestra formación social deben ser constantemente tomados en cuenta para efectuar una valoración adecuada. Sin duda, se trata de una caracterización simplificada, pero para los fines que nos hemos propuesto son suficientes.

FRENTE ECONÓMICO

La pregunta que roza la mayor parte de las preocupaciones nacionales se relaciona con el desemboque de la situación actual que para el oficialismo es “envidiable” y para la oposición, incluida la fracción afín al usurpador, es preocupante o simplemente desastrosa, según quién opine y en qué circunstancias.

Más concretamente aún, la pregunta es si habrá algún paquetazo severo o la economía seguirá por esa “senda envidiable” que incluye baja inflación, crecimiento económico moderado y redistribución del ingreso. Por ‘paquetazo severo’ entiendo una o más de las siguientes medidas: gasolinazo, devaluación, incremento de impuestos, uso discrecional de los recursos de los fondos de pensiones, emisión inorgánica descontrolada, incremento significativo del endeudamiento.

¿Cómo establecer o determinar de modo coherente y racional cuál es el desemboque que es posible esperar en el curso del año en estas materias?

Lo primero es señalar sucintamente el modo de abordaje de esta cuestión en el frente económico que se centrará en dos conjuntos de indicadores: aquellos INDICADORES MACROECONÓMICOS frecuentemente utilizados para describir la situación de la economía y un conjunto de INDICADORES DE LA ECONOMÍA REAL menos convencionales que nos ayudarán a describir la marcha de ámbitos de la economía muchas veces no tomados en cuenta y que explican mucho más de lo que usualmente quisiéramos admitir. Para ponderar si las apreciaciones vertidas son adecuadas o no, también es oportuno tener en cuenta el contexto estructural señalado.

Ø Indicadores Macroeconómicos: Los anillos de restricciones

Las tendencias observadas muestran que la conducción económica ha llevado a reducir cada vez más los grados de libertad en que se mueve del país. La falta de flexibilidad en el presupuesto, el crecimiento de la deuda externa e interna, la reducción de las reservas internacionales y la permanencia del tipo de cambio oficial súper fijo (aunque ya sabemos que sólo figura en el cartelito) muestran que la economía boliviana no tiene flexibilidad, se halla cercada por trabas, obstáculos o limitaciones para poder desarrollarse. A este conjunto de limitaciones podemos llamar el primer anillo de restricciones internas.

A ello se suman las devaluaciones de los países vecinos (que encarecen relativamente nuestras exportaciones), el crecimiento de la inflación externa, el crecimiento de los intereses a nivel internacional, la elevación de precios de los alimentos y combustibles y una tendencia a la recesión económica internacional. Este conjunto de factores conforma un segundo anillo de restricciones externas al desenvolvimiento económico. La caída en las exportaciones de gas y el crecimiento sideral de las subvenciones a combustibles fósiles muestran un tercer anillo de restricciones corrientes o circunstanciales.

Un presupuesto incapaz de financiar inversiones con ahorros propios genera nuevos compromisos que implican diversos tipos o formas de pérdida de soberanía. Por la carencia de recursos propios, las inversiones sólo pueden provenir de fuentes externas que generan distintas dependencias y obligaciones. Entre dichas fuentes se puede mencionar la IED, remesas, el FMI, mayor endeudamiento de organismos multilaterales y bilaterales y fondos provenientes de fuentes ilegales o delictivas.

Por lo que puede advertirse, el marco de restricciones y limitaciones que acosan a la economía boliviana la ha dejado exánime, por lo que ahora sólo tocaría iniciar un proceso de ajuste del gasto o someterse a la condicionalidad que imponen poderes y fuerzas foráneas. Ambas salidas son extremadamente problemáticas. 

Para tener un balance más completo, también es oportuno destacar algunos elementos que podrían dar cierta holgura o respiro a la situación económica. Los precios de las materias primas que exportamos pueden considerarse el primer y más importante elemento de flexibilización de la actual situación, aunque no se vislumbra que los precios puedan crecer tanto que constituyan un cambio sustancial en el marco de restricciones señalado. Las devaluaciones en los países con los que intercambiamos también abaratan nuestras importaciones, lo cual representa una holgura debido a nuestra gran dependencia de las importaciones, pero la carencia de divisas limita aprovechar esa fuente. Las remesas de bolivianos en el exterior juegan un rol suavizador neto, aunque no son determinantes para definir la marcha de la economía. El endeudamiento juega tanto como un factor que trae una cierta holgura a corto plazo, pero acentúa o agrava la situación en el mediano y largo plazo, tanto por el servicio de la deuda como por los compromisos y las dependencias que toque asumir con los acreedores. Basta recordar que los créditos chinos vienen sujetos a una gama tan amplia de condiciones que lesionan la soberanía nacional.

A partir de estos conjuntos muy severos de restricciones y tomando en cuenta las holguras señaladas podríamos decir que el resultado final en el 2024 dependerá de la magnitud de los factores señalados, pero por las limitaciones y restricciones señaladas estos factores sólo podrán reducir en medida poco significativa la presión existente, pero no podrán cambiar el curso depresivo de la economía nacional marcado primordialmente por la escasez de divisas.

Pero no termina aquí el conjunto de elementos que es preciso considerar para dar un juicio final. Lo que falta es tomar en cuenta la economía real del país, fuertemente impregnada por una economía de corte ilegal y delictiva y por millones de informales empeñados en ganarse el sustento del mejor modo que puedan, quienes se alían en muchos casos - de facto o por defecto- con dicha economía ilegal. Dicha economía ilegal se ha convertido en un actor crucial de la marcha de la economía, al punto que puede sostenerse que es la instancia que al final de cuentas distribuye las cartas. Se ha constituido en la fuerza que está determinando el rumbo del país.

Ø Indicadores de la Economía Real: La Economía Delictiva y la Economía Informal

Aquí entra en acción la dinámica real de la economía tal cual es, no tal cual nos la cuentan al usar indicadores poco apropiados para nuestra realidad.

Para hablar de ello debemos referirnos al extractivismo, el narcotráfico, el contrabando, el lavado de dineros de procedencia oscura. A este conjunto de factores lo llamaremos la economía paralela, no oficial o delictiva. Las actividades extractivistas se dedican, entre otros, a extraer oro, maderas preciosas, especies en peligro de extinción, usando métodos altamente destructivos de los bienes naturales y del entorno ambiental.

Una columna central de la economía real es el sector informal y su peso abrumador en materia de empleo y baja productividad, que tiene una lógica de funcionamiento altamente desinstitucionalizadora que consiste en inventarse toda clase de formas de subsistencia y evadir toda normativa que le pueda impedir alcanzar su meta diaria, o sea, obtener los medios indispensables para subsistir.

¿Qué significa todo ello en el caso del sector informal? Que su lógica de funcionamiento apunta a valerse de todo medio para lograr su meta. Ello incluye medios lícitos e ilícitos, como la auto explotación de los trabajadores informales y sus familias, violar las normas o lograr excepciones, resistirse a toda clase de controles, proteger y encubrir a sus empleadores finales o financiadores, usualmente ubicados en la economía paralela o delictiva, estar abierto a las prebendas y el clientelismo político, estar presto a ocupar predios y calles, avasallar todo medio, recurso o propiedad que resulte necesario para sus fines. Estas son algunas modalidades para acceder a medios de producción y cubrir sus costos de producción.

Si en algún punto salen a relucir con crudeza las estructuras caducas y miserables del país, es cuando observamos el funcionamiento real de los sectores de actividad señalados que conforman la economía delictiva y al mismo tiempo constituyen el contexto en que el sector informal se ve obligado a insertarse.

En este marco también es crucial aclarar el grado y la medida en que los indicadores que usualmente se manejan toman en cuenta esta economía delictiva. Está claro que no lo hacen y que dichos indicadores dejan fuera de consideración mucha información relevante para comprender la marcha de la economía. En este marco llama la atención que el presidente ad interim del Banco Central de Bolivia acuse a la sociedad en su conjunto de especular en relación al comercio de divisas, pese a que el BCB no controla el total de divisas disponibles en la economía. ¿Sabe el BCB a cuánto ascienden los fondos que lavan las mafias en Bolivia o cuánto hay en el “colchón bank” de los bolivianos? ¿O cuál es la disponibilidad de divisas en cada momento y cuánto se requiere para el contrabando? Bolivia vive en gran medida de las importaciones porque de otro modo se cae su aparato productivo. Ello exige divisas. Exportamos menos de 400 productos distintos, pero importamos más de 5000. Así no es posible bolivianizar la economía desde ningún punto de vista.

De modo que para poder decir qué nos espera en el 2024, es crucial tomar en cuenta los tres anillos de restricciones y el anillo de holguras mencionados, así como también estos dos subsistemas que estructuran la economía real del país, la economía paralela y el sector informal. Es a partir de su interacción que puede estimarse el comportamiento general de la economía.

Por lo señalado anteriormente puede advertirse que el resultado final depende de lo que ocurra en la economía paralela y el sector informal. Si dichos sectores trabajan sin trabas ni obstáculos, es decir, si el primero sigue depredando los bienes naturales al ritmo acostumbrado, contrata mano de obra y empresas informales e inyecta buenas sumas de divisas en la economía, vía lavado de dinero, financiamiento del contrabando, inversiones y obras diversas, todo tendría que seguir funcionando normalmente en el conjunto de la economía, porque las insuficiencias oficiales en materia de divisas serían compensadas por las divisas provenientes de la economía delictiva.












La pregunta es si ello será posible, si la economía delictiva podrá mantener su marcha boyante apoyada en el absurdo modelo que se basa en la demanda interna, pero que umbilicalmente depende de divisas y de la provisión de divisas por parte de la economía delictiva.

Diversos factores en el plano internacional, como el combate agresivo a la inflación y los aumentos significativos de las tasas de interés, indican que la dinámica de los mercados internacionales disminuirá significativamente por lo que los precios internacionales de materias primas caerán también significativamente. También diversos aspectos señalan que la conflictividad interna con relación a la economía delictiva aumentará significativamente, en especial, la sobreoferta de coca y drogas sintéticas que ha desestabilizado la economía del narcotráfico, situación que se ha traducido ya en una menor provisión de divisas ilegales. En cambio, la rama de la economía delictiva dedicada a la extracción de oro seguirá creciendo imparablemente. En cambio, el contrabando tendrá dificultades debido a que la progresiva estabilización de la economía argentina encarecerá los precios de los productos importados de ese país, situación que reducirá los ingresos del sector informal dedicado al comercio de productos de contrabando.

De modo que la economía delictiva, con excepción del sector dedicado al oro, está de capa caída. Pero también las acciones de la sociedad civil y denuncias internacionales relacionadas con la depredación de los bienes naturales por parte de las cooperativas mineras que se han convertido en enemigas declaradas del futuro nacional, también limitarán su expansión. El caso de las cooperativas mineras es paradigmático al respecto, ya que, en pocos años, al compás de prebendas y exigencias de todo tipo han conformado el mayor proletariado del país que a su vez está imponiendo condiciones de reproducción de condiciones de explotación y acumulación completamente destructivas del patrimonio natural del país.

Los aspectos señalados indican que las dos fuentes primordiales de sustento de la economía nacional, o sea, los precios internacionales de las materias primas y el suministro de divisas proveniente de la economía delictiva, se verán afectadas, por lo que el régimen se verá obligado a recurrir a algunas de las medidas que contemplan los paquetazos de medidas económicas y a acordar nuevas facilidades a la “inversión delictiva directa”, como la compra de oro a cooperativas mineras depredadoras, mostrando una forma de dependencia directa del modelo económico aplicado de la economía delictiva.

A fin de no dañar su relación con sus bases sociales, el régimen se abstendrá de un gasolinazo, así como de una devaluación o de recurrir a la emisión inorgánica de dinero que genera inflación. En lugar de ello, preferirá un repertorio centrado en mayores impuestos y en echar mano a los recursos de los fondos de pensiones. De modo que la disyuntiva para la sociedad boliviana será pagar más impuestos o entregar nuevas prerrogativas al capital delictivo. Todo indica que otras medidas, como un mayor endeudamiento internacional e incluso echar mano de los fondos de pensiones, serán “guardados” para el 2025, año electoral en que la fachada de una economía próspera y “envidiable” no puede fallar o presentarse llena de resquebrajaduras.

Ese resultado se alcanzará a costa de una creciente depredación ambiental, del deterioro de la biodiversidad, de la destrucción y envenenamiento de ríos, así como a costa del crecimiento desmesurado del poder de dichas “empresas” extractivistas y del narcotráfico en Bolivia, así como del contrabando que es la tercera fuerza delictiva más importante del país. Ganar es perder, pues generar estabilidad en el marco señalado equivale a multiplicar los desequilibrios futuros. Usar un modelo depredador es multiplicar los problemas estructurales y hacer inviable el futuro.

De este modo dichas actividades se han ido consolidando como fuerzas inevitables para hacer frente a nuestra problemática estructural que se origina en la completa insuficiencia de puestos de trabajo, situación que da pie para que otros oferentes oportunistas de oportunidades de empleo puedan expandirse en la economía.

En resumen, puede decirse que el país sufrirá un embate mayor el 2024 que oficialmente no será admitido ni reconocido, empezando por la devaluación del dólar en el mercado paralelo (como ya se está viendo), una reducción de la oferta de combustibles subvencionados (las colas se encargarán de ajustar los precios), la precarización del empleo y el creciente subempleo (no reconocido ya que oficialmente rige el “pleno empleo”, incluso cuando los trabajadores trabajan una hora por semana), un incremento de la inflación (que oficialmente será mínimamente registrada y admitida), una reducción de los recursos de coparticipación (se atribuirá a ineficiencia en el gasto), sembrando con todo ello las bases para una debacle económica, haciendo de diversos modos imposible superar nuestros profundos obstáculos estructurales. El futuro promisorio de paz y armonía se pospone, la impostura adquiere carta de ciudadanía.

FRENTE POLÍTICO

El frente político ha sufrido un abrupto deterioro en los últimos días del año 2023, lo que hace presagiar que el 2024 será un año tremendamente convulso, dada la irreductibilidad de las posiciones enfrentadas y la completa falta de voluntad de construir un país para todos.

La no convocatoria a elecciones judiciales –ya de por sí una verdadera estafa al sentido común-, la auto prorroga de los magistrados de las “altas cortes” mediante una determinación arbitraria y temeraria del TCP, otros fallos adicionales, como obligar al vicegobernador de Santa Cruz a que asuma la titularidad en lugar de Camacho, el gobernador preso hace un año, o incluir la reelección de los magistrados, han desatado un caos, cuyas consecuencias inmediatas se están traduciendo en la parálisis de las actividades en el ámbito litigante.

Estas diferencias también se han ahondado por la lucha intestina que se ha desatado al interior del MAS, claramente por quién controla el partido, quién controla los “órganos” del Estado y quién es el candidato para el 2025. En estos marcos, lo más grave es que no existen líneas de desarrollo o marcos que permitan prever y anticipar los comportamientos del régimen ni de los actores confrontados. Eso significa que los jugadores son impredecibles pues escriben sus reglas cuando quieren y las cambian también cuando quieran, dejando por tanto toda la evolución de los acontecimientos a los resultados de las propias confrontaciones.

Con todo lo señalado podemos decir que todos los ingredientes que pueden contribuir a un periodo altamente convulso y conflictivo están dados, ya que la falta de voluntad y de lineamientos, la multiplicidad de actores y de cursos de acción, y el predominio de la reacción como el modo de organizar los cursos de acción le confieren a este año además un curso imprevisible y errático.

Con estos elementos tendríamos que decir que es imposible señalar qué resultados concretos podemos esperar en materia política en el curso de este año, ya que en el horizonte final no podemos descartar una conflagración interna violenta,  o una sublevación por la vía del desacato y la desobediencia, dado el hecho que el régimen actual se caracteriza por chauchitar el país, es decir, ponerlo a disposición de quien quiera y dejarlo sin control y sin hacer cumplir las leyes, a expensas de poderes fácticos no elegidos ni nombrados. Entre estos dos extremos, es posible que surja una corriente que logre moderar los extremos, lo que cuando más se asemejará a un armisticio pasajero, ya que una solución razonable a los conflictos históricos que arrastra la sociedad boliviana aún tomara mucho tiempo, lustros y décadas.

En este marco, el año 2024 mostrará de modo elocuente qué fuerzas velan por los intereses del país, por los de sus regiones y por los de determinados grupos políticos. Ello no sólo mostrará la gran fragmentación política, económica y social que existe, sino que además dejará en evidencia que no existe ninguna voluntad de conciliación.

Una de las reformas que se cae de madura y al presente no es objeto de ninguna demanda colectiva se refiere al régimen electoral vigente y al padrón electoral. Estos instrumentos le permiten al MAS acaparar una diversidad de “rentas electorales” extraordinarias que terminan entregándole el poder con creces. Eso significa que la falta de proporcionalidad en la votación se ha convertido en un instrumento que solo puede ser explotado por el MAS en perjuicio de los otros partidos y de la voluntad del soberano. El hecho que el voto de un ciudadano en una circunscripción pueda valer hasta 10 veces el voto de otro ciudadano en otra circunscripción nos da la medida de la debacle electoral que se avecina. Eso significa que incluso ya con el 30% de los votos el MAS podría acaparar la mayoría absoluta de escaños. Eso no es democracia, es un asalto.

El censo de población se ha convertido en otro instrumento de perfeccionamiento de la manipulación de la información relevante para el proceso electoral. Dado que los límites de los municipios sirven de base para la delimitación de las circunscripciones uninominales, una cartografía censal que no incluya los límites entre los municipios deja abiertas las puertas de par en par para toda clase de manipulaciones. Lo más importante será demostrar que los datos del padrón electoral -altamente cuestionado además de no existir ninguna auditoría técnica sobre su idoneidad- corresponden a los datos del censo, es decir, que en ninguna circunscripción hay más población empadronada que censada.

Todo ello contribuirá a consolidar el futuro triunfo del masismo, o sea, de la corriente masista que se quede con la sigla y el control de los poderes judicial, electoral y comunicacional. Esta es “la gallina de los huevos de oro” del masismo, ya que quien sea candidato ganará indefectiblemente la contienda electoral. El MAS pretende hacer creer que es un frente político tan grande que lo que se resuelva a su interior es lo que al final prevalecerá en la sociedad boliviana. Obviamente es una falacia, pero sólo se logra entenderla y desarmarla si se comprende que el MAS controla las rentas electorales, es decir, es el único frente que puede acaparar dichas rentas.

Este tema, que debería ser crucial y determinante en el curso el 2024, no será tocado, simplemente porque unos no quieren que ni se hable de su tal gallina (los masistas), a los otros no les interesa (los conflictos en torno al Censo mostraron que a los cruceños les preocupaba más el tema de la redistribución de recursos y escaños, por lo que no tocaron en serio este tema capital para la suerte de todo el país) y los demás no lo entienden o tienen flojera de entenderlo (las diversas fuerzas de la oposición). Es probable que el 2024 recién se quiera tomar en cuenta este tema, cuando las cosas ya estén oleadas y sacramentadas, lo que le permitirá al MAS ganar las elecciones del 2025 sin despeinarse, con el candidato que sea.

Podemos sintetizar el desenlace esperado en el curso de 2024 de los acontecimientos políticos del siguiente modo:

-  2024 será un año de consolidación de las condiciones requeridas para preservar y prolongar el dominio masista en el país.

-  2024, será el año de pulverización de la oposición que se dividirá como nunca antes en múltiples guetos o facciones políticas sin ninguna trascendencia.

CONCLUSIÓN

2024 será el año en que la impostura económica y política saldrán a relucir como nunca antes. Se mantendrá un modelo económico fracasado que se ha especializado en sobrevivir a costa del futuro, en especial, en base a deudas, depredación ambiental y entrega de los bienes naturales del país a potencias extranjeras y a mafias.

Al mismo tiempo se afinarán todos los detalles para garantizar un triunfo del masismo basado en dos componentes: 1] uno legal, altamente manipulado, centrado en explotar las crecientes desproporcionalidades que se han creado y en facilitar desplazamientos legales de la población electoral de una a otra circunscripción, según sea requerido, así como 2] un componente ilegal que apuntará a explotar el padrón electoral fraudulento e incluso tendrá preparado un fraude electoral de corte quirúrgico que garantice el triunfo electoral del masismo.

Estos preparativos multiplicarán la polarización política y social mostrando rasgos de profunda inviabilidad nacional. El gran desconocimiento de nuestra realidad impedirá que surjan voces capaces de aunar criterios, de construir propuestas centradas en la problemática estructural y en la unidad nacional. Bolivia se aproxima ferozmente a una disgregación nacional por la extrema incapacidad y desinterés de los actores dominantes de construir un diagnóstico común y compartido y delinear una visión de desarrollo nacional, capaz de poner en marcha las soluciones que sean requeridas. La obsesión ideológica por un liberalismo trasnochado o por un socialismo que no es más que asalto y liquidación del futuro nos señala los estrechos marcos en los que se pretende encarar asuntos tan complejos. Sin comprender la situación extremadamente crítica en que se encuentra el país tampoco se logrará construir una capacidad de reacción y respuesta oportuna para impedir los peores desenlaces.

Bolivia literalmente se nos muere en los inútiles brazos de todos quienes la desprecian.

 

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Carlos Rodrigo Zapata C. Es economista, especialista en planificación territorial, doctorante en economía, catedrático de desarrollo del capitalismo. Analista político, social y ambiental.