27 mayo 2013

LA LIBERTAD DE PRENSA REQUIERE COMPETENCIA EN EL "MERCADO DE LAS IDEAS"



La libertad de prensa requiere competencia 
en el "mercado de las ideas"..... para 
no hacer trizas la libertad de expresión

Una de las polémicas más afiebradas de los últimos tiempos se ha instalado en torno al tema de la libertad de prensa y expresión, simplemente porque hemos comprendido que la forma en que se construye la opinión pública es un factor altamente determinante de las orientaciones, prioridades y compromisos que la sociedad en su conjunto asume para organizar su convivencia. 

En este marco, la atención se ha centrado en la concentración de poder de grandes consorcios y conglomerados de mass media que actúan bajo una dirección única en materia de información y opinión. De este modo, informaciones y opiniones repetidas muchas veces, sin contrastarlas ni cuestionarlas, y sin difundir de modo semejante las posiciones contrastantes, constituyen un poder de mercado, capaz de imponer precios y condiciones de mercado, en este caso, de limitar la libertad de prensa y por esa vía, de construir e imponer determinadas corrientes de opinión y, al final, de conculcar la libertad de expresión.

Empleando dicho poder concentrado, la libertad de prensa se convierte en un instrumento que sirve para implantar corrientes de opinión y, posiblemente más grave aún, para desviarnos de los temas y asuntos que verdaderamente interesen e importen a una comunidad, a una sociedad. Así como resulta inaudito que en democracia las minorías ganen las elecciones, del mismo modo resulta inconcebible que la sociedad se pase opinando y discutiendo sobre temas que muchas veces no responden a sus verdaderos intereses y preocupaciones. La explicación en ambos casos es simple: los instrumentos de poder subyacentes, inmersos en dichos procesos, producen tales sesgos y desviaciones que terminamos produciendo resultados completamente opuestos a los esperados.

En el caso de Bolivia, la democracia realmente operante tiene sus bases en la democracia oligárquica que consiste en que el voto de los ciudadanos de unos departamentos vale muchas veces más que el de otros, hasta 50 veces [ver aquí suscinta explicación de la democracia oligárquica en Bolivia]. De ese modo una minoría de votos puede obtener una mayoría de escaños, logrando mediante esta manipulación de la regla de conversión de votos en escaños que las minorías se alcen con la mayoría de representantes. Mutatis mutandis, sucede lo mismo en el mercado de las ideas y las opiniones donde gracias a la concentración de poder de los consorcios mediáticos terminamos ocupándonos de lo que no es de nuestra mayor incumbencia. 

Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, ha señalado recientemente con gran autoridad y contundencia que las consecuencias de la concentración son peores en la prensa que en otros sectores, ya que afectan “el mercado de las ideas, que es fundamental para la democracia”. De este modo ha logrado incorporar el análisis económico en los asuntos relacionados con la libertad de prensa y expresión, contribuyendo de ese modo a dar un giro extraordinario a las polémicas y debates que se vienen suscitando en torno a esta temática, con gran énfasis en América Latina, y con especial rigurosidad a partir de la caída de los regímenes neoliberales en muchos países de la región desde fines del pasado siglo.

¿Cuál es el ingrediente nuevo que ha introducido Stiglitz en el debate? No es otra cosa que el análisis de la estructura del mercado que predomina en un determinado sector. Este asunto es de capital importancia, ya que en economía se sabe que los mercados altamente concentrados impiden la libre competencia, lo cual ocasiona una diversidad de perturbaciones tales como fijar precios más altos, acrecentar la concentración de poder de mercado, establecer niveles de empleo y de abastecimiento más bajos que lo que ocurre en mercados competitivos, en los que ningún actor tiene la capacidad de imponer precios y otras condiciones en el mercado. 

Trasladando este enfoque económico al sector de la prensa, podemos decir que en mercados concentrados habrá menor proliferación y difusión de ideas y opiniones, y que las que se difundan responderán de modo más directo a determinados intereses, no se prestará atención a asuntos que no son compatibles con dichos intereses, y se procurará construir corrientes de opinión, de modo que el grueso del publico opine de modo semejante y nadie se sienta incómodo opinando de ese modo. Por el contrario, en mercados competitivos de información y opinión existe una mayor abundancia de informaciones y opiniones que procuran reflejar la diversidad de preocupaciones de la sociedad, donde tienden a difundirse más aquellas informaciones y opiniones que mejor respondan a las inquietudes de la población. Por lo general no se ocultan asuntos bajo la alfombra, y los consensos no son tan súbitos o instantáneos como ocurre en mercados concentrados.

Este gran empujón que le ha dado Stiglitz al debate en torno a la libertad de prensa y expresión sin duda ha revuelto el avispero. En buena hora, en momentos en que todo atisbo de regular la libertad de prensa es visto como otro intento autoritario de acallar las voces disidentes.

Es de importancia capital que se tome en cuenta este tipo de argumentación, ya que el "mercado de las ideas" al ser esencial para la democracia, lo es también para organizar nuestra convivencia, de acuerdo con nuestros propios modos de sentir y pensar, para definir y priorizar las directrices económicas, políticas, sociales, etc. que mejor convengan a nuestra formación social, en suma, para atender todas nuestras demandas y preocupaciones, así como para conocer y comprender todos los esfuerzos que se requiere para construir las capacidades individuales y colectivas que requerimos para superar nuestras limitaciones. 

Para concluir, otra frase muy elocuente del artículo de Stiglitz:

“Prefiero que el gobierno tome una posición fuerte, aunque los medios se enojen. Lo mejor es que el propietario de un diario poderoso no pueda obtener una licencia de televisión, no por favoritismo ni discriminación, sino porque ésas son las reglas para asegurar la diversidad".

A continuación, puede verse el artículo en que Joseph Stiglitz expone sus planteamientos, de modo sencillo y perfectamente comprensible. Seguidamente se reproduce un excelente análisis efectuado por Página|12, Informe sobre una información, en el que se muestra diversas aristas del debate sobre la libertad de prensa y expresión que actualmente acaece en la Argentina, teniendo como protagonistas centrales al grupo Clarín y al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Un artículo igualmente imperdible para comprender la complejidad y por momentos hasta la ferocidad del debate, así como la importancia de los argumentos presentados por Stiglitz para poder apurar esta confrontación que ya se prolonga demasiado.

Carlos Rodrigo Zapata C.
Economista, defensor de la libertad de expresión.




 -----------------------------------------------------------------------------

medios

Stiglitz: "Para que la prensa cumpla su rol debe haber regulaciones competitivas muy fuertes"

 

El Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz afirmó que las consecuencias de la concentración son peores en la prensa que en otros sectores, ya que afectan “el mercado de las ideas, que es fundamental para la democracia”. 

 

El economista formuló estas declaraciones durante una conferencia sobre la libertad de prensa en la Facultad de Periodismo de la Universidad de Columbia, en Nueva York.

Según consigna hoy el matutino Página 12, Stiglitz subrayó que los criterios antimonopólicos deben ser más estrictos en el área de medios, igual que en el área financiera, y mencionó el mal ejemplo de Italia, donde la concentración televisiva llegó a poner en duda su carácter democrático.

“Para que la prensa cumpla con su rol, debe haber regulaciones competitivas muy fuertes”, señaló.

El economista y profesor estadounidense afirmó que Estados Unidos es la más desigual de las sociedades desarrolladas y que dicha desigualdad económica es tan grande “que no es extraño que se traduzca también en desigualdad política, lo cual además se refuerza si los medios tienen un alto grado de concentración”.

Stiglitz sostuvo también que en muchos países latinoamericanos son especialmente grandes el nivel de concentración de los medios y los nexos entre la desigualdad política y económica, “con lo cual la prensa es un modo de sostener la desigualdad".

"América latina es la región del mundo con mayor nivel de desigualdad y la concentración de la prensa juega un rol importante en esto”, señaló.

En el panel que compartió con el funcionario del Banco Mundial Sergio Jellinek, Stiglitz dijo que el suministro de información era un bien público, que cuando estaba disponible beneficiaba a todos, y remarcó que los mercados pueden no ser libres por otras restricciones que no sean estatales y que hace falta del gobierno para que los mercados sean realmente libres.

“Hay países donde los mercados se llaman libres pero no actúan como tales, en distintas áreas, en especial en los medios. Por eso opino que hace falta una fuerte intervención estatal, tanto regulatoria como en el otorgamiento de licencias, e incluso creando competencia en forma proactiva allí donde no existe”.

“Prefiero que el gobierno tome una posición fuerte, aunque los medios se enojen. Lo mejor es que el propietario de un diario poderoso no pueda obtener una licencia de televisión, no por favoritismo ni discriminación, sino porque ésas son las reglas para asegurar la diversidad. Así ocurre en muchos países”, concluyó. 





----------------------------------------




EL PAIS › LA PREOCUPACION DE STIGLITZ Y LA MANIPULACION DE CLARIN Y LA NACION

Informe sobre una información

Un apasionante foro en la Universidad de Columbia sobre la concentración de los medios, el acceso a la información y la libertad de expresión, y su reflejo distorsionado en los mayores diarios argentinos, pese a la participación de sus directivos en el debate. Stiglitz defendió una regulación estatal fuerte de los medios televisivos, con los que se informa el ciudadano medio, para asegurar la diversidad, esencial para la democracia y el desarrollo.


 Por Horacio Verbitsky

Bajo el título “Stiglitz, preocupado por las estadísticas”, en Clarín, y “Stiglitz advirtió sobre los riesgos de no tener estadísticas adecuadas”, en La Nación, ambos diarios publicaron la semana pasada un diálogo con periodistas argentinos, sostenido en Nueva York tras las presentación del Premio Nobel de Economía en la conferencia sobre la libertad de prensa en la Facultad de Periodismo de la Universidad de Columbia. Stiglitz dijo a esos periodistas que “no se puede manejar la economía sin estadísticas correctas”. En cambio, los dos diarios ignoraron el panel que Stiglitz compartió con el funcionario del Banco Mundial Sergio Jellinek, durante el cual mantuvo un interesante diálogo con el secretario de redacción de Clarín y director periodístico de su Maestría de Periodismo, el filósofo Miguel Wiñazki. Clarín omitió toda mención a la conferencia de Stiglitz y La Nación apenas dijo que “defendió la competencia en el mercado de medios y el acceso a la información, dos elementos que son cruciales en una democracia”. Su conferencia (que puede verse en http://new.livestream.com/accounts/1079539/events/2051379/videos/17935127) fue de gran interés. Clarín y La Nación limitaron sus crónicas a las exposiciones de intenso contenido político de sus propios directivos, Ricardo Kirschbaum y Héctor D’Amico, quienes no evidenciaron conocimiento sobre la ley audiovisual.

Consecuencias de la concentración

Según Stiglitz el rol de la prensa es llamar la atención sobre los abusos del mercado financiero contra los ciudadanos y acerca de la corrupción en el sector público, que es igual o peor en el sector privado. Dijo que el suministro de información era un bien público, que cuando estaba disponible beneficiaba a todos. Por eso en países como Noruega y Suecia se considera que por brindar un servicio público los medios deben tener apoyo estatal. Por la misma razón, agregó, las consecuencias de la concentración son peores en la prensa que en otros sectores, ya que afecta “el mercado de las ideas, que es fundamental para la democracia”. 

Los criterios antimonopólicos deben ser más estrictos, igual que en el área financiera. Como la televisión es el principal modo de acceso a la información de los ciudadanos que no leen diarios, allí “la concentración puede ser más perniciosa que en otras áreas”. Mencionó el mal ejemplo de Italia, donde la concentración televisiva llegó a poner en duda su carácter democrático. “Para que la prensa cumpla con su rol, debe haber regulaciones competitivas muy fuertes”, dijo. Expuso que Estados Unidos era la más desigual de las sociedades de- sarrolladas. Esa desigualdad económica es tan grande “que no es extraño que se traduzca también en desigualdad política, lo cual además se refuerza si los medios tienen un alto grado de concentración”. Sostuvo que en muchos países latinoamericanos son especialmente grandes el nivel de concentración de los medios y los nexos entre la desigualdad política y económica, “con lo cual la prensa es un modo de sostener la desigualdad. América latina es la región del mundo con mayor nivel de desigualdad y la concentración de la prensa juega un rol importante en esto”. 

Tanto los gobiernos como las empresas intentan limitar el acceso a la información, que la prensa necesita para cumplir con su rol. Enumeró distintas formas de restricción: los gobiernos que “en todos los países” usan su control de la información para negociar la cobertura; las leyes antiterroristas, como ocurrió en Islandia con la crisis bancaria; las leyes de difamación, que pueden usarse para suprimir la libertad de expresión, y la autocensura, que es la más difícil de tratar. Ejemplificó con la afirmación que luego se demostró falsa de que en Irak había armas de destrucción masiva, con lo cual se justificó la guerra. “Era difícil encontrar una cobertura justa en Estados Unidos. Había que leer la prensa extranjera, que no recibía las influencias oficiales que modelaron la cobertura de The New York Times”, dijo.

Diversidad y propiedad

Jellinek contó que hace un tiempo el dueño del principal diario de la República Dominicana, quien también posee estaciones de radio y de televisión, le dijo que no hacían falta otros medios ya que “nosotros tenemos programas muy diversos, para mujeres, para niños, de cocina”.
–¿La diversidad debe abarcar también la propiedad de los medios? –preguntó Jellinek.
–Sí. El riesgo con la prensa es que aunque trate de separar la página editorial de las noticiosas, es fácil que se superpongan. Para la democracia es fundamental la diversidad de perspectivas –respondió Stiglitz.
Desde el público, pidió la palabra Miguel Wiñazki:
–Dado su contacto con el gobierno argentino y con la presidente, ¿cuál es su opinión sobre el conflicto con la prensa argentina y sus efectos sobre la economía? –preguntó.
–No tengo una relación formal, pero viajo de tanto en tanto a la Argentina. Es siempre un país interesante, con una sociedad civil muy activa, gente que discute mucho y el gobierno que siempre impulsa nuevas iniciativas. No conozco los detalles del debate, pero por lo que leí, el tema es la concentración de la propiedad de los medios, según las líneas que describí en mi exposición –respondió sonriente.
También hizo una pregunta Carlos Winograd, quien ya había participado en el panel anterior, sobre la Argentina, junto con el director periodístico de Clarín, Ricardo Kirschbaum, y el secretario general de redacción de La Nación Héctor D’Amico, y con el directivo del CELS Damián Loreti. El moderador de ese panel, el periodista John Dinges, profesor de Columbia, presentó a Winograd como estudioso independiente de la Facultad de Economía de París y como ex secretario de defensa de la competencia. (Lo fue en el último gobierno radical, del presidente Fernando de la Rúa). Lo que no dijo, porque nadie se lo había informado, es que en 2009 Winograd fue contratado por Cablevisión, para argumentar que esa empresa del Grupo Clarín había sobrecumplido las metas de inversiones y obras que le fijó la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia como condición para autorizar que se fusionara con Multicanal, según informó La Nación el 14 de diciembre de 2009 (http://www.lanacion.com.ar/ 1211409-analizan-inversiones-de-cablevision). Ese dato esencial tampoco fue mencionado en las crónicas de la conferencia que publicaron los dos diarios representados. Clarín mencionó a Winograd como miembro del Paris School of Economics y La Nación como ex secretario de Defensa de la Competencia. Consultado para esta nota, Dinges dijo que le agregaron a Winograd al panel a último momento y sin informarle de su contrato con el grupo Clarín. Es decir, actuaron en Estados Unidos tal como lo hacen aquí.

Crear la competencia

El contenido de la intervención de Winograd antes de formular su pregunta a Stiglitz coincide con los argumentos del Grupo Clarín para oponerse a la regulación dispuesta en la ley audiovisual. En el panel anterior había dicho que el Grupo Clarín era el participante más pequeño en una competencia global de firmas multimedia, como Time Warner, Disney, Telefonica, News Corporation, O Globo y Televisa y que la regulación planteada por la ley argentina era anacrónica porque no contemplaba las innovaciones tecnológicas; irracional, ya que las licencias de cable no son necesarias porque no ocupan espectro; sobreabundante porque su regulación se superpone con la de la ley de defensa de la competencia, e inconsistente en el aspecto económico, al limitar la penetración al 35 por ciento en la audiencia, lo cual juzgó inspirado por el 30 por ciento de Estados Unidos. “No inventemos la rueda pero tampoco copiemos lo equivocado, aunque venga del Norte”, dijo. A su juicio, la regulación tiene que ser consistente con el avance de la tecnología y proveer más bienes a menor costo al consumidor. En su pregunta a Stiglitz, Winograd volvió a mencionar las economías de escala, el tamaño de los países, la propiedad cruzada y el impacto positivo de la sinergia entre medios y expresó el temor de que las reglas generales no pudieran aplicarse a todos los casos. 

Para asegurar la competencia en el mercado de las ideas los medios más pequeños necesitarán apoyo público, pero los países menos desarrollados, con instituciones débiles tenderán a la captura política del apoyo público y en vez de promover la diversidad, puede ocurrir lo contrario, con más voces pero parecidas, dijo. Stiglitz le respondió que los beneficios de la diversidad superaban a sus costos y que esto se incentivaba en la televisión. “Para el funcionamiento de la democracia la diversidad de perspectivas es esencial, no me preocupan pequeños aumentos de costos. La respuesta a su preocupación por la dificultad de manejar programas de apoyo en países subdesarrollados con instituciones débiles, es fortalecer las instituciones”. Stiglitz también dijo que los mercados pueden no ser libres por otras restricciones que no sean estatales y que hace falta del gobierno para que los mercados sean realmente libres. “Hay países donde los mercados se llaman libres pero no actúan como tales, en distintas áreas, en especial en los medios. Por eso opino que hace falta una fuerte intervención estatal, tanto regulatoria como en el otorgamiento de licencias, e incluso creando competencia en forma proactiva allí donde no existe”. Para Stiglitz, se justifican regulaciones como la de Estados Unidos. “Prefiero que el gobierno tome una posición fuerte, aunque los medios se enojen. Lo mejor es que el propietario de un diario poderoso no pueda obtener una licencia de televisión, no por favoritismo ni discriminación, sino porque ésas son las reglas para asegurar la diversidad. Así ocurre en muchos países. Donde los gobiernos no tienen una posición fuerte, los medios pueden perder credibilidad por no cumplir su rol crítico para conseguir una licencia de televisión”.

El presente ausente

En su presentación de la mesa, Dinges lamentó los ataques oficiales a los medios y dijo que para defenderse practican un periodismo de trinchera, que no es lo mejor para la convivencia democrática. Aclaró que la situación actual era “incomparable con la padecida durante la dictadura militar, cuando el control de la prensa se hacía por la amenaza y la realidad de la cárcel y la muerte. Ahora hay un sistema constitucional”. También explicó que organizaciones de defensa de la libertad de expresión han destacado como un paso positivo la despenalización de los delitos de calumnias e injurias, promulgada en 2009, dijo que el actual conflicto giraba en torno de la regulación de los medios audiovisuales y precisó que las críticas no se dirigen sólo a la cobertura de periodistas y a los contenidos, sino a los propietarios y accionistas de los medios privados. 

Clarín y La Nación también fueron parcos con la intervención del único de los cuatro panelistas sin vínculos de ningún tipo con el Grupo Clarín, Damián Loreti, doctor en Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid y uno de los redactores de la ley audiovisual, como integrante de la Coalición por una Radiodifusión Democrática. Clarín sólo dijo que “salió en defensa de la ley de medios afirmando que el día de su aprobación había frente al Senado 40.000 personas que salieron a apoyarla diciendo que querían más libertad de expresión, más medios”. Pero le dedicó más espacio a la respuesta de Kirschbaum, quien descalificó la intención política del gobierno y también a las personas que apoyaron la ley, porque querían “punir a los medios que afectaba esa ley”. La Nación apenas consignó que en una exposición de tono técnico, Loreti dijo que “Reporteros sin Fronteras respaldó la ley de medios; que fue aprobada con apoyos de varios partidos y no sólo el oficialismo, y que sigue principios recomendados por la Unesco”. Fue mucho más que eso. Obligado a dividir su tiempo en responder a los tres panelistas que defendieron la posición del Grupo Clarín, Loreti comenzó por precisar que no es correcto hablar de ley de medios, ya que no contempla a las publicaciones gráficas. Kirschbaum exaltó en su intervención las manifestaciones opositoras en las calles, donde dijo que se defendió la libertad de expresión, y Wiñazki se quejó desde el público por la coacción que el gobierno ejercería sobre los periodistas. Loreti les recordó que fue durante esas marchas opositoras que hubo periodistas golpeados y maltratados en las calles y que seis periodistas fueron denunciados ante la justicia penal por sus informaciones y opiniones, que el Grupo Clarín calificó como instigación a cometer delitos y coacción agravada. Reconoció que la ley audiovisual no prevé una perspectiva tecnológica de integración y convergencia pero recordó que el proyecto original lo contemplaba y fue suprimido por el amplio rechazo de fuerzas políticas y organizaciones sectoriales. Según Loreti la superposición de regulaciones es mayor en Estados Unidos. Sobre el pluralismo y la diversidad dijo que no pueden medirse sólo en términos de competencia, tal como afirmó la Relatoría de Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en su informe de 2004: el Estado tiene la obligación de garantizar por medio de la ley la pluralidad en la propiedad de los medios, por cuanto los monopolios y oligopolios “conspiran contra la democracia al restringir la pluralidad y diversidad que asegura el pleno ejercicio del derecho de la libertad de información de los Ciudadanos”. Para ello, dice la Relatoría, “el derecho de la competencia en muchas ocasiones puede resultar insuficiente, particularmente en cuanto a la asignación de frecuencias radioeléctricas. No se impide entonces la existencia de un marco regulatorio antimonopólico que incluya normas que garanticen la pluralidad atendiendo la especial naturaleza de la libertad de expresión”. También la Unesco, en sus “Indicadores de pluralismo y diversidad”, de 2008 dice que la cuestión de los monopolios y los oligopolios que afectan la democracia no se reduce a la defensa de la competencia. Si la libertad de expresión se ve comprometida, dice el documento, “los Estados deben seguir cuatro reglas: rechazar pedidos de licencias de quienes ya tenían otras, rechazar pedidos de fusión de quienes tienen más de una licencia, adoptar reglas de desinversión (la palabra desinversión no está en la ley argentina, sino en los indicadores de Unesco), y sancionar en caso de incumplimiento”, recordó Loreti. D’Amico hizo una comparación irónica entre Fútbol para Todos y el Superbowl del fútbol norteamericano, y dijo que “los medios tienen la obligación ética de ganar dinero. La única manera de ser independiente es ganar dinero”. En cambio Loreti destacó el proceso de desconcentración de contenidos de interés relevante que dispuso la ley argentina. “Para ver el partido estrella del domingo había que pagar tres veces: el abono de cable, el servicio del decodificador y el paquete premium. Yo pagaba televisión por cable y veía la tribuna con un señor que relataba”, concluyó.


Sergio Jellinek y Joseph Stiglitz.




16 mayo 2013

COB: al borde del extravío

Carlos Rodrigo Zapata C. (*)

Las actuales movilizaciones convocadas por la COB plantean innumerables preguntas acerca del rol o función de las organizaciones sindicales en nuestro país, empezando con el asunto principalmente esgrimido: la mejora de las pensiones de jubilación.

Nunca antes la COB había esgrimido este tema con la contundencia y masividad con que lo hace hoy en día. Aparentemente aquí hay algunos factores nuevos de carácter estructural y coyuntural. La COB como máxima expresión de los asalariados del país, ya ha logrado muchas conquistas en el pasado en las condiciones laborales (8 horas, limitar la libre contratación, salarios mínimos crecientes, fuero sindical, etc.). En ese marco, el programa clásico de reivindicaciones ya habría sido cubierto en gran medida, por lo que ahora tocaría el tema de las pensiones, de la jubilación. Si esa fuera la lectura, sería un lamentable equivoco, particularmente si se toma en cuenta la precariedad de los puestos de trabajo, los muy bajos ingresos y la falta de ejercicio de derechos laborales por la gran mayoría de los trabajadores.

Pero, ¿por qué ahora? Ello se relacionaría con los altos niveles salariales de los últimos años que les ha permitido a los trabajadores sindicalizados, asalariados, formales, obtener ingresos laborales inéditos, incluso superiores a los del Presidente. Que en estas circunstancias traten de imponer reglas de jubilación muy convenientes para esos niveles salariales, que traten de hacerlo con el 100% de sus actuales niveles salariales, es muy deseable, pero sin duda es una tarea imposible, especialmente en un país con tan grandes desigualdades.

Esta lógica tan exclusivamente centrada en conquistas sectoriales, llama la atención, simplemente porque la COB a lo largo de su historia ha asumido la vanguardia de las demandas y luchas del pueblo boliviano. Es como si la COB hubiera llegado a la conclusión que ya no tenemos grandes tareas pendientes, que las cosas están adecuadamente encaminadas y que es tiempo de pasar a reivindicaciones sectoriales, dejando de lado las demandas del pueblo en su conjunto y en particular de los sectores sociales más desguarnecidos.

Más allá de las razones que puedan explicar esta avalancha cobista sobre las arcas estatales, llama profundamente la atención la forma de haberse desentendido del mundo informal que ha quedado completamente al margen de todo ello, lo cual muestra el rasgo sindicalista de la COB, ya que en el pasado solía articular un espectro de fuerzas y sectores sociales mucho más amplio que el que se puede apreciar actualmente. El problema no termina ahí, ya que la COB está peleando por pensiones muy superiores a lo que un erario nacional de un país pobre puede solventar razonablemente. Pero el extremo radica en que ha entrado en una disputa por el uso del excedente, priorizando ingresos mayores sin tomar en cuenta para nada la necesidad histórica de Bolivia de invertir en la transformación de la matriz productiva, en empeñarnos en mejorar las condiciones de vida, en empleos de calidad, en suma, en un programa capaz de cambiar el horizonte de visibilidad de los informales urbanos, de los pobres rurales, de las clases medias, poner fin al rentismo y al clientelismo, y no sumándose a semejante desenfreno.

La COB va llegando al fin de sus extravíos, simplemente porque ha perdido todo norte, toda capacidad de brindar alguna respuesta distinta a un país atribulado que vive en la pobreza, que cuando tiene una cuarto de hora de mejores recursos e ingresos, tampoco tiene un programa capaz de contribuir a transformar la suerte del país y fijar nuevos y decididos derroteros que no se logran en un abrir y cerrar de ojos, sino que exigen constancia, perseverancia y una voluntad inclaudicable, que no se agote ni termine con los cambios de gobierno.

Para lograr esta continuidad, que dicho sea de paso es una de las tantas batallas que desgraciadamente hemos perdido desde el día uno de nuestra independencia nacional, se requiere de movimientos sociales fuertes, maduros, capaces de perseverar más allá del oportunismo cortoplacista de nuestros gobernantes de todos los tiempos. Sin dichos movimientos sociales que actúen como constantes vigilantes de los objetivos de mediano y largo plazo que se trace el pueblo boliviano, seguiremos exhibiendo nuestra incapacidad para consolidar cambios profundos y duraderos, ya que no existe ninguna otra instancia, ley ni institucionalidad que históricamente haya demostrado que es capaz de velar por dicha continuidad.

Pero la COB está en otra cosa, muy lejos de constituirse en un movimiento social maduro, de los informales, de revertir el rentismo y el extractivismo, muy lejos del cambio y la transformación que requiere nuestro país. Qué lamentable que además de semejante extravío, para lograr prácticamente muy poco, ello ocasione semejante desorden social, con bloqueos, huelgas, paros, enfrentamientos de todo tipo, desatando un caos inaceptable. El colmo de estos extravíos se lo puede ver en el hecho que el discurso gubernamental aparece como más progresista que el de la COB, que encima se da el lujo de echar la culpa a los trabajadores por el posible cierre de Huanuni.

En este contexto, también llama profundamente la atención que la COB se halle en preparativos para conformar un partido político para las próximas elecciones, lo cual posiblemente sea la razón de fondo de todo este desbarajuste. Resulta muy difícil vaticinar qué propondrá un partido político de los trabajadores con el trasfondo de comportamientos señalado, cómo lograrán elegir a sus representantes, con qué otros partidos procurarán establecer alianzas, dónde creen que tendrán sus reductos de voto duro.

Mi impresión es que se trata de otro desvarío, que está debilitando de modo extremo a la máxima organización de los trabajadores, que muchas veces desde su creación ha sacado la cara por el país, y ha sabido hacer frente a dictadores y tiranuelos. Pero ya pasan cada vez más años desde sus gestas heroicas, y los tiempos van cambiando, pero las respuestas, los tics y las reacciones siguen siendo los mismos. Bolivia no puede darse el lujo de no contar con una poderosa organización de los trabajadores, pues ello equivaldría a que crezca y aumente la influencia de otras fuerzas políticas y movimientos sociales, mucho más retrógrados que los trabajadores.

Sólo pido que los trabajadores, sus representantes, sus organismos de apoyo hagan un gran examen de conciencia, y comprendan cuál es el rol que les corresponde jugar, cuáles son las tareas que tiene el país en las próximas dos o tres décadas, y se apresten a dar la batalla más larga, duradera y necesaria de nuestro país, la de su transformación profunda, sin desvíos, tropiezos ni vacilaciones.

(*) Economista.