La
disyuntiva es clara: la clase capitalista ha perdido su capacidad de controlar
la fuerza de trabajo planetaria, pues ha permitido que surja un nuevo demandante de
fuerza de trabajo originado por
los múltiples requerimientos planetarios no atendidos. Como si ello fuera poco, sin
satisfacer dicha demanda, la clase capitalista corre riesgos de perder
sus medios de producción, su potencial, por los daños ambientales ya existentes
y en camino.
Carlos
Rodrigo Zapata C. (*)
Sin
lugar a ninguna duda, el planeta atraviesa una de las etapas más críticas de su
historia en materia de trabajo, pues si hay trabajo, en muchos casos es
precario, "de mierda" o incierto, o no se ofrecen los trabajos que
requiere el planeta o simplemente no se tiene trabajo, como lo experimentan
cada vez con mayor crudeza especialmente los jóvenes en el mundo.
El antropólogo David Graeber, uno de los líderes del movimiento Occupy Wall Street, ha propuesto toda una categorización de puestos de trabajo a los que denomina "trabajos de mierda" que van desde
aquellos que no son útiles para nada, hasta aquellos que solo sirven para
figurar, pero en todos los casos quienes se hallan ejerciendo dichos empleos
están íntimamente convencidos de su inutilidad y que invariablemente causan
estados de depresión.
No
obstante, si existiera la Renta Básica Universal (RBU), es decir, un ingreso
incondicional que permita al menos cubrir los ingresos de subsistencia, Graeber
está convencido que mucha gente se dedicaría a otra cosa, "no van
simplemente a sentarse a ver la televisión...".
"La
idea es separar empleo de remuneración, en cierto sentido. Si tú existes,
mereces una garantía de existencia. Podrías llamarlo libertad en la esfera
económica. Puedo decidir cómo quiero contribuir a la sociedad".
El
ejercicio de esa libertad podría revolucionar el ámbito de trabajo de forma
extraordinaria, pues mucha gente optaría por dedicarse a lo que les interesa y
no precisamente a lo que les ordena el mercado. En otra nota publicada hace dos años sostengo que son innumerables los campos en los que la gente podría emplearse, en particular en todos aquellos relacionados con el medio ambiente, el cuidado, los artes y la cultura. No obstante, Graeber
advierte que también habría gente que se ocuparía de "hacer algo estúpido,
así que la sociedad va a estar llena de malos poetas y molestos músicos
callejeros, mimos callejeros por todas partes... Estoy seguro que habrá algo de
eso, pero mira: si el 40% de la gente ya cree que sus trabajos son
completamente inútiles, ¿cómo va a ser peor que lo que ya hay? Al menos van a
ser mucho más felices haciendo esas cosas que estando rellenando formularios
todo el día".
Más
allá de todas esas posibles previsiones, el asunto se presenta de modo más
complejo de lo esperado. No sabemos aciencia cierta qué ocurriría el día que se instaure la RBU. Por ahora sabemos
que no se instaura porque el capitalismo sigue pensando que es esencial para
los propietarios de los medios de producción mantener el control sobre la
fuerza de trabajo mediante el trabajo asalariado y que es capaz de hacerlo.
Las referencias anteriores sobre la infamia de puestos de trabajo que está produciendo
el capitalismo para una gran parte de la fuerza de trabajo ya nos empieza a decir que eso ya no es más así.
La isla de Plástico del Océano Pacífico que se está convirtiendo en un continente |
La
situación planetaria ha llegado al extremo que los propietarios de los medios
de producción se han desentendido de las consecuencias de sus propios actos, de
las aberraciones que están produciendo, al punto que no destinan recursos y
fuerza de trabajo para reparar, superar, subsanar todos los daños que están
causando al medio ambiente. Por ello, puede advertirse que la clase capitalista
ha ido perdiendo la capacidad de controlar las consecuencias de sus actos y con
ello está perdiendo la posibilidad de mantener ese férreo control sobre la
fuerza de trabajo. Ahora hay dos grandes demandantes de fuerza de
trabajo: los capitalistas y el planeta, los primeros para acumular, el segundo
para repararse y poder seguir funcionando. El problema es que hasta ahora el
planeta no encuentra quien pague las cuentas.
Por
lo señalado, la RBU se cae de madura. Una vez instituida tendrá que pasar aún
un buen tiempo hasta poder auscultar sus beneficios y perjuicios, sus costos y
beneficios, pero a estas alturas ya no es posible negar que los capitalistas
perdieron la capacidad de controlar la fuerza de trabajo por el solo hecho de
ser los propietarios de los medios de producción en un planeta en crisis. No
solo existe la necesidad de mucha mano de obra para reparar los daños causados
al planeta en 250 años de industrialización forzosa a escala planetaria, sino
que dichos daños están poniendo en cuestión la propiedad misma de los medios de
producción, sus posibilidades de explotarlos y extraerles rentas, por lo que
los capitalistas no tendrán otro remedio que unirse a la demanda ya mundial de
una RBU para hacer posible que el planeta pueda seguir funcionando y con el fin de
no abandonar "las condiciones climáticas hospitalarias del Holoceno" (Doughnut
Economics, Kate Raworth).
Una de las
tareas inmediatas a ejecutarse a escala mundial radica justamente en estimar
todos los requerimientos necesarios de fuerza de trabajo para hacer frente a la
devastación planetaria en marcha, estimar sus costos y establecer quién y cómo
paga las cuentas. Como está visto que el sector capitalista se desentenderá de
hacerlo, esta tarea debe ser asumida por los Estados en representación de sus
sociedades, convocando a contribuir a la clase capitalista renuente, primordialmente.
Solo debería ser cuestión de tiempo para canalizar todos estos esfuerzos mundiales
por la vía de la RBU. Ya es tiempo de recuperar la libertad de decisión en
materia de trabajo y empleo.
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(*) Economista. Especialista en planificación regional. Docente de "Desarrollo del Capitalismo", UMSA (2017). La Paz