18 marzo 2012

El Alto, espejo de nuestro futuro


Carlos Rodrigo Zapata C. (*)

Al hacer un seguimiento a la ciudad de El Alto a lo largo del tiempo, podemos advertir como uno de sus rasgos característicos, una continua compulsa entre sus problemas, carencias, limitaciones y desafíos, y los esfuerzos denodados que realiza la población alteña para enfrentarlos y superarlos.

Da la impresión por momentos que toda la problemática acumulada en El Alto terminará derrotando indefectiblemente a sus bravos pobladores, pero en otros momentos sentimos un renacer, la emergencia de nuevas fuerzas, energías e iniciativas que nos muestran el espíritu indomable del alteño que no se arredra ante las dificultades y continúa imperturbable su lucha con renovado tesón y voluntad. No hay día que pase en que no podamos constatar ambos lados de la medalla: la derrota en unos temas y los logros y renovados bríos en otros.

¿Cómo se explica y entiende este péndulo alteño que no cesa de darnos baños de vértigo de todo calado, como si todo su afán consistiera en mantenernos en suspenso, a la espera de algún nuevo traspié, pero también de una nueva solución, mostrando un despliegue de imaginación y atrevimiento cada vez más asombrosos y respetables?

En unas cuantas líneas no puede exponerse este gran cachascán alteño, para ello se requiere más tiempo y repasar muchos más datos y situaciones que las que al presente me es posible. Pero me parece indispensable empezar a desentrañar estas preguntas, a desbrozar la ruta hacia la mejor comprensión de la dinámica alteña, de su pasado, presente y futuro. Pues si por algo está peleando El Alto es por su futuro, es por encontrar las bases sólidas que le permitan una construcción menos traumática de su porvenir. Pero su presente se halla sobrecargado de pasado, como si su pasado lo tuviera maniatado, enmanillado, restándole muchas, demasiadas energías para construir su futuro.

El Alto está dando muchas peleas, librando simultáneamente muchas batallas frente a muy diversos adversarios, como si estuviera solo, como si fuera el responsable de resolver innumerables cuestiones. Una tarea titánica, que acaba en victorias momentáneas o en precarias formas de aferrase a mañanas, cada vez más difíciles y escurridizos.

No obstante, puede verse en sus calles, en sus mercados callejeros y ambulantes, en los logros que va teniendo, pero sobre todo en sus luchas y protestas diarias, en la estirpe guerrera que ha ido aflorando en su seno, cuánto empeño y gana le ponen para enfrentar la adversidad, cuánto afán para hacer realidad sus esperanzas. No es de ayer, ello ya viene de hace mucho, incluso de antes de constituirse en municipio y ciudad.

Godofredo Sandoval y Fernanda Sostres nos lo recuerdan en “La ciudad prometida”, un estudio realizado hace ya un cuarto de siglo: “La lucha y la esperanza por un futuro mejor identifican un ‘movimiento alteño’….pretenden satisfacer sus necesidades más apremiantes, buscando caminos que conduzcan a alcanzar la ciudad deseada”.

Más allá de todas esas manifestaciones y formas valerosas de plantarle cara al futuro, la tarea que está procurando resolver El Alto es inmensa: es encontrar las condiciones de viabilidad sostenible para nuestra economía. Veamos algunos aspectos.

Un rápido contraste entre las ciudades de El Alto, La Paz y Santa Cruz de la Sierra nos proporcionará algunos ingredientes clave como para comprender la magnitud del desafío. Mientras la población de Santa Cruz tiene acceso a empleos vinculados con el aprovechamiento de sus abundantes recursos naturales (renovables y no renovables) y La Paz cuenta con una suerte de monopolio en cuanto a empleos en el sector público, El Alto carece ampliamente de esas dos grandes fuentes de empleo. Si a ello agregamos que El Alto sigue siendo la ciudad que más crece en Bolivia, y que la gran mayoría de su población proviene principalmente de áreas rurales del mismo departamento de La Paz que sufren de altos grados de pobreza, ya tenemos algunos elementos fundamentales de su propia dinámica: El Alto tiene que desarrollar una economía de distinto cuño, diferente a la que se aprecia en las otras grandes ciudades de nuestro país, sin contar con una diversidad de medios y factores productivos que le alivien o faciliten la tarea.


Este es el tamaño del desafío, esta es la dificultad, aquí se centran todas las luchas y desvelos. Este es el espejo de nuestro futuro, del de todos los bolivianos. Las luchas que vemos en El Alto son el retrato, apenas anticipado por unos años, de lo que nos tocará enfrentar indefectiblemente a todos los bolivianos. El Alto nos muestra de modo fehaciente los contornos mismos de nuestro propio futuro.

El Alto se halla ansiosamente a la búsqueda de nuevos derroteros, de un nuevo porvenir, de una nueva estructura económica, de nuevas formas de ganarse el sustento. Si ese fuera todo el tamaño del desafío, seguramente la población alteña ya habría dado pasos más grandes, pero tiene un gran lastre, una carga inmensa: su pasado. Los indicadores de carencias en El Alto son lamentables, cuando pensamos en servicios básicos, contaminación, desempleo, subempleo, pobreza, delincuencia, desastres, etc.

Por ello, la informalidad y la ilegalidad se hallan usualmente presentes en las actividades alteñas, simplemente porque no puede dejarse sin aprovechar todo tipo de actividad, sea el contrabando de ropa usada, de vehículos, la piratería, el comercio y otros. No obstante, al lado de todas esas actividades no sostenibles, van surgiendo otras actividades muy promisorias, relacionadas con la producción de textiles, madera, metal mecánica, procesamiento de alimentos, peletería, etc.

El Alto nos está mostrando lo que cuesta construir una economía basada en la transformación, en la generación de valor agregado, en el desarrollo tecnológico, en la innovación, la eficiencia, etc. Por ahora vemos avances dispersos, logros heterogéneos, porque en ninguna temática se tiene políticas delineadas o en plena ejecución. Da la impresión que los actores alteños sólo tienen asuntos en común cuando tienen que protestar, pero no para encarar de modo conjunto y compartido las soluciones a sus dificultades, desafíos y carencias.

La lista de desafíos que tiene El Alto para construir esa nueva economía, que se constituirá a su vez en guía de la nueva economía boliviana, es grande y compleja, pues atraviesa prácticamente todos los asuntos cruciales y va desde el tema urbano, hasta el tema municipal, afecta el medio ambiente, el empleo, el tráfico automotriz, e incluso se encuentra en la falta de claridad en las perspectivas que debe seguir El Alto, en la falta crónica de recursos, en los escasos medios financieros disponibles.

Sin lugar a dudas, los puntos nodales para construir esa nueva economía pasan por la definición de visiones estratégicas, por dotarse de una administración municipal de gran calidad y por una cantidad significativa de recursos que le permitan superar las cargas del pasado y proyectarse resueltamente al futuro. 


No hay donde perderse: El Alto es el espejo de nuestro futuro, pues nos está mostrando en sus luchas diarias, en su incesante búsqueda, la magnitud de la tarea requerida para cambiar la matriz productiva, "sembrar el gas", desarrollar una economía que no dependa de los recursos naturales no renovables, ni de la burocracia, ni de diversas formas ilegales e informales de ganarse el sustento, sino de un conjunto bien estructurado de actividades transformadoras, generadoras de valor agregado y capaces de competir interna y externamente, que podamos controlar y desarrollar ampliamente en todos sus eslabones y encadenamientos, hasta forjar esa nueva economía.

El Alto ya ha empezado esa lucha denodada. Es nuestro deber ayudarles, pues de ese modo el país todo se ayudará inmensamente, mucho más si El Alto logra resolver satisfactoriamente su desafío. Felicidades hermanos alteños en su nuevo aniversario, el país sigue profundamente conmovido sus luchas diarias, pues también son las nuestras.


(*) Economista , Planificador regional

Análisis publicado orginalmente en el periódico HUELLAS de El Alto, marzo de 2012.