29 septiembre 2014

Para la historia del subdesarrollo económico: FRIEDRICH LIST Y SU ESBOZO DEL SISTEMA CENTRO-PERIFERIA

[La versión original del presente ensayo se publicó en Revista Semana, La Paz, Bolivia, el 29 de mayo de 1994]

Por: Carlos Rodrigo Zapata C.

RESUMEN

Friedrich List
Las relaciones económicas internacionales que prevalecen en el mundo distan mucho de ser igualitarias. Dichas relaciones han sido identificadas como organizadas en un sistema centro-periferia, en el cual la periferia actúa en función y según los intereses y necesidades del centro, el mismo que está conformado por los países altamente industrializados o desarrollados, mientras que a la periferia pertenecen principalmente los países productores de materias primas o en vías de desarrollo. ¿Cómo surgió ese sistema?, ¿fue el resultado de una dinámica compleja, originada por una diversidad de procesos subyacentes en las sociedades hoy descritas como subdesarrolladas por un lado y desarrolladas por el otro, o fue más bien un producto inducido conscientemente por una multitud de agentes e intereses económicos y de otra índole a través de la historia? 

En este ensayo se expone el pensamiento de Friedrich List, un economista europeo de principios del siglo XIX, relativo al tipo de relaciones que deben primar entre "naciones manufactureras" y "naciones bárbaras", ejemplificadas estas últimas por los países sudamericanos.

Tanto los procesos y tendencias subyacentes en las distintas sociedades, como la inducción consciente de determinados resultados, han interactuado para producir ese sistema de relaciones económicas internacionales, conclusión a la que puede llegarse a la luz de la obra de List.





Para la historia del subdesarrollo económico
FRIEDRICH LIST Y SU ESBOZO DEL SISTEMA CENTRO - PERIFERIA
Por: Carlos Rodrigo Zapata C. (1)

Desde los inicios de la Revolución Industrial que puso a Inglaterra a la cabeza de los países industrializados, pudo advertirse una acentuada disputa entre dos corrientes: la de la libertad de comercio y la del proteccionismo. Ninguna de estas corrientes tuvo a un representante "puro", tal como lo sugiere la opinión simplificadora que oponía, por ejemplo, un Adam Smith (Gran Bretaña) a un Friedrich List (Alemania) como representantes de esas corrientes, respectivamente. Ni el uno ni el otro profesaban un purismo en sus posiciones, tal cual ilustra el hecho que Smith admitía la presencia del Estado en diversas actividades que no podían ser satisfechas adecuadamente por la iniciativa privada.

El caso de Friedrich List es menos conocido, pero no por ello de menor interés para los países del Tercer Mundo o en vías de desarrollo. En 1989 se celebraron los doscientos años del nacimiento de este economista alemán que ha dejado huella perecedera con sus aportes a la Unión Aduanera alemana, al desarrollo de las empresas de transporte ferroviario y, también, a la libertad de comercio. Sin embargo, su nombre viene estrechamente unido a la idea proteccionista de aplicar temporalmente "aranceles aduaneros" como medio de "educar" a los propios industriales y, de este modo, habilitarlos para competir a nivel internacional. (2)

Tanto el pronunciado atraso económico alemán hacia mediados del siglo pasado, como el poderío económico inglés (que, según List, hacía de Alemania una "potencia manufacturera de tercer orden", frente a Francia y Bélgica que serían de "segundo orden" e Inglaterra, de "primer orden") habían llevado a List al convencimiento que la libertad de comercio predicada por los ingleses causaba grandes pérdidas y daños a los países más débiles como Alemania. Citemos a List mismo con sus propias palabras: 

"las naciones más poderosas usan el grito de guerra “libertad de comercio” solamente como un medio para poner el comercio y la industria de las naciones más débiles con mayor seguridad en estado de esclavitud" (3). 

Su concepto de "los aranceles aduaneros educativos" tenía por objeto posibilitar el desarrollo de las propias "fuerzas productivas" nacionales, lo cual era, según su concepción, una condición previa para un desarrollo económico nacional estable y sostenido, y se constituía en requisito indispensable para competir exitosamente en el propio mercado doméstico y fuera de él, así como para un beneficioso intercambio comercial a nivel internacional para el Estado que aplique esta política.

La inviabilidad del proteccionismo en Sudamérica

Pese a su rechazo de la libertad de comercio, ello no le impidió diferenciar distintas situaciones, unas en las que dicha libertad debía restringirse mediante aranceles aduaneros, y otras en las que la libertad de comercio era útil y conveniente. En este última situación incluía particularmente a aquellos países calificados como "bárbaros y semibárbaros", cuya estructura económica era predominantemente agraria, entre los cuáles menciona expresamente a los países sudamericanos.
Teniendo en mente a los estados de Sudamérica, List partía de la premisa que “sería una torpeza si un estado minúsculo quisiera establecer su propio sistema de aranceles aduaneros, cuyos recursos internos no fueran suficientemente productivos y no tuvieran la suficiente diversidad y cuyo mercado doméstico fuera muy insuficiente", y argumentaba del siguiente modo:

"Los sistemas de aranceles aduaneros que se han introducido allí (en Sudamérica, C.Z.) han producido un efecto totalmente opuesto al que han tenido en pueblos que están más adelantados en su civilización, son rendidores, creativos y emprendedores...". "Las restricciones proteccionistas en los estados sudamericanos no podrían hacer de hoy a mañana de un pueblo inculto, un pueblo culto, emprendedor, creativo y trabajador. Por tanto, allí surgirán tan sólo pocas y miserables fábricas que sólo elaborarán productos caros e imperfectos. Al interior tampoco surgirá una competencia que sea suficientemente poderosa como para conseguir que bajen los precios y se perfeccionen los métodos de producción. Una civilización aún muy poco desarrollada y una seguridad muy dudosa para personas y propiedad, retendrá a los extranjeros de trasladarse a estos países con sus talentos y capitales. Pero aún en caso que casualmente se les ocurriera a algunos extranjeros hacerlo alguna vez, aunque sea excepcionalmente, entonces ello sucederá con la intención de acumular precipitadamente una fortuna tan rápido como sea posible, para retornar nuevamente a su patria con el producto de su trabajo. En estos países, la industria manufacturera generará daños a la agricultura, puesto que le proveerá a ésta sólo productos inadecuados a altos precios y de ella sólo podrá obtener pocas materias primas y alimentos". "Si por el contrario se fomenta la importación de productos de fábrica de calidad y, a cambio de ello, la exportación de materias primas y productos típicos, con ello se deja que surjan en el pueblo nuevas necesidades, nuevos gustos, proporcionándole al mismo tiempo los medios para satisfacerlos. Adquirirá costumbres económicas y de trabajo, a las que seguirán educación y moralidad.... En la medida que sigan este camino estos pueblos hasta ahora no desarrollados, se elevarán al nivel de naciones civilizadas".

Hasta aquí el pronóstico de List acerca de las consecuencias de una vía proteccionista de desarrollo para los países sudamericanos, así como su receta liberal para el desarrollo de los mismos, formulados en 1838, es decir, hace más de siglo y medio. Tal como veremos más abajo, la preocupación de List no se centraba en las vías y "modelos" de desarrollo que permitirían a las "naciones bárbaras" mejorar su bienestar, puesto que en sus escritos nunca fue más allá de una inspección superflua de los recursos, mentalidades e instituciones de estas naciones, como para poder juzgar sus posibilidades de desarrollo, sino su preocupación se centraba en proponer medidas y soluciones al rezago económico alemán mediante una política que combinaba un proteccionismo selectivo y libertad de comercio a escala mundial.


Necesidad de introducir la libertad de comercio en las “naciones bárbaras”

En su libro "El sistema natural de la economía política”, escrito originalmente en 1838, List dedica el capítulo VII al tema "Sobre los intereses comunes de todas las naciones manufactureras con relación a la libertad de comercio" (“Über die gemeinsamen Interessen aller Manufakturnationen hinsichtlich der Handelsfreiheit”). En dicho capítulo resume las principales razones que lo llevan a plantear una propuesta a las "naciones manufactureras" (de “primer, segundo y tercer orden”) con el fin de introducir la libertad de comercio en las naciones "bárbaras y semibárbaras", sosteniendo que en los países productores de materias primas y alimentos debía elevarse "a principio fundamental la libertad de comercio", puesto que la misma, además de permitirles elevarse al nivel de naciones civilizadas, posibilitaba a las naciones manufactureras proveer a sus fabricantes con productos semielaborados, combustibles y materias primas baratas provenientes de esos países, lo cual era una condición imprescindible para hacer frente a la competencia internacional (léase: inglesa) en el propio mercado doméstico y en terceros mercados y posibilitar así, "acrecentar hasta lo inconmensurable su exportación de mercancías de fábrica, su importación de productos extranjeros, así como su transporte comercial" (de las "naciones manufactureras", CZ). 

List no consideró la medida en que esa su separación del mundo en zonas conminadas a especializarse en la producción de materias primas y a introducir la libertad de comercio, y zonas permitidas de elegir entre proteccionismo y libertad de comercio, así como el tipo de especialización que mejor se acomode a la composición de sus recursos, podría profundizar y perpetuar la división entre naciones productoras de bienes industriales y productoras de bienes primarios, así como tampoco imaginó la medida en que dicha profundización se constituiría en la base de surgimiento de naciones pobres y ricas. Por su argumentación, este capítulo debe ser tenido en cuenta en la historia económica contemporánea como un (primer) esbozo del sistema centro-periferia de las relaciones económicas internacionales, el mismo que se consolidó en el último siglo y medio con su clásica división entre países ricos, industrializados o dominantes y países pobres, productores de materias primas o dominados. ¿Cómo justifica List la manifiesta polaridad de su opinión acerca de la libertad de comercio, categóricamente rechazada para las "naciones manufactureras", pero urgentemente demandada para las "naciones bárbaras"? Veamos su razonamiento a la luz del capítulo mencionado, ateniéndonos a pasajes cruciales del mismo. 


“Sobre los intereses comunes de todas las naciones manufactureras con relación a la libertad de comercio”

“En este capítulo –apunta List- se mostrará que incluso en caso de las naciones manufactureras no se requiere proteger, o sólo en casos excepcionales, la producción de materias primas, combustibles y alimentos. Ya se mostró que muchas naciones harían mejor ocupándose exclusivamente en la agricultura (ver más arriba, subrayado, CZ). Ello supone que esas naciones tienen la posibilidad de exportar sus productos libremente y sin obstáculos a los estados manufactureros y que por su parte no pondrán impedimentos a la importación de productos manufacturados mediante la implantación de elevados aranceles". 

"Finalmente es evidente que los países incrustados en la barbarie o semibarbarie -sea en África, Asia o Sudamérica- alcanzarán más rápido la civilización si todas las potencias manufactureras interceden por que: 1. se establezcan gobiernos regulares y estables en estos países, 2. se protejan allí personas y propiedad, 3. todas las naciones obtengan la posibilidad de comerciar libremente con ellas (negrillas, CZ). Justamente por el último medio enunciado obtienen estos países la posibilidad de abastecerse por la vía más beneficiosa de todo lo que requieren en productos manufacturados y al mismo tiempo pueden realizar ("verwerten") su producción del modo más ventajoso posible". 

"Aquí pueden hacerse realidad los principios cosmopolitas fundamentales (List se refiere aquí a principios tales como aspirar a la libertad general y la paz eterna para llegar, finalmente, a la creación de una "Weltrepublik" o República Mundial, CZ) de modo tal que no exige de ninguna nación retrocesos, sino por el contrario apoya los intereses particulares de cada una con la mayor efectividad". 

"En principio parecería exigir mucho de Inglaterra si se le aconseja abrir sus colonias al comercio libre y renunciar a la ventaja de firmar acuerdos comerciales especiales con naciones menos poderosas y más lejanas -como por ejemplo con las de Sudamérica-, es decir, con potencias a las que puede atemorizar con su poder naval para obtener privilegios de este modo en sus mercados".

 "Si se tiene en cuenta este hecho -que es tan significativo tanto para el bienestar de las naciones civilizadas como también para la civilización de las naciones aún menos desarrolladas o incluso para las que aún se encuentran en estado primario- desde una perspectiva más elevada que la que considera el comerciante monopolista, se reconoce en efecto que mediante la introducción de la libertad de comercio lo más amplia posible en estas zonas, las potencias manufactureras de segundo y tercer orden ciertamente ganarían mucho, pero Inglaterra podría ganar aún mucho más que todas las otras juntas (negrillas, CZ). 

"Para las naciones más avanzadas de Europa y América del Norte no hay ningún interés más grande que la civilización y colonización de todos los países de África, Asia, Sudamérica y Australia. Por este medio podrán acrecentar hasta lo inconmensurable su exportación de mercancías de fábrica, su importación de productos extranjeros, así como su transporte comercial. Sin embargo, no hay nada que sea más adverso a la civilización y progreso de estos países que la política envidiosa y celosa con la cual se obstaculizan y frenan mutuamente las distintas naciones en las diferentes partes del mundo. Si por el contrario -es decir, en vez de partir de propiedad colonial exclusiva, de influencia única sobre los gobiernos, de acuerdos comerciales excluyentes- se elevara a principio fundamental la libertad de comercio y la igualdad legal en los mercados de los estados de Sudamérica, Asia, África, Portugal, España y en ambas Sicilias, se liquidaría de raíz todos estos celos (negrillas, CZ). Sin duda alguna verían entonces todas las naciones manufactureras con placer como cualquier nación se preocupa de la civilización de los pueblos bárbaros". "Inglaterra ganaría más: no sólo porque podría perfeccionar más su propia industria, sino porque nuevos inventos podrían debilitarla en su situación de isla (especialmente si las otras naciones organizan una fuerza conjunta contra Inglaterra)". 

Dicho en breve: List justifica ante todo la necesidad de introducir la libertad de comercio de modo irrestricto en los países "bárbaros" principalmente como medio para evitar “la propiedad colonial exclusiva, la influencia única sobre los gobiernos y acuerdos comerciales excluyentes” por parte de Inglaterra, situación que permitiría también a las naciones "manufactureras" de “segundo y tercer orden” obtener un acceso fácil y ventajoso a los productos en los que los países “bárbaros” debían especializarse, esto es, materias primas, alimentos y combustibles, permitiendo adicionalmente la venta de sus propios productos en esos mercados, pero no exige de los países "manufactureros" un comportamiento similar. Este orden "natural" de la economía es el que ha conducido a la postre, tal como podemos apreciar en nuestros días, al surgimiento del sistema centro-periferia que caracteriza las relaciones económicas internacionales entre países industrializados y en vías de desarrollo.
 
Epílogo

El mundo ha seguido girando después de la obra de List. La "nación manufacturera de primer orden" (Inglaterra), apoyada en la misma argumentación de List, se negó a seguir su recomendación de “abrir sus colonias al comercio libre”. Puesto que le traía más ventajas mantener “la propiedad colonial exclusiva, la influencia única sobre los gobiernos y acuerdos comerciales excluyentes” con las “naciones bárbaras”, pero preocupándose por forzar la especialización de estas naciones en la producción de materias primas, alimentos y combustibles, pues de este modo maximizaba su propio poderío a costa de las “naciones bárbaras” e impedía el surgimiento de las “naciones de segundo y tercer orden”. Este hecho desembocó en una pugna en la segunda mitad del siglo pasado por conquistar territorios, colonias y espacios económicos exclusivos. Esa época, llamada del imperialismo, condujo de modo más o menos directo en la primera mitad de este siglo al surgimiento de regímenes dictatoriales de corte fascista, nazista y stalinista de nuestro siglo. Recién después de los estragos ocasionados por la segunda guerra mundial y ante la necesidad de reorganizar las relaciones económicas internacionales, se impuso la recomendación de List de "elevar a principio fundamental la libertad de comercio", que quedó ampliamente plasmada en organizaciones tales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, las organizaciones de Naciones Unidas y otras, así como claramente impuesta al presente en los mercados de materias primas, alimentos y combustibles. 

Pese a que las estructuras del nuevo orden económico internacional se han inspirado -conscientemente o no- en esta recomendación listiana, aún hoy espera el mundo que las “potencias manufactureras” eliminen sus trabas proteccionistas que continúan profundizando la miseria en el mundo y acentuando aún más la distancia entre los polos ya esbozados por Friedrich List hace más de 155 años.

La prueba más patente del creciente marginamiento del mundo subdesarrollado o en vías de desarrollo de las relaciones económicas internacionales se expresa tanto en el intercambio comercial como financiero a nivel mundial que ha conducido a que el Tercer Mundo reduzca su participación en el comercio internacional de 20 a 8 puntos porcentuales en los últimos 40 años [1950 – 1990] y crezca su deuda externa comprometiendo cada año aproximadamente el 15% del valor de sus exportaciones al pago de dichas obligaciones financieras. En el caso de América Latina, su participación en el comercio mundial se ha reducido de 11 a 3 puntos porcentuales en los últimos 40 años, situación que se debe a múltiples causas, destacando entre ellas tanto el deterioro de los términos de intercambio y el abandono relativo de su sector exportador, como a la política de industrialización sustitutiva protegida, procesos que siguieron a la especialización forzada en la producción de materias primas a la que estuvo sometida constantemente por parte de las “potencias manufactureras”.(4)

La polaridad de la opinión de List que exigía “la introducción de una libertad de comercio lo más amplia posible en estas zonas” (países en vías de desarrollo, CZ), al mismo tiempo que reclamaba un proteccionismo temporal para la industria en las “naciones manufactureras” se explica por la intención de proponer una receta para hacer frente al coloso inglés, uniéndose a él, así sea parcial y circunstancialmente, pero a costa de las posibilidades de elección de los actuales países en vías de desarrollo, constante que no ha cambiado sustancialmente en el último siglo.


Notas

1. El autor es economista. La versión original del presente ensayo se publicó en Revista Semana de Última Hora, La Paz, Bolivia, 29 de mayo de 1994. Entonces era titular de la columna de opinión Claraboya de ÚLTIMA HORA.

2. Incluso se ha desarrollado una corriente de los seguidores de las ideas de List, los autodenominados “neolistianos”. Ver al respecto: D. Senghaas, Vom Europa lernen. Suhrkamp, 1982, p. 352.

3. Las citas empleadas en este artículo han sido extraídas de la obra de Friedrich List, “Das natürliche System der politischen Ökonomie” (El sistema natural de la economía política), Berlin, 1961(escrito en 1838). Las traducciones de las citas son del autor del presente ensayo.

4. Ver, Carlos Rodrigo Zapata C., Integración de América Latina en la economía mundial, en: Desarrollo + Cooperación, Frankfurt, 4/1992, p. 22.