Estimada
Clepsidra,
Quiero
aprovechar tu excelente nota que reproduzco a continuación, para intentar un
diálogo, al que sería bueno que puedan sumarse tantos como sea posible.
Rescato el punto nodal de tu nota, ese del cambio de actitud, y esta frase que transcribo textualmente: “Es difícil como urgente tomar el micrófono no para dar gusto a unos u otros, sino para poner en la agenda pública los nudos reales de la tensión entre medios y poderes y abrir puertas a líneas de reflexión que impulsen este trabajo casado con valores democráticos”. Estoy básicamente de acuerdo con tu planteamiento, pues considero que es esencial aprender a urgirse con las angustias de los otros, sólo que estos otros somos todos, simplemente porque el tema de la libertad de expresión, de la forma como la aprovechamos, nos compete a todos, sin excepciones.
Rescato el punto nodal de tu nota, ese del cambio de actitud, y esta frase que transcribo textualmente: “Es difícil como urgente tomar el micrófono no para dar gusto a unos u otros, sino para poner en la agenda pública los nudos reales de la tensión entre medios y poderes y abrir puertas a líneas de reflexión que impulsen este trabajo casado con valores democráticos”. Estoy básicamente de acuerdo con tu planteamiento, pues considero que es esencial aprender a urgirse con las angustias de los otros, sólo que estos otros somos todos, simplemente porque el tema de la libertad de expresión, de la forma como la aprovechamos, nos compete a todos, sin excepciones.
Pero me
voy al punto, y dejo que el sabor de la expresión, “los nudos reales de la
tensión entre medios y poderes”, me invada todos los sentidos, pues por ahí
debemos empezar. Tengo la impresión que manejamos en Bolivia una idea, un
concepto de la libertad de expresión bastante estrecho, pacato, al punto que en
gran medida pareciera que con criticar al gobierno, a su gestión, ya se
estuviera ejerciendo satisfactoriamente la libertad de expresión y los medios
de difusión ya estuvieran cumpliendo su misión a cabalidad. En este punto me
detengo unos instantes, sólo para decir que considero que los medios de
difusión en Bolivia cumplen su misión, con este alcance, de modo ampliamente
satisfactorio, razón por la que a su vez considero que no es por ahí que se
halla el meollo de los nudos a los que haces referencia. Creo que la cosa va
por otro lado.
Cuando
digo que se maneja un concepto de libertad de expresión bastante estrecho,
sostengo que los medios de difusión hacen caso omiso, no consideran, una
diversidad de temáticas que no necesariamente surgen de su crítica al gobierno y
su gestión. Ello conduce a no tomar en cuenta asuntos que son esenciales para
la colectividad, para la construcción de la nación, la unidad, la cohesión, el
futuro, puesto que en el fragor del afán por criticar el uso del poder, se
pierden de vista fácilmente estas dimensiones.
Quisiera
poner sólo un par de ejemplos para ilustrar lo que señalo. La gestión pública,
es decir, el conjunto de acciones que promueve el gobierno para implementar sus
políticas, exige que los beneficiarios no sólo estén adecuadamente informados
acerca del contenido, finalidad, pertinencia de dichas políticas, sino que las
mismas sean razonablemente comprendidas, que sean aceptadas, siempre que
existan los elementos necesarios y suficientes para que así sea. Sin esa labor
de información, sin el conocimiento mínimo necesario de dichas políticas, no es
posible esperar que el ciudadano participe, se involucre, haga suyas dichas
políticas y colabore en su misma implementación. Por otra parte, es claro y
evidente que sin dicha participación ciudadana activa resulta muy difícil poder
implementar políticas públicas, pues demandan una actitud proactiva de parte de
la ciudadanía, sea para reducir costos, estirar su alcance, facilitar que los
beneficios derivados de las mismas puedan alcanzar a todos los destinatarios.
.Ahora
bien, ¿qué tiene que ver todo ello con la libertad de expresión? Pues
simplemente que los medios en su afán de criticar al gobierno pierden de vista
la importante misión que les cupe en la implementación de las políticas
públicas. Pensar que esa sólo es tarea gubernamental, que el gobierno la debe
llevar adelante aún en contra de los medios, es caer justamente en una
concepción estrecha de la misión de los medios, de su rol y función en la
gestión pública compartida en una sociedad abierta.
Podríamos
dar muchos ejemplos acerca del pobre rol que cumplen los medios en sus tareas
de acompañar los procesos de desarrollo en la sociedad. Los medios reflejan las
noticias diarias, pero aportan muy poco a la construcción de visiones
compartidas, de consensos, a señalar las debilidades y fortalezas de la
sociedad, a identificar nuestras oportunidades. Tampoco contribuyen a construir
pautas firmes acerca de los aspectos medulares que debemos tener en cuenta en
nuestro diario quehacer. Estoy pensando en temas como el deterioro ambiental,
los crecientes desastres, los inmensos recursos que poseemos sin darles un
aprovechamiento razonable, como ser la riqueza forestal, piscícola, camélida,
mineral, etc. Tampoco la prensa contribuye a afirmarnos identitariamente, a
fortalecer nuestras tradiciones, a valorar nuestras virtudes, a criticar -y si
es necesario, hasta demoler- nuestros defectos, no importa en qué sector de la
sociedad se hallen, sin interesar de qué clase social o pueblo se trate.
¿Cuáles
son las consecuencias que se derivan de manejar una noción tan estrecha de
libertad de prensa, que muchas veces más bien huele a moralina de púlpito que a
experiencias vividas, pues se preconiza causas ambiguas o perdidas, y se
critica personas y procesos sin ponernos en su pellejo o en sus circunstancias?
Pues la consecuencia primera y fundamental es que gobierno y sociedad no
sienten que los medios de difusión les presten los servicios que requieren, por
lo que el primero se ocupa de montar sus propios medios de difusión, y la
segunda de buscarse la vida por otros medios, lo cual en conjunto ocasiona la
tremenda erosión del valor de los medios como punto sináptico de contacto del
conjunto de la sociedad consigo misma y con su propio futuro.
En
conclusión, estimada Clepsidra, creo que los medios tienen necesariamente que
abrirse mucho más, tienen que abordar temáticas diversas que le ayuden a la
sociedad a encontrar sus propios derroteros de modo mucho más consecuente y
preciso, debe dejar de hacer de su disputa con el gobierno el principio y fin
de su accionar, debe aprender a hacer prevalecer la libertad de prensa de modo
mucho más serio y maduro, debe evitar jugar con ella, porque es un patrimonio
demasiado precioso para todos nosotros como para ponerla en riesgo del modo en
que los medios de difusión lo han estado haciendo en los últimos años.
Para
terminar de redondear estas breves reflexiones, permíteme volver al punto de
partida. “Los nudos reales de la tensión entre medios y poderes” se hallan
fundamentalmente en una concepción demasiado estrecha de los medios de difusión
acerca de los alcances de su propio rol y función en una sociedad abierta,
democrática, empobrecida, con múltiples recursos naturales a su disposición y
muchas trabas estructurales a su desarrollo, en su falta de comprensión del
lugar que le corresponde, que no consiste únicamente en marcarle los pasos al
gobierno, sino sobre todo en orientar al conjunto de la sociedad en sus
esfuerzos para construir su propio futuro.
Recibe de
mi parte mis más cálidos saludos.
Cordialmente,
Carlos Rodrigo Zapata C.
.
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Clepsidra
Otra sobre medios
Otra sobre medios
Por: Claudia
Benavente *
Es difícil como urgente tomar el micrófono no para dar gusto a unos u otros, sino para poner en la agenda pública los nudos reales de la tensión entre medios y poderes...
Es difícil como urgente tomar el micrófono no para dar gusto a unos u otros, sino para poner en la agenda pública los nudos reales de la tensión entre medios y poderes...
.
Vale la pena
insistir en el tema porque seguimos lejos de un debate sano sobre los medios de
comunicación. Plenamente conscientes del techo polarizado bajo el que
consumimos los medios y bajo el que nos dividimos como sociedad, la idea es
afinar ideas para una convivencia (social y mediática) tolerante y respetuosa.
Para avanzar en este sentido es impostergable un cambio de actitud.
- En los medios de
comunicación, cuya principal función es informar siguiendo normas básicas del
periodismo y respetando los derechos humanos fundamentales. De lo contrario
seguiremos pataleando en las aguas contaminadas por intereses de sectores
empresariales propietarios de grandes medios o atravesados por intereses del
poder de turno en unos u otros medios. Informar desinformando a la población
para mostrar un solo lado de la realidad compleja, en la que no hay sólo buenos
o malos sino una variedad de grises, es atentar contra la ciudadanía en su
derecho a una información responsable y completa.
- En sectores,
cuya función es mirar con distancia, sin apasionamientos y sin partidismos el
trabajo de los medios para contribuir a un análisis transparente y equilibrado.
Asociaciones de periodistas, federaciones de trabajadores del gremio,
observadores de productos periodísticos, instancias que desde la legislación,
la ética, desde poderes simbólicos puedan hacer escuchar voces clarificadoras.
Lo pertinente hoy no es comparar al actual Gobierno con dictaduras militares
del pasado ni asociar lo disidente al oficialismo con intereses oligárquicos
casados con la Embajada de EEUU, sino lo contrario: mirar la complejidad tanto
del momento histórico que vive el país como la complejidad de cada caso que
despierta el escándalo mediático.
- En los
académicos del mundo de la comunicación, de la política, de la sociología o del
periodismo, a quienes se recurre para alimentar y dar legitimidad a consignas
simplificadoras de uno u otro bando. Es difícil como urgente tomar el micrófono
no para dar gusto a unos u otros, sino para poner en la agenda pública los
nudos reales de la tensión entre medios y poderes y abrir puertas a líneas de
reflexión que impulsen este trabajo casado con valores democráticos.
- En las y los
periodistas, esta vez no como parte de una casa periodística sino como
personas. Personas con sus propias historias, con su propio contexto, con sus
opciones ideológicas y con su corazón que no deja de latir cuando escribe o
toma una fotografía o edita una nota televisiva. Personas que han elegido uno
de los oficios más bellos por la posibilidad de interpretar hechos sobre la
base de datos idóneos y buena fe, por la oportunidad de narrar las pequeñas y
grandes historias del imaginario contemporáneo.
Para cerrar la
lista de los llamados a un cambio de actitud: este Clepsidra. Porque el
espíritu esta semana no ha sido subirse a la colina para jugar a dictar los
diez mandamientos del periodismo en tiempo de turbulencias. El sentimiento ha
sido compartir una crítica que comienza en casa, se inspira de los errores
propios, aprende de los apasionamientos sin vocación de construcción y se
compromete a trabajar todos los días por un periodismo digno, como muchísimos
periodistas jóvenes y no tanto, de izquierda y conservadores, hombres y
mujeres, del oriente y occidente del país, todos honestos y todos sedientos de
un nuevo periodismo.
* Doctora en
comunicación
lapinbenavente@hotmail.com