Carlos Rodrigo Zapata C. (*)
El temprano inicio de la campaña para la elección de Presidente de la República y parlamentarios, abre el telón a un escenario complejo y problemático en Bolivia. La mayor complejidad se halla en la paulatina aproximación al punto de intersección de varias tendencias más o menos previsibles. ¿Cuáles son dichas tendencias?
Erosión económica. La primera se relaciona con el proceso de erosión económica que la crisis económica y financiera mundial está empezando a ocasionar en Bolivia. Las áreas críticas ya han sido claramente avizoradas: minería, hidrocarburos, remesas, soya, narcotráfico. Los efectos están a la orden del día: cierre de operaciones mineras, disminución de precios de las materias primas exportadas, reducción de volúmenes de venta, reducción de remesas de bolivianos en el exterior, también los impactos: desempleo, reducción de ingresos fiscales, menor inversión pública, etc. Lo más grave en este contexto es que el narcotráfico (en el sentido amplio, incluyendo el cultivo de coca) se presenta como colchón para los problemas de empleo y para restricciones financieras. La falta de inversiones en el sector hidrocarburífero, tanto en exploración como en producción y procesamiento, así como la inadecuada provisión de hidrocarburos, son temáticas que le representarán al candidato oficialista una pérdida de votos y apoyo en distintas capas de población.
Esta tendencia parece irreversible en el curso de este año, de modo que las campañas abundarán sobre asuntos relacionados con ello, con la falta de previsión para enfrentar la crisis, con la magnitud de la misma, con su duración y sus efectos e impactos en el país. No obstante, puede preverse que será un debate poco fructífero electoralmente, excepto en sectores de clase media, ya que la gran mayoría del país suele vivir en un marco de precariedad tal que la crisis actual poco más podrá aportar como para modificar o alterar su parecer. El asunto girará, en todo caso, en torno a la cuestión acerca de la medida en que los efectos e impactos de la crisis han sido hechos en casa, aunque a estas alturas del desarrollo de la crisis, en que hay países enteros que están cayendo en bancarrota –países que se dedicaron a vivir de la especulación financiera, como Islandia, Irlanda, Letonia, etc.- podría decirse que es difícil estar preparado para enfrentar este tsunami económico mundial, que de todas maneras Bolivia se halla relativamente bien guarecida y ello en buena medida gracias a la “nacionalización” del gas que consistió en firmar nuevos contratos con las empresas petroleras, pero asegurando para el fisco boliviano una proporción efectiva mucho mayor de los ingresos que en el pasado neoliberal. De modo que también en estos aspectos, es decir, si Bolivia se halla a buen recaudo de la crisis mundial o no, resultará difícil que la oposición logre votos. Temas como la prohibición de importación de autos usados (con más de 5 años) y la prolongación de permisos para la venta de ropa usada (e indirectamente, para seguir contrabandeándola) son temas críticos, pero que hoy por hoy electoralmente son redituables para el gobierno, ya que en el primer caso se evita una salida de cientos de millones de dólares y en el segundo, se evita enfrentar a corto plazo una situación de desempleo de miles de “ropavejeros”, medidas que en medio de la coyuntura actual de crisis de exportaciones y de empleo estarían más que justificadas. La lógica de estas y otras medidas (como por ejemplo, evitar la devaluación del boliviano) parecen haber sido tomadas pensando principalmente en diciembre 2009. El criterio clave parece ser aquí, el de intercambiar problemas de alta intensidad por problemas de baja intensidad.
Desgaste del gobierno. Una segunda tendencia se halla en el desgaste del gobierno del Presidente Evo Morales. Los centros de conflicto, la multiplicación de adversarios, cuestionamientos y críticas a su gestión, la falta de solidez en la conducción económica, la híper concentración gubernamental en el tema político antes que en el económico, la atención al tema social mediante la creación de bonos, cuyo financiamiento no deja de preocupar a los diferentes sectores sociales, el crecimiento desmedido de la deuda interna, la falta de garantías suficientes a la libertad de expresión y a la propiedad, son algunas de las temáticas que se constituirán en esferas de fuerte controversia en el curso de la campaña. En todos estos temas lloverán las críticas, los cuestionamientos y las objeciones a la capacidad del actual gobierno, pero el éxito electoral de dichas objeciones pasa por la percepción que tengan los electores sobre dichos asuntos, que en gran parte se muestran relativamente distantes o desinteresados en estas cuestiones. Posiblemente las áreas de mayor preocupación para el gobierno se centrarán en salir limpiamente de la tenaza en la que ha caído, entre legalidad y legitimidad. En Bolivia, cada vez que se habla de legitimidad, se tiene en mente una decisión más o menos espontánea o arbitraria que toma un cabildo, una asamblea o una reunión de afectados, que deciden el curso de acción al que se ajustarán, sin interesar si dicha resolución se halla adecuadamente amparada por las leyes. El asunto es que se ha observado mucha vacilación frente a dichos atropellos por parte de autoridades gubernamentales, habiendo dejado la impresión que son extremadamente puntillosas en el cumplimiento de las leyes cuando se trata de un asunto crucial o central para sus propios fines, como fue el tratamiento de la Ley electoral transitoria en el Congreso, pero no tienen mayor inconveniente en aprobar disposiciones cuestionables, como fue el tratamiento dado a los resultados del referendo revocatorio, dejando que sea el Tribunal Constitucional el que se pronuncie sobre la constitucionalidad de las mismas. El detalle que faltaba, como diría Don Fulgencio, es que el propio Tribunal hace ya dos años se halla prácticamente acéfalo, es decir, inhabilitado para pronunciarse por haberse quedado con una sola vocal, que por ahora sólo contribuye a mantener vivo ese centro del poder judicial, aunque sin tener ninguna capacidad de acción ni de reacción. La falta de claridad en apoyar la legalidad frente a diversas formas de supuesta legitimidad, es sin duda uno de los vacíos mayores que ostenta el gobierno. El caso de la toma de la vivienda de VH Cárdenas y de castigo a su familia, se constituye en un ejemplo paradigmático de esta vacilación.
Debilidad congénita de la oposición. Una tercera tendencia tiene que ver con la debilidad congénita de la oposición. Este cuadro es realmente enredado y da lugar a muchas interpretaciones, especialmente por su composición, por la actuación que ha puesto de manifiesto en los tres años pasados y por lo que puede ofrecer o proponer al electorado. Pero veamos rápidamente cada uno de estos puntos como para escudriñar qué se puede esperar de la oposición.
Cuando nos referimos a la composición de la misma, nos referimos a posturas o posiciones que van desde la extrema derecha de corte oligárquico, hasta una oposición de izquierda, que siente que sus postulados están siendo tergiversados o entregados al neoliberalismo y hasta a las mismas fuerzas oligárquicas, pasando por otras posturas de una derecha menos extremista, pero umbilicalmente conectada con centros de poder tradicional, el mercado y el retiro del Estado de la gestión económica. Este cuadro de dispersión anticipa las dificultades de lograr alguna candidatura de consenso que pueda enfrentar a Evo en diciembre. Si tenemos dudas acerca de la posible afinidad que pueda existir entre las fuerzas de oposición, es bueno hacer un seguimiento de su actuación en los últimos años.
Podría encasillarse la actuación de la oposición en tres compartimentos: oposición intransigente, tolerancia o cohabitación ocasional. Ello significa que la mayor parte de los grupos de oposición se ha inhabilitado como oponente a Evo por su colaboración puntual o su tolerancia, vistos en reiteradas oportunidades, en particular en relación con la Asamblea Constituyente y el referendo revocatorio, mucho más si en otros aspectos no han logrado desarrollar un perfil propio, basado en propuestas y puntos de vista sólidos.
Para valorar electoralmente a las fuerzas de extrema derecha, será importante analizar el tercer elemento que hemos destacado para comprender las oportunidades de la oposición: sus propuestas. Dichas fuerzas, centradas particularmente en la región oriental y gasífera de Bolivia, han desarrollado un discurso de interpelación y de cuestionamiento hacia el gobierno de Evo Morales y cuenta con una cantidad significativa de adherentes en su región. No obstante, dicho discurso sólo ha logrado penetrar de modo parcial en las áreas urbanas de la región occidental o altiplánica del país y la región valluna, sin prácticamente ninguna influencia en las zonas rurales de estas regiones. Ello significa que en el mejor de los casos dichas fuerzas cuentan con un 30% de apoyo electoral. La pregunta es si sobre dicha base podrán reeditar las viejas prácticas de la democracia pactada, es decir, la conformación de megacoaliciones que les permitan sumar una cantidad de escaños electorales útiles para oponerse a Evo Morales, en caso que sea elegido directamente o en segunda vuelta. La falta de propuestas integradoras, capaces de proponer una visión de futuro compartido al conjunto del país, se constituye en su falencia y vacío más significativo.
Por ahora se puede decir que en buena medida este vacío puede ser llenado por Evo Morales, especialmente porque se ha apoderado de algunas ideas fuerzas que han copado el escenario nacional, en buena parte porque son asuntos que venimos arrastrando desde los orígenes mismos de nuestra República: exclusión, colonialismo, racismo. Para hacer frente a estos sistemas de problemas es imaginable una gama tan amplia de respuestas que da la impresión que Evo se hubiera apoderado de la mente de los electores, ya que casi cualquier cosa que proponga podrá ser fácilmente insumida en dichos marcos.
Ello equivale a actuar como meteorólogo, pero sin tener que dar un pronóstico del clima, y si tiene que darlo, dirá que sus valores fluctuarán entre -20 y +40 grados, lo cual prácticamente permite garantizar que siempre acertará con semejante pronóstico, sólo que no podrá demostrar la virtud de sus esquemas de análisis climático. Este modo de proceder deja en plena libertad de acción a los dueños de ese discurso para que lo usen y ocupen como mejor les parezca, ya que deben existir mil y una maneras de hacer frente a la exclusión, colonialismo y racismo, por no estar claramente escrito cómo se hace y cómo se logra resultados palpables en estas temáticas, tampoco en Bolivia, que no ha dejado de intentar esto y aquello -reforma agraria, nacionalizaciones, revoluciones, etc.- pero históricamente no ha logrado resultados objetivos en su lucha contra esos males.
La mala noticia, es que la oposición no podrá desentenderse de enfrentar este discurso duro, porque detrás de ello está a su vez el voto duro que respalda la gestión de Evo Morales. La peor noticia, es que la oposición no tiene un discurso para enfrentar la oleada de propuestas y medidas que se avecinan, algunas de las cuales ya han sido anticipadas en la nueva Constitución y muchas otras aún deben esbozarse y plantearse. Los grados de libertad que tienen Evo Morales y sus seguidores para jugar este partido llega al extremo que incluso si plantea una economía de guerra, un esquema ortodoxo de saneamiento de la economía o formas comunales de cogestión, sus adherentes no tendrán mayor reparo en apoyarlo, pues también esas pueden ser formas de encarar la lucha contra la exclusión, el colonialismo y el racismo, así como de responder al cordón umbilical que Evo y su gobierno han construido con las bases campesinas e indígenas del país, a condición de no interrumpir la marcha en este proceso hasta doblegar estas fuerzas y estructuras.
Este discurso y la flexibilidad con la que se lo podrá manejar, tiene un cierto doble filo, ya que un uso abusivo, sin fundamentos razonables, en lo referido a efectos e impactos esperados de las medidas propuestas, puede ocasionar una erosión en el voto duro que apoya a Evo; sin embargo, un uso adecuado y pertinente del mismo, puede contribuir incluso a quebrar el voto duro en el oriente del país y en los mismos bastiones de la derecha. El sueño boliviano de lograr una visión de futuro promisorio y compartido, bien puede salir de la lucha contra esos tres flagelos que han hecho prácticamente imposible toda convivencia pacífica y civilizada en Bolivia. Mirándolo bien, el potencial articulador y unificador del país que tiene este discurso, que cuestiona e interpela sin concesiones los fundamentos mismos sobre los que estaba construida nuestra convivencia, puede constituirse sin duda en la piedra fundamental de la nueva Bolivia, aquella que nos permita vivir y gozar de nuestra diversidad, con respeto a las diferencias, en el marco del derecho y la democracia, pero por encima de todo ello y en primer término, sin exclusión, racismo, ni atisbos colonialistas.
En este marco, la oposición recalcitrante estará cada día que pasa más tentada de recurrir a sus argumentos tradicionales, centrados en esquemas separatistas, llámese federalismo o simple y llana división del país. Procurará poner todo tipo de cortapisas, recurrir a toda suerte de fantasmas y a pintar toda clase de monstruos en la pared, con tal de evitar la erosión de su voto, pues tiene que saber que sus días están contados, especialmente en lo que se refiere a conservar toda clase de privilegios.
Por todo lo señalado puede decirse que esta elección no consiste meramente en elegir un Presidente, un gobierno, sino en la oportunidad de construir las bases de un futuro común, que será de la amplitud que tengan las propuestas que plantee principalmente el actual frente político en el poder. El buen aporte de la oposición podrá consistir en mostrar la insuficiencia o liviandad de dichas propuestas, ya que ello conducirá a afinarlas y darles un cariz de mayor alcance, capaz de interpelar inclusivamente a toda la nación.
El desenlace final de las tendencias descritas se dará en el momento en que los impactos de la crisis mundial en el país, el desgaste del gobierno y la conformación de la oposición para enfrentar esta elección, hayan alcanzado valores cruciales. Una profundización del desgaste gubernamental y/o de los impactos de la crisis podrían afectar significativamente las pretensiones de Evo de revalidarse en el poder, del mismo modo que la incapacidad de la oposición para organizarse y estructurar un discurso capaz de convocar a todos los sectores sociales y regiones del país, podría dar fin a toda pretensión de la oposición. Pero, como se vio, en esta elección no está en juego la opción de un jaque mate o la de ‘ganar todo’, sino la de aportar con propuestas coherentes a la construcción de un futuro común y compartido. Toda otra opción será relegada por el elector.
(*) Economista, analista político.
El temprano inicio de la campaña para la elección de Presidente de la República y parlamentarios, abre el telón a un escenario complejo y problemático en Bolivia. La mayor complejidad se halla en la paulatina aproximación al punto de intersección de varias tendencias más o menos previsibles. ¿Cuáles son dichas tendencias?
Erosión económica. La primera se relaciona con el proceso de erosión económica que la crisis económica y financiera mundial está empezando a ocasionar en Bolivia. Las áreas críticas ya han sido claramente avizoradas: minería, hidrocarburos, remesas, soya, narcotráfico. Los efectos están a la orden del día: cierre de operaciones mineras, disminución de precios de las materias primas exportadas, reducción de volúmenes de venta, reducción de remesas de bolivianos en el exterior, también los impactos: desempleo, reducción de ingresos fiscales, menor inversión pública, etc. Lo más grave en este contexto es que el narcotráfico (en el sentido amplio, incluyendo el cultivo de coca) se presenta como colchón para los problemas de empleo y para restricciones financieras. La falta de inversiones en el sector hidrocarburífero, tanto en exploración como en producción y procesamiento, así como la inadecuada provisión de hidrocarburos, son temáticas que le representarán al candidato oficialista una pérdida de votos y apoyo en distintas capas de población.
Esta tendencia parece irreversible en el curso de este año, de modo que las campañas abundarán sobre asuntos relacionados con ello, con la falta de previsión para enfrentar la crisis, con la magnitud de la misma, con su duración y sus efectos e impactos en el país. No obstante, puede preverse que será un debate poco fructífero electoralmente, excepto en sectores de clase media, ya que la gran mayoría del país suele vivir en un marco de precariedad tal que la crisis actual poco más podrá aportar como para modificar o alterar su parecer. El asunto girará, en todo caso, en torno a la cuestión acerca de la medida en que los efectos e impactos de la crisis han sido hechos en casa, aunque a estas alturas del desarrollo de la crisis, en que hay países enteros que están cayendo en bancarrota –países que se dedicaron a vivir de la especulación financiera, como Islandia, Irlanda, Letonia, etc.- podría decirse que es difícil estar preparado para enfrentar este tsunami económico mundial, que de todas maneras Bolivia se halla relativamente bien guarecida y ello en buena medida gracias a la “nacionalización” del gas que consistió en firmar nuevos contratos con las empresas petroleras, pero asegurando para el fisco boliviano una proporción efectiva mucho mayor de los ingresos que en el pasado neoliberal. De modo que también en estos aspectos, es decir, si Bolivia se halla a buen recaudo de la crisis mundial o no, resultará difícil que la oposición logre votos. Temas como la prohibición de importación de autos usados (con más de 5 años) y la prolongación de permisos para la venta de ropa usada (e indirectamente, para seguir contrabandeándola) son temas críticos, pero que hoy por hoy electoralmente son redituables para el gobierno, ya que en el primer caso se evita una salida de cientos de millones de dólares y en el segundo, se evita enfrentar a corto plazo una situación de desempleo de miles de “ropavejeros”, medidas que en medio de la coyuntura actual de crisis de exportaciones y de empleo estarían más que justificadas. La lógica de estas y otras medidas (como por ejemplo, evitar la devaluación del boliviano) parecen haber sido tomadas pensando principalmente en diciembre 2009. El criterio clave parece ser aquí, el de intercambiar problemas de alta intensidad por problemas de baja intensidad.
Desgaste del gobierno. Una segunda tendencia se halla en el desgaste del gobierno del Presidente Evo Morales. Los centros de conflicto, la multiplicación de adversarios, cuestionamientos y críticas a su gestión, la falta de solidez en la conducción económica, la híper concentración gubernamental en el tema político antes que en el económico, la atención al tema social mediante la creación de bonos, cuyo financiamiento no deja de preocupar a los diferentes sectores sociales, el crecimiento desmedido de la deuda interna, la falta de garantías suficientes a la libertad de expresión y a la propiedad, son algunas de las temáticas que se constituirán en esferas de fuerte controversia en el curso de la campaña. En todos estos temas lloverán las críticas, los cuestionamientos y las objeciones a la capacidad del actual gobierno, pero el éxito electoral de dichas objeciones pasa por la percepción que tengan los electores sobre dichos asuntos, que en gran parte se muestran relativamente distantes o desinteresados en estas cuestiones. Posiblemente las áreas de mayor preocupación para el gobierno se centrarán en salir limpiamente de la tenaza en la que ha caído, entre legalidad y legitimidad. En Bolivia, cada vez que se habla de legitimidad, se tiene en mente una decisión más o menos espontánea o arbitraria que toma un cabildo, una asamblea o una reunión de afectados, que deciden el curso de acción al que se ajustarán, sin interesar si dicha resolución se halla adecuadamente amparada por las leyes. El asunto es que se ha observado mucha vacilación frente a dichos atropellos por parte de autoridades gubernamentales, habiendo dejado la impresión que son extremadamente puntillosas en el cumplimiento de las leyes cuando se trata de un asunto crucial o central para sus propios fines, como fue el tratamiento de la Ley electoral transitoria en el Congreso, pero no tienen mayor inconveniente en aprobar disposiciones cuestionables, como fue el tratamiento dado a los resultados del referendo revocatorio, dejando que sea el Tribunal Constitucional el que se pronuncie sobre la constitucionalidad de las mismas. El detalle que faltaba, como diría Don Fulgencio, es que el propio Tribunal hace ya dos años se halla prácticamente acéfalo, es decir, inhabilitado para pronunciarse por haberse quedado con una sola vocal, que por ahora sólo contribuye a mantener vivo ese centro del poder judicial, aunque sin tener ninguna capacidad de acción ni de reacción. La falta de claridad en apoyar la legalidad frente a diversas formas de supuesta legitimidad, es sin duda uno de los vacíos mayores que ostenta el gobierno. El caso de la toma de la vivienda de VH Cárdenas y de castigo a su familia, se constituye en un ejemplo paradigmático de esta vacilación.
Debilidad congénita de la oposición. Una tercera tendencia tiene que ver con la debilidad congénita de la oposición. Este cuadro es realmente enredado y da lugar a muchas interpretaciones, especialmente por su composición, por la actuación que ha puesto de manifiesto en los tres años pasados y por lo que puede ofrecer o proponer al electorado. Pero veamos rápidamente cada uno de estos puntos como para escudriñar qué se puede esperar de la oposición.
Cuando nos referimos a la composición de la misma, nos referimos a posturas o posiciones que van desde la extrema derecha de corte oligárquico, hasta una oposición de izquierda, que siente que sus postulados están siendo tergiversados o entregados al neoliberalismo y hasta a las mismas fuerzas oligárquicas, pasando por otras posturas de una derecha menos extremista, pero umbilicalmente conectada con centros de poder tradicional, el mercado y el retiro del Estado de la gestión económica. Este cuadro de dispersión anticipa las dificultades de lograr alguna candidatura de consenso que pueda enfrentar a Evo en diciembre. Si tenemos dudas acerca de la posible afinidad que pueda existir entre las fuerzas de oposición, es bueno hacer un seguimiento de su actuación en los últimos años.
Podría encasillarse la actuación de la oposición en tres compartimentos: oposición intransigente, tolerancia o cohabitación ocasional. Ello significa que la mayor parte de los grupos de oposición se ha inhabilitado como oponente a Evo por su colaboración puntual o su tolerancia, vistos en reiteradas oportunidades, en particular en relación con la Asamblea Constituyente y el referendo revocatorio, mucho más si en otros aspectos no han logrado desarrollar un perfil propio, basado en propuestas y puntos de vista sólidos.
Para valorar electoralmente a las fuerzas de extrema derecha, será importante analizar el tercer elemento que hemos destacado para comprender las oportunidades de la oposición: sus propuestas. Dichas fuerzas, centradas particularmente en la región oriental y gasífera de Bolivia, han desarrollado un discurso de interpelación y de cuestionamiento hacia el gobierno de Evo Morales y cuenta con una cantidad significativa de adherentes en su región. No obstante, dicho discurso sólo ha logrado penetrar de modo parcial en las áreas urbanas de la región occidental o altiplánica del país y la región valluna, sin prácticamente ninguna influencia en las zonas rurales de estas regiones. Ello significa que en el mejor de los casos dichas fuerzas cuentan con un 30% de apoyo electoral. La pregunta es si sobre dicha base podrán reeditar las viejas prácticas de la democracia pactada, es decir, la conformación de megacoaliciones que les permitan sumar una cantidad de escaños electorales útiles para oponerse a Evo Morales, en caso que sea elegido directamente o en segunda vuelta. La falta de propuestas integradoras, capaces de proponer una visión de futuro compartido al conjunto del país, se constituye en su falencia y vacío más significativo.
Por ahora se puede decir que en buena medida este vacío puede ser llenado por Evo Morales, especialmente porque se ha apoderado de algunas ideas fuerzas que han copado el escenario nacional, en buena parte porque son asuntos que venimos arrastrando desde los orígenes mismos de nuestra República: exclusión, colonialismo, racismo. Para hacer frente a estos sistemas de problemas es imaginable una gama tan amplia de respuestas que da la impresión que Evo se hubiera apoderado de la mente de los electores, ya que casi cualquier cosa que proponga podrá ser fácilmente insumida en dichos marcos.
Ello equivale a actuar como meteorólogo, pero sin tener que dar un pronóstico del clima, y si tiene que darlo, dirá que sus valores fluctuarán entre -20 y +40 grados, lo cual prácticamente permite garantizar que siempre acertará con semejante pronóstico, sólo que no podrá demostrar la virtud de sus esquemas de análisis climático. Este modo de proceder deja en plena libertad de acción a los dueños de ese discurso para que lo usen y ocupen como mejor les parezca, ya que deben existir mil y una maneras de hacer frente a la exclusión, colonialismo y racismo, por no estar claramente escrito cómo se hace y cómo se logra resultados palpables en estas temáticas, tampoco en Bolivia, que no ha dejado de intentar esto y aquello -reforma agraria, nacionalizaciones, revoluciones, etc.- pero históricamente no ha logrado resultados objetivos en su lucha contra esos males.
La mala noticia, es que la oposición no podrá desentenderse de enfrentar este discurso duro, porque detrás de ello está a su vez el voto duro que respalda la gestión de Evo Morales. La peor noticia, es que la oposición no tiene un discurso para enfrentar la oleada de propuestas y medidas que se avecinan, algunas de las cuales ya han sido anticipadas en la nueva Constitución y muchas otras aún deben esbozarse y plantearse. Los grados de libertad que tienen Evo Morales y sus seguidores para jugar este partido llega al extremo que incluso si plantea una economía de guerra, un esquema ortodoxo de saneamiento de la economía o formas comunales de cogestión, sus adherentes no tendrán mayor reparo en apoyarlo, pues también esas pueden ser formas de encarar la lucha contra la exclusión, el colonialismo y el racismo, así como de responder al cordón umbilical que Evo y su gobierno han construido con las bases campesinas e indígenas del país, a condición de no interrumpir la marcha en este proceso hasta doblegar estas fuerzas y estructuras.
Este discurso y la flexibilidad con la que se lo podrá manejar, tiene un cierto doble filo, ya que un uso abusivo, sin fundamentos razonables, en lo referido a efectos e impactos esperados de las medidas propuestas, puede ocasionar una erosión en el voto duro que apoya a Evo; sin embargo, un uso adecuado y pertinente del mismo, puede contribuir incluso a quebrar el voto duro en el oriente del país y en los mismos bastiones de la derecha. El sueño boliviano de lograr una visión de futuro promisorio y compartido, bien puede salir de la lucha contra esos tres flagelos que han hecho prácticamente imposible toda convivencia pacífica y civilizada en Bolivia. Mirándolo bien, el potencial articulador y unificador del país que tiene este discurso, que cuestiona e interpela sin concesiones los fundamentos mismos sobre los que estaba construida nuestra convivencia, puede constituirse sin duda en la piedra fundamental de la nueva Bolivia, aquella que nos permita vivir y gozar de nuestra diversidad, con respeto a las diferencias, en el marco del derecho y la democracia, pero por encima de todo ello y en primer término, sin exclusión, racismo, ni atisbos colonialistas.
En este marco, la oposición recalcitrante estará cada día que pasa más tentada de recurrir a sus argumentos tradicionales, centrados en esquemas separatistas, llámese federalismo o simple y llana división del país. Procurará poner todo tipo de cortapisas, recurrir a toda suerte de fantasmas y a pintar toda clase de monstruos en la pared, con tal de evitar la erosión de su voto, pues tiene que saber que sus días están contados, especialmente en lo que se refiere a conservar toda clase de privilegios.
Por todo lo señalado puede decirse que esta elección no consiste meramente en elegir un Presidente, un gobierno, sino en la oportunidad de construir las bases de un futuro común, que será de la amplitud que tengan las propuestas que plantee principalmente el actual frente político en el poder. El buen aporte de la oposición podrá consistir en mostrar la insuficiencia o liviandad de dichas propuestas, ya que ello conducirá a afinarlas y darles un cariz de mayor alcance, capaz de interpelar inclusivamente a toda la nación.
El desenlace final de las tendencias descritas se dará en el momento en que los impactos de la crisis mundial en el país, el desgaste del gobierno y la conformación de la oposición para enfrentar esta elección, hayan alcanzado valores cruciales. Una profundización del desgaste gubernamental y/o de los impactos de la crisis podrían afectar significativamente las pretensiones de Evo de revalidarse en el poder, del mismo modo que la incapacidad de la oposición para organizarse y estructurar un discurso capaz de convocar a todos los sectores sociales y regiones del país, podría dar fin a toda pretensión de la oposición. Pero, como se vio, en esta elección no está en juego la opción de un jaque mate o la de ‘ganar todo’, sino la de aportar con propuestas coherentes a la construcción de un futuro común y compartido. Toda otra opción será relegada por el elector.
(*) Economista, analista político.