Carlos Rodrigo Zapata C. (*)
Parece que los vientos ultraliberales que circulan en la Argentina ya van llegando a Bolivia. La última ocurrencia: “dinamitar la Aduana”. En Argentina hablan de motosierra, aquí de dinamita. Se parecen, apuntan a destruir y despedazar.
¿Cuál es el punto? La Aduana no
cumple su misión consistente en impedir el contrabando. Ergo, “la única forma
efectiva de detener el contrabando es tomando medidas radicales. Es dinamitando
la Aduana Nacional (figurativamente). Sin Aduana no hay contrabando, al igual
que sin matrimonio no hay divorcio”. Listo el pollo. “Los beneficiados seriamos
todos los bolivianos, especialmente los más pobres, que podrían comprar ropa y
comida más fácilmente. La clase media también tendría acceso a autos y
maquinaria de mejor calidad y precio. Los actuales aranceles e impuestos nos
limitan a todos a comprar productos nacionales, incluso si son de mala calidad,
lo cual es una restricción a nuestra libertad individual”. (ver, ¡Hay que dinamitar
la Aduana Nacional! Jaime Dunn De Ávila)
Da la impresión de que se desconoce
olímpicamente la realidad nacional. No se entiende el mercado de trabajo,
tampoco se han hecho intentos por comprender sus orígenes. El rasgo más
destacable del mercado laboral en Bolivia es el sector informal, en particular
sus colosales dimensiones, estimadas en el 85% de la población activa nacional
que es de 6 millones de habitantes.
La pregunta del trillón es, de
dónde surge semejante masa de informales. Para decirlo de modo breve: de la
confluencia de varios problemas estructurales de larga data, siendo los
fundamentales la concentración de la riqueza y los recursos en pocas manos, la
pobreza siempre presente, la migración campo-ciudad, la incapacidad de los
propietarios de los medios de producción de generar suficientes puestos de
trabajo, la exclusión secular de las mayorías nacionales, entre otros.
Dicho de otro modo, los informales
tienen que hacer magia para sobrevivir, pues no tienen medios de producción,
activos o riqueza que les permita invertir en su propio puesto de trabajo y
tampoco encuentran puestos de trabajo en el mercado. Es decir, quedan a la
deriva, a la buena de Dios. No les queda otra que inventarse unas “empresas
unipersonales”.
Eso significa que el sector
informal es la manifestación de un problema estructural de inmensas dimensiones
y, a su vez, es una “solución" o salida a semejante problema,
completamente ingobernable, peor aún con recetas teóricas no confrontadas con
la realidad. Los informales tienen que valerse de todo lo que pueda estar a su
alcance, es la única alternativa disponible desde hace décadas o perecer de
hambre.
Pretender que eliminando los
aranceles se elimina el contrabando no solo es una mala receta, es una pésima
señal que muestra el desconocimiento absoluto de nuestra realidad. El año
pasado CAINCO también ya planteó la misma propuesta que no ha tenido ninguna
atención de parte de la actual administración del Estado, como no podría ser de
otra manera.
Ese desdén del oficialismo se debe
a que el tan cacareado modelo que vienen aplicando las administraciones
masistas desde hace 17 años usa las mismas armas de que se vale el sector
informal para organizar su subsistencia, puesto que no tienen ninguna otra
respuesta, no tienen idea de cómo generar puestos de trabajo dignos, formales,
con productividades decentes. Dicho modelo recurre al contrabando con la misma
naturalidad con que alienta la depredación, facilita la explotación ilegal de
bosques y canteras o ayuda al narcotráfico. De todos esos cueros salen todas
las correas de las prebendas. Lo más increíble es que de semejantes formas de
subsistir a costa del futuro se pavonean los detentores del poder.
En el artículo que adjunto (ver link al final) he efectuado una explicación más detallada de las razones por
las que la eliminación de los aranceles no sólo dejaría al Estado con 2000
millones de dólares menos por las recaudaciones aduaneras, sino que provocaría
una conmoción nacional de incalculables consecuencias.
Los problemas estructurales no
surgen de la noche a la mañana, son obra de muchas décadas, hasta de
generaciones, por lo que no es posible ni imaginable encontrar salidas
instantáneas como las que suele aplicar el neoliberalismo y corrientes afines a
punta de austericidios, motosierras y dinamita.
El comercio es el sector estrella
del sector informal, y el contrabando es el corazón de esa actividad. De ella
viven de modo directo e indirecto aprox. 4 millones de trabajadores informales
y una parte significativa de los magros ingresos que percibe la gran mayoría
proviene del diferencial de precios entre los productos importados legalmente
(que pagan aranceles) y los que ingresan al país por contrabando (y no pagan
aranceles). Es tan significativo dicho diferencial que los contrabandistas no
están de acuerdo en eliminar aranceles porque es justamente la coexistencia de
los aranceles al lado de los precios derivados del contrabando lo que les
permite “ser competitivos” y asegurar ingresos que de otro modo serían
inalcanzables.
La consecuencia más lamentable de
la existencia del sector informal es que no es posible institucionalizar el
país, es decir, establecer y aplicar normas que sean respetadas por todos. Para
convivir con ese estado de cosas se recurre a toda clase de excepciones y por
supuesto a violar todas las normas y leyes. La oposición de los informales a la
'Ley de Legitimación de Ganancias Ilícitas' muestra palmariamente la realidad:
buena parte de sus ingresos no pueden ser explicados.
En suma, considero que no es
posible pensar en aplicar la teoría económica seca y rancia sin confrontarla
con la realidad del país. ¿Han escuchado que los chuteros (me refiero a quienes
adquieren vehículos chutos, sin papeles, no a quienes los importan por la vía
del contrabando) han amenazado con guerra civil si se intenta confiscarles sus
vehículos? La razón de semejante extremo es simple: para la población rural los
chutos equivalen a su libertad, a haberse independizado de innumerables
obstáculos, trabas y limitaciones que les impedían todo progreso material. Los
chutos son algo así como su salvación.
Pese a ello, no hay día que pase
sin que algún economista ultraliberal no despotrique contra los chuteros. El
problema es simple: ignoramos la realidad del país de tal manera que todo lo
aquí señalado puede parecer simplemente de otro planeta. Este es el planeta
Bolivia, ampliamente ignorado y desconocido por los mismos bolivianos, y muchas
veces hasta por sus sectores más letrados.
El siguiente artículo es parte
integrante de la presente nota:
Carlos Rodrigo Zapata C., Problemas
estructurales. ¿Qué son? ¿Cuál es su importancia? ¿Por qué vivimos acosados por
ellos?
https://yapukamani.blogspot.com/2022/07/problemas-estructurales-que-son-cual-es.html
Jaime Dunn de Ávila, ¡Hay que
dinamitar la Aduana Nacional!
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(*) Carlos Rodrigo Zapata C. Es Economista, Especialista en Planificación Territorial, Diplomado en Sistemas de Información Geográfica, Percepción Remota y Sistemas de Posicionamiento Global, Catedrático de Desarrollo del Capitalismo. Analista político, social y ambiental.