Carlos Rodrigo Zapata C.
Valiosísimas apreciaciones de
Umberto Eco (1932 – 2016) que ponen la mira en la llaga que lacera la
comunicación humana.
Umberto Eco (1932 – 2016) |
Con Internet y las RRSS
evidentemente se ha ampliado el círculo de quienes pueden llegar con sus
opiniones hasta el último rincón del planeta, sin importar cuánto saben,
comprenden o dominan la materia o cuestión que tratan. Lo mismo sucede con sus
fortuitos interlocutores que suelen entender poco o casi nada sobre el común de
los diversos temas que circulan en las redes cibernéticas, llegando al extremo
de enterrar y sepultar LA VERDAD bajo docenas de capas de información y
escombros.
Tan grave como haber sepultado la
verdad y haber perdido la facultad de identificarla y diferenciarla de la
mentira y todas sus hermanas mayores y menores como la falacia, el engaño, la
tergiversación, la patraña, el embuste y toda la gama más estrambótica de
cuentos y teorías del complot, es que se han perdido LAS REFERENCIAS que
permitían diferenciar un medio de comunicación serio de otro falaz. Eso
significa que junto con la verdad ha caído LA CREDIBILIDAD, víctima de los
medios de comunicación espontáneos, no controlados. Sin VERDAD hemos perdido el
horizonte, sin CREDIBILIDAD hemos perdido el camino para llegar a ella. Hemos
quedado entrampados en medio de la nada, como si de pronto se hubieran
extraviado todas las vías y avenidas que nos ayudaban a orientarnos en la vida.
¿Qué hacer ante semejante
desgracia? Urge encontrar respuestas y soluciones acertadas cuanto antes,
porque la instalación de LA POSVERDAD en medio de nuestras sociedades está
causando verdaderos estragos, mucho más peligrosos y destructivos que los que hasta
ahora nos viene infligiendo la debacle climática con sus sequías, tormentas,
incendios, olas de calor y destrucción de bosques y biodiversidad. Basta pensar
en el grado y la medida en que los discursos de odio y las corrientes
ideológicas más extremistas van tomando vuelo, como si fueran invitados
honorables a nuestras mesas, tan similares como otras corrientes que (todavía)
defienden posturas humanas y democráticas.
Todo indica que tenemos que volver
a las fuentes sin detenernos mucho a debatir grandes tácticas y estrategias
para devolver a la verdad toda su majestad, la que jamás debió ser puesta en
duda o degradada. Según mi parecer, debemos volver a beber con gran urgencia de
todo aquello que nos permitió establecer las bases de un futuro promisorio que
también debe ser digno y sostenible, ya que los desastres climático y humano
que vienen asolando al mundo no nos permiten ninguna pausa ni desvío, si lo que
pretendemos es sobrevivir como especie. El tiempo para el ensayo y error se
acabó.
No se trata de liquidar los nuevos
medios de comunicación, tampoco de restringir su acceso. Se trata de volver a
revalorizar las bases, fuentes y sustentos de donde provenimos. Seguro que hay
muchas formas de iniciar ese gran retorno que nos permita realmente hacer camino
al andar y no sólo dejar huellas de desánimo, destrucción, frustración y
desesperanza.
Para empezar este gran retorno,
esta gran labor de desactivación de la ola de estupidez e imbecilidad que nos
tiene atrapados, como bien diagnosticaba Eco, descubramos la extraordinaria
epopeya que hizo posible proyectar la comunicación a todos los tiempos, LA
HISTORIA DEL LIBRO.
Y no veo mejor forma de empezar ni más diáfana de cuántas puedo imaginar, que leer y estudiar EL INFINITO EN UN JUNCO, LA INVENCIÓN DE LOS LIBROS EN EL MUNDO ANTIGUO, de Irene Vallejo, que hizo de su amor a los libros y los cuentos, un relato sobre la historia del libro de cómo se creó y llegó hasta nuestras manos ya desde hace más de dos milenios, y porqué es la más grande invención de cuántas ha creado el ser humano.
Podemos vencer esa mezcla de liviandad, estupidez y senilidad que se ha instalado en nuestros medios, podemos darle a la verdad el sitial que le corresponde, construir un nuevo catálogo de referentes serios y devolverle a la credibilidad su valioso lugar, con todas las disculpas del caso.
Con tanto ruido y parafernalia superficial hasta llegamos a pensar que estábamos derrotados, pero por lo visto sólo andábamos de parranda. ¡Salud!
Fotos: Umberto Eco y tapa del libro
de Irene Vallejo @irenevalmore
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