Carlos Rodrigo Zapata C. (*)
Uno de los mayores errores que ha cometido Bolivia en los pasados 15 años, en particular las fuerzas de oposición, ha sido no formular un diagnóstico crítico amplio y oportuno del comportamiento y el rendimiento de la economía boliviana.
Ello no ha permitido identificar las graves falencias que se iban cometiendo y, lo peor, se ha dejado que el régimen masista instale su relato en el país y el exterior, al extremo que incluso representantes conspicuos de la oposición en Bolivia, consideran hoy que “el éxito económico de un periodo (2006-2014) de bonanza sin precedente histórico alguno” que tuvo el MAS, explica su triunfo (Carlos Mesa. Lo que Nos Toca Hacer).
Volver a caer en el mismo error y dejar que medias verdades, omisiones, manipulaciones estadísticas y la falta de un análisis más preciso del acontecer económico vuelvan a encandilar a gran parte del electorado, sería una licencia imperdonable.
El “crecimiento” boliviano, tal como lo ha vendido el MAS al mundo y se lo han comprado los organismos internacionales, en realidad ha significado un decrecimiento de la economía y un empeoramiento cualitativo de nuestras opciones de trabajo, producción e ingresos, no solo por los pasivos ambientales acumulados, el agotamiento de reservas, la destrucción de millones de hectáreas de bosques y praderas y la creciente pérdida de suelos arables, sino por la absoluta incapacidad demostrada de invertir las rentas y excedentes generados por la explotación de los recursos naturales en una matriz productiva sostenible, capaz de generar las bases de empleos futuros, respetar los derechos de la madre tierra y luchar contra el cambio climático y el calentamiento global.
Si vamos a cerrar los ojos a toda esa forma sesgada y engañosa de hacer las cuentas, entonces también deberíamos señalar que países de ingresos bajos han obtenido tasas de crecimiento de 10% y más por más de una década, de modo que podemos apreciar que los niveles de crecimiento alcanzado que giraron en torno al 4% han estado muy lejos de ser notables o espectaculares.
Por donde se lo mire, el “crecimiento” masista ha sido un engaño profundo que lamentablemente no ha sido objeto de análisis y cuestionamientos críticos más profundos, ya que los observadores se han centrado más en aspectos cuantitativos como los déficits mellizos, el nivel de endeudamiento, los índices de precios o el tipo de cambio, que sin duda también contribuyen a caracterizar dicho proceso, pero no han considerado las bases y condiciones sobre las que se estaba dando ese crecimiento, así como tampoco han tomado en cuenta una diversidad de variables que nos ayuden a calificar la calidad del mismo.
Fruto de ese crecimiento artificioso y completamente insostenible, el país ha generado –mejor sería decir, ha profundizado– lo que podríamos llamar una serie de CONDICIONES PRE EXISTENTES que sin duda harán la tarea de recuperación y reversión de la crisis económica mucho más difícil.
Veamos algunas de dichas condiciones.
MATRIZ PRODUCTIVA CADUCA, INSOSTENIBLE Y DEPENDIENTE
Solo señalar los rasgos fundamentales de la matriz productiva ya muestran gran parte del tamaño del desafío: es como tratar de poner en marcha una serie de engranajes enmohecidos y desportillados. Se quebrarán ante los menores esfuerzos.
En lugar de facilitar a los informales una diversidad de medios para que pasen de micro emprendimientos de subsistencia, digamos a pequeños emprendimientos con buenas perspectivas de desarrollo y consolidación, se los dejó en el abandono, con la situación que observamos al presente, cuando buena parte de los conflictos son por canastas de alimentos en sustitución a los desayunos escolares de los meses pasados, cuyo valor usualmente no supera los 300 Bs., un cuadro que refleja la pobreza reinante en el país, que los masistas le achacan al gobierno transitorio, cuando saben y es perfectamente demostrable que un retorno a esos grados de pobreza en un plazo tan corto no puede ser sólo responsabilidad de ese periodo.
A la falta de bases y condiciones fundamentales se ha sumado la soberbia de invertir miles de millones de dólares en obras faraónicas que están muy lejos de arrojar el retorno financiero esperado, con lo que los excedentes más cuantiosos que ha tenido Bolivia en su historia han quedado archivados o sepultados sin rendir ningún beneficio al pueblo boliviano.Es a partir de dichas observaciones que se explica no solamente los déficits sostenidos en los últimos años del régimen masista, sino que además queda en evidencia la falacia repetida por el actual presidente, quien sostenía reiteradamente que no importaba el déficit, porque lo que había que ver era en qué se invertía. De modo que por falta de nortes y concepciones mínimamente razonables, no solo se sepultó los recursos millonarios que recibió el país por más de una década en proyectos sin retorno cierto, sino que además se comprometió las propias capacidades de financiamiento futuro del país. Como se dice popularmente, se perdió soga y cabra, con semejantes decisiones de inversión, pero no por ello dejaron de presentarse como campeones del crecimiento. Mayor danza de falacias y sandeces, imposible.
LA FALTA DE NUEVOS FINES Y MEDIOS INDUCE A AFERRARSE A LOS VIEJOS QUE PROFUNDIZAN NUESTROS OBSTÁCULOS ESTRUCTURALES
No solamente no hacemos casi nada por superar nuestros inveterados obstáculos estructurales, sino que más bien trabajamos por acrecentarlos. Veamos algunos casos:
o La reprimarización de la economía es un ejemplo claro de lo que ocurre cuando la sociedad no cuenta con un conjunto de nuevas oportunidades de empleo, producción y generación de ingresos. En los pasados 3 lustros se ha pasado de 60 a 90% de las exportaciones en productos tradicionales, es decir, nos hemos hecho cada vez más dependientes de mercados externos y de los recursos naturales.
o La tendencia al extractivismo y al uso en consumo y no en inversiones de los excedentes que generan dichas actividades, impide que se desarrolle una matriz productiva orientada a la generación de empleo sostenible, con el resultado que la dependencia de la explotación de recursos naturales y la producción de materias primas se sigue profundizando y perpetuando, convirtiendo al pueblo boliviano en rehén de dichas prácticas y actividades.
o Los subsidios a hidrocarburos y electricidad no solo están empeorando el rendimiento energético (cada vez requerimos más energía para producir lo mismo), sino que están induciendo el crecimiento de sectores generadores de empleo de baja calidad, como es el sector automotor [Ver Coloquio INESAD, opinión de J Aliaga y J C Guzmán, noviembre 2020]. Dicho sector que atiende un parque automotriz que pasó de 0,5 a 2 millones de unidades en los pasados 3 lustros, es completamente dependiente de las importaciones, cuenta con más de 142.000 empresas de todo tamaño (equivale al 42% de las 334.999 empresas registradas) por lo que se ha convertido en el principal sector generador de empleo del país. [Ver FUNDEMPRESA, octubre 2020]
o La dependencia de actividades ilegales y criminales, como son saltarse las leyes y normas laborales, el contrabando o los vínculos con el narcotráfico, tienden a acentuarse y perpetuarse en un contexto pobre en innovaciones y productividad extremadamente baja que no ofrece nuevas perspectivas y multiplica la generación de empleos inviables e insostenibles.
Todas estas manifestaciones son consecuencia de un enfoque cerrado, conservado por siglos, sin abrirse a otras oportunidades, muestran un anquilosamiento nacional extremadamente preocupante, ya que no se vislumbran nuevas iniciativas, innovaciones ni perspectivas de cambio en un tiempo en que el cambio debe ser la norma para no extraviarse ni estancarse en el pasado.
CARENCIA DE UN DIAGNÓSTICO COMÚN Y COMPARTIDO DE
LA PROBLEMÁTICA NACIONAL Y REGIONAL
Una de las raíces de todas la problemática nacional radica en la falta de un diagnóstico común y compartido que refleje con precisión los rasgos y características de nuestro rezago que sólo amenaza con profundizarse cada vez más. Sin diagnóstico no sólo no es posible articular respuestas, proponer soluciones o formular políticas de gobierno, que en muchos casos deberán ser políticas de Estado, etc., sino que además tampoco es posible entablar un diálogo provechoso, ya que cada quien tiene “su” verdad que al final no es más que un gran conjunto de verdades insuficientes o grandes falacias. El hecho concreto es que tan importante como pensar en construir un puerto, una carretera o un nuevo gran proyecto, es formular ese diagnóstico si queremos construir un país con vocación de futuro.
FALTA DE UNA VISIÓN DE DESARROLLO DESEABLE Y FACTIBLE
Una consecuencia de la falta de ese diagnóstico común y compartido radica en la imposibilidad de formular una visión de desarrollo capaz de articular y encaminar todas las energías del país hacia una misma meta. Sin esa visión, sin un relato de la forma en que podemos sentar bases perdurables mediante un proceso de desarrollo sostenible e inclusivo, no es posible coordinar esfuerzos, menos establecer formas de cooperación entre todas esas fuerzas vivas. Sin dicha visión, no se establecen señales claras que permitan orientar oportunamente en qué invertir los recursos o definir qué planes de vida individuales y colectivos pueden ser más provechosos para cada uno y para el conjunto nacional.
Un caso ejemplar de la forma de encarar estos temas, nos la acaba de proporcionar Costa Rica que ha resuelto lo que podemos llamar el “triángulo imposible” en América Latina. Al mismo tiempo ha formulado una visión de largo plazo para el desarrollo nacional, una estrategia de desarrollo novedosa y un plan para enfrentar el cambio climático, todo ello centrado en la descarbonización de su economía hasta el año 2050. Dicho planteamiento se basa a su vez en múltiples avances que ya ha logrado ese país en las últimas 3 décadas en materia ambiental y de gestión sostenible de recursos naturales, así como en el acuerdo de todas las fuerzas políticas del país que aprueban el camino elegido que exigirá políticas de Estado, es decir, políticas y compromisos que no cambian cada salva de cohetes. A partir de esos elementos es posible estimar grosso modo que Costa Rica nos lleva varias décadas por delante, tiempo requerido para poner en línea todos los factores necesarios para llegar a un enfoque similar, que por otro lado resulta indispensable y crucial para nuestro país. Si ahora pensamos en los programas de gobierno que presentan los partidos políticos en Bolivia, nos podemos dar cuenta que se trata de propuestas que no plantean formas de resolver o superar los obstáculos fundamentales que presenta el país.AUSENCIA DE TODA ESTRATEGIA DE PROVISIÓN DE BIENES Y SERVICIOS PÚBLICOS Y COLECTIVOS
La base del desarrollo de toda sociedad se asienta en una combinación de bienes y servicios públicos y colectivos e inversión privada. Sin dichos elementos, es muy difícil impulsar procesos de desarrollo continuos y que además sean inclusivos y sostenibles. Justamente la provisión de dichos bienes y servicios es el medio a través del cual se induce a la economía y la sociedad a incluir en sus procesos de desarrollo esos ingredientes de sostenibilidad e inclusión. No solamente ello, sino que estos bienes y servicios se constituyen en un medio muy valioso tanto para introducir y difundir innovaciones tecnológicas, como para facilitar la aplicación de productos y soluciones muy ajustadas a las características y posibilidades locales o regionales (por ejemplo, paneles de chala de arroz, techos de en la construcción, para la división de ambientes). Además, estos bienes y servicios son complementarios a los escasos recursos que tienen a su disposición gran parte de los productores y emprendedores, por lo que son estratégicos para ampliar sus oportunidades de empleo.
Bolivia clásicamente tiene un déficit inmenso en esta materia, tan agudo que se constituye en otro obstáculo estructural al desarrollo o simplemente en otra de esas condiciones preexistentes que nos hacen la vida tan difícil en toda circunstancia crítica.
Clásicamente se habla de unos pocos bienes y servicios públicos, como ser educación, salud, seguridad, defensa y un par más. En la realidad es posible advertir una gama mucho más amplia de estas facilidades como ser:
o Ámbito territorial: carencia casi completa de las bases para impulsar el ordenamiento territorial, el catastro y la gestión sostenible de los recursos naturales renovables. Desconocimiento de los potenciales y limitaciones en materia de recursos naturales y otros.
o Ámbito sectorial: inexistencia de centros de investigación, desarrollo, adaptación y difusión de tecnologías y conocimientos en asuntos y temáticas que pueden ser de particular interés nacional.
o Ámbito general: ausencia de toda estrategia, política y proyectos para la provisión de bienes y servicios públicos y colectivos de índole territorial, sectorial e institucional que sienten las bases para un aprovechamiento integral y sostenible de nuestros recursos, de modo tal que podamos salir del circulo vicioso del extractivismo y abrirnos a nuevas oportunidades de empleo.
Una de las grandes revoluciones que requiere el país consiste en la formación de un funcionariado público especializado en la provisión de bienes y servicios públicos y colectivos que sea capaz de atender los requerimientos de los diversos sectores y territorios de modo oportuno, con visión de cambio, procurando aprovechar las nuevas tecnologías y respondiendo a los problemas críticos y desafíos que enfrenta el país desde siempre y cada vez más.
CARENCIA DE UNA INSTITUCIONALIDAD PARA EL DESARROLLO
Entendemos por institucionalidad para el desarrollo el conjunto de reglas de juego, políticas y organizaciones requeridas para ordenar y estructurar procesos de desarrollo. Bolivia carece de visiones estructurantes de su futuro, no tiene ningún enfoque para construir una institucionalidad que soporte, guíe y acompañe sus estrategias de desarrollo y tampoco cuenta con dichas estrategias. Podríamos decir que Bolivia es un barco a la deriva sin timón, ni brújula, librada a su suerte. Eso significa que no hay prioridades, ni acentos en lo relativo al conjunto de instituciones requeridas, y menos en relación a las tareas que debe cumplir y la calidad de sus funcionarios o empleados. Eso ocurre cuando el objetivo es la captura del Estado y sus instituciones como botín de guerra, la repartija de pegas y la improvisación como la norma usual.
Podríamos mencionar una diversidad de áreas y temáticas en las que la ausencia de dicha institucionalidad y de directrices es el pan de cada día, pero concentrémonos en una sola. La ausencia de un “ambiente o clima de negocios apropiado” es sin duda la expresión culmine de muchos déficits. Por lo general aparecemos en los últimos lugares de una gran gama de indicadores e índices de medición del rendimiento económico a nivel internacional, lo cual nos tiene absolutamente sin cuidado, como si tuviéramos una formula mágica que nos permite navegar en ondas y frecuencias distintas que el resto del planeta. La expresión misma de “clima de negocios” ya es objeto de toda clase de burlas y críticas, porque se la considera expresión de un enfoque capitalista explotador, cuando el país todo vive inmerso en un capitalismo salvaje, rentista y depredador completamente desbocado que entrega aún peores resultados que los que el propio capitalismo más ordenado es capaz de entregar en otras latitudes.
Por todo ello, no sorprende para nada que el nuevo gobierno se halle en una encrucijada que no se había imaginado: preso de la idea de un modelo que solo podía funcionar gracias a una lluvia de divisas inesperadas durante más de una década, sin diagnóstico, visión de desarrollo y estrategia de desarrollo y encima de ello sin una institucionalidad para el desarrollo, está perdido, sin posibilidad de articular una respuesta más o menos coherente.
Si a ello sumamos el estado de la matriz productiva y los nuevos y crecientes obstáculos estructurales al desarrollo –además de los ya mencionados otros como ser, la incidencia del narcotráfico en la economía que seguirá distorsionando los procesos económicos y de inversión en una escala inimaginada o la creciente brecha entre la educación y las nuevas tecnologías– podemos decir que las perspectivas de éxito del nuevo gobierno y del país son muy escasas.
Es como si todas las falencias, yerros y omisiones del pasado se hubieran confabulado para hacernos la vida muy difícil. Es crucial despejar una a una todas y cada una de estas insuficiencias y evitar que el gobierno actual se cierre en su mutismo, su falta de apertura y transparencia y en su falta de voluntad de diálogo como ya hemos podido observar durante los lustros pasados.
(*) Economista, especialista en planificación territorial.