Carlos Rodrigo Zapata C.
Da la impresión que antes de la largada a las elecciones 2020 ya se inició una competencia entre distintas formas de gestionar la acción colectiva.
Dicho en terminología muy nuestra, Bolivia se debate entre dos tipos de lógicas: Nayanaka y Jiwasa. Ambos términos significan NOSOTROS en idioma aymara, pero tienen una diferencia cualitativa sustancial.
Da la impresión que antes de la largada a las elecciones 2020 ya se inició una competencia entre distintas formas de gestionar la acción colectiva.
Dicho en terminología muy nuestra, Bolivia se debate entre dos tipos de lógicas: Nayanaka y Jiwasa. Ambos términos significan NOSOTROS en idioma aymara, pero tienen una diferencia cualitativa sustancial.
Nayanaka (o su forma más breve, Nanaka) se deriva del
pronombre “Naya” que significa yo y el sufijo “naka” que funge como
pluralizador en idioma aymara, por lo que literalmente significa la suma de YOs.
En cambio Jiwasa también significa nosotros, pero como un ser nuevo que supera e
incluye a los componentes que lo conforman.
Mientras que el primero puede ser entendido como una forma de cooperación entre individuos para satisfacer intereses comunes temporales, el segundo representa un lazo o vínculo mucho más profundo, al punto de dar lugar a un nuevo ser con personalidad propia.
Dicho todo ello, podemos apreciar que los “nosotros” que suelen ponerse más rápido en escena son del tipo Nayanaka. La razón de ello es muy simple: al igual que los pequeños grupos, tienen una capacidad organizativa mayor, son más rápidos en su toma de decisiones, ya que usualmente se trata de objetivos e intereses muy concretos y limitados que buscan acuerdos comunes. En cambio los “nosotros” de tipo Jiwasa son bastante más lerdos para ingresar al escenario, puesto que son producto de muchas fuerzas motivadoras, entre las cuales se puede mencionar intereses, ideales, visiones, necesidades, armonía, etc.
A partir de esta primera introducción podríamos decir, por tanto, que los primeros esquemas que ya empiezan a asomar en el paisaje electoral boliviano para el 2020 son de tipo Nayanaka.
Examinemos un poco más algunos rasgos característicos de estos esquemas.
Los nosotros del tipo Jiwasa requieren establecer procesos de diálogo y consenso mucho más amplios y profundos que los requeridos en la dinámica Nayanaka. Por ello, son más participativos, casi de tipo asambleístico, por lo que las interacciones entre sus componentes son mucho más numerosas e intensas. Su finalidad es definir y organizar la acción colectiva cooperativa entre numerosos individuos o grupos humanos que buscan ser tomados suficientemente en cuenta en la construcción de los objetivos conjuntos y compartidos. Por ello, la construcción de la solución de tipo Jiwasa es ambiciosa, por el hecho que busca establecer marcos serios y duraderos para la interacción de sus miembros.
Las dificultades de construirla son también mayores, en particular debido a:
- la diversidad de visiones y finalidades
Mientras que el primero puede ser entendido como una forma de cooperación entre individuos para satisfacer intereses comunes temporales, el segundo representa un lazo o vínculo mucho más profundo, al punto de dar lugar a un nuevo ser con personalidad propia.
Dicho todo ello, podemos apreciar que los “nosotros” que suelen ponerse más rápido en escena son del tipo Nayanaka. La razón de ello es muy simple: al igual que los pequeños grupos, tienen una capacidad organizativa mayor, son más rápidos en su toma de decisiones, ya que usualmente se trata de objetivos e intereses muy concretos y limitados que buscan acuerdos comunes. En cambio los “nosotros” de tipo Jiwasa son bastante más lerdos para ingresar al escenario, puesto que son producto de muchas fuerzas motivadoras, entre las cuales se puede mencionar intereses, ideales, visiones, necesidades, armonía, etc.
A partir de esta primera introducción podríamos decir, por tanto, que los primeros esquemas que ya empiezan a asomar en el paisaje electoral boliviano para el 2020 son de tipo Nayanaka.
Examinemos un poco más algunos rasgos característicos de estos esquemas.
Los nosotros del tipo Jiwasa requieren establecer procesos de diálogo y consenso mucho más amplios y profundos que los requeridos en la dinámica Nayanaka. Por ello, son más participativos, casi de tipo asambleístico, por lo que las interacciones entre sus componentes son mucho más numerosas e intensas. Su finalidad es definir y organizar la acción colectiva cooperativa entre numerosos individuos o grupos humanos que buscan ser tomados suficientemente en cuenta en la construcción de los objetivos conjuntos y compartidos. Por ello, la construcción de la solución de tipo Jiwasa es ambiciosa, por el hecho que busca establecer marcos serios y duraderos para la interacción de sus miembros.
Las dificultades de construirla son también mayores, en particular debido a:
- la diversidad de visiones y finalidades
-
la heterogeneidad estructural imperante en nuestro país
- las dificultades de establecer un diagnóstico común y compartido de nuestra problemática, ya que sin ello es muy difícil hablar el mismo idioma y establecer y consolidar una visión transformadora, así como los programas, prioridades y políticas a aplicarse en la construcción del futuro añorado.
Frente a dicho conglomerado de exigencias, las soluciones de tipo Nayanaka resultan más expeditas, pero también más superficiales, fáciles de establecer y de implementar, por lo que este tipo de soluciones suelen ganar la delantera, aunque generalmente son de corto alcance y escasa duración. Tienen la virtud de ofrecer soluciones prontas, indispensables en escenarios urgidos de respuestas rápidas, pero el grave defecto de quedar sin energía muy pronto, simplemente porque no cuentan con un marco más amplio de preguntas, respuestas y soluciones. Su pronto agotamiento se debe también al hecho que los egos presentes en la suma de YOs que constituyen un esquema de tipo Nayanaka consumen mucho del esfuerzo y voluntad invertido en su formación y funcionamiento.
De modo que en Bolivia nos estamos moviendo en medio de estas dos lógicas y dinámicas de construcción del futuro venidero, y es indispensable estar conscientes de ello, ya que quienes impulsan soluciones inmediatistas o de tipo Nayanaka procuraran hacer prevalecer respuestas rápidas y simples, mientras que quienes apuntan a soluciones centradas en el mediano y largo plazo o de tipo Jiwasa procurarán tejer consensos estables que no se construyen de la noche a la mañana. Este es el mayor desafío para este tipo de soluciones y dado que Bolivia anda como vegetando desde hace décadas, resulta absolutamente indispensable resolver cómo es posible dicha construcción colectiva, tratando de ganarle tiempo al tiempos, pero sin sacrificar los consensos colectivos indispensables de cara al futuro.
Bolivia vive sin un horizonte claramente perfilado desde hace décadas. Podríamos decir que nos quedamos sin horizontes desde que el proceso de la revolución del 52 quemó sus últimos cartuchos. Desde entonces hemos vivido entre dictadores, neoliberales y usurpadores de nuestros derechos y libertades, los que no han sido capaces de presentarnos ningún diagnóstico cabal de nuestra problemática, ninguna visión edificadora y convincente, ningún conjunto sustancial de reformas o transformaciones de nuestra patria que ahora puedan constituirse en el punto de apoyo que el matemático griego Arquímedes suplicaba que le den para que pueda mover el mundo, es decir, que nos permitan apalancar el futuro.
Ahora sí que tenemos que diseñar un nuevo futuro, porque algunos de los futuros prometidos se quedaron en el trayecto o simplemente son inservibles o impracticables. Bolivia requiere una red de certezas que solo podemos sembrar y cosechar en el tiempo, pero teniendo horizontes muy claros de lo que quiere y requiere la sociedad boliviana que le permitan ordenar su accionar, a fin que no quede otra vez en el camino ningún sector social, ningún boliviano.
Hemos caminado ya casi 200 años juntos, pero parece que anduviéramos sobre la misma arena movediza de antaño, sin grandes avances, con muchas precariedades y fragilidades, expuestos a embates de todo tipo, signo inequívoco que no tenemos claro ni qué queremos ni a dónde vamos.
Ahora mismo nos hallamos en medio de uno de esos pasajes inciertos entre pacificación y elecciones, pero no sabemos a dónde ir, qué elegir, por qué elegir. El anuncio de una avalancha de candidaturas es signo alarmante de todo ello. Estamos extraviados en medio de la nada. Por ello mismo hemos llegado a este estado de confrontación interna profunda.
- las dificultades de establecer un diagnóstico común y compartido de nuestra problemática, ya que sin ello es muy difícil hablar el mismo idioma y establecer y consolidar una visión transformadora, así como los programas, prioridades y políticas a aplicarse en la construcción del futuro añorado.
Frente a dicho conglomerado de exigencias, las soluciones de tipo Nayanaka resultan más expeditas, pero también más superficiales, fáciles de establecer y de implementar, por lo que este tipo de soluciones suelen ganar la delantera, aunque generalmente son de corto alcance y escasa duración. Tienen la virtud de ofrecer soluciones prontas, indispensables en escenarios urgidos de respuestas rápidas, pero el grave defecto de quedar sin energía muy pronto, simplemente porque no cuentan con un marco más amplio de preguntas, respuestas y soluciones. Su pronto agotamiento se debe también al hecho que los egos presentes en la suma de YOs que constituyen un esquema de tipo Nayanaka consumen mucho del esfuerzo y voluntad invertido en su formación y funcionamiento.
De modo que en Bolivia nos estamos moviendo en medio de estas dos lógicas y dinámicas de construcción del futuro venidero, y es indispensable estar conscientes de ello, ya que quienes impulsan soluciones inmediatistas o de tipo Nayanaka procuraran hacer prevalecer respuestas rápidas y simples, mientras que quienes apuntan a soluciones centradas en el mediano y largo plazo o de tipo Jiwasa procurarán tejer consensos estables que no se construyen de la noche a la mañana. Este es el mayor desafío para este tipo de soluciones y dado que Bolivia anda como vegetando desde hace décadas, resulta absolutamente indispensable resolver cómo es posible dicha construcción colectiva, tratando de ganarle tiempo al tiempos, pero sin sacrificar los consensos colectivos indispensables de cara al futuro.
Bolivia vive sin un horizonte claramente perfilado desde hace décadas. Podríamos decir que nos quedamos sin horizontes desde que el proceso de la revolución del 52 quemó sus últimos cartuchos. Desde entonces hemos vivido entre dictadores, neoliberales y usurpadores de nuestros derechos y libertades, los que no han sido capaces de presentarnos ningún diagnóstico cabal de nuestra problemática, ninguna visión edificadora y convincente, ningún conjunto sustancial de reformas o transformaciones de nuestra patria que ahora puedan constituirse en el punto de apoyo que el matemático griego Arquímedes suplicaba que le den para que pueda mover el mundo, es decir, que nos permitan apalancar el futuro.
Ahora sí que tenemos que diseñar un nuevo futuro, porque algunos de los futuros prometidos se quedaron en el trayecto o simplemente son inservibles o impracticables. Bolivia requiere una red de certezas que solo podemos sembrar y cosechar en el tiempo, pero teniendo horizontes muy claros de lo que quiere y requiere la sociedad boliviana que le permitan ordenar su accionar, a fin que no quede otra vez en el camino ningún sector social, ningún boliviano.
Hemos caminado ya casi 200 años juntos, pero parece que anduviéramos sobre la misma arena movediza de antaño, sin grandes avances, con muchas precariedades y fragilidades, expuestos a embates de todo tipo, signo inequívoco que no tenemos claro ni qué queremos ni a dónde vamos.
Ahora mismo nos hallamos en medio de uno de esos pasajes inciertos entre pacificación y elecciones, pero no sabemos a dónde ir, qué elegir, por qué elegir. El anuncio de una avalancha de candidaturas es signo alarmante de todo ello. Estamos extraviados en medio de la nada. Por ello mismo hemos llegado a este estado de confrontación interna profunda.
Requerimos tiempo para organizarnos, pero sobre todo, liderazgo para hacerlo. No podemos pretender presentar un programa de gobierno para unos años, sin tener un norte sólido que nos comprometa mínimamente los próximos 50 o 100 años. Definir un norte no es cuestión de inspiración, tampoco de títulos. Es primero que nada un asunto de comprensión íntima y profunda de nuestras problemáticas y de nuestras estructuras. Sin ello no vamos a ninguna parte, pues la base del futuro es el diagnóstico común y compartido de las problemáticas que marcan nuestro presente.
Sólo teniendo una idea común de nuestra problemática, pero al mismo tiempo compartida y aceptada por todos o por una gran mayoría, podremos construir ese relato ansiado que necesitamos desesperadamente para hacer posible la cooperación de todos nosotros en la construcción de un futuro deseable. Sin ello, cada quien seguirá sintiéndose dueño de la verdad, pero incapaz de articular ni cooperar en nada. Una vez esclarecido ese punto, la formulación de programas y la selección de políticas surgirán casi por añadidura. Como se dice, en el alcance de la pregunta está la respuesta, por lo que en el alcance de la pregunta bien planteada encontraremos las respuestas y la solución sin mayores obstáculos, pero sobre todo porque habremos labrado un idioma común que nos permitirá liberar muchas energías que podremos destinarlas a la construcción del futuro añorado.
En este marco, el primer recaudo que debemos tener es no dejarnos presionar. El tiempo y la construcción de consensos amplios son la base o la esencia de nuestro futuro. En la terminología que venimos usando, requerimos primordialmente soluciones de tipo Jiwasa para ordenar y estructurar el país, para asegurarnos que nadie quede atrás, justamente cuando nos toque superar los tramos más duros de nuestro recorrido. Pero también requerimos soluciones de tipo Nayanaka para agilizar procesos, dinamizar respuestas, siempre que se hallen montadas sobre ese gran diagnóstico colectivo y responda estrictamente a las problemáticas allí identificadas. De otro modo volveremos al caos en que vivimos, en que todo vale simultáneamente, como si viviéramos en mil Estados que coexisten uno al lado del otro y todos dentro de un mismo Estado, lo cual no es más que miseria futura.
Agreguemos dos aspectos más, de suyo fundamentales para apuntalar esta reflexión, ambos indispensables como para poder valorar nuestras opciones y oportunidades de arrancar hacia el futuro a partir de las elecciones del 2020.
Al presente, quién maneja qué lógica, en qué marco y por qué
Planteado de este modo, tratar este punto podría exigirnos un tratado. La idea es señalar apenas algunas líneas que puedan darnos pautas del escenario que los ciudadanos electores tenemos al frente.
Usando las lógicas descritas, podemos decir que la generalidad de agrupaciones políticas están usando la lógica Nayanaka, es decir, la de crear un nosotros circunstancial para tratar de conquistar algunas posiciones en beneficio de sus integrantes. En esta lógica veo que se halla Luis Fernando Camacho y los grupos que lo secundan, lo mismo que algunas agrupaciones que ya anuncian su postulación, como el caso de Félix Patzi o Chi Hyun Chung, incluso nuevos postulantes sin aparente futuro en la contienda electoral. En buena parte también se halla incluida en esa lógica Comunidad Ciudadana, aunque con un pie también en la lógica Jiwasa, gracias especialmente a algunas propuestas relacionadas con su enfoque ecológico-ambiental, a su acento en los derechos humanos y su intención de diversificar la matriz productiva. Como luego veremos, todo ello ayuda, pero no basta para formular una propuesta capaz de construir un futuro satisfactorio para los bolivianos.
El caso del MAS resulta por toda clase de razones al presente muy impredecible, aunque supongo que su militancia participará si o si en las elecciones con su sigla o con otra, y que hará los mayores esfuerzos para reducir sus pérdidas tanto en el aparato público nacional como en los subnacionales. En este caso también la lógica Nanaka se halla omnipresente en este conglomerado, aunque siempre procuran encubrirla con aspectos o elementos que son más propios de una lógica Jiwasa. Sus referencias a la pluralidad cultural, económica y jurídica, por ejemplo, siempre están presentes, aunque en los hechos pasados nunca tuvieron un gran significado a no ser como medio de manipulación.
Que incluso construcciones políticas como el MAS pueden sumarse a una lógica Jiwasa no lo descarto del todo, pero ello significa que tendría que pasar por muchos tamices, en especial, por la imperiosa necesidad de comprometerse con la democracia, el Estado de derecho y su deseo y voluntad de una convivencia pacífica. Tendrían que efectuar un cambio profundo de sus capas de dirigentes y por supuesto despedirse de sus vínculos con el narcotráfico. Ya es hora que los cocaleros que no abastecen el consumo tradicional dejen de usar el discurso de la hoja sagrada para encubrir su alianza estructural con el narcotráfico. Sin esas y otras enmiendas fundamentales, es muy difícil, diría que imposible, que el MAS pueda recurrir a la lógica Jiwasa para formular propuestas orientadas a un futuro común y compartido. De no hacerlo así, se irá despedazando en el trayecto como ya viene sucediendo ahora, a 7 semanas de haber dejado las riendas del país.
El caso de Comunidad Ciudadana también se halla a medio camino entre ambas lógicas, pero en este caso a diferencia del MAS, ello se debe a la ausencia de un pasado político orgánico y de una construcción colectiva mucho más ordenada y estructurada, pero no tiene los pasivos que tiene el MAS ni la carga que tiene ese partido, por lo que CC puede ser el colectivo que mejor asuma la posibilidad de construir una lógica Jiwasa en el seno de sus organizaciones y de la sociedad. La razón principal para afirmar que CC se halla primordialmente en una lógica Nayanaka es porque no tiene un análisis real y objetivo de la problemática nacional, tampoco de sus estructuras, ni de sus potencialidades, por lo que su programa, como el de todos los partidos, adolece de múltiples insuficiencias que nos muestran que sobre dicha base es muy incierto e improbable que se pueda construir un futuro sólido, viable y ansiado por todos los bolivianos.
Cómo construir una dinámica Jiwasa
Por las características señaladas, queda claro que es un proceso lento, incluso pesado y seguramente conflictivo. La razón de ello se debe a que son muchos actores, con enfoques e intereses divergentes, con una pobre base en común de comprensión real y profunda de la problemática imperante. No obstante, la necesidad de entenderse, de construir un futuro común y compartido, capaz de brindar múltiples certezas, actúa como la fuerza aglutinadora que alienta a superar esas dificultades. Por todo ello, la variable “tiempo” es crucial. No es posible acortar los tiempos arbitraria ni antojadizamente. La base de todo el proceso de entendimiento radica en gran medida en la elaboración de un diagnóstico común y compartido, directriz que no nos cansaremos de repetir, porque es indispensable llevarla con nosotros todo el tiempo. Sin un lenguaje común no podemos entendernos ni tampoco discrepar, recuerdo que Jorge Lazarte solía decir insistentemente. No puedo estar más de acuerdo con esa sabia directriz, nacida de muchos desencuentros.
El problema es tiempo. La cuestión es que un diagnóstico no se hace de la noche a la mañana y tampoco se define por votación. Deben concurrir la información, las ciencias, los pensadores, los testimonios, la comprobación adecuada de lo que se afirma, etc. No es asunto de intuiciones o de verdades secretas o esotéricas de unos pocos. ¿Qué hacer, cómo hacer?
Necesitamos tiempo y algunos recursos para encararla con toda la seriedad y profundidad del caso. Debemos crear un CENTRO DE REFLEXIÓN DE LA REALIDAD NACIONAL que nos permita encarar todos los estudios, encuentros e investigaciones que sean requeridos. Dicho centro por cierto que deberá tener como una de sus columnas vertebrales el apoyo de todos los centros de estudio e investigación existentes en el país, así como de todos los centros de acopio de información. Las universidades, think tanks, ONGs, bibliotecas, etc., deben ser orgánicamente de la partida.
El mismo centro debe a su vez contar con sus propias capacidades de investigación y de intercambio, consulta y difusión, de modo que en poco tiempo, tengamos un conjunto de problemas críticos centrales a la vista, en torno a los cuales deberá construirse el consenso indispensable, no porque una u otra temática reúna más votos, sino por la fuerza de los argumentos y las razones que nos induzcan a inclinarnos claramente en una u otra dirección.
Esta es la tarea que deberá dilucidarse durante la siguiente gestión de gobierno. Un punto central del programa que presenten los principales contendores en las elecciones que se nos avecinan deberá ser justamente, éste: Identificar con pelos y señales la problemática nacional, sin tapujos, de modo absolutamente claro, crítico y transparente, pues sin ello no podemos dar un paso más en nuestro país, so pena de caer nuevamente víctimas de otros encantadores de serpientes. Ello será un primer paso en la tarea de sinceramiento con nuestra realidad, pero a la vez un gran compromiso de superar estos déficits y deficiencias en la comprensión de nuestra realidad.
Como siempre deberá ser la comunidad de individuos interesados y preocupados por nuestro futuro, quienes tendrán la palabra sobre esta propuesta.