13 diciembre 2019

¡GUERRA CIVIL, GUERRA CIVIL! . LAS (SIN)RAZONES DE LA IRRACIONALIDAD




Carlos Rodrigo Zapata C.

Es  inconcebible, pero los motivos y ocasiones en que se saca a relucir el tema de guerra civil en Bolivia son muy diversos e inauditos.

En los últimos tiempos he escuchado o leído que se recurre a ese grito de guerra cuando se habla de erradicar cultivos de coca, confiscar chutos o derrocar al gobierno de facto que se habría instalado en Bolivia. 


Los temas son muy distintos, pero la solución planteada es la misma.

La pregunta es, ¿todos y cada uno de esos temas justifican pensar en ir a una guerra civil? Muchos observadores seguramente estarán de acuerdo en decir que no, que es un extremo, una locura o una insensatez. Yo también.

Pese a este punto de vista, es imprescindible analizar las razones o sinrazones que es posible identificar para proponer reacciones tan extremas. ¿Estamos realmente ante un caso extremo que demanda y exige una respuesta igualmente en extremo cuidadosa? 

Pareciera que sí, pero mejor veamos estos temas con algún detenimiento. 

El caso de los chutos ya lo he analizado brevemente en otra parte, de modo que ahora solo sintetizo mis propias conclusiones, y si se desea profundizar más, sugiero ver la siguiente nota. [https://www.facebook.com/CRZC1/posts/10219667573982575]

¿Por qué la defensa de los chutos podría justificar ir a una guerra civil? Pues porque en no pocos casos ya casi se ha convertido en la diferencia entre la vida y la muerte para sus poseedores. Me explico. Si comparamos las oportunidades de vida que tiene la población rural y de pequeñas ciudades con y sin chutos es como la diferencia entre el cielo y el infierno. Los chutos les han traído a los pobladores del campo y pequeñas urbes algo así como un regalo divino. No son exageraciones. Significan libertad, independencia, autonomía. Significan atreverse a  emprendimientos antes impensables, desplazarse a decenas y centenas de kilómetros de su pequeño terruño o hábitat local, ya no como si se tratara de algo excepcional. Significa dejar de esperar servicios inexistentes o dejar de depender de intermediarios explotadores y de favores imposibles. Significa sentirse dueños y ciudadanos de un mundo que nunca antes los había tomado verdaderamente en serio. 

Ahora un dueño de chuto puede ir a los mercados, comprar y vender, o buscar el mejor mercado o feria para sus productos, el día que quiera, a la hora que quiera. Puede ir a conocer otros lugares, visitarse con más frecuencia con sus parientes y amigos, salir de excursión con la familia, placeres que antes solo tenían como excepción. Ahora el chuto, ese vehículo usado que seguramente ingresó de contrabando y circula sin papeles ni autorizaciones, se ha convertido en el corazón de muchas familias, porque significa un patrimonio, pero fundamentalmente acceso que a todo un mundo nuevo. Ese artefacto llegó incluso a familias pobres, pero se ha convertido en la estrella que ilumina el horizonte de muchas de ellas. 

Dicho en breve, el chuto llegó para quedarse, por lo que en adelante, una política pública nacional tendrá que ocuparse de su mantenimiento y reposición. Si no queremos que las bandas de chuteros tomen las aduanas por asalto, abran las fronteras a tiros para que ingresen caravanas de vehículos de contrabando, con todas las secuelas de violencia, muerte y desorden que ello significa, debe diseñarse una política integral al respecto. 

El costo para el país de mantener un parque automotriz de las dimensiones que ha alcanzado el actual – se aproxima a los 2 millones de unidades en un país que no produce ni tornillos para unir sus partes- es monstruoso para nuestra magra economía. Antes, mientras había lluvia de divisas gracias a los altos precios internacionales y el extractivismo y la depredación de los recursos estaba a la orden del día, todo era posible o imaginable. Ahora esas fuentes destructivas o fortuitas de crecimiento ya no son imaginables. 

¿Qué haremos, cómo haremos? ¿Todos esos aspirantes a conducir los destinos de la nación, han pensado siquiera en este temita? Les sugiero que lo hagan, es urgente.

El tema de la coca es una cuestión demasiado seria y compleja para tratarse de paso. Por ello, estas notas apuntas únicamente a llamar la atención sobre un problema extremadamente complejo que debe ser visto, analizado y estudiado en toda su extensión. 

Creo que nunca el destino nacional había estado tan atado a un producto como es la coca. Ni la plata, ni el estaño, ni los hidrocarburos, los principales eslabones de nuestra historia de dependencia de los mercados internacionales y a la vez fuentes centrales de sustento del país desde los tiempos coloniales, han tenido la trascendencia que tiene la hoja de coca, pues dichos productos afectaron primordialmente a capas sociales relativamente reducidas. En cambio ahora la hoja de coca afecta a amplios sectores de la población, mucho mayores de lo que quisiéramos creer, si consideramos vínculos directos e indirectos.

La razón de ello es muy simple, pero a la vez muy compleja y problemática: cultivar hoja de coca en el Chapare es comprarse un pasaporte para salir de la pobreza –esto es, superar las extremas carencias a las que suele estar expuesta la población pobre por generaciones- en pocos años, sin esperar más las promesas de políticos ni las obras de gobiernos. Eso se debe sin duda alguna al hecho que dicha coca va al narcotráfico, una situación notablemente distinta si la comparamos con lo que acontece en Los Yungas, donde la hoja de coca va a los mercados oficiales y a los consumidores tradicionales de hoja de coca para fines alimenticios, rituales y medicinales. 

Si no hubiera ese vínculo de la hoja de coca con el narcotráfico, el precio de la hoja de coca jamás de los jamases hubiera llegado a los precios actuales, ni en el Chapare, ni en Los Yungas que se benefician indirectamente de ello. Basta comparar el precio antes de Evo y después de Evo. Se duplicaron en ese tiempo, gracias a la legalización de los cultivos de la hoja de coca, la ampliación de los cultivos y obviamente a la permisividad o fomento a las operaciones ligadas a la producción de pasta base y clorhidrato de cocaína. En los largos años del régimen del MAS está claro que la presencia del narcotráfico se fortaleció en nuestro país de manera muy significativa. 

Fábrica de cocaina; Chapare
Pero vamos al fondo del asunto. ¿Por qué eso es posible? Por la miseria de estructuras productivas que hemos construido, por la falta de oportunidades de empleo, por el muy bajo nivel de formación técnica de nuestra población, muy en particular en el campo y las pequeñas ciudades, por la completa falta de toda clase de bienes y servicios públicos, especialmente aquellos ligados a la producción, a su transformación y valoración, a la innovación, el contacto con mercados, etc. Es decir, la coca es un paliativo multifacético, es el cherry en la torta del extractivismo. Es extracción pura y dura, pero renovable. Ni el oro asegura ingresos tan estables y permanentes como la hoja de coca.  

Lo único que se requiere es control del territorio para que los narcos lleguen en sus avionetas o en sus grandes aviones cuando se les antoja a recoger sus mercancías y traigan algunos insumos y algunas innovaciones de vez en cuando a fin de reducir costos –el precio de la hoja de coca ya ha subido demasiado, han debido haber escuchado los productores de hoja de coca decir ya muchas veces a los narcos. Mientras no les toquen a sus narcos, el mundo estará en orden, porque esos son sus verdaderos patrones. Los demás, sean las poderosas federaciones del trópico, los alcaldes, gobernadores o el mismo presidente, están después.

De modo que no es tanto el tema de erradicar cultivos o no, porque basta con que nos pongamos de acuerdo para no comprar la hoja de coca –por ejemplo, impedir el ingreso de los narcos- como para que se caiga el negocio. El tema que en realidad y en el fondo se está exigiendo es proteger la libertad de los narcos para entrar y salir, sin controles para continuar con su negocio, que es a la vez el sustento de decenas de miles de familias boliviana. Eso fue así desde los tiempos en que los cultivadores de hoja de coca del Chapare se oponían a la erradicación en los años 80, como hoy podemos verlo con meridianamente claridad, y no como hace 14 años cuando elegíamos candorosamente al gran usurpador de nuestros derechos y libertades.

De modo que traduciendo y sintetizando todo lo señalado, lo que nos están diciendo los cocaleros es libre albedrío para los narcos y oposición a la erradicación. Es el paquete completo. Ello incluye ceder una buena porción del territorio para el negocio de los narcos y toda su cadena de valor a cambio de que se nos permita vivir en paz. Esa es más o menos la solución que se va imponiendo en México y Colombia, en parte a tiros, en parte en base a componendas corruptas y pactos de convivencia condicionada. Nada que se aproxime a la paz, es solo un estado de guerra latente que explota de vez en cuando… cada semana. Hasta ahí no se dice nada sobre las autodefensas ciudadanas mexicanas y los ejércitos paramilitares colombianos al servicios de grandes terratenientes, tampoco sobre todos los servicios de extorsión que se han impuesto ni sobre el creciente dominio de todos los recursos extraíbles incluyendo el oro, el carbón, la madera, etc., según de qué país se trate, que los narcos, sus organizaciones y auxiliares han copado.

En suma, nos están diciendo que recuperar la soberanía nacional –hacer que el voto soberano realmente valga y no solo cuente- pasa por permitir la convivencia con una república narco-cocalera, con todas las secuelas y consecuencias que ello implica. Es una forma de chantaje que se basa en principio en las necesidades más elementales de subsistencia, de las que rápidamente se prenden quienes no encuentran otras oportunidades o se quieren hacer las cosas fáciles, así como los angurrientos que quieren acumular a como de lugar y los que no tienen ningún sentimiento patrio por lo que para ellos solo cuenta acumular riquezas y poder. Es la lógica narco en su plenitud.

Derrotar el supuesto golpe de Estado sería otro escenario que justificaría una guerra civil, pero esta amenaza es a su vez un eslabón inseparable de la defensa intransigente de la hoja de coca. La razón de ello es que no puede existir una república narco cocalera sin un régimen que sea funcional y compatible con ese designio impuesto al país. Por ello, recuperar el poder a como dé lugar es cuestión de vida o muerte para sus beneficiarios e instigadores y por ello mismo, vender la idea del "golpe de Estado" y presentar a Bolivia como si súbitamente hubiera sido tomada por fuerzas fascistas y racistas, es parte de la movida de estos promotores de la república narco cocalera para legitimar con toda la anticipación del mundo cualquier clase de reacción contra el nuevo “régimen” y justificar cualquier ataque.


Así como el extractivismo solo surge cuando se da una serie de condiciones indispensables para su aparición, como ser pronunciada carencia de oportunidades de empleo y producción, una oligarquía rentista insensible, un sistema de corrupción e impunidad instalado y un régimen prebendal funcionando, todo ello todavía no es suficiente para asegurar las condiciones de reproducción de dicha república. Para ello se requiere adicionalmente un régimen autocrático/autoritario al servicio de ese sistema de demolición de las bases de sustento de una sociedad, basado en el extractivismo y el narcotráfico.  

El mantenimiento de toda la maquinaria que se ha instalado durante 14 años es lo que se halla detrás de esa amenaza de guerra civil, todo con tal de derrotar el “golpe de Estado” de la Presidente Añez, que seguramente nunca se imaginó realmente en la circunstancia de tener que asumir la primera magistratura de la nación. La cuestión es que sea que dure meses más o menos, es la receptora de la papa más caliente que alguna vez ha caído en manos de algún jefe de Estado en nuestro país. Por ello, por la extrema gravedad que todo ello representa, no será bueno escoger lo que conviene hacer o no en función de la duración temporal del mandato. El futuro del país no se construye solo ocasionalmente. Se construye a diario, con o sin nuestro beneplácito, nos guste o no la dirección que sigue. 

Por si todavía no nos habíamos enterado, el país todo se halla caminando con su testamento bajo el brazo. De pronto tenemos que asumir y convencernos que nuestra soberanía ya se fue entregando por retazos desde hace años y que ahora los nuevos propietarios de dicha soberanía vendida y entregada están reclamando sus derechos adquiridos. No es broma cuando algún dirigente cocalero del Chapare lanza sus amenazas. Ellos juran que actúan en defensa de sus gremios, cuando en realidad están cuidando los intereses de sus patrones de verdad. 

Es en estas circunstancias que tendremos elecciones. Y de pronto todos quieren lanzarse a la piscina, creo que con la excepción de los que habrían sacado menos del 1% en las pasadas elecciones fraudulentas, y eso. 

Si en lugar de elecciones se trata de un nuevo concurso de egos, eso no será más que el último eslabón que les falta a quienes buscan consolidar su plan de dar licencia indefinida al narcotráfico para que opere a sus anchas en el país, por ser la única fuente segura de ingresos y empleo para sectores antiguamente marginados, quienes hace dos y tres décadas prefirieron comprarse ese pasaporte para salir de la pobreza, pero también eligieron pasar de la marginalidad, el olvido y la nueva acumulación a la complicidad delincuencial. Tan oprobiosa es la pobreza y el desprecio que hasta eso fue preferible en su momento. 

Si no despertamos ahora y no nos comportamos seriamente, un próximo presidente de Bolivia, no necesariamente el siguiente ni uno muy distante, será seguramente algún descendiente del Chapo o alguien muy próximo a ese linaje. Démonos por informados y enterados.


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Para tomarle el pulso plenamente a las circunstancias que atraviesa el país, recomiendo ver este diálogo de la fecha, especialmente la primera parte que se refiere a la temática aquí tratada. El tiempo apremia.
Lucha Libre| Zulema Alanes - Sonia Montaño Radio Cabildeo Digital / www.cabildeodigital.com