18 marzo 2017

NO SE PUEDE GARANTIZAR EL EJERCICIO DE DERECHOS EN BASE AL MANÁ




Carlos Rodrigo Zapata C.

Bien sería que seamos demócratas, anticapitalistas, que controlemos el estado y además logremos que prevalezcan los derechos de la gente.

La pregunta es si todo eso es posible y dónde quedó el socialismo del siglo XXI. ¿Avanzó en esos terrenos, en algunos de ellos, de modo categórico o contundente?

Lo que Emir Sader nos dice es que si, aunque aún faltaría… casi todo, en una nota publicada en ALAI e intitulada, Una izquierda de la esfera pública,nota que a continuación comentaremos paso a paso.

Da la impresión que el tal socialismo del siglo XXI no es más que una ilusión de verano, pese a que ya dura una década y más, todo por obra y gracia principalmente del maná que chorreó por años, en algunos países más que en otros, llevándose la flor los más extractivistas que a su vez son usualmente los más rezagados, y que son también los que tienen más demandas sociales acumuladas, y por más tiempo.

Es loable el modo que plantea Sader de querer ver las cosas, pues deja trasuntar claramente sus deseos y ansiedades de un mundo definitivamente mejor, capaz de dejar atrás el capitalismo, los neoliberales y las injusticias. ¡Quién en su sano juicio no podría querer algo así!

No obstante, el problema no se halla en el campo de los deseos, sino en el de las realidades. El socialismo del siglo XXI no es más que un espejismo, una ilusión barata, una fata morgana, a la cual se aferran quienes no tienen otro horizonte de miras y prefieren creer en un mañana que ya despunta, todo con tal de no tener que elaborar otros mañanas.
Prestemos atención a lo que nos dice Sader, simplemente porque se trata de un intelectual reconocido que procura constantemente mostrar los logros del socialismo del siglo XXI, asumiendo una postura reflexiva, no exenta de crítica. 

Iremos comentando sus opiniones pasaje a pasaje (resaltado con negrilla y corchetes), a fin de evitar en lo posible volver a citar el texto o alejarlo de su contexto inmediato. Al final de esta nota, se reproduce íntegramente la nota original ya sin ninguna inserción o comentario. Empecemos.

"Una izquierda de la esfera pública"

“La izquierda del siglo XX fue una izquierda del Estado, que se valió del Estado para organizar proyectos de nación, para hacer que el Estado empujara el desarrollo económico, garantizara derechos sociales. Tuvo un rol fundamental, sobre todo si pensamos que antes había un Estado estrictamente de las elites dominantes, de las oligarquías primario exportadoras, que hacían del Estado un instrumento estricto de sus intereses”. 

[De acuerdo, esa izquierda al menos tenía un proyecto de nación, lo intentaron, algo lograron, impulsaron la construcción de unas ciertas identidades nacionales, la sustitución de importaciones. Un resultado magro, pero que se debe reconocer y agradecer.]

“Cuando se agotó el ciclo largo expansivo del capitalismo internacional y, con él, el modelo desarrollista, dos perspectivas se presentaban en el horizonte. Ronald Reagan enarboló una, la vencedora: el Estado habría dejado de ser solución, para ser problema. Y la forma de enfrentar ese problema era reducirlo a sus proporciones mínimas, al Estado mínimo, promoviendo al mercado a un rol de centralidad. El viejo adagio del liberalismo recobraba nueva fuerza: el mercado es el mejor redistribuidor de recursos.

[¡Qué extraña idea de la que se parte en este punto! Porque se agotó el ciclo largo del capitalismo, ¿se agotó el modelo desarrollista? ¿Por qué? ¿Acaso ya resolvimos nuestros problemas materiales o fue por falta de imaginación, de elucubrar un proyecto propio de largo alcance, por no atrevernos a medirnos con nuestra propia vara, o simplemente porque la métrica la impone el centro y en la periferia solo nos queda decir, bien gracias? Esta idea no puede ser aceptada]

“Aparentemente de forma contrapuesta a esa versión, surgió un relato que también pretendía superar el agotamiento del Estado, pero proponiendo a la “sociedad civil” como su sucedáneo. Condenaba tanto o incluso más que la versión anterior al Estado. Toni Negri alcanzó a tildarlo como conservador, como pieza de museo. Holloway tenía esperanzas de que se podría cambiar el mundo sin el tomar el poder, sin el Estado.

Los primeros han realizado su sueño y han llevado el mundo a sus desastres actuales, resultado de la centralidad de un mercado descontrolado, mercado dominado por el capital especulativo y por los grandes bancos privados. Los segundos han quedado relevado a la intrascendencia, prisioneros de la trampa liberal de una sociedad civil en contra del Estado.

La versión alternativa era otra. No era el abandono del Estado, sino su democratización. No era ni el abandono a la esfera mercantil, ni el retorno pura y simple a la esfera estatal, sino la construcción, a partir del Estado y de organizaciones sociales, la esfera pública. Una esfera de la ciudadanía, una esfera de los derechos iguales para todos, la verdadera esfera democrática.”

[La pregunta del trillón es muy simple: ¿cómo, de qué manera se financia la base material para el ejercicio efectivo de los derechos, cómo se hace para garantizar el ejercicio pleno, continuo, universal de los derechos? Hasta ahora ningún gobierno, tampoco los socialistas de todo cuño y matiz, ha podido responder a esta cuestión, absolutamente elemental para empezar a hablar de un constructo socialista, de una semilla capaz de fructificar. Ya basta de tanto discurso barato. Ya ha llegado la hora que la izquierda cante, que diga “klip und klar”, cómo pretende asegurar los derechos, más allá de coyunturas ocasionales: ¿cómo pretende garantizar el ejercicio de los derechos? Mientras no contemos con respuestas claras y precisas sobre este asunto, la izquierda solo seguirá retozando en su océano de demagogia.]

“Los gobiernos que han revertido al modelo neoliberal de la centralidad del mercado son aquellos que se han valido del Estado para promover los derechos sociales de todos, para rescatar el rol activo del Estado como inductor del crecimiento económico y proyector de políticas externas soberanas. Fueron los gobiernos anti neoliberales de América del Sur.”

[Esta aseveración debe ser una broma, para nada divertida. Fuera de bromas: es una pachotada aseverar algo así! Dónde, qué gobierno anti neoliberal hay en la América del Sur? Discursivamente todos son ultra anti neoliberales, pero eso no refleja la realidad. Todas las políticas emprendidas son producto y resultado del inmenso flujo de recursos que nos cayó milagrosamente. Creer por ejemplo que “el rol activo del Estado como inductor del crecimiento económico” logró algo estable y permanente, perdurable, digamos para la próxima década, es no comprender que en la actual coyuntura las condiciones de la producción no tienen nada que ver con las condiciones de la reproducción, para parafrasear algo invertidamente a Marx, pues fueron producto de circunstancias pasajeras, fortuitas y casuales. Son esferas completamente distintas, porque el maná no cae a diario, y posiblemente ocurra una vez en cien o en mil años.]

“Pero incluso estos han recuperado al Estado, sin transformarlo, defendiendo a la sociedad de las consecuencias negativas de un mercado descontrolado, pero sin democratizar al Estado, con la centralidad en la esfera pública. Los aparatos de Estado han resistido, desde adentro, con las alianzas con las fuerzas conservadoras desde afuera, para frenar un amplio proceso de democratización política, social, económica y cultural, de que carecen las sociedades contemporáneas.

Cuando los gobiernos anti neoliberales se enfrentan a obstáculos, no deben ceder pura y simplemente al liberalismo tradicional, al mercado, sino, al contrario, avanzar hacia la trasformación radical de los Estados con la centralidad de la esfera pública. Porque la contradicción fundamental en la era neoliberal es la que se da entre la esfera mercantil – el afán de mercantilizar a todo, de trasformar derechos en mercancías y ciudadanos en consumidores – y la esfera pública, la esfera de los derechos para todos, la esfera de los ciudadanos.”

[Aquí se pasa de las loas a dar algunas recetas -“cuando los gobiernos anti neoliberales se enfrentan a obstáculos, no deben ceder pura y simplemente al liberalismo tradicional…”- explicando a su vez que la contradicción principal se hallaría entre la esfera mercantil y la esfera pública. Solo que no se dice nada de cómo se puede lograr algo así, como sería posible oponer la esfera de los derechos o de los ciudadanos al afán de mercantilizarlo todo. Debo admitir que suena bien plantear la contradicción principal de ese modo, pero no se dice nada de cómo lograrlo, ni siquiera se intenta explicar porqué la esfera mercantilista la tiene tan fácil. A mi entender por algo muy evidente: el modo de producir respuestas que tiene el capitalismo, nos guste o no, va por la vía de mercantilizarlo todo, simplemente porque es el modo de asegurarse que todo tenga precio y se trance, porque esa es la mejor oportunidad de acumular capital y ese es el único medio que conoce el capitalismo para crea empleos que también van a parar a manos de quienes no tienen más medios de producción que sus propios brazos. así sea en las condiciones más extremas y precarias. Desgraciadamente, el llamado “socialismo del siglo XXI” es orgánicamente incapaz de lograr al menos un resultado semejante, especialmente mientras se halle inmerso en el rentismo y el extractivista, sin ninguna democratización real y sin ningún mecanismo de reproducción viable y sostenible que garantice el ejercicio de los derechos. De modo que sigue un gran blablá, aún no aterrizamos en respuestas concretas y reales, de aquellas que puedan ser cuando menos discutibles.]

“Se puede medir cuanto se ha avanzado en la superación del neoliberalismo por la medida en que se ha avanzado en la extensión de los derechos para todos y en la restricción de la mercantilización de la sociedad. La medida en que se han fortalecido la educación pública, la salud pública, por ejemplo, a expensas de la educación mercantil, de la salud mercantilizada, el fortalecimiento de los bancos públicos a expensas de los bancos privados.”

[Buen indicador, pero la pregunta, ya cargosa y reiterativa sigue siendo la misma: cómo se asegura que el ejercicio efectivo de los derechos no sea una lluvia de verano, cómo nos aseguramos que el ejercicio de derechos no depende de fabulosas coyunturas, cómo nos aseguramos que en los momentos que las oscilaciones de los precios en los mercados internacionales son adversas o negativas, podremos seguir teniendo los medios y recursos indispensables para garantizar el ejercicio de los derechos? ¿O acaso se está pensando que el ejercicio sostenible de los derechos no requiere de una diversidad de medios y recursos que garantice su cumplimento? Si este fuera el caso, sería una inmensa irresponsabilidad.]

“La esfera pública no representa tan solamente la democratización de la sociedad actual, sino apunta hacia una dinámica anticapitalista, en la medida que el eje y el proyecto central del capitalismo son la mercantilización generalizada de todas las esferas de la sociedad, a transformar todo en mercancías, que todo tenga precio, que todo se pueda vender y comprar. La esfera pública, al contrario, promueve el derecho de todos, la promoción de todos los individuos a ciudadanos, esto es, a sujetos de derechos.”

[Bien también, no solo apuntar a democratizar la sociedad, sino apuntar a una dinámica anticapitalista, quién podría estar en contra? Solo que aquí ya no se apunta únicamente a la pregunta de cómo garantizar/financiar el ejercicio pleno y continuo de los derechos, sino que además se propone apuntar a “una dinámica anticapitalista”. ¿Cuál, basada en qué, cuál es el modelo alternativo, el modo de producción que supere al viejo, vetusto y carcomido que nos está comiendo las entrañas, pero del que no podemos prescindir, porque no tenemos ni en ciernes el proyecto, programa o modo alternativo de producción que nos permita no sucumbir antes que con el capitalismo. De modo que a una pregunta nunca respondida, se añade ahora una pregunta sin ninguna respuesta en el horizonte previsible.]

“Para llegar a tener una izquierda de la esfera pública es indispensable, antes que todo, además de una crítica radical de todos los efectos negativos de la centralidad del mercado, desarrollar una profunda conciencia pública, radicalmente democrática, un espíritu de la centralidad de los bienes públicos, de las empresas públicas, de los servicios públicos, del Estado como un instrumento en las manos de toda la sociedad, antes que todo de los trabajadores y del pueblo. El Estado no es así ni la solución por sí solo, ni el problema. Es un espacio de disputa entre la esfera mercantil y la esfera pública. Cabe a la izquierda del siglo XXI ser una izquierda de la esfera pública, – que es la forma actual de ser anticapitalista- para la construcción de sociedades profundamente democráticas y de un mundo apropiado por sus pueblos a partir de esos Estados nacionales democratizados y centrados en la esfera pública.”


Creo que no vale la pena ahondar más en estos puntos de vista. Queda claro que no se puede pretender dar ni el primer paso rumbo a la democratización de la esfera pública, sin tener claro cómo se pretende garantizar el ejercicio de los derechos también en tiempos de vaca flacas. La dinámica anticapitalista surgirá a mi entender por generación espontánea, el momento que podamos garantizar los medios y las condiciones apropiadas para garantizar el ejercicio de los derechos ciudadanos. Para ello, no requerimos ni tantas exportaciones ni tantas importaciones, tampoco grandes endeudamientos, ni depender tanto de los mercados ni entregarnos a potencia alguna. Ni siquiera requerimos unas tasas extraordinarias de crecimiento. Gran parte de la parafernalia economicista que nos acosa tiene poco que ver con satisfacer las condiciones de vida de la gente, y mucho más con el lucro de los inversionistas, la forma en que se reparten, dónde pueden incursionar con sus capitales. Una economía centrada en garantizar los derechos humanos, que es lo que requerimos, no requiere todo ese despliegue. Lo demás vendrá por añadidura.

Pero entre tanto eso suceda, conviene recordar este diktum categórico de Norman Manea: “La distanciaentre la utopía y la tiranía es muy pequeña”.




 -------------------------------------


Una izquierda de la esfera pública
17/03/2017
Opinión


La izquierda del siglo XX fue una izquierda del Estado, que se valió del Estado para organizar proyectos de nación, para hacer que el Estado empujara el desarrollo económico, garantizara derechos sociales. Tuvo un rol fundamental, sobre todo si pensamos que antes había un Estado estrictamente de las elites dominantes, de las oligarquías primario exportadoras, que hacían del Estado un instrumento estricto de sus intereses.

Cuando se agotó el ciclo largo expansivo del capitalismo internacional y, con él, el modelo desarrollista, dos perspectivas se presentaban en el horizonte. Ronald Reagan enarboló una, la vencedora: el Estado habría dejado de ser solución, para ser problema. Y la forma de enfrentar ese problema era reducirlo a sus proporciones mínimas, al Estado mínimo, promoviendo al mercado a un rol de centralidad. El viejo adagio del liberalismo recobraba nueva fuerza: el mercado es el mejor redistribuidor de recursos.

Aparentemente de forma contrapuesta a esa versión, surgió un relato que también pretendía superar el agotamiento del Estado, pero proponiendo a la “sociedad civil” como su sucedáneo. Condenaba tanto o incluso más que la versión anterior al Estado. Toni Negri alcanzó a tildarlo como conservador, como pieza de museo. Holloway tenía esperanzas de que se podría cambiar el mundo sin el tomar el poder, sin el Estado.

Los primeros han realizado su sueño y han llevado el mundo a sus desastres actuales, resultado de la centralidad de un mercado descontrolado, mercado dominado por el capital especulativo y por los grandes bancos privados. Los segundos han quedado relevado a la intrascendencia, prisioneros de la trampa liberal de una sociedad civil en contra del Estado.

La versión alternativa era otra. No era el abandono del Estado, sino su democratización. No era ni el abandono a la esfera mercantil, ni el retorno pura y simple a la esfera estatal, sino la construcción, a partir del Estado y de organizaciones sociales, la esfera pública. Una esfera de la ciudadanía, una esfera de los derechos iguales para todos, la verdadera esfera democrática.

Lo gobiernos que han revertido al modelo neoliberal de la centralidad del mercado son aquellos que se han valido del Estado para promover los derechos sociales de todos, para rescatar el rol activo del Estado como inductor del crecimiento económico y proyector de políticas externas soberanas. Fueron los gobiernos anti neoliberales de América del Sur.

Pero incluso estos han recuperado al Estado, sin transformarlo, defendiendo a la sociedad de las consecuencias negativas de un mercado descontrolado, pero sin democratizar al Estado, con la centralidad en la esfera pública. Los aparatos de Estado han resistido, desde adentro, con las alianzas con las fuerzas conservadoras desde afuera, para frenar un amplio proceso de democratización política, social, económica y cultural, de que carecen las sociedades contemporáneas.

Cuando los gobiernos anti neoliberales se enfrentan a obstáculos, no deben ceder pura y simplemente al liberalismo tradicional, al mercado, sino, al contrario, avanzar hacia la trasformación radical de los Estados con la centralidad de la esfera pública. Porque la contradicción fundamental en la era neoliberal es la que se da entre la esfera mercantil – el afán de mercantilizar a todo, de trasformar derechos en mercancías y ciudadanos en consumidores – y la esfera pública, la esfera de los derechos para todos, la esfera de los ciudadanos.

Se puede medir cuanto se ha avanzado en la superación del neoliberalismo por la medida en que se ha avanzado en la extensión de los derechos para todos y en la restricción de la mercantilización de la sociedad. La medida en que se han fortalecido la educación pública, la salud pública, por ejemplo, a expensas de la educación mercantil, de la salud mercantilizada, el fortalecimiento de los bancos públicos a expensas de los bancos privados.

La esfera pública no representa tan solamente la democratización de la sociedad actual, sino apunta hacia una dinámica anticapitalista, en la medida que el eje y el proyecto central del capitalismo son la mercantilización generalizada de todas las esferas de la sociedad, a transformar todo en mercancías, que todo tenga precio, que todo se pueda vender y comprar. La esfera pública, al contrario, promueve el derecho de todos, la promoción de todos los individuos a ciudadanos, esto es, a sujetos de derechos.

Para llegar a tener una izquierda de la esfera pública es indispensable, antes que todo, además de una crítica radical de todos los efectos negativos de la centralidad del mercado, desarrollar una profunda conciencia pública, radicalmente democrática, un espíritu de la centralidad de los bienes públicos, de las empresas públicas, de los servicios públicos, del Estado como un instrumento en las manos de toda la sociedad, antes que todo de los trabajadores y del pueblo. El Estado no es así ni la solución por sí solo, ni el problema. Es un espacio de disputa entre la esfera mercantil y la esfera pública. Cabe a la izquierda del siglo XXI ser una izquierda de la esfera pública, – que es la forma actual de ser anticapitalista- para la construcción de sociedades profundamente democráticas y de un mundo apropiado por sus pueblos a partir de esos Estados nacionales democratizados y centrados en la esfera pública.

- Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).

http://www.alainet.org/es/articulo/184197