Carlos Rodrigo Zapata
C.
Al cabo de un mes de las estimaciones formuladas por Javi López en su artículo, GEOPOLÍTICA DEL CAOS, puede apreciarse que la
situación cambió tan notablemente que dichas estimaciones aparecen no solo como
caducas y fuera de tiempo, sino fuera de lugar, como si no hubiera habido una
constelación de elementos que pudieran haber justificado dichas conclusiones, un
mes atrás.
¿Qué ha cambiado en
este mes?
Primero, la percepción
de una posible relación USA-Rusia, “más que favorable” con Trump y Putin
hablando “el mismo lenguaje”, resulta fuera de lugar, en vista a la creciente
escalada de confrontaciones verbales y posicionales en torno a Siria
primordialmente.
Segundo, la situación
de Cercano Oriente se ha calentado en grado extremo a partir de los ataques con
gases venenosos proscritos, donde las acusaciones mutuas entre Washington y Moscú
han llovido. Es cuestión de tiempo para que cambie el gobierno sirio, ya que a
estas alturas de ello depende la posibilidad de un fin de las confrontaciones.
Tercero, considerar a
Xi Ping el salvador de la globalización por ausencia renuente de una
contraparte, resulta cuando menos prematuro, mucho más si se tiene en cuenta
que la globalización para China es abiertamente el modo en que puede organizar
el mundo a su conveniencia.
Cuarto, la multiplicación
de relaciones bilaterales está a la orden del día, modalidad que puede permitir
un reajuste de los desbordes que ha ocasionado la fiebre globalizadora. Dónde
quedarán el libre comercio y la Organización de Comercio, son asuntos que por
ahora preocupan menos, lo cual representa un atentado a las bases mismas de la
división mundial del trabajo que administra el capitalismo, que requieren del intercambio más libre y abierto entre las naciones,
como base de su propio sustento. De lo
que se trata básicamente es evitar que las ventajas y las desventajas sean permanentemente
tan unilaterales como al presente, al participar de los sistemas de intercambio globales.
Quinto, posiblemente
el mayor cambio se relaciona con la idea que Trump
representa “un poder soberano que no responde ante el normativismo legal ni la
discusión racional. Sin contrapoderes ni intermediarios, sin jueces ni prensa”.
Los otros centros de poder norteamericano están mostrando que pueden aguarle la
fiesta a Trump, que no puede pretender
atravesar impune ante toda esa historia institucional sin sufrir reveces tan
contundentes que se vea su poder tan limitado como para inmovilizarlo o tenerlo
en un rincón.
Sexto, que los europeos tengan “la oportunidad
de ocupar el enorme espacio que dejan unos EEUU en repliegue y un mundo en
búsqueda de referencias”, resulta una buena intención, pero sin duda muy alejada
de la realidad. Europa acaba de vencer su primera prueba del año exitosamente, al
impedir que el populismo neonazi se haga del poder en Holanda. Como van las cosas,
esa ya es una buena noticia, pero aún tocan las pruebas mayores: Francia,
Italia y Alemania. Si bien en Alemania el temor no radica en que la extrema
derecha pueda alzarse con el gobierno, el problema radica en el peso que adquiera
la derecha extrema (AfD) en el nuevo Bundestag. La situación en Francia es más problemática,
por lo que sin vencer esta nueva prueba, y la italiana, resulta muy prematuro
hablar de políticas europeas de cara al mundo. Aún habrá que ver qué Europa y cuánto de Europa queda al final de todas estas contiendas.
En suma, en un mes se dio vuelta la tortilla
respecto a tendencias que bien podían percibirse a su inicio. Lo cierto del
caso es que todas las estructuras en las que se ha basado el orden
internacional en las últimas décadas han entrado en crisis, esto es, están
siendo sometidas a diversas presiones y cambios, lo que hace muy impredecible
su comportamiento, y mucho más el resultado conjunto que generarán dichos
cambios.
Las causas más visibles de esta crisis cada vez más generalizada presentan dos denominadores comunes: por un lado, el capitalismo finalmente tomó control de toda la faz de la tierra, se apoderó del planeta como nunca antes en la historia, a partir de la caída de la cortina de hierro y el muro de Berlín, dando rienda suelta a sus formas más angurrientas de comportamiento; por otro lado, más allá de lo que prometía u ofrecía, ya no hay un bloque soviético con la capacidad de ejercer una suerte de control estructural del capitalismo, de sus desbordes y libertinajes. En el afán por incoporar raudamente en el esquema capitalista a la ex Unión Soviética y las repúblicas sometidas a su comando, se ha terminado produciendo el peor capitalismo imaginable: rentista, oligarca, despótico, empobrecedor, razón por la que la intervención de la heredera principal de todo ese legado, Rusia, tiene muy pocas alas para volar, pero muchas ínfulas para mantenerse en el escenario.
Las causas más visibles de esta crisis cada vez más generalizada presentan dos denominadores comunes: por un lado, el capitalismo finalmente tomó control de toda la faz de la tierra, se apoderó del planeta como nunca antes en la historia, a partir de la caída de la cortina de hierro y el muro de Berlín, dando rienda suelta a sus formas más angurrientas de comportamiento; por otro lado, más allá de lo que prometía u ofrecía, ya no hay un bloque soviético con la capacidad de ejercer una suerte de control estructural del capitalismo, de sus desbordes y libertinajes. En el afán por incoporar raudamente en el esquema capitalista a la ex Unión Soviética y las repúblicas sometidas a su comando, se ha terminado produciendo el peor capitalismo imaginable: rentista, oligarca, despótico, empobrecedor, razón por la que la intervención de la heredera principal de todo ese legado, Rusia, tiene muy pocas alas para volar, pero muchas ínfulas para mantenerse en el escenario.
Las líneas duras que previsiblemente perduren
durante el resto del año tienen que ver con China y Rusia, las frágiles con USA
y Europa. En el caso de China, está clara su tendencia a reformatear y
redirigir las relaciones económicas y comerciales internacionales en su favor.
Ello apunta a un pacto entre China y los países que pueden servirle de proveedores
y de mercados, por lo que un fortalecimiento de dichas relaciones con países
competidores aparece como muy improbable. Este en todo caso sería el sello
chino en la globalización. En el caso de Rusia, se halla sometida a fuertes
tensiones que le obligan a mantener curso y ritmo sin desviarse, lo que lo
convierte en un actor peligroso, porque su radio de acción se ha reducido en
extremo.
Europa está presa en sus desaguisados internos,
signados por los populismos, la crisis económica, las inmigraciones y muchas dudas sobre la institucionalidad
europea. Tampoco tiene grandes grados de libertad, pero su problema es interno,
que viene a ser el opuesto directo al que confronta Rusia.
Los USA están en un curso errático, porque no
queda claro quién maneja las riendas, ya que son muchos los centros que pugnan
por conducirlas o impedir que los otros lo hagan de modo exclusivo. No sabemos
a ciencia alguna si hacia el final de año USA se aproximará más al polo norte o al
sur, así de oscilante, vacilante y sinuoso se puede percibir su curso de
acción.
Considerando que los nombrados son los
principales actores planetarios, se puede advertir claramente que la dupla China-Rusia
ganará espacios, presencia, protagonismo, sea porque las circunstancias los
inducen a ello o porque ven oportunidades muy grandes de avanzar en sus propias
proyecciones geopolíticas sin gran oposición.
El 2018 dependerá mucho del balance de poderes
que se establezca en USA y de los resultados en las elecciones en varios países
europeos. Lo más probable es que todavía se requerirá un tiempo hasta armonizar
las vías que se prioricen, por lo que 2018 será otro año ganado para el dúo China-Rusia,
lo que se reflejará en el sostenimiento de regímenes escasamente democráticos,
pero afines a sus líneas y políticas. El mundo se inclinará más por modelos verticales,
autocráticos y autoritarios, simplemente porque no habrá un discurso
alternativo, una opción alternativa que pueda legitimarse claramente ante la
opción verticalista. No son buenos tiempos para la democracia, especialmente
cuando no puede demostrar que realmente existe y funciona.
Todo ello muestra las grandes dificultades de
armonizar políticas públicas sostenibles en el plano internacional, es decir,
que se hallen en consonancia con la lucha contra el calentamiento global y que
lleven el sello de la equidad, la inclusión y la lucha contra la extrema
pobreza.
El mundo está perdiendo y perderá precioso
tiempo para enfrentar los graves males que lo aquejan como consecuencia de estas
olas de vacilaciones y visiones extremas encontradas, que solo muestran que seguimos
viviendo en estrechos compartimentos estancos, cuando muchos creen que ya
vivimos en un solo mundo, ampliamente intercomunicado.
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