Carlos Rodrigo Zapata C.
La relación entre Bolivia y
Estados Unidos no solo es mala, es pésima. Dicho estado de la relación tiene
que ver, por un lado, con la postura ideológica del gobierno Morales,
calificada de antiimperialista, que se ha traducido en una serie de medidas
tomadas contra la representación norteamericana en Bolivia, al haber expulsado
al embajador de ese país, y luego a las representaciones de la DEA y USAID. Por
el lado norteamericano se puede anotar principalmente su rechazo a la
tolerancia y condescendencia que se practica en Bolivia con la producción de
hoja de coca, y por esa vía, con el narcotráfico.
Por lo que se puede prever,
dicha relación no hará más que empeorar aún más en el próximo tiempo con el
nuevo gobierno de Trump y la nueva ley de la coca en Bolivia, ya aprobada en
las dos cámaras de la Asamblea Legislativa, a la espera que sea promulgada por
el Presidente Morales, quién súbitamente partió a Cuba por razones médicas
debido a que las dolencias del primer mandatario no habrían podido ser
subsanadas por 5 médicos en Bolivia, según comunicación oficial.
¿Cuáles son los puntos que
en Bolivia se cuestionan de la nueva ley? El primero es la legalización de
22.000 ha de cultivos de hoja de coca, muy superior a las que estipulaba la
anterior ley 1008 de la coca, que establecía un monto de 12.000 ha. Un segundo
punto tiene que ver con el hecho que las hectáreas permitidas en el Chapare
(trópico de Cochabamba) ahora quedan completamente legalizadas, mientras que la
ley 1008 las consideraba área en transición, es decir, en preparación para la
erradicación de la coca, mientras se esperaba los resultados de los millonarios
proyectos de sustitución de cultivos que se emprendieron en dicha región desde
los años 80 con apoyo norteamericano. Un tercer punto tiene que ver con el
hecho que la superficie permitida tampoco toma en cuenta el ampuloso estudio de
consumo tradicional de la hoja de coca en Bolivia, conocido como acullicu,
pijcheo o masticación de la hoja de coca, financiado por la Unión Europea. El
estudio, controvertido por sus resultados, arrojó una cifra algo mayor a las
14000 ha, considerada por la sociedad boliviana como excesiva para atender
dicha demanda.
Existe una gama de otros
aspectos controversiales relacionados con la nueva ley de la hoja de coca. El
primero es que los esfuerzos por mantener una diversidad de usos de la tierra
han sido ampliamente abandonados, en particular en los Yungas, la zona de
cultivo tradicional de hoja de coca. Los procesos de degradación del suelo para
fines agrícolas, el creciente uso de agroquímicos, la contaminación de las
corrientes de agua, todo ello está contribuyendo a que las producciones que
antaño provenían de los Yungas de La Paz se hallen en franca retirada, en
particular la producción de café, cítricos, plátanos, así como el deterioro de
una gran variedad de nichos ecológicos que permitían desde el cultivo de
orquídeas, hasta la protección del jucumari, oso andino, y la conservación de
diversos santuarios ecológicos destinados a la protección de otras
especies.
También la polémica sobre
los rendimientos es otro tema que aún no ha sido claramente dilucidado. La
oficina de Naciones Unidas encargada del control al tráfico de estupefacientes
-UNODC- no ha recibido la autorización del gobierno boliviano para
encarar un estudio actualizado sobre los rendimientos de los cultivos de hoja
de coca en las diferentes zonas cocaleras del país. El mismo representante de
la UNODC ha reiterado la necesidad de estudios periódicos sobre rendimientos,
razón por la que siguen empleando parámetros de rendimiento de hace más de una
década. En el caso del Chapare, el área más cuestionada para la producción de
coca por la falta de aptitud de la hoja de coca para consumo humano, la UNODC
está empleando parámetros extractados de un estudio elaborado en 1993, es
decir, hace ya un cuarto de siglo atrás para estimar la producción de hoja de
coca. [ver:
Bolivia. Monitoreo de Cultivos de Coca 2015. Julio 2016, p.1]
A este contexto, es
oportuno analizar los rendimientos de cultivos de hoja de coca en Colombia,
principal productor de coca y cocaína a nivel mundial. Los rendimientos medios
en ese país alcanzaron a 4,8 TM/ha de coca fresca en 2015. Transformando dicho
valor a coca seca que es la unidad de medida empleada por la UNODC en Bolivia y
asumiendo un contenido de humedad de 57%, el rendimiento en Colombia equivale a
2,6 TM/ha, semejante al parámetro que se viene empleando en Bolivia para la
región del Chapare. Hasta ahí podríamos decir que no hay mayor novedad en el
frente.
No obstante, ese
rendimiento en Colombia es obtenido luego de intensos procesos de aspersión
química con herbicidas, especialmente con glifosato. De acuerdo con los propios
informes de la UNOCD en Colombia, se puede advertir que las áreas que no han
sido sometidas a aspersión química como método de erradicación de cultivos de
hoja de coca, tienen un rendimiento medio que duplica el rendimiento reportado.
Ello significa que los rendimientos en Colombia de coca fresca y sin aspersión
sobrepasan las 9 TM/ha. Este es el caso de la región del Meta colombiano, no sometida a aspersión química, y cuyos rendimientos alcanzaron a 9,9 TM/ha. [Ver: COLOMBIA. Censo de Cultivos deCoca 2005. Julio de 2006, p. 56] Un comportamiento similar se ha observado también en la región Pacifico colombiano que muestra una perdida considerable de rendimiento debido a la aspersión química. [Ver: COLOMBIA.
Censo de Cultivos de Coca 2014. Julio de 2015, p. 47- 49].
En términos de coca seca,
dicho rendimiento equivale a 4,2 TM/ha, es decir, casi el doble del parámetro
que se emplea al presente en Bolivia para el Chapare (entre 2 y 2,7 TM/ha) y
casi cuatro veces mayor que los rendimientos consignados actualmente para los
Yungas (entre 1,1 y 1,3 TM/ha).
Es decir, si tomamos en
cuenta los rendimientos consignados anteriormente, podemos obtener la siguiente
estimación de producción de hoja de coca en Bolivia:
La producción de 84630 TM
más que duplica la producción actual oficialmente consignada en Bolivia, lo
cual muestra un potencial de producción de cocaína y derivados extremadamente
preocupante. Según datos consignados en el Perú, se requiere 120 kg de coca
seca para producir 1 kg de pasta base, por lo que en Bolivia se tendría un
potencial de producción de 700 TM de pasta base, muy superior a las cifras que
se consignan al presente.
Este ejercicio de cálculo usando rendimientos
reconocidos y admitidos en Colombia para calcular la producción total de hoja
de coca en Bolivia tiene dos sentidos: por un lado, se trata de darnos cuenta
que el tema del narcotráfico tiene varias formas de crecer: en superficie, en
rendimientos y en la cantidad de alcaloide que acumulan las nuevas variedades y
de extraerlo con procedimientos químicos. Por otro lado, es oportuno subrayar y
reiterar lo señalado por la UNODC que no existen estudios actualizados de
rendimiento, lo que significa que se aprueba una ley sin conocer con cierta
precisión los rendimientos existentes, lo que representa una burla desde el
punto de vista del estudio de consumo tradicional efectuado alrededor del año
2012 y de la superficie que actualmente se requeriría para atender dicho
consumo.
Los precios de la hoja de
coca han subido espectacularmente, Según el informe de la UNODC, el precio del
kg de hoja de coca estaba el 2015 en 9,4 dólares. aprox. Bs. 65. En el año 2017
la hoja de coca ya ha alcanzado la suma de Bs. 90 el kg. en la región de los
Yungas, equivalente a US$ 13. Pensar que esos precios son posibles o
debido a la demanda de hoja de coca para pijcheo y uso tradicional, resulta una
suposición muy aventurera. Los altos y crecientes precios de la hoja de coca
están mostrando que existen usos que pueden pagar esos precios exorbitantes.
Otro uso que no sea para la producción de cocaina en sus distintas fases
resulta cuando menos inimaginable.
Dado que el 95% de la hoja
de coca del Chapare no se canaliza mediante mercados oficiales o legales, se
supone que dicha producción va a parar a los circuitos del narcotráfico,
producción que sería muy superior a la que hasta el presente se conoce o admite
en los informes existentes en el país, como hemos señalado anteriormente.
Lo más preocupante de las
cifras consignadas anteriormente sería la diferencia espectacular en los
volúmenes de hoja de coca en los Yungas, ya que según dichas estimaciones, es
en esa región donde se daría una mayor diferencia o discrepancia entre los
rendimientos empleados y los que resultan de la realidad colombiana, que
seguramente no tiene mejores cultivadores de coca que los que hay en el
país.
A su vez, la producción de
pasta base y de clorhidrato de cocaína que sería posible obtener en este
escenario tendería a triplicarse en relación a los parámetros que hasta ahora
utiliza Naciones Unidas. El rol del país en la cadena de valor del narcotráfico
tendería a acrecentar su rol como productor de cocaina.
Comisión
del Respeto Mutuo
Las condiciones para un
tratamiento respetuoso entre Bolivia y los Estados Unidos están muy lejos de
darse, debido a que ambos lados esgrimen puntos de vista y argumentos que muy
difícilmente serán aceptados por la otra parte. La Comisión del Respeto Mutuo
que una vez propuso el ex canciller Choquehuanca, siempre sonó a una broma de
mal gusto. [Una valoración breve de dicha intención, se ha incluido en el link aquí]. Pero ahora, a la luz de estas medidas precipitadas que se toman en
Bolivia, dicha Comisión encontraría aún mayores motivos para discrepar. A todo
ello se agrega el nuevo gobierno de Trump en los Estados Unidos, con el que
toda intención de proyecto queda sumida en una situación de suspenso,
incertidumbre y vacilación sin fecha.
Pretender que Estados
Unidos no tiene argumentos para cuestionar la política cocalera del gobierno
boliviano es sin duda una gimnasia demasiado acrobática, ya que la cantidad y
variedad de temas y asuntos observables relacionados con la nueva ley de la
coca brindan un inmenso campo para las críticas y cuestionamientos, razón por
la que la nueva ley de la coca brindará la perfecta justificación para una
nueva descertificación por el país del Norte, independientemente del derecho o
razón que les asista para hacerlo.
El New
York Times pondera política cocalera boliviana
En este marco resulta sin
duda completamente fuera de lugar la recomendación que hace tan solo unos meses
brindaba el New York Times en español en su edición del 14 de septiembre a su
propio gobierno, de estudiar "los méritos de enfoques alternativos como el
boliviano". Si antes de la nueva de la ley de la coca y de la asunción de
Trump al gobierno norteamericano ya resultaba cuando menos una apreciación
errada, ahora se constituye en una insensatez de marca mayor.
Los verdaderos
ingredientes de la nueva ley de la coca
A todas los
cuestionamientos y señalamientos que se le puede hacer al gobierno boliviano se
debe agregar el de haberse mantenido pasivo en lo que se refiere a la creación de
nuevas fuentes de empleo en el marco de una matriz productiva que tiene que ser
más amplia y diversificada, especialmente en actividades de transformación
productiva sostenibles. La falta de dichas nuevas oportunidades ha incidido
poderosamente como para que los cocaleros se mantengan aferrados a sus
"catos" de coca (equivalente a un sexto de ha), a su relación
clientelar con el gobierno y a sus afanes rentistas, lo que no ha hecho más que
agudizar y acentuar la dependencia estructural del narcotráfico en Bolivia. Lo
mismo acontece con gran parte de los sectores informales que viven del
contrabando, la piratería y diversas otras actividades inviables e
insostenibles.
La década perdida que acaba
de cumplirse, se refiere a la oportunidad pérdida más importante en toda la
historia de Bolivia. Un ejemplo de los costos inconmensurables de haber perdido
dicha oportunidad se puede apreciar justamente en las demandas y exigencias de
sectores sociales cada vez más dependientes de la vieja y caduca matriz productiva
de cuño extractivista que nos mantiene en la prehistoria mundial. Los casos de
los mineros cooperativizados y ahora de los cocaleros con sus demandas nos
muestran que Bolivia se halla en un callejón sin salida, cada vez más limitado
por su propia historia, pero también por la falta de visiones y perspectivas
capaces de romper con esas viejas estructuras, de abrir el país a nuevos
horizontes.
La nueva ley de la coca
representa un conjunto de nuevos remaches para el féretro en que se
pretende enterrar la suerte y el futuro del país. Esperemos que el país todo
reaccione para evitar esos cortejos fúnebres que solo pueden ser fuente de
mucho dolor y nueva pobreza.
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EL NEW YORK TIMES ACONSEJA APRENDER DE LA EXPERIENCIA BOLIVIANA EN LA
LUCHA CONTRA LAS DROGAS
Carlos Rodrigo Zapata C.
De modo sorprendente, el
NYT reprende a su gobierno, el gobierno que preside el Sr. Barack Obama, y
recomienda estudiar "los méritos de enfoques alternativos como el
boliviano". Una sorpresa sin duda, no que reprenda a su gobierno, sino que
alabe al nuestro.
Y ello llama la atención
por muchos motivos. Primero, porque es muy excepcional que vengan alabanzas de
ese lado. Segundo, porque muestra que el NYT está haciendo un análisis
demasiado superficial de la lucha contra las drogas en Bolivia. Tercero, porque
dichos halagos se inscriben en otros halagos que ocasionalmente llegan al país
de las esquinas más sorprendentes, lo cual muestra que existe un pronunciado
déficit de información, aunque también premura por repartir alabanzas, vaya uno
a saber porqué.
Pero lo que el NYT no tiene
en cuenta es un conjunto de información muy preocupante que muestra que la
lucha contra las drogas en Bolivia tiene muchos bemoles. Veamos algunos. No se
sabe cuál es el rendimiento del cultivo de hoja de coca en Bolivia, por lo que
no podemos decir que sabemos cuál es todo el potencial de producción de drogas.
Como ejemplo y tomando en cuenta información proveniente de Colombia, es
posible decir que los rendimientos anuales de coca, son 3 a 4 veces superiores
a los que usualmente se consignan en Bolivia. Que nuestro productores de coca
no sean tan hábiles como los colombianos, al punto que se den esas diferencias,
resulta dudoso, En todo caso, aquí hay un hueco gigante en la información, que
la ONU tampoco se ha atrevido a cerrar.
Otro capítulo escasamente
conocido es el referido a Bolivia como país de tránsito. Las quejas en los
paises vecinos -en particular Argentina, Brasil y Paraguay- sobre el ingreso de
aviones procedentes de Bolivia con pasta base se escuchan a menudo, como el
caso en los últimos días de pasta incautada en una hacienda en el Paraguay,
proveniente del Beni.
También habría que decir
que hasta ahora la ley existente en la materia no se cumple, el estudio sobre
consumo tradicional de la hoja de coca no ha sido dado a conocer, no existe
ninguna investigación sobre el lavado de narcodólares, de modo que en todos los
"eslabones" de la cadena de cultivo, producción y tráfico relacionado
con la coca pueden percibirse vacíos de información significativos como para
que ni el gobierno norteamericano tenga elementos de juicio suficientemente
claros para descertificar al país, ni el NYT para recomendarlo como ejemplo.
Solo se percibe que el poder del narcotráfico avanza y que está muy claramente
instalado en todos los "eslabones" de la cadena que controla.
Para concluir con el #NYT,
se nota que su Comité Editorial que funge como autor de la nota de marras, está
muy desubicado. Sería muy recomendable que pueda munirse de mucha más
información y tome en cuenta los debates internos, antes de empezar a repartir
recomendaciones y alabanzas.
[NOTA PUBLICADA ORIGINALMENTE EN FACEBOOK, https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=10210716126161974&id=1313755627
]
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New York Times:
Las lecciones de Bolivia en
la lucha contra el narcotráfico
Por Comité Editorial
14 de septiembre de 2016
Esta semana, la Casa Blanca
publicó su informe anual sobre los países que están en primera línea de fuego
en la guerra contra las drogas. Como era de esperar, Bolivia ha sido señalada
como uno de los tres países que ha fallado a la hora de combatir de manera
efectiva el narcotráfico. El presidente Evo Morales respondió, como hace cada
año, de manera desafiante.
“El mundo sabe que nuestro
modelo antinarcóticos funciona mejor sin Estados Unidos”, dijo Morales en
referencia a la expulsión de la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA) de
Bolivia en 2008.
La condena anual a Bolivia
no resulta útil. Hasta ahora, la experiencia del país y su estrategia contra la
droga muestra mejores resultados que la erradicación forzada que defiende
Washington.
La última década, el
gobierno boliviano ha tratado de limitar gradualmente el cultivo de coca, la
planta de la que sale la cocaína, al establecer un mercado regulado para su
consumo como estimulante no narcótico. (Los bolivianos han mascado hojas de
coca y han hecho té con ella durante generaciones). El gobierno erradica los
cultivos no autorizados tras negociar y encontrar alternativas para quienes los
plantan.
Este enfoque, con apoyo y
financiación de la Unión Europea, ha mostrado buenos resultados. Según la
oficina de las Naciones Unidas para el Crimen y el Delito, el cultivo de coca
en Bolivia ha disminuido durante los últimos cinco años. En su último informe,
la organización ha dicho que en el país hay unas 20.200 hectáreas plantadas,
poco menos que el año anterior.
Estas tácticas han sido
aprobadas por expertos y funcionarios occidentales porque premia los derechos y
necesidades de campesinos pobres. Quienes cultivan coca y se han registrado
ante el gobierno de manera voluntaria reciben pequeñas parcelas de tierra en
las que cultivar cantidades controladas. Morales, que fue líder de un sindicato
de cultivadores de coca, ha jugado un rol activo en estas negociaciones con los
sindicatos.
Eso contrasta con la
estrategia que Estados Unidos financia hace tiempo en la región, una
combinación de fumigación aérea, erradicación manual y persecución de capos. En
Colombia, que ha sido el aliado más estrecho de Washington en la lucha contra
el narcotráfico, es donde se ha hecho más evidente que el enfoque no es el
adecuado.
El año pasado, el cultivo
de coca en Colombia aumentó casi un 40 por ciento comparado con el año anterior
según las Naciones Unidas. El enfoque de mano dura ha incrementado la
violencia. Colombia no ha recibido de Estados Unidos la etiqueta de “fallo
demostrable”.
Quizá sea hora de que
Washington deje de usar esas etiquetas y estudie los méritos de enfoques
alternativos como el boliviano.