06 marzo 2017

Los verdaderos ingredientes de la ley de la coca: clientelismo, extractivismo, rentismo, dependencia.




Carlos Rodrigo Zapata C.

La relación entre Bolivia y Estados Unidos no solo es mala, es pésima. Dicho estado de la relación tiene que ver, por un lado, con la postura ideológica del gobierno Morales, calificada de antiimperialista, que se ha traducido en una serie de medidas tomadas contra la representación norteamericana en Bolivia, al haber expulsado al embajador de ese país, y luego a las representaciones de la DEA y USAID. Por el lado norteamericano se puede anotar principalmente su rechazo a la tolerancia y condescendencia que se practica en Bolivia con la producción de hoja de coca, y por esa vía, con el narcotráfico.

Por lo que se puede prever, dicha relación no hará más que empeorar aún más en el próximo tiempo con el nuevo gobierno de Trump y la nueva ley de la coca en Bolivia, ya aprobada en las dos cámaras de la Asamblea Legislativa, a la espera que sea promulgada por el Presidente Morales, quién súbitamente partió a Cuba por razones médicas debido a que las dolencias del primer mandatario no habrían podido ser subsanadas por 5 médicos en Bolivia, según comunicación oficial.

¿Cuáles son los puntos que en Bolivia se cuestionan de la nueva ley? El primero es la legalización de 22.000 ha de cultivos de hoja de coca, muy superior a las que estipulaba la anterior ley 1008 de la coca, que establecía un monto de 12.000 ha. Un segundo punto tiene que ver con el hecho que las hectáreas permitidas en el Chapare (trópico de Cochabamba) ahora quedan completamente legalizadas, mientras que la ley 1008 las consideraba área en transición, es decir, en preparación para la erradicación de la coca, mientras se esperaba los resultados de los millonarios proyectos de sustitución de cultivos que se emprendieron en dicha región desde los años 80 con apoyo norteamericano. Un tercer punto tiene que ver con el hecho que la superficie permitida tampoco toma en cuenta el ampuloso estudio de consumo tradicional de la hoja de coca en Bolivia, conocido como acullicu, pijcheo o masticación de la hoja de coca, financiado por la Unión Europea. El estudio, controvertido por sus resultados, arrojó una cifra algo mayor a las 14000 ha, considerada por la sociedad boliviana como excesiva para atender dicha demanda.

Existe una gama de otros aspectos controversiales relacionados con la nueva ley de la hoja de coca. El primero es que los esfuerzos por mantener una diversidad de usos de la tierra han sido ampliamente abandonados, en particular en los Yungas, la zona de cultivo tradicional de hoja de coca. Los procesos de degradación del suelo para fines agrícolas, el creciente uso de agroquímicos, la contaminación de las corrientes de agua, todo ello está contribuyendo a que las producciones que antaño provenían de los Yungas de La Paz se hallen en franca retirada, en particular la producción de café, cítricos, plátanos, así como el deterioro de una gran variedad de nichos ecológicos que permitían desde el cultivo de orquídeas, hasta la protección del jucumari, oso andino, y la conservación de diversos santuarios ecológicos destinados a la protección de otras especies. 


También la polémica sobre los rendimientos es otro tema que aún no ha sido claramente dilucidado. La oficina de Naciones Unidas encargada del control al tráfico de estupefacientes  -UNODC- no ha recibido la autorización del gobierno boliviano para encarar un estudio actualizado sobre los rendimientos de los cultivos de hoja de coca en las diferentes zonas cocaleras del país. El mismo representante de la UNODC ha reiterado la necesidad de estudios periódicos sobre rendimientos, razón por la que siguen empleando parámetros de rendimiento de hace más de una década. En el caso del Chapare, el área más cuestionada para la producción de coca por la falta de aptitud de la hoja de coca para consumo humano, la UNODC está empleando parámetros extractados de un estudio elaborado en 1993, es decir, hace ya un cuarto de siglo atrás para estimar la producción de hoja de coca. [ver: Bolivia. Monitoreo de Cultivos de Coca 2015. Julio 2016, p.1] 

A este contexto, es oportuno analizar los rendimientos de cultivos de hoja de coca en Colombia, principal productor de coca y cocaína a nivel mundial. Los rendimientos medios en ese país alcanzaron a 4,8 TM/ha de coca fresca en 2015. Transformando dicho valor a coca seca que es la unidad de medida empleada por la UNODC en Bolivia y asumiendo un contenido de humedad de 57%, el rendimiento en Colombia equivale a 2,6 TM/ha, semejante al parámetro que se viene empleando en Bolivia para la región del Chapare. Hasta ahí podríamos decir que no hay mayor novedad en el frente.

No obstante, ese rendimiento en Colombia es obtenido luego de intensos procesos de aspersión química con herbicidas, especialmente con glifosato. De acuerdo con los propios informes de la UNOCD en Colombia, se puede advertir que las áreas que no han sido sometidas a aspersión química como método de erradicación de cultivos de hoja de coca, tienen un rendimiento medio que duplica el rendimiento reportado. Ello significa que los rendimientos en Colombia de coca fresca y sin aspersión sobrepasan las 9 TM/ha. Este es el caso de la región del Meta colombiano, no sometida a aspersión química, y cuyos rendimientos alcanzaron a 9,9 TM/ha. [Ver:  COLOMBIA. Censo de Cultivos deCoca 2005. Julio de 2006, p. 56] Un comportamiento similar se ha observado también en la región Pacifico colombiano que muestra una perdida considerable de rendimiento debido a la aspersión química. [Ver: COLOMBIA. Censo de Cultivos de Coca 2014. Julio de 2015, p. 47- 49].


En términos de coca seca, dicho rendimiento equivale a 4,2 TM/ha, es decir, casi el doble del parámetro que se emplea al presente en Bolivia para el Chapare (entre 2 y 2,7 TM/ha) y casi cuatro veces mayor que los rendimientos consignados actualmente para los Yungas (entre 1,1 y 1,3 TM/ha).

Es decir, si tomamos en cuenta los rendimientos consignados anteriormente, podemos obtener la siguiente estimación de producción de hoja de coca en Bolivia:


La producción de 84630 TM más que duplica la producción actual oficialmente consignada en Bolivia, lo cual muestra un potencial de producción de cocaína y derivados extremadamente preocupante. Según datos consignados en el Perú, se requiere 120 kg de coca seca para producir 1 kg de pasta base, por lo que en Bolivia se tendría un potencial de producción de 700 TM de pasta base, muy superior a las cifras que se consignan al presente.

Este ejercicio de cálculo usando rendimientos reconocidos y admitidos en Colombia para calcular la producción total de hoja de coca en Bolivia tiene dos sentidos: por un lado, se trata de darnos cuenta que el tema del narcotráfico tiene varias formas de crecer: en superficie, en rendimientos y en la cantidad de alcaloide que acumulan las nuevas variedades y de extraerlo con procedimientos químicos. Por otro lado, es oportuno subrayar y reiterar lo señalado por la UNODC que no existen estudios actualizados de rendimiento, lo que significa que se aprueba una ley sin conocer con cierta precisión los rendimientos existentes, lo que representa una burla desde el punto de vista del estudio de consumo tradicional efectuado alrededor del año 2012 y de la superficie que actualmente se requeriría para atender dicho consumo.

Los precios de la hoja de coca han subido espectacularmente, Según el informe de la UNODC, el precio del kg de hoja de coca estaba el 2015 en 9,4 dólares. aprox. Bs. 65. En el año 2017 la hoja de coca ya ha alcanzado la suma de Bs. 90 el kg. en la región de los Yungas, equivalente a US$ 13.  Pensar que esos precios son posibles o debido a la demanda de hoja de coca para pijcheo y uso tradicional, resulta una suposición muy aventurera. Los altos y crecientes precios de la hoja de coca están mostrando que existen usos que pueden pagar esos precios exorbitantes. Otro uso que no sea para la producción de cocaina en sus distintas fases resulta cuando menos inimaginable.

Dado que el 95% de la hoja de coca del Chapare no se canaliza mediante mercados oficiales o legales, se supone que dicha producción va a parar a los circuitos del narcotráfico, producción que sería muy superior a la que hasta el presente se conoce o admite en los informes existentes en el país, como hemos señalado anteriormente. 

Lo más preocupante de las cifras consignadas anteriormente sería la diferencia espectacular en los volúmenes de hoja de coca en los Yungas, ya que según dichas estimaciones, es en esa región donde se daría una mayor diferencia o discrepancia entre los rendimientos empleados y los que resultan de la realidad colombiana, que seguramente no tiene mejores cultivadores de coca que los que hay en el país. 

A su vez, la producción de pasta base y de clorhidrato de cocaína que sería posible obtener en este escenario tendería a triplicarse en relación a los parámetros que hasta ahora utiliza Naciones Unidas. El rol del país en la cadena de valor del narcotráfico tendería a acrecentar su rol como productor de cocaina. 

Comisión del Respeto Mutuo 

Las condiciones para un tratamiento respetuoso entre Bolivia y los Estados Unidos están muy lejos de darse, debido a que ambos lados esgrimen puntos de vista y argumentos que muy difícilmente serán aceptados por la otra parte. La Comisión del Respeto Mutuo que una vez propuso el ex canciller Choquehuanca, siempre sonó a una broma de mal gusto. [Una valoración breve de dicha intención, se ha incluido en el link aquí]. Pero ahora, a la luz de estas medidas precipitadas que se toman en Bolivia, dicha Comisión encontraría aún mayores motivos para discrepar. A todo ello se agrega el nuevo gobierno de Trump en los Estados Unidos, con el que toda intención de proyecto queda sumida en una situación de suspenso, incertidumbre y vacilación sin fecha.

Pretender que Estados Unidos no tiene argumentos para cuestionar la política cocalera del gobierno boliviano es sin duda una gimnasia demasiado acrobática, ya que la cantidad y variedad de temas y asuntos observables relacionados con la nueva ley de la coca brindan un inmenso campo para las críticas y cuestionamientos, razón por la que la nueva ley de la coca brindará la perfecta justificación para una nueva descertificación por el país del Norte, independientemente del derecho o razón que les asista para hacerlo.  

El New York Times pondera política cocalera boliviana 

En este marco resulta sin duda completamente fuera de lugar la recomendación que hace tan solo unos meses brindaba el New York Times en español en su edición del 14 de septiembre a su propio gobierno, de estudiar "los méritos de enfoques alternativos como el boliviano". Si antes de la nueva de la ley de la coca y de la asunción de Trump al gobierno norteamericano ya resultaba cuando menos una apreciación errada, ahora se constituye en una insensatez de marca mayor. 

Los verdaderos ingredientes de la nueva ley de la coca 

A todas los cuestionamientos y señalamientos que se le puede hacer al gobierno boliviano se debe agregar el de haberse mantenido pasivo en lo que se refiere a la creación de nuevas fuentes de empleo en el marco de una matriz productiva que tiene que ser más amplia y diversificada, especialmente en actividades de transformación productiva sostenibles. La falta de dichas nuevas oportunidades ha incidido poderosamente como para que los cocaleros se mantengan aferrados a sus "catos" de coca (equivalente a un sexto de ha), a su relación clientelar con el gobierno y a sus afanes rentistas, lo que no ha hecho más que agudizar y acentuar la dependencia estructural del narcotráfico en Bolivia. Lo mismo acontece  con gran parte de los sectores informales que viven del contrabando, la piratería y diversas otras actividades inviables e insostenibles. 

La década perdida que acaba de cumplirse, se refiere a la oportunidad pérdida más importante en toda la historia de Bolivia. Un ejemplo de los costos inconmensurables de haber perdido dicha oportunidad se puede apreciar justamente en las demandas y exigencias de sectores sociales cada vez más dependientes de la vieja y caduca matriz productiva de cuño extractivista que nos mantiene en la prehistoria mundial. Los casos de los mineros cooperativizados y ahora de los cocaleros con sus demandas nos muestran que Bolivia se halla en un callejón sin salida, cada vez más limitado por su propia historia, pero también por la falta de visiones y perspectivas capaces de romper con esas viejas estructuras, de abrir el país a nuevos horizontes. 

La nueva ley de la coca representa un conjunto de nuevos  remaches para el féretro en que se pretende enterrar la suerte y el futuro del país. Esperemos que el país todo reaccione para evitar esos cortejos fúnebres que solo pueden ser fuente de mucho dolor y nueva pobreza.




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EL NEW YORK TIMES ACONSEJA APRENDER DE LA EXPERIENCIA BOLIVIANA EN LA LUCHA CONTRA LAS DROGAS

Carlos Rodrigo Zapata C.

De modo sorprendente, el NYT reprende a su gobierno, el gobierno que preside el Sr. Barack Obama, y recomienda estudiar "los méritos de enfoques alternativos como el boliviano". Una sorpresa sin duda, no que reprenda a su gobierno, sino que alabe al nuestro.
Y ello llama la atención por muchos motivos. Primero, porque es muy excepcional que vengan alabanzas de ese lado. Segundo, porque muestra que el NYT está haciendo un análisis demasiado superficial de la lucha contra las drogas en Bolivia. Tercero, porque dichos halagos se inscriben en otros halagos que ocasionalmente llegan al país de las esquinas más sorprendentes, lo cual muestra que existe un pronunciado déficit de información, aunque también premura por repartir alabanzas, vaya uno a saber porqué.

Pero lo que el NYT no tiene en cuenta es un conjunto de información muy preocupante que muestra que la lucha contra las drogas en Bolivia tiene muchos bemoles. Veamos algunos. No se sabe cuál es el rendimiento del cultivo de hoja de coca en Bolivia, por lo que no podemos decir que sabemos cuál es todo el potencial de producción de drogas. Como ejemplo y tomando en cuenta información proveniente de Colombia, es posible decir que los rendimientos anuales de coca, son 3 a 4 veces superiores a los que usualmente se consignan en Bolivia. Que nuestro productores de coca no sean tan hábiles como los colombianos, al punto que se den esas diferencias, resulta dudoso, En todo caso, aquí hay un hueco gigante en la información, que la ONU tampoco se ha atrevido a cerrar. 

Otro capítulo escasamente conocido es el referido a Bolivia como país de tránsito. Las quejas en los paises vecinos -en particular Argentina, Brasil y Paraguay- sobre el ingreso de aviones procedentes de Bolivia con pasta base se escuchan a menudo, como el caso en los últimos días de pasta incautada en una hacienda en el Paraguay, proveniente del Beni. 

También habría que decir que hasta ahora la ley existente en la materia no se cumple, el estudio sobre consumo tradicional de la hoja de coca no ha sido dado a conocer, no existe ninguna investigación sobre el lavado de narcodólares, de modo que en todos los "eslabones" de la cadena de cultivo, producción y tráfico relacionado con la coca pueden percibirse vacíos de información significativos como para que ni el gobierno norteamericano tenga elementos de juicio suficientemente claros para descertificar al país, ni el NYT para recomendarlo como ejemplo. Solo se percibe que el poder del narcotráfico avanza y que está muy claramente instalado en todos los "eslabones" de la cadena que controla. 

Para concluir con el #NYT, se nota que su Comité Editorial que funge como autor de la nota de marras, está muy desubicado. Sería muy recomendable que pueda munirse de mucha más información y tome en cuenta los debates internos, antes de empezar a repartir recomendaciones y alabanzas.




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New York Times:
Las lecciones de Bolivia en la lucha contra el narcotráfico
Por Comité Editorial 
14 de septiembre de 2016

Esta semana, la Casa Blanca publicó su informe anual sobre los países que están en primera línea de fuego en la guerra contra las drogas. Como era de esperar, Bolivia ha sido señalada como uno de los tres países que ha fallado a la hora de combatir de manera efectiva el narcotráfico. El presidente Evo Morales respondió, como hace cada año, de manera desafiante. 
“El mundo sabe que nuestro modelo antinarcóticos funciona mejor sin Estados Unidos”, dijo Morales en referencia a la expulsión de la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA) de Bolivia en 2008.
La condena anual a Bolivia no resulta útil. Hasta ahora, la experiencia del país y su estrategia contra la droga muestra mejores resultados que la erradicación forzada que defiende Washington.
La última década, el gobierno boliviano ha tratado de limitar gradualmente el cultivo de coca, la planta de la que sale la cocaína, al establecer un mercado regulado para su consumo como estimulante no narcótico. (Los bolivianos han mascado hojas de coca y han hecho té con ella durante generaciones). El gobierno erradica los cultivos no autorizados tras negociar y encontrar alternativas para quienes los plantan.
Este enfoque, con apoyo y financiación de la Unión Europea, ha mostrado buenos resultados. Según la oficina de las Naciones Unidas para el Crimen y el Delito, el cultivo de coca en Bolivia ha disminuido durante los últimos cinco años. En su último informe, la organización ha dicho que en el país hay unas 20.200 hectáreas plantadas, poco menos que el año anterior.
Estas tácticas han sido aprobadas por expertos y funcionarios occidentales porque premia los derechos y necesidades de campesinos pobres. Quienes cultivan coca y se han registrado ante el gobierno de manera voluntaria reciben pequeñas parcelas de tierra en las que cultivar cantidades controladas. Morales, que fue líder de un sindicato de cultivadores de coca, ha jugado un rol activo en estas negociaciones con los sindicatos.
Eso contrasta con la estrategia que Estados Unidos financia hace tiempo en la región, una combinación de fumigación aérea, erradicación manual y persecución de capos. En Colombia, que ha sido el aliado más estrecho de Washington en la lucha contra el narcotráfico, es donde se ha hecho más evidente que el enfoque no es el adecuado.
El año pasado, el cultivo de coca en Colombia aumentó casi un 40 por ciento comparado con el año anterior según las Naciones Unidas. El enfoque de mano dura ha incrementado la violencia. Colombia no ha recibido de Estados Unidos la etiqueta de “fallo demostrable”.
Quizá sea hora de que Washington deje de usar esas etiquetas y estudie los méritos de enfoques alternativos como el boliviano.