15 septiembre 2015

¿El final del ciclo (sin fin)?


Carlos Rodrigo Zapata C.

Sorprenden las reflexiones de Emir Sader, un reconocido analista de la realidad latinoamericana, quien en un reciente artículo, intitulado ¿El final del ciclo (que no hubo)? (ver al final), tan solo admite que habría terminado “una primera fase de los gobiernos posneoliberales”, como si una segunda fase estuviera ya en marcha o a la vuelta de la esquina, y como si todo el programa de cambios de la matriz productiva, mascarón de proa de dichos gobiernos y, además, esperado y exigido por buena parte de los sectores sociales de dichos países, pudiera realizarse sin más a continuación.

Eso significa no admitir o no darse cuenta que en América Latina acaba de concluir la mayor lluvia de maná de su historia (afirmación válida por cierto para los países primordialmente extractivistas y exportadores de materias primas, lo cual deja, por ejemplo, a Centro América y el Caribe ampliamente fuera de esta lluvia), con lo que, desgraciadamente, también llegó a su fin gran parte de las posibilidades de cambio y transformación.

En el caso de Bolivia, la lluvia de dólares que va cesando, le permitió al país recibir por concepto de exportaciones en la última década casi tanto como antes había recibido el país durante un siglo, solo que los gobernantes actuales nunca tomaron en cuenta ello y dispusieron muy fácilmente semejantes recursos en faraónicos proyectos que muy probablemente significarán unas vueltas más a la tuerca que nos mantiene amarrados al enfoque extractivista y, por tanto, impedidos de desarrollar nuestras fuerzas productivas, potencialidades y capacidades de un modo mucho más amplio e integral.

También resulta curioso que Sader considere que el “final de ciclo será cuando aparezcan nuevas alternativas, superadoras, en el horizonte político”. Sería lo mejor, porque lo peor son los zombis. Pero el problema aquí es creer que la condición para considerar superado este ciclo, se daría cuando surjan alternativas que superen el horizonte político. Pero, ¿qué queda de dicho horizonte? Si cuando los gobiernos “posneoliberlaes” tuvieron a su disposición ingentes recursos y no los pudieron canalizar hacia la transformación productiva, ahora sin dichos recursos resulta bastante quimérico suponer que podrán hacerlo. Por ello, insistir en que el “final de ciclo” recién puede suceder cuando “aparezcan nuevas alternativas”, resulta una manera de convalidar anticipadamente esquemas que apuntan a sujetarse del poder de cualquier modo, hasta tanto no “aparezcan” dichas alternativas.

Pretender con ello que la negación dialéctica (la negación superadora de la negación) solo puede estar en manos de los gobiernos “posneoliberales”, que solo ellos pueden dar por concluido el ciclo y que lo que ahora tocaría son "propuestas... anticapitalistas", cuando no han tenido objeciones en seguir navegando en las procelosas aguas del capitalismo durante una década, resulta fantasioso. No hay que olvidar que otra forma de superar estos extravios también acontece en la historia cuando la pobreza y el estancamiento vuelven nuevamente al lugar que casi siempre han tenido en nuestras formaciones sociales.

Un país que ha recibido en promedio diez veces más ingresos por exportaciones que lo que históricamente ha recibido y con ello también ingentes recursos públicos, podía permitirse encarar muchas tareas de modo simultáneo, como combatir la inflación, aumentar los sueldos de empleados públicos y fuerzas armadas, acumular reservas, tener un enorme presupuesto de gasto e inversión públicos, mantener una deuda pública relativamente baja, financiar bonos, etc. Si bien el incremento del salario mínimo ha superado ampliamente lo realizado en el pasado y también ha habido medidas dirigidas a algunos sectores sociales vulnerables, ello no ha impedido que se dicten algunas medidas cuestionables, como la ley que permite el trabajo infantil a partir de los 10 años, y muchas omisiones, como la desatención a los jóvenes que en  muchos  casos no terminan los estudios ni logran incorporarse razonablemente en la vida del trabajo, el completo descuido de los trabajadores de interior mina en las cooperativas mineras, la proliferación del sector informal, el mantenimiento del contrabando, incluido el narcotráfico, etc.

Un país con inmensas necesidades en muchas materias, que no consigue generar condiciones propicias para diversificar el aparato productivo y facilitar la inversión en múltiples sectores y regiones, conduce a que gran parte del auge económico se quede atascado entre la banca y la construcción, sin generar condiciones propicias para facilitar el despegue de muchos otros sectores. La burbuja existente en el sector de la construcción es hecha en casa, ya que hoy es más conveniente para los constructores quedarse sentado sobre sus inmuebles esperando que los precios suban que venderlos precipitadamente, gracias a los bajos costos financieros existentes que bloquean la circulación del capital y con ello la generación de más riqueza y la posibilidad de redistribuir mejor los frutos de este crecimiento desencajado.

La derecha, la oposición o como se llame al esquema contrario, también anda extraviada, no tiene rumbo de ninguna naturaleza, excepto retornar al pasado. De ahí que tampoco puede esperarse que ella pueda generar una alternativa superadora. Por  ello, el fin de ciclo es el fin de la fase de los altos precios de las materias primas, porque mucho más arte que ese no ha podido registrarse por estos lares, aunque también el de emplear los recursos en proyectos sobredimensionados, que no funcionan, lo hacen a pérdida o aún no están concluidos.

La mayor desgracia de la izquierda en AL es no haber reflexionado en el pasado sobre lo que debería y podría hacer concretamente una vez en el poder, en los enfoques que debería priorizar, en los lineamientos que debería seguir. Al menos por aquí se sigue echando mano de las ideas del viejo Stalin que hablaba de electrificación y mecanización, aunque han dejado de lado lo de la colectivización del agro. Mejor prueba de la orfandad de la izquierda en materia de políticas económicas, imposible. Y la historia se repite por doquier.

Es tiempo de despertar, de salir del vaho que ha generado la lluvia de dólares, de abrir los ojos, de comprender que nos hallamos en un gran vacío que estamos tratando de llenar con poses y palabras grandilocuentes. Concretamente, esta vez movilizando a Lenin, debemos preguntarnos, ¿qué hacer? Y agregar otras preguntas tales como, ¿cómo pretendemos hacer, a favor de quién, con qué aliados debemos hacerlo? Pero más de lo mismo, imposible, simplemente porque se acabó la plata, por lo que también se acabó la demanda de ocurrencias para gastar.


_______________________________________________


¿El final del ciclo (que no hubo)?

Emir Sader



14/09/2015

Frente a las dificultades de los gobiernos posneoliberales en varios países,  algunos,  con cara de arrepentimiento y voz grave, lamentan lo que sería el final del ciclo de los gobiernos progresistas en América Latina, sumándose, una vez más, a las voces de la derecha. Un ciclo que ellos nunca reconocieron que hubiera existido.

Antes, se decía que nunca había existido ruptura alguna, que los nuevos gobiernos eran la continuidad de los anteriores, tan neoliberales como aquellos. La Venezuela de Hugo Chávez reproduciría la de los gobiernos de Acción Democrática y de Copei. El gobierno de Lula seria la continuación del de Cardoso. La Argentina de los Kirchner no se diferenciaría de la de Menem. Los gobiernos del Frente Amplio serían las nuevas versiones de los programas de los partidos de la derecha uruguaya. Evo Morales y Rafael Correa serian reediciones de los gobiernos conservadores que los han precedido.

Cuando las trasformaciones operadas por esos gobiernos en sus países han disminuido sustancialmente la desigualdad, la miseria, la exclusión social aun en el marco del aumento de esos fenómenos en escala mundial; cuando los procesos de integración regional han debilitado la capacidad  de influencia de Estados Unidos en la región y han proyectado espacios propios de acción; cuando los Estados de esos países han recuperado capacidad de acción económica, política y social; aquellas voces han tenido que callarse, para ahora volver con la idea de que esos gobiernos se habrían agotado.

¿Pero qué significa un fin de ciclo? Fue, por ejemplo, el agotamiento del largo ciclo desarrollista en escala mundial y latinoamericano, que ha llevado a su sustitución por gobiernos neoliberales. Fue el agotamiento del ciclo neoliberal, que ha llevado al surgimiento de gobiernos posneoliberales.

¿Qué significaría el agotamiento del ciclo posneoliberal? En el horizonte, la única perspectiva es la restauración conservadora, con el retorno al modelo  neoliberal, programa propuesto por todos los sectores oposicionistas, todos de derecha. La ultra izquierda, a lo largo de todo el ciclo posneoliberal, iniciado hace más de década y media, no ha construido alternativas en ninguna lado, no ha ocupado ningún lugar significativo en el campo político, se limita a proclamaciones  críticas y a alianzas con la derecha en contra de esos gobiernos.

Final de ciclo será cuando aparezcan nuevas alternativas, superadoras, en el horizonte político. Será cuando la derecha consiga – si lo logra hacer – una perspectiva conservadora de superación de los gobiernos actuales. O cuando los mismos gobiernos posneoliberales agoten sus propuestas actuales y se propongan objetivos  más grandes, por ejemplo, anticapitalistas.

Innegablemente varios gobiernos posneoliberales se enfrentan actualmente a dificultades, más grandes o menores. Son afectados  por las herencias recibidas de los gobiernos neoliberales, como la desindustrialización, el peso enorme  de los sectores primario exportadores, la hegemonía del capital especulativo, la predominancia del neoliberalismo y de las políticas de austeridad en escala mundial. Así como dificultades que algunos de esos gobiernos no han sabido superar hasta ahora, además de las mencionadas, como el peso de los monopolios privados de los medios de comunicación, el rol del dinero en las campañas electorales, el estilo de vida y de consumo norteamericanos, entre otros.

Lo que se termina es una primera fase  de los gobiernos posneoliberales, que son los que tienen las mejores condiciones de enfrentar, de forma progresista, avanzando en el camino seguido hasta aquí, para garantizar los avances y superar los problemas actuales. Con más integración regional, para favorecer la construcción de una nueva matriz productiva, con nuevas propuestas que permitan la superación definitiva del neoliberalismo.

La derecha seguirá impotente frente a esos avances, mientras la ultra izquierda  seguirá estando de espaldas a la historia real.

- Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (Uerj).
 
http://www.alainet.org/es/articulo/172389

- See more at: http://www.alainet.org/es/articulo/172389#sthash.hcgtJVXd.dpuf