Carlos Rodrigo Zapata C.
La medida dictada por el gobierno de otorgar un
segundo aguinaldo a los funcionarios públicos y a los trabajadores del sector
formal de la economía, sorprende por múltiples aspectos.
1) Por un lado, se percibe que la medida no se
inserta en ningún esquema claro o coherente de política económica. Pretender
que por la vía del consumo se logrará mantener o incrementar el crecimiento económico
llama la atención, en vista al tamaño del mercado y en consideración al hecho
que sólo el 20% de la fuerza de trabajo percibirá el doble aguinaldo. Con ello se vuelve a la vieja teoría del
derrame (‘trickle down’), cuando se pensaba que el crecimiento iba a lograr que
unas migajas rebalsen a los sectores menos dinámicos, lo cual induciría a su vez el
crecimiento en la economía. Ya se sabe por la experiencia histórica que
no es ésta la manera de lograr una distribución del ingreso más justa y
equitativa. De lo que se trata es de fortalecer las capacidades de producción en
todos los sectores de la economía, apuntando a asegurar un nivel interno
satisfactorio de abastecimiento, así como a elevar las exportaciones, pues ya
es un axioma clásico de la economía del desarrollo que los países con mercados domésticos
estrechos y de escasa población no tienen oportunidades de crecer
sosteniblemente a tasas significativas en base al mercado interno, mucho menos
cuando se trata de reducir elevados niveles de pobreza existente. Por ello se
requiere apostar a las exportaciones, lo cual tiene unas exigencias que van
muy por encima de las que actualmente podemos satisfacer en el país, pues para
exportar se requiere competitividad desde el origen hasta el producto final.
2) Los esfuerzos desplegados por los ministros por
tratar de direccionar la forma de usar el doble aguinaldo tampoco dan una buena
impresión. Por un lado se recomienda a los perceptores de ese bono
extraordinario que sea utilizado en pagar deudas, adquirir algún bien
significativo o en tomar previsiones relacionadas con los costos de educación
que con mucha probabilidad aumentarán en los siguientes meses. Por otro lado se
anuncia que se efectuará una campaña para inducir al consumo de productos
nacionales, producidos por los microempresarios que usualmente no perciben ni
pagan aguinaldo, mucho menos uno doble. De esta manera se espera que se expanda
la producción, que aumenten las ventas, pero que no suban los precios, ya que
en caso dado se aplicarán medidas penales. Un anuncio tan repentino, que
incluso encuentra financieramente “descalzadas” a las empresas que están teniendo
millonarias ganancias, sin duda que no permite que la producción aumente
súbitamente. Lo intempestivo de la
medida también se percibe en el hecho que en una fase de creciente inflación –la
inflación anualizada ya se ubica en el 8%- se optara por inyectar más medios de
pago en la economía, como si ese dato fuera de escasa importancia.
3) La negociación de salarios año a año suele concentrarse
en torno a la tasa de inflación, de modo que si los sindicatos y demás
organizaciones sociales logran un incremento que se halle próximo a dicha tasa,
ya se considera una negociación aceptable. Esta forma tradicional de negociación
de los incrementos salariales no toma en cuenta la tasa de crecimiento de la
economía que es distinta de la tasa de inflación. A título de información es
oportuno recordar que la tasa de crecimiento muestra variaciones en la
producción en términos reales, es decir, sin tomar en cuenta las variaciones de
precios, mientras que las tasas de inflación muestran variaciones en los
precios corrientes respecto a un año base o de referencia. Por ello no es correcto considerar
que la tasa de inflación (del 8%, por ejemplo) reduce la tasa de crecimiento (por
ejemplo del 6,5%). Este error de comprensión contribuye a desmovilizar las demandas de incremento
salarial, pues los trabajadores tienden a dejarles el total del crecimiento a
los empresarios y al empleador mayor del país, el Estado, y conformarse con
recuperar su capacidad adquisitiva. Lo lógico es que las demandas salariales tomen
en cuenta ambas tasas, por lo que no se requiere concesiones generosas del
Gobierno en funciones.
4) Lo más lamentable es que se ha dejado al 80% de la
fuerza de trabajo y al sector pasivo fuera del alcance de la medida,
produciendo de esta manera la idea que el gobierno gobierna para el sector
activo y formal de la economía, desentendiéndose del resto, es decir, del
sector informal, de la economía campesina y del ya mencionado sector pasivo. El
gobierno ha argumentado que no es esta la primera medida de redistribución que
se aplica y que ahora le tocaba a la administración pública y a los
trabajadores formales, lo cual es cierto, pero deja un sabor a insuficiencia,
cuando se podía haber planteado la medida de otra forma, por ejemplo, incrementando
significativamente la inversión en los sectores informales y en el sector
agropecuario, especialmente en los sectores dominados por la pequeña propiedad y
la producción campesina. Es una lástima que los 1000 millones de Bs. que costará la
medida al Estado (según el ministro del ramo, aunque antes habló de 380
millones Bs.) no se hubieran canalizado de este modo, pues así la Navidad hubiera
llegado a todos y sin intermediarios, y se habría evitado esa sensación de
discriminación que ha quedado en el país, y sobre todo se habría fortalecido
las capacidades productivas de los sectores sociales más rezagados y
marginados.
La conclusión provisional en relación a la medida, es
que el pueblo boliviano merece compartir los frutos del crecimiento. Sin
embargo, la forma de hacerlo debe preservar la cohesión social, sentar bases
cada más sólidas y sostenibles para su futuro, priorizando verdaderamente a los
sectores sociales más deprimidos y empobrecidos.También es indispensable admitir
que el crecimiento actual en buena parte es producto de factores externos que
el país no controla ni maneja, por lo que es necesario estructurar un modelo de
crecimiento que no se a agote súbitamente con la caída de los precios
de las materias primas en los mercados internacionales y tampoco se vea frenado
por no haber tomado suficientemente en cuenta las exportaciones, sino que apunte resueltamente a transformar la matriz productiva, a “sembrar el gas”. Así se hablaba, no?.