El mundo observa cada vez más atemorizado lo que acontece en
Ucrania, en ese territorio emplazado entre Rusia y Europa. Sin duda, la brutalidad
con la que el régimen ruso encabezado por Vladimir Putin ha demostrado una vez
más que el ser humano aún no cuenta con una cultura de la paz, ni una civilización
orientada a la paz, nos interpela a todos y nos muestra que aún estamos lejos
de la imagen de seres de bien y de paz que pretendemos ser.
Una dimensión extremadamente preocupante de ese escenario de
falta de esa cultura de paz es la de los relatos construidos, las argumentaciones
forzadas que por fuerza dejan sin considerar elementos cruciales de la
situación imperante, todo en aras de emplazar la propia versión como la más
precisa para explicar lo que acontece.
El artículo de Oskar Lafontaine, ex candidato a Canciller de
Alemania, es un ejemplo de este extremo.
En estas notas presento el artículo original de Lafontaine,
su traducción al español y mi propio comentario. Considero que es crucial que
las partes que procuran contribuir a esbozar los escenarios de la paz futura y que
se hallan a muchos kilómetros de donde suceden las matanzas despiadadas de ucranianos,
traten de oírse mutuamente, dejen la arrogancia de discursos y relatos
construidos para toda ocasión y se centren en lo que acontece, sin pretender
hilar todo tan fino que ya sea imposible entenderse entre todos.
Considero que Lafontaine es un brillante político, con una
larga trayectoria en la política y gestión pública alemanas, pero también creo
que una visión ya largamente instalada sobre los actores en disputa le impide desarrollar
una visión mucho más objetiva y apta para proponer elementos fundamentales para
hacer posible la paz ya, porque mañana puede ser demasiado tarde.
En lugar de tantas explicaciones acerca de las razones de
actuación de unos y otros, es crucial ver la atroz tragedia que acontece en
Ucrania y las posibilidades y condiciones para la paz. Eso requiere la
humanidad con suma urgencia.
C R Zapata
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ESTADOS UNIDOS EMPUJA A EUROPA A UNA GUERRA NUCLEAR
El canciller Olaf Scholz en el
dominio absoluto de los jugadores de Washington: una paz negociada con Moscú se
vuelve cada vez más urgente.
Oskar Lafontaine (*)
En realidad, la guerra de Ucrania
se trata de una disputa entre Estados Unidos y Rusia. En su libro The Only
World Power, publicado en 1997, Zbigniew Brzezinski, ex asesor de seguridad del
presidente estadounidense Jimmy Carter, elogió el incomparable aparato militar
estadounidense como el único con un radio de acción global. Por supuesto, Rusia
y China no estarían de acuerdo con la hegemonía estadounidense. Por lo tanto,
EE. UU. debe hacer todo lo posible para evitar que surja un retador
euroasiático para apoderarse del continente euroasiático. Ucrania es el pivote geopolítico
(o sea, el punto de apoyo, giro y pesca) en la consecución de este objetivo.
Sin Ucrania, Rusia ya no sería un imperio euroasiático. Sin embargo, si Moscú
recuperara el dominio sobre Ucrania con sus importantes riquezas naturales y
acceso al Mar Negro, Rusia automáticamente obtendría los medios para
convertirse en un poderoso imperio que se extendería por Europa y Asia. Si se
complementan estas reflexiones con el mensaje clave de una conferencia
pronunciada por el responsable de Stratfor, George Friedman, el 3 de febrero de
2015 en Chicago, según el cual el principal objetivo de la política
estadounidense durante siglos ha sido lograr que no haya cooperación entre
Rusia y Alemania, entonces se sabe cuál era el objetivo de la expansión de la
OTAN hacia el este.
Miles de millones para un
títere
También se puede entender por qué
la subsecretaria de Estado de EE. UU., Victoria Nuland, admitió francamente
hace años que EE. UU. había gastado cinco mil millones de dólares para instalar
un gobierno títere en Kiev de su agrado. Entonces también queda claro por qué
Washington ha estado haciendo todo lo posible durante años para evitar la
entrega de carbón, petróleo y gas de Rusia a Europa. En este contexto, también
es más que plausible que el reconocido economista estadounidense Jeffrey Sachs
advierta que la estrategia estadounidense apunta a una larga guerra en Ucrania
con miles de muertos. Recomienda a Europa que siga su propio camino y hable de
una Ucrania neutral con autonomía para el Donbass como solución negociada. Es
asombroso hasta qué punto los políticos y periodistas en Europa, especialmente
en Alemania, no reconocen estas conexiones geoestratégicas y siguen ciegamente
la estrategia extremadamente peligrosa de EE. UU.
de calentar aún más la guerra de Ucrania. Extremadamente peligrosa porque los
EE. UU. evidentemente no quieren seguir el consejo de su ex presidente John F.
Kennedy, según el cual una potencia nuclear nunca debe ser puesta en una
situación en la que ya no encuentre una salida para salvar las apariencias.
Es una gran desventaja que
Alemania esté ahora a cargo de un gobierno en el que los principales políticos
tienen poca experiencia política externa. A ello se agrega que el mayor partido
de la oposición, la CDU, está dirigido por el ex cabildero de Blackrock
Friedrich Merz, cuyo antiguo empleador se gana bien la vida con el aumento de
los precios de las acciones de las empresas de armamento. Al SPD le faltan
políticos entendidos en distensión que, como Brandt o Bahr, todavía sabían que
la seguridad en Alemania y Europa sólo puede lograrse junto con el poder
nuclear Rusia. En el FDP tampoco hay un solo político de la talla de
Hans-Dietrich Genscher, quien como ministro de Asuntos Exteriores siempre
estuvo atento al peligro de una guerra nuclear limitada a Europa. Incluso Guido
Westerwelle tuvo el coraje de tratar con frialdad a Estados Unidos cuando atacó
a Libia. ¿A qué político del FDP se le confiaría todo eso hoy?
El lenguaje fascista de
Baerbock
Los vasallos estadounidenses más
consistentes y peligrosos en el gobierno federal y en el Bundestag alemán son
los Verdes, cuyo ex líder Joschka Fischer, junto con su posterior contraparte
de negocios Madeleine Albright, impulsaron la participación de Alemania en la
guerra ilegal según el derecho internacional en Yugoslavia. Se pensaba que las
cosas no podían empeorar, pero la nueva ministra de Asuntos Exteriores, Annalena
Baerbock, utiliza un lenguaje fascista y quiere "arruinar" a Rusia. Según
su propio anuncio, ella se apoya en los hombros de la recientemente fallecida
Madeleine Albright, quien justificó la muerte de 500.000 niños iraquíes a manos
de las sanciones estadounidenses.
Imagínese el griterío de Los
Verdes si el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Lavrov, justificara la
muerte de 500.000 niños ucranianos con el argumento que sea. En esta situación intrincada,
no es suficiente que Olaf Scholz retrase las entregas de armas.
El aumento de los envíos de armas
es el mantra de la administración Biden, que quiere debilitar a Rusia a toda
costa, independientemente de las muertes que resulten de los envíos continuos
de armas.
¿Alguien cree seriamente que la
poder nuclear Rusia puede permitirse perder la guerra de Ucrania en la actual situación
política mundial? Se den cuenta o no, los fanáticos proveedores de armas del
Bundestag serán en parte responsables del aumento diario de muertes. ¿Cuánto se
supone que durará la guerra? ¿Tanto como la guerra en Afganistán? ¿Por qué la
política alemana no está aprendiendo de los fracasos de las guerras de
intervención lideradas por Estados Unidos en las que participó la Bundeswehr?
Habría una posibilidad, aunque pequeña, si el reelegido presidente francés Emmanuel
Macron y el canciller alemán Olaf Scholz, como lo hicieron una vez François
Hollande y Angela Merkel, frustran a los impulsores de la guerra
estadounidenses y propugnan una solución sobre la base de las propuestas preferidas
por Volodymyr Zelenskyy - la neutralidad de Ucrania y la autonomía de Donbass.
El presidente ucraniano no será en
todo ello un socio confiable porque los EE. UU. y los extremistas de derecha en
Ucrania lo presionan constantemente. La rivalidad entre las potencias mundiales
EE. UU., Rusia y China obliga a Europa a hacer todo para evitar verse envuelta
en un conflicto nuclear entre estas grandes potencias.
Charles de Gaulle había
reconocido este peligro para Francia y, por lo tanto, rechazó la integración de
las fuerzas armadas francesas en la OTAN dirigida por Estados Unidos porque no
quería confiar en la disposición de los EE. UU. a utilizar sus fuerzas
nucleares en caso de conflicto con la Unión Soviética, incluso cuando Moscú
amenazó con lanzar un contraataque en las principales ciudades de los EE. UU.
Así que insistió en que Francia
construyera su propia fuerza nuclear. “Los estados no tienen amigos, sólo
intereses” era su máxima, y cuando se trataba de vida o muerte, es decir, la
guerra, estaba convencido de que la decisión no podía dejarse en manos de
otros.
Paz estable gracias a la
distensión
Al igual que De Gaulle, el
canciller Willy Brandt también sabía que sólo impondría su política de paz y
distensión sólo contra las oposiciones de Washington. Convencido de que esta era
la única manera de asegurar la paz en Europa, implementó su Ostpolitik paso a
paso. Estados Unidos estaba muy enojado, como lo demuestra la llamada
telefónica de Henry Kissinger a Richard Nixon, en la que Kissinger le deseaba
abiertamente cáncer de cuello a Willy Brandt.
Una discusión aventurera está
teniendo lugar actualmente en Alemania.
La política de distensión, el intento de una buena cooperación con Rusia, sería la razón de la evolución actual. Pocas veces la verdad se ha puesto patas arriba de esta manera. Nunca antes ha sido tan claro hasta qué punto la propaganda estadounidense determina los medios y el debate político en Alemania. La verdad es otra. La política de distensión comenzó a mediados de la década de 1960, lo que condujo a una paz estable en Europa y provocó la caída del Muro de Berlín y la retirada de las tropas soviéticas de Alemania y Europa del Este. En la década de 1990, comenzó la política de confrontación con la expansión de la OTAN hacia el este y el creciente cerco de Rusia. Condujo a la guerra en Yugoslavia, ilegal según el derecho internacional, y a la invasión de Ucrania por tropas rusas, también ilegal según el derecho internacional. Si no es posible llegar pronto a una paz negociada, el peligro de una guerra nuclear aumentará porque los responsables en Moscú están contra la pared y los apostadores en Washington creen desde hace años que una guerra nuclear podría limitarse a Europa.
(*) Oskar Lafontaine fue
presidente del SPD y ministro de Finanzas de la República Federal de Alemania.
(Traducción: CR Zapata, del original en alemán)
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Amerika treibt Europa in einen Atomkrieg
Kanzler Olaf Scholz im Würgegriff der Hasardeure von
Washington: Ein Verhandlungsfrieden mit Moskau wird immer dringlicher.
Oskar Lafontaine
WEW_17_022_SCHOLZ.pdf (nachdenkseiten.de
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Amerika treibt Europa in einen Atomkrieg
¿ESTARÍA EMPUJANDO ESTADOS UNIDOS A EUROPA HACIA UNA GUERRA
NUCLEAR?
Carlos Rodrigo Zapata C. (*)
Preocupante artículo de Oskar Lafontaine, en parte porque
tiene razón en algunos de sus argumentos y en parte porque simplifica o no toma
en cuenta otros argumentos.
¿En qué tiene razón? Lo formulo así: no existe justificación
suficiente en la entrega de armas a Ucrania si ello no viene acompañado de una
clara propuesta de cese al fuego y paz inmediatas. Que se sepa, los países de
la OTAN no tienen una propuesta semejante, clara y precisa, para ejecutar mañana, si Putin, el agresor con rasgos genocidas, estuviera dispuesto a negociar.
También tiene razón en eso que no se puede llevar a una
potencia a un callejón sin salida en que no pueda salvar las apariencias porque
ello puede desatar millones de demonios. Y el tal Putin y su marioneta, Lavrov,
lo han dicho antes de la invasión y lo están repitiendo: Occidente, no juegues
con fuego porque te puedes quemar.
Más allá de estos dos elementos que no es posible pasar por
alto, también hay que señalar que Lafontaine presenta todo en blanco y negro,
con una gran furia maniqueísta y dicotómica. Opone la política de distención de
Brand y Bahr a la política de confrontación post caída de la cortina de hierro.
Cita a unos halcones norteamericanos que siempre procuraron asegurar y
garantizar el predominio norteamericano en el mundo, como si fueran los
consejeros o incluso los tomadores de decisiones actuales, creando de este modo
un ambiente de tremenda agresión. Esa no es manera alguna de evaluar el
estado actual de las cosas.
Considera que la ampliación de la OTAN ha respondido
religiosamente a un plan premeditado para cercar a Rusia y cerrarle toda posibilidad
de recuperar su cualidad europea, o sea, que se apodere de Ucrania. Una reflexión muy
construida, muy artificial. Todo responde a múltiples maquinaciones del
pasado, nada es producto de respuestas actuales o incluso espontáneas.
Tampoco hace referencia a la Pax Atomica, como si Rusia
pudiera libremente blandir su arsenal nuclear, chantajear al mundo con él y
creer que podría quedar exento de una respuesta nuclear en caso que tuviera el atrevimiento
de usar armas atómicas. Lo mínimo que cabía en este punto es que Lafontaine
hable del exterminio súbito y simultáneo de las potencias nucleares que se
atrevan a entrar en ese nivel de conflicto. Pero ni una palabra.
Dicho de otro modo: nada se come tan caliente como se lo sirve.
Tampoco el menú que nos sirve Lafontaine. Lo que no nos dice es que él le
atribuye a Rusia la potestad de disponer de Ucrania a su antojo y que la ampliación
de la OTAN ha respondido también a los deseos urgentes de países tiranizados
durante décadas por el poder soviético. Bastaría con tomar en cuenta lo acontecido
con Alemania del Este para comprenderlo y poder ponerse en los zapatos de los
vecinos de Rusia. Pero no, para Lafontaine todo responde y obedece sólo a las
artimañas yanquis para impedir el crecimiento de Rusia y evitar que se convierta en un
nuevo imperio euroasiático. ¡Qué derecho podría asistirles a los gringos de
oponerse a la expansión de este nuevo imperio!
En síntesis, Rusia no tiene potestades especiales, ni las
puede exigir. Occidente tampoco actúa únicamente al calor de sus estrategias de
contención geopolíticas. También hay esos otros actores que sufrieron
inmensamente durante la ocupación soviética y no quieren saber de volver a
pasar por algo similar. Por tanto, requieren contar con el apoyo de una alianza
colectiva que los proteja y respalde frente a su peligroso y criminoso vecino,
como ha salido a relucir nuevamente de modo sangriento y brutal.
En este marco también hay que agregar que la solución que
plantea Lafontaine, siguiendo las propuestas de Selensky, se queda corta, pues
la parte de la solución de Selensky que no cita Lafontaine es la de las
garantías de seguridad que pide Ucrania para evitar que se repita semejante
agresión. En este punto Lafontaine otra vez se queda atrás, no cierra el
círculo de lo que acontece y de la posible solución a semejante embrollo.
En conclusión, oponerse al envío de armas a Ucrania es dejar
las puertas abiertas de par en par para que Rusia se sienta con el derecho de
invadir países a su antojo y amenazar al mundo con una guerra nuclear. Tampoco
se puede apostar únicamente a armar a Ucrania con la idea de vencer y derrotar
a Rusia. Esa es otra salvajada. Sólo queda hablar claro y plantear una
propuesta para acordar la paz inmediata como condición y requisito para
suspender el envío de armas y suspender incluso las sanciones, aunque esto último
sujeto a los costos de reparación que debe asumir Rusia en su integridad.
Una prospectiva de paz mal negociada es el vehículo más certero para prolongar la guerra y los sufrimientos del pueblo ucraniano en particular. Hay que acabar con la hipocresía, las medias verdades, las post verdades y las dicotomías. Siembran más mal del que se pretende evitar.
(*) Economista, experto en planificación territorial, catedrático de "Desarrollo del Capitalismo".