01 junio 2020

“BOLIVIA, UN SOLO TERRITORIO PARA TODOS”


 Carlos Rodrigo Zapata C.

“¡Bolivia, un solo territorio para todos!”, exclamó Osito -un compañero de trabajo- cuando nos dimos cuenta que cada sector –petrolero, minero, agrario, caminos, servicios básicos, ferrocarriles- tenía su propio mapa, su propia Bolivia, donde planeaban sus acciones e intervenciones sin ninguna articulación ni coordinación entre ellos, como si Bolivia fuera una simple suma de layers o capas que se pueden superponer sin que eso genere un gran caos, una desarticulación estructural o diversas formas de bloqueo mutuo. 



Estábamos en las primeras jornadas o etapas de poner en marcha ese extraordinario instrumento llamado Ordenamiento Territorial, que sin haber llegado a aplicarse plenamente y dar sus frutos, ya a los pocos años fue tirado al canasto por el régimen que no entendió nada de planificación territorial y se dedicó a explotar, depredar y degradar los recursos naturales, renovables y no renovables, con una violencia tal que en los últimos 14 años hemos perdido cientos de miles de hectáreas en áreas protegidas ya existentes, así como más de 10 millones de hectáreas de bosques y praderas naturales, sea por ampliación de la frontera agrícola, por explotación ilegal de millones de metros cúbicos de madera, por incendios forestales accidentales o intencionales, por diversos otros desastres, por desertificación, etc. 

Por supuesto que este grito de guerra, “BOLIVIA, UN SOLO TERRITORIO PARA TODOS” no solo vale para el tema de la planificación territorial, sino es una metáfora que nos advierte del peligro que acecha al país cuando las fuerzas centrífugas tienden a crecer y multiplicarse más aceleradamente que las fuerzas centrípetas, que son las que ayudan a fortalecer los lazos y vínculos al interior de la nación boliviana, pero sobre todo es una idea síntesis que nos convoca a cerrar filas, a no dejar cabos sueltos, a articular y coordinar nuestras acciones e intervenciones, a no creer que las cosas se hacen solas.

Con mucha facilidad se atiza odios en nuestro medio, se recurre al racismo o se promueven esquemas de corte divisionista, faccionalista y separatista. Se apela mucho más a las diferencias que a las coincidencias porque esa es la materia prima que suele usarse para mantener en funcionamiento estructuras de poder anquilosadas y carcomidas por el tiempo. 

Bolivia es una realidad multifacética, ni tan mayúscula como se trata de presentarla, ni tan tenue como para ignorar las historias que aquí han acaecido. Bolivia es una realidad predominantemente mestiza que aún no ha logrado codificar su propio lenguaje, sus propios valores y principios, sus derroteros. Anda en ello, aunque ya desde hace siglos.

¿Cómo podemos pasar de la intención a la acción, de la propuesta a su concreción? Nadie propone cómo debe fraguar nuestra diversidad en unidad, cómo debe construirse y hacerse realidad plena. Nada sucede tan espontáneamente que debamos seguir esperando otros siglos para que las cargas se arreglen solas en el camino. Eso nunca sucederá así.

La filósofa Adela Cortina formuló hace ya años una propuesta muy simple pero práctica para ayudar a las sociedades pluriculturales a fortalecerse, sin que ello signifique ahogar la diversidad de las culturas que las conforman. Según su punto de vista, las culturas tienden a coincidir en torno a determinados valores básicos y cruciales para todas ellas, por lo que el corazón de nuestras acciones y políticas debe consistir justamente en promover dichos valores comunes como el punto de partida del encuentro entre la diversidad cultural. Según su apreciación, los valores que usualmente son comunes a todas ellas son: libertad, igualdad, diálogo, respeto y participación. Destacarlos, difundirlos y practicarlos, desde la perspectiva de cada una de las culturas que animan nuestro acontecer nacional, es una de las claves.

Por otra parte, en lugar de tratar de alentar y resaltar las diferencias, es mucho más importante fortalecer los puntos comunes para el futuro del país y la humanidad. Esta directriz debería ser absolutamente clara para nosotros los bolivianos que vivimos y sufrimos a diario lo que significa la heterogeneidad cultural, una diversidad de expresiones que no logran articularse ni encontrarse, lo que nos lleva a que una buena parte de nuestros esfuerzos los tengamos que destinar a ponernos de acuerdo, a negociar, a cambiar las reglas de juego recién acordadas, etc., -bucle- y vuelta a empezar. Los costos de transacción que nos impone la heterogeneidad cultural es un factor que se constituye en un obstáculo estructural a nuestro propio desarrollo y prosperidad.

En suma, debemos trasladar la idea fuerza “Bolivia, un solo territorio para todos”, a todos los ámbitos de nuestra vida, no solo al de los procesos relacionados con el uso sostenible y la ocupación equilibrada del territorio o a la diversidad cultural, sino a la comprensión común y compartida de nuestra problemática, a la construcción de visiones, a los proyectos de corto, mediano y largo plazo que consideramos indispensables para encarar el futuro ansiado, para los que requerimos precisar y sentar las bases y condiciones que nos permitan hacerlos realidad. Sin ese esfuerzo común y compartido en todas las esferas de acción de la bolivianidad, no podremos ir muy lejos. 

Siempre estaremos a expensas de unos vividores y pseudo dirigentes que se aprovechan de nuestra ingenuidad y de nuestras urgencias y carencias, siempre estaremos tratando de comprar presente a cambio de futuro, como viene sucediendo cada vez con mayor violencia en nuestro país, tal como la depredación ambiental, la entrega del país al narcotráfico y a la ley de la selva, nos lo demuestran a diario.

Ojalá que las próximas elecciones no consistan en un mero trámite de votar porque eso no cambia nada. Ojalá que los partidos no crean que ya hicieron la tarea y que ahora solo toca votar. No, para nada. Es hora que el electorado exija respuestas claras de cara a su futuro. ¿Qué es todo lo que tenemos qué hacer, durante cuánto tiempo, para llegar a qué futuro posible que se proponga? Eso necesitamos saber todos. 

Esto último me recuerda a agricultores del municipio de San Pedro de Buenavista, en el departamento de Potosí, que viven en un lugar muy hermoso, pero expuesto a toda clase de eventos que afectan la estructura de sus suelos, por las riadas, las cárcavas, los deslizamientos. La misión que se han asignado es “fabricarse” una hectárea de tierra continua que ellos puedan trabajar permanentemente. Dedican mucho tiempo a todas las tareas que requieren para cumplir su sueño, pues como ellos suelen decir, “1 ha es para nosotros como 100 ha”, con lo que quieren decir que su futuro cambiaría para siempre si lo consiguen. También dicen, no estamos trabajando para nosotros, sino para nuestros hijos o nuestros nietos, así de arduos son los esfuerzos que deben realizar para alcanzar su meta.

Esta lección nos enseña que nada surge por generación espontánea. Siempre hay un proceso de acumulación, más o menos largo, de energías, comprensiones y decisiones, para hacer posible lo que uno se propone, individual o colectivamente. 

Ya es tiempo que tengamos una visión común y compartida que nos ayude a coordinar nuestros esfuerzos y multiplicar nuestros resultados. La única manera de salir de la combinación letal que Bolivia padece –heterogeneidad estructural paralizante, las secuelas del nefasto régimen anterior y la pandemia actual- radica en ello, ya que de otro modo muy pronto volveremos a las viejas mañas y avenidas que nos permiten capear precariamente los temporales, parar la olla y seguir sin norte, lo cuál solo puede conducir a nuestra propia destrucción como nación, más tempano que tarde.

Requerimos un relato que nos incluya a todos, irremediable e irrefrenablemente para la satisfacción de nuestras necesidades y la consecución de nuestros sueños. Esa es la condición para poder cooperar entre todos, este es el desafío. Sin ello, nuestras rencillas y diferencias y seguirán prevaleciendo.