30 diciembre 2019

LA HORA DE “JIWASA”, EL NOSOTROS INCLUSIVO



Carlos Rodrigo Zapata C. 

Da la impresión que antes de la largada a las elecciones 2020 ya se inició una competencia entre distintas formas de gestionar la acción colectiva. 

Dicho en terminología muy nuestra, Bolivia se debate entre dos tipos de lógicas: Nayanaka y Jiwasa. Ambos términos significan NOSOTROS en idioma aymara, pero tienen una diferencia cualitativa sustancial.



Nayanaka (o su forma más breve, Nanaka) se deriva del pronombre “Naya” que significa yo y el sufijo “naka” que funge como pluralizador en idioma aymara, por lo que literalmente significa la suma de YOs. En cambio Jiwasa también significa nosotros, pero como un ser nuevo que supera e incluye a los componentes que lo conforman. 

Mientras que el primero puede ser entendido como una forma de cooperación entre individuos para satisfacer intereses comunes temporales, el segundo representa un lazo o vínculo mucho más profundo, al punto de dar lugar a un nuevo ser con personalidad propia. 

Dicho todo ello, podemos apreciar que los “nosotros” que suelen ponerse más rápido en escena son del tipo Nayanaka. La razón de ello es muy simple: al igual que los pequeños grupos, tienen una capacidad organizativa mayor, son más rápidos en su toma de decisiones, ya que usualmente se trata de objetivos e intereses muy concretos y limitados que buscan acuerdos comunes. En cambio los “nosotros” de tipo Jiwasa son bastante más lerdos para ingresar al escenario, puesto que son producto de muchas fuerzas motivadoras, entre las cuales se puede mencionar intereses, ideales, visiones, necesidades, armonía, etc. 

A partir de esta primera introducción podríamos decir, por tanto, que los primeros esquemas que ya empiezan a asomar en el paisaje electoral boliviano para el 2020 son de tipo Nayanaka. 

Examinemos un poco más algunos rasgos característicos de estos esquemas. 

Los nosotros del tipo Jiwasa requieren establecer procesos de diálogo y consenso mucho más amplios y profundos que los requeridos en la dinámica Nayanaka. Por ello, son más participativos, casi de tipo asambleístico, por lo que las interacciones entre sus componentes son mucho más numerosas e intensas. Su finalidad es definir y organizar la acción colectiva cooperativa entre numerosos individuos o grupos humanos que buscan ser tomados suficientemente en cuenta en la construcción de los objetivos conjuntos y compartidos. Por ello, la construcción de la solución de tipo Jiwasa es ambiciosa, por el hecho que busca establecer marcos serios y duraderos para la interacción de sus miembros. 

Las dificultades de construirla son también mayores, en particular debido a: 
- la diversidad de visiones y finalidades
- la heterogeneidad estructural imperante en nuestro país
- las dificultades de establecer un diagnóstico común y compartido de nuestra problemática, ya que sin ello es muy difícil hablar el mismo idioma y establecer y consolidar una visión transformadora, así como los programas, prioridades y políticas a aplicarse en la construcción del futuro añorado. 

Frente a dicho conglomerado de exigencias, las soluciones de tipo Nayanaka resultan más expeditas, pero también más superficiales, fáciles de establecer y de implementar, por lo que este tipo de soluciones suelen ganar la delantera, aunque generalmente son de corto alcance y escasa duración. Tienen la virtud de ofrecer soluciones prontas, indispensables en escenarios urgidos de respuestas rápidas, pero el grave defecto de quedar sin energía muy pronto, simplemente porque no cuentan con un marco más amplio de preguntas, respuestas y soluciones. Su pronto agotamiento se debe también al hecho que los egos presentes en la suma de YOs que constituyen un esquema de tipo Nayanaka consumen mucho del esfuerzo y voluntad invertido en su formación y funcionamiento. 

De modo que en Bolivia nos estamos moviendo en medio de estas dos lógicas y dinámicas de construcción del futuro venidero, y es indispensable estar conscientes de ello, ya que quienes impulsan soluciones inmediatistas o de tipo Nayanaka procuraran hacer prevalecer respuestas rápidas y simples, mientras que quienes apuntan a soluciones centradas en el mediano y largo plazo o de tipo Jiwasa procurarán tejer consensos estables que no se construyen de la noche a la mañana. Este es el mayor desafío para este tipo de soluciones y dado que Bolivia anda como vegetando desde hace décadas, resulta absolutamente indispensable resolver cómo es posible dicha construcción colectiva, tratando de ganarle tiempo al tiempos, pero sin sacrificar los consensos colectivos indispensables de cara al futuro.

Bolivia vive sin un horizonte claramente perfilado desde hace décadas. Podríamos decir que nos quedamos sin horizontes desde que el proceso de la revolución del 52 quemó sus últimos cartuchos. Desde entonces hemos vivido entre dictadores, neoliberales y usurpadores de nuestros derechos y libertades, los que no han sido capaces de presentarnos ningún diagnóstico cabal de nuestra problemática, ninguna visión edificadora y convincente, ningún conjunto sustancial de reformas o transformaciones de nuestra patria que ahora puedan constituirse en el punto de apoyo que el matemático griego Arquímedes suplicaba que le den para que pueda mover el mundo, es decir, que nos permitan apalancar el futuro.



Ahora sí que tenemos que diseñar un nuevo futuro, porque algunos de los futuros prometidos se quedaron en el trayecto o simplemente son inservibles o impracticables. Bolivia requiere una red de certezas que solo podemos sembrar y cosechar en el tiempo, pero teniendo horizontes muy claros de lo que quiere y requiere la sociedad boliviana que le permitan ordenar su accionar, a fin que no quede otra vez en el camino ningún sector social, ningún boliviano. 

Hemos caminado ya casi 200 años juntos, pero parece que anduviéramos sobre la misma arena movediza de antaño, sin grandes avances, con muchas precariedades y fragilidades, expuestos a embates de todo tipo, signo inequívoco que no tenemos claro ni qué queremos ni a dónde vamos. 

Ahora mismo nos hallamos en medio de uno de esos pasajes inciertos entre pacificación y elecciones, pero no sabemos a dónde ir, qué elegir, por qué elegir. El anuncio de una avalancha de candidaturas es signo alarmante de todo ello. Estamos extraviados en medio de la nada. Por ello mismo hemos llegado a este estado de confrontación interna profunda. 

Requerimos tiempo para organizarnos, pero sobre todo, liderazgo para hacerlo. No podemos pretender presentar un programa de gobierno para unos años, sin tener un norte sólido que nos comprometa mínimamente los próximos 50 o 100 años. Definir un norte no es cuestión de inspiración, tampoco de títulos. Es primero que nada un asunto de comprensión íntima y profunda de nuestras problemáticas y de nuestras estructuras. Sin ello no vamos a ninguna parte, pues la base del futuro es el diagnóstico común y compartido de las problemáticas que marcan nuestro presente

Sólo teniendo una idea común de nuestra problemática, pero al mismo tiempo compartida y aceptada por todos o por una gran mayoría, podremos construir ese relato ansiado que necesitamos desesperadamente para hacer posible la cooperación de todos nosotros en la construcción de un futuro deseable. Sin ello, cada quien seguirá sintiéndose dueño de la verdad, pero incapaz de articular ni cooperar en nada. Una vez esclarecido ese punto, la formulación de programas y la selección de políticas surgirán casi por añadidura. Como se dice, en el alcance de la pregunta está la respuesta, por lo que en el alcance de la pregunta bien planteada encontraremos las respuestas y la solución sin mayores obstáculos, pero sobre todo porque habremos labrado un idioma común que nos permitirá liberar muchas energías que podremos destinarlas a la construcción del futuro añorado.

En este marco, el primer recaudo que debemos tener es no dejarnos presionar. El tiempo y la construcción de consensos amplios son la base o la esencia de nuestro futuro. En la terminología que venimos usando, requerimos primordialmente soluciones de tipo Jiwasa para ordenar y estructurar el país, para asegurarnos que nadie quede atrás, justamente cuando nos toque superar los tramos más duros de nuestro recorrido. Pero también requerimos soluciones de tipo Nayanaka para agilizar procesos, dinamizar respuestas, siempre que se hallen montadas sobre ese gran diagnóstico colectivo y responda estrictamente a las problemáticas allí identificadas. De otro modo volveremos al caos en que vivimos, en que todo vale simultáneamente, como si viviéramos en mil Estados que coexisten uno al lado del otro y todos dentro de un mismo Estado, lo cual no es más que miseria futura. 

Agreguemos dos aspectos más, de suyo fundamentales para apuntalar esta reflexión, ambos indispensables como para poder valorar nuestras opciones y oportunidades de arrancar hacia el futuro a partir de las elecciones del 2020. 

Al presente, quién maneja qué lógica, en qué marco y por qué

Planteado de este modo, tratar este punto podría exigirnos un tratado. La idea es señalar apenas algunas líneas que puedan darnos pautas del escenario que los ciudadanos electores tenemos al frente. 

Usando las lógicas descritas, podemos decir que la generalidad de agrupaciones políticas están usando la lógica Nayanaka, es decir, la de crear un nosotros circunstancial para tratar de conquistar algunas posiciones en beneficio de sus integrantes. En esta lógica veo que se halla Luis Fernando Camacho y los grupos que lo secundan, lo mismo que algunas agrupaciones que ya anuncian su postulación, como el caso de Félix Patzi o Chi Hyun Chung, incluso nuevos postulantes sin aparente futuro en la contienda electoral. En buena parte también se halla incluida en esa lógica Comunidad Ciudadana, aunque con un pie también en la lógica Jiwasa, gracias especialmente a algunas propuestas relacionadas con su enfoque ecológico-ambiental, a su acento en los derechos humanos y su intención de diversificar la matriz productiva. Como luego veremos, todo ello ayuda, pero no basta para formular una propuesta capaz de construir un futuro satisfactorio para los bolivianos. 

El caso del MAS resulta por toda clase de razones al presente muy impredecible, aunque supongo que su militancia participará si o si en las elecciones con su sigla o con otra, y que hará los mayores esfuerzos para reducir sus pérdidas tanto en el aparato público nacional como en los subnacionales. En este caso también la lógica Nanaka se halla omnipresente en este conglomerado, aunque siempre procuran encubrirla con aspectos o elementos que son más propios de una lógica Jiwasa. Sus referencias a la pluralidad cultural, económica y jurídica, por ejemplo, siempre están presentes, aunque en los hechos pasados nunca tuvieron un gran significado a no ser como medio de manipulación. 

Que incluso construcciones políticas como el MAS pueden sumarse a una lógica Jiwasa no lo descarto del todo, pero ello significa que tendría que pasar por muchos tamices, en especial, por la imperiosa necesidad de comprometerse con la democracia, el Estado de derecho y su deseo y voluntad de una convivencia pacífica. Tendrían que efectuar un cambio profundo de sus capas de dirigentes y por supuesto despedirse de sus vínculos con el narcotráfico. Ya es hora que los cocaleros que no abastecen el consumo tradicional dejen de usar el discurso de la hoja sagrada para encubrir su alianza estructural con el narcotráfico. Sin esas y otras enmiendas fundamentales, es muy difícil, diría que imposible, que el MAS pueda recurrir a la lógica Jiwasa para formular propuestas orientadas a un futuro común y compartido. De no hacerlo así, se irá despedazando en el trayecto como ya viene sucediendo ahora, a 7 semanas de haber dejado las riendas del país. 

El caso de Comunidad Ciudadana también se halla a medio camino entre ambas lógicas, pero en este caso a diferencia del MAS, ello se debe a la ausencia de un pasado político orgánico y de una construcción colectiva mucho más ordenada y estructurada, pero no tiene los pasivos que tiene el MAS ni la carga que tiene ese partido, por lo que CC puede ser el colectivo que mejor asuma la posibilidad de construir una lógica Jiwasa en el seno de sus organizaciones y de la sociedad. La razón principal para afirmar que CC se halla primordialmente en una lógica Nayanaka es porque no tiene un análisis real y objetivo de la problemática nacional, tampoco de sus estructuras, ni de sus potencialidades, por lo que su programa, como el de todos los partidos, adolece de múltiples insuficiencias que nos muestran que sobre dicha base es muy incierto e improbable que se pueda construir un futuro sólido, viable y ansiado por todos los bolivianos. 

Cómo construir una dinámica Jiwasa 

Por las características señaladas, queda claro que es un proceso lento, incluso pesado y seguramente conflictivo. La razón de ello se debe a que son muchos actores, con enfoques e intereses divergentes, con una pobre base en común de comprensión real y profunda de la problemática imperante. No obstante, la necesidad de entenderse, de construir un futuro común y compartido, capaz de brindar múltiples certezas, actúa como la fuerza aglutinadora que alienta a superar esas dificultades. Por todo ello, la variable “tiempo” es crucial. No es posible acortar los tiempos arbitraria ni antojadizamente. La base de todo el proceso de entendimiento radica en gran medida en la elaboración de un diagnóstico común y compartido, directriz que no nos cansaremos de repetir, porque es indispensable llevarla con nosotros todo el tiempo. Sin un lenguaje común no podemos entendernos ni tampoco discrepar, recuerdo que Jorge Lazarte solía decir insistentemente. No puedo estar más de acuerdo con esa sabia directriz, nacida de muchos desencuentros. 

El problema es tiempo. La cuestión es que un diagnóstico no se hace de la noche a la mañana y tampoco se define por votación. Deben concurrir la información, las ciencias, los pensadores, los testimonios, la comprobación adecuada de lo que se afirma, etc. No es asunto de intuiciones o de verdades secretas o esotéricas de unos pocos. ¿Qué hacer, cómo hacer? 

Necesitamos tiempo y algunos recursos para encararla con toda la seriedad y profundidad del caso. Debemos crear un CENTRO DE REFLEXIÓN DE LA REALIDAD NACIONAL que nos permita encarar todos los estudios, encuentros e investigaciones que sean requeridos. Dicho centro por cierto que deberá tener como una de sus columnas vertebrales el apoyo de todos los centros de estudio e investigación existentes en el país, así como de todos los centros de acopio de información. Las universidades, think tanks, ONGs, bibliotecas, etc., deben ser orgánicamente de la partida. 

El mismo centro debe a su vez contar con sus propias capacidades de investigación y de intercambio, consulta y difusión, de modo que en poco tiempo, tengamos un conjunto de problemas críticos centrales a la vista, en torno a los cuales deberá construirse el consenso indispensable, no porque una u otra temática reúna más votos, sino por la fuerza de los argumentos y las razones que nos induzcan a inclinarnos claramente en una u otra dirección. 

Esta es la tarea que deberá dilucidarse durante la siguiente gestión de gobierno. Un punto central del programa que presenten los principales contendores en las elecciones que se nos avecinan deberá ser justamente, éste: Identificar con pelos y señales la problemática nacional, sin tapujos, de modo absolutamente claro, crítico y transparente, pues sin ello no podemos dar un paso más en nuestro país, so pena de caer nuevamente víctimas de otros encantadores de serpientes. Ello será un primer paso en la tarea de sinceramiento con nuestra realidad, pero a la vez un gran compromiso de superar estos déficits y deficiencias en la comprensión de nuestra realidad. 

Como siempre deberá ser la comunidad de individuos interesados y preocupados por nuestro futuro, quienes tendrán la palabra sobre esta propuesta.

13 diciembre 2019

¡GUERRA CIVIL, GUERRA CIVIL! . LAS (SIN)RAZONES DE LA IRRACIONALIDAD




Carlos Rodrigo Zapata C.

Es  inconcebible, pero los motivos y ocasiones en que se saca a relucir el tema de guerra civil en Bolivia son muy diversos e inauditos.

En los últimos tiempos he escuchado o leído que se recurre a ese grito de guerra cuando se habla de erradicar cultivos de coca, confiscar chutos o derrocar al gobierno de facto que se habría instalado en Bolivia. 


Los temas son muy distintos, pero la solución planteada es la misma.

La pregunta es, ¿todos y cada uno de esos temas justifican pensar en ir a una guerra civil? Muchos observadores seguramente estarán de acuerdo en decir que no, que es un extremo, una locura o una insensatez. Yo también.

Pese a este punto de vista, es imprescindible analizar las razones o sinrazones que es posible identificar para proponer reacciones tan extremas. ¿Estamos realmente ante un caso extremo que demanda y exige una respuesta igualmente en extremo cuidadosa? 

Pareciera que sí, pero mejor veamos estos temas con algún detenimiento. 

El caso de los chutos ya lo he analizado brevemente en otra parte, de modo que ahora solo sintetizo mis propias conclusiones, y si se desea profundizar más, sugiero ver la siguiente nota. [https://www.facebook.com/CRZC1/posts/10219667573982575]

¿Por qué la defensa de los chutos podría justificar ir a una guerra civil? Pues porque en no pocos casos ya casi se ha convertido en la diferencia entre la vida y la muerte para sus poseedores. Me explico. Si comparamos las oportunidades de vida que tiene la población rural y de pequeñas ciudades con y sin chutos es como la diferencia entre el cielo y el infierno. Los chutos les han traído a los pobladores del campo y pequeñas urbes algo así como un regalo divino. No son exageraciones. Significan libertad, independencia, autonomía. Significan atreverse a  emprendimientos antes impensables, desplazarse a decenas y centenas de kilómetros de su pequeño terruño o hábitat local, ya no como si se tratara de algo excepcional. Significa dejar de esperar servicios inexistentes o dejar de depender de intermediarios explotadores y de favores imposibles. Significa sentirse dueños y ciudadanos de un mundo que nunca antes los había tomado verdaderamente en serio. 

Ahora un dueño de chuto puede ir a los mercados, comprar y vender, o buscar el mejor mercado o feria para sus productos, el día que quiera, a la hora que quiera. Puede ir a conocer otros lugares, visitarse con más frecuencia con sus parientes y amigos, salir de excursión con la familia, placeres que antes solo tenían como excepción. Ahora el chuto, ese vehículo usado que seguramente ingresó de contrabando y circula sin papeles ni autorizaciones, se ha convertido en el corazón de muchas familias, porque significa un patrimonio, pero fundamentalmente acceso que a todo un mundo nuevo. Ese artefacto llegó incluso a familias pobres, pero se ha convertido en la estrella que ilumina el horizonte de muchas de ellas. 

Dicho en breve, el chuto llegó para quedarse, por lo que en adelante, una política pública nacional tendrá que ocuparse de su mantenimiento y reposición. Si no queremos que las bandas de chuteros tomen las aduanas por asalto, abran las fronteras a tiros para que ingresen caravanas de vehículos de contrabando, con todas las secuelas de violencia, muerte y desorden que ello significa, debe diseñarse una política integral al respecto. 

El costo para el país de mantener un parque automotriz de las dimensiones que ha alcanzado el actual – se aproxima a los 2 millones de unidades en un país que no produce ni tornillos para unir sus partes- es monstruoso para nuestra magra economía. Antes, mientras había lluvia de divisas gracias a los altos precios internacionales y el extractivismo y la depredación de los recursos estaba a la orden del día, todo era posible o imaginable. Ahora esas fuentes destructivas o fortuitas de crecimiento ya no son imaginables. 

¿Qué haremos, cómo haremos? ¿Todos esos aspirantes a conducir los destinos de la nación, han pensado siquiera en este temita? Les sugiero que lo hagan, es urgente.

El tema de la coca es una cuestión demasiado seria y compleja para tratarse de paso. Por ello, estas notas apuntas únicamente a llamar la atención sobre un problema extremadamente complejo que debe ser visto, analizado y estudiado en toda su extensión. 

Creo que nunca el destino nacional había estado tan atado a un producto como es la coca. Ni la plata, ni el estaño, ni los hidrocarburos, los principales eslabones de nuestra historia de dependencia de los mercados internacionales y a la vez fuentes centrales de sustento del país desde los tiempos coloniales, han tenido la trascendencia que tiene la hoja de coca, pues dichos productos afectaron primordialmente a capas sociales relativamente reducidas. En cambio ahora la hoja de coca afecta a amplios sectores de la población, mucho mayores de lo que quisiéramos creer, si consideramos vínculos directos e indirectos.

La razón de ello es muy simple, pero a la vez muy compleja y problemática: cultivar hoja de coca en el Chapare es comprarse un pasaporte para salir de la pobreza –esto es, superar las extremas carencias a las que suele estar expuesta la población pobre por generaciones- en pocos años, sin esperar más las promesas de políticos ni las obras de gobiernos. Eso se debe sin duda alguna al hecho que dicha coca va al narcotráfico, una situación notablemente distinta si la comparamos con lo que acontece en Los Yungas, donde la hoja de coca va a los mercados oficiales y a los consumidores tradicionales de hoja de coca para fines alimenticios, rituales y medicinales. 

Si no hubiera ese vínculo de la hoja de coca con el narcotráfico, el precio de la hoja de coca jamás de los jamases hubiera llegado a los precios actuales, ni en el Chapare, ni en Los Yungas que se benefician indirectamente de ello. Basta comparar el precio antes de Evo y después de Evo. Se duplicaron en ese tiempo, gracias a la legalización de los cultivos de la hoja de coca, la ampliación de los cultivos y obviamente a la permisividad o fomento a las operaciones ligadas a la producción de pasta base y clorhidrato de cocaína. En los largos años del régimen del MAS está claro que la presencia del narcotráfico se fortaleció en nuestro país de manera muy significativa. 

Fábrica de cocaina; Chapare
Pero vamos al fondo del asunto. ¿Por qué eso es posible? Por la miseria de estructuras productivas que hemos construido, por la falta de oportunidades de empleo, por el muy bajo nivel de formación técnica de nuestra población, muy en particular en el campo y las pequeñas ciudades, por la completa falta de toda clase de bienes y servicios públicos, especialmente aquellos ligados a la producción, a su transformación y valoración, a la innovación, el contacto con mercados, etc. Es decir, la coca es un paliativo multifacético, es el cherry en la torta del extractivismo. Es extracción pura y dura, pero renovable. Ni el oro asegura ingresos tan estables y permanentes como la hoja de coca.  

Lo único que se requiere es control del territorio para que los narcos lleguen en sus avionetas o en sus grandes aviones cuando se les antoja a recoger sus mercancías y traigan algunos insumos y algunas innovaciones de vez en cuando a fin de reducir costos –el precio de la hoja de coca ya ha subido demasiado, han debido haber escuchado los productores de hoja de coca decir ya muchas veces a los narcos. Mientras no les toquen a sus narcos, el mundo estará en orden, porque esos son sus verdaderos patrones. Los demás, sean las poderosas federaciones del trópico, los alcaldes, gobernadores o el mismo presidente, están después.

De modo que no es tanto el tema de erradicar cultivos o no, porque basta con que nos pongamos de acuerdo para no comprar la hoja de coca –por ejemplo, impedir el ingreso de los narcos- como para que se caiga el negocio. El tema que en realidad y en el fondo se está exigiendo es proteger la libertad de los narcos para entrar y salir, sin controles para continuar con su negocio, que es a la vez el sustento de decenas de miles de familias boliviana. Eso fue así desde los tiempos en que los cultivadores de hoja de coca del Chapare se oponían a la erradicación en los años 80, como hoy podemos verlo con meridianamente claridad, y no como hace 14 años cuando elegíamos candorosamente al gran usurpador de nuestros derechos y libertades.

De modo que traduciendo y sintetizando todo lo señalado, lo que nos están diciendo los cocaleros es libre albedrío para los narcos y oposición a la erradicación. Es el paquete completo. Ello incluye ceder una buena porción del territorio para el negocio de los narcos y toda su cadena de valor a cambio de que se nos permita vivir en paz. Esa es más o menos la solución que se va imponiendo en México y Colombia, en parte a tiros, en parte en base a componendas corruptas y pactos de convivencia condicionada. Nada que se aproxime a la paz, es solo un estado de guerra latente que explota de vez en cuando… cada semana. Hasta ahí no se dice nada sobre las autodefensas ciudadanas mexicanas y los ejércitos paramilitares colombianos al servicios de grandes terratenientes, tampoco sobre todos los servicios de extorsión que se han impuesto ni sobre el creciente dominio de todos los recursos extraíbles incluyendo el oro, el carbón, la madera, etc., según de qué país se trate, que los narcos, sus organizaciones y auxiliares han copado.

En suma, nos están diciendo que recuperar la soberanía nacional –hacer que el voto soberano realmente valga y no solo cuente- pasa por permitir la convivencia con una república narco-cocalera, con todas las secuelas y consecuencias que ello implica. Es una forma de chantaje que se basa en principio en las necesidades más elementales de subsistencia, de las que rápidamente se prenden quienes no encuentran otras oportunidades o se quieren hacer las cosas fáciles, así como los angurrientos que quieren acumular a como de lugar y los que no tienen ningún sentimiento patrio por lo que para ellos solo cuenta acumular riquezas y poder. Es la lógica narco en su plenitud.

Derrotar el supuesto golpe de Estado sería otro escenario que justificaría una guerra civil, pero esta amenaza es a su vez un eslabón inseparable de la defensa intransigente de la hoja de coca. La razón de ello es que no puede existir una república narco cocalera sin un régimen que sea funcional y compatible con ese designio impuesto al país. Por ello, recuperar el poder a como dé lugar es cuestión de vida o muerte para sus beneficiarios e instigadores y por ello mismo, vender la idea del "golpe de Estado" y presentar a Bolivia como si súbitamente hubiera sido tomada por fuerzas fascistas y racistas, es parte de la movida de estos promotores de la república narco cocalera para legitimar con toda la anticipación del mundo cualquier clase de reacción contra el nuevo “régimen” y justificar cualquier ataque.


Así como el extractivismo solo surge cuando se da una serie de condiciones indispensables para su aparición, como ser pronunciada carencia de oportunidades de empleo y producción, una oligarquía rentista insensible, un sistema de corrupción e impunidad instalado y un régimen prebendal funcionando, todo ello todavía no es suficiente para asegurar las condiciones de reproducción de dicha república. Para ello se requiere adicionalmente un régimen autocrático/autoritario al servicio de ese sistema de demolición de las bases de sustento de una sociedad, basado en el extractivismo y el narcotráfico.  

El mantenimiento de toda la maquinaria que se ha instalado durante 14 años es lo que se halla detrás de esa amenaza de guerra civil, todo con tal de derrotar el “golpe de Estado” de la Presidente Añez, que seguramente nunca se imaginó realmente en la circunstancia de tener que asumir la primera magistratura de la nación. La cuestión es que sea que dure meses más o menos, es la receptora de la papa más caliente que alguna vez ha caído en manos de algún jefe de Estado en nuestro país. Por ello, por la extrema gravedad que todo ello representa, no será bueno escoger lo que conviene hacer o no en función de la duración temporal del mandato. El futuro del país no se construye solo ocasionalmente. Se construye a diario, con o sin nuestro beneplácito, nos guste o no la dirección que sigue. 

Por si todavía no nos habíamos enterado, el país todo se halla caminando con su testamento bajo el brazo. De pronto tenemos que asumir y convencernos que nuestra soberanía ya se fue entregando por retazos desde hace años y que ahora los nuevos propietarios de dicha soberanía vendida y entregada están reclamando sus derechos adquiridos. No es broma cuando algún dirigente cocalero del Chapare lanza sus amenazas. Ellos juran que actúan en defensa de sus gremios, cuando en realidad están cuidando los intereses de sus patrones de verdad. 

Es en estas circunstancias que tendremos elecciones. Y de pronto todos quieren lanzarse a la piscina, creo que con la excepción de los que habrían sacado menos del 1% en las pasadas elecciones fraudulentas, y eso. 

Si en lugar de elecciones se trata de un nuevo concurso de egos, eso no será más que el último eslabón que les falta a quienes buscan consolidar su plan de dar licencia indefinida al narcotráfico para que opere a sus anchas en el país, por ser la única fuente segura de ingresos y empleo para sectores antiguamente marginados, quienes hace dos y tres décadas prefirieron comprarse ese pasaporte para salir de la pobreza, pero también eligieron pasar de la marginalidad, el olvido y la nueva acumulación a la complicidad delincuencial. Tan oprobiosa es la pobreza y el desprecio que hasta eso fue preferible en su momento. 

Si no despertamos ahora y no nos comportamos seriamente, un próximo presidente de Bolivia, no necesariamente el siguiente ni uno muy distante, será seguramente algún descendiente del Chapo o alguien muy próximo a ese linaje. Démonos por informados y enterados.


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Para tomarle el pulso plenamente a las circunstancias que atraviesa el país, recomiendo ver este diálogo de la fecha, especialmente la primera parte que se refiere a la temática aquí tratada. El tiempo apremia.
Lucha Libre| Zulema Alanes - Sonia Montaño Radio Cabildeo Digital / www.cabildeodigital.com