Carlos Rodrigo Zapata C.
Al observar los aprestos electorales de
diestros y siniestros no me cabe más que la pregunta del epígrafe, al punto que
ya he empezado a dudar de mí mismo.
Da la impresión que todos los actores
sociales y políticos se hubieran propuesto hacer exactamente lo contrario de lo
que una conducta coherente y razonable prescribiría.
Si empezamos por el oficialismo, éste hace todo
como para ser detestado, repudiado y, consiguientemente, expulsado del poder
por la vía electorado por mañoso compulsivo y violador de derechos y libertades.
Para lograrlo viola la Constitución, conculca derechos, barre con la
independencia de los poderes del Estado, indispensable para controlar los desbordes
del poder y la pone a disposición del partido gobernante y su caudillo, organiza
multitudinarias marchas sobre la base de empleados públicos chantajeados y “bases”
de sindicatos oficialistas como si se tratará de simples pedazos de masas
manipulables a capricho.
Pregunta: ¿éstas son maniobras para ganar
elecciones, para ganar adherentes o para hacerse odiar y despreciar? A mi
entender ya dudoso, creo que es para hacerse rechazar desde lo más íntimo de
nuestra ya trajinada y vapuleada dignidad. Pero los planes para nuevas
concentraciones, aún más masivas y multitudinarias que las otras, siguen. Si lograran
superar a las que se dieron hace años durante la lucha por la sede de gobierno
del país, creo que se me terminaría de romper mi ya precaria cordura. La única explicación que todavía alcanzo a
elucubrar es que el oficialismo actúa así con tanto desdén por el electorado porque sabe que
tiene todas las palancas para asegurar el resultado de la contienda en su
favor, sea por la vía electoral limpia o por la vía del fraude
desfachatado.
De los diestros ya ni qué decir, pues parece
que se han propuesto ser sus primeros adversarios, los unos de los otros y
hasta de sí mismos. Da la impresión que se hubieran propuesto no dejar ningún error
sin aprovechar ni posponerlo para más tarde.
Entre las fuerzas que se adscriben a la
oposición, hay una con posibilidades casi seguras de no pasar el 2%, pero ya se
halla en plenos aprestos hasta para cambiar a su candidato presidencial que
renunció en un ataque de sinceramiento.
Todos entendimos -bueno, todos es mucha
multitud, yo entendí- que dicha renuncia significaba que ese frente se retiraba
de la contienda electoral. Pero no, como si se tratara de una acción
perfectamente sincronizada y concertada –según mi irreverente y confundido
parecer, el TSE decide que los partidos pueden renovar sus binomios, al mismo tiempo
que este frente político decide seguir en carrera y mientras tanto hasta ya tiene
nuevo candidato, absolutamente desconocido –para mí- y todo a escasas 9 semanas
del verificativo electoral.
Tuve ocasión completamente fortuita de tener frente a mí al futuro candidato de marras y no pude evitar el manifestarle
mis reservas sobre las consecuencias del voto dividido, advirtiéndole que la
oposición terminará sufriendo la mayor paliza electoral de su historia, con el
resultado que me responde, diplomáticamente, debo reconocer, que tengo “otra
lectura de las cosas” o algo similar. Sí, debo estar completamente equivocado,
tanto que ya no tengo idea de donde estoy parado. No obstante, me pregunto, si un candidato a candidato –porque aún no logra ser
reconocido como tal- que se suma a una contienda electoral a pocas semanas de
su verificativo, es completamente desconocido en el ámbito nacional y según las
encuestas, el frente por el que va no llega al 1% de las preferencias
electorales, entonces, ¿a qué juega? ¿A llamar la atención sobre su persona, a
una acrobacia de egolatría o a “otra lectura” de la realidad? La única opción que
cabe en mi mente, sin duda ya confundida, es para movilizar las pocas bases que
tenga (según dicen en el ámbito de iglesias protestantes) con la única finalidad
de restarle votos a la oposición, es decir, de ayudar al Usurpador a ganar las
elecciones. Este es el único juego que es posible vislumbrar.
Otros candidatos casi invisibles tienen
iguales o mayores ínfulas como si su triunfo estaría a las puertas mismas del
cielo y yo sin enterarme, sin lograr percatarme de cuál puede ser el poderoso y
misterioso imán que usan para atraer a las masas a sus predios. Otra vez el despistado
soy yo, el que intenta ver con ojos de cordura este desaguisado que se juega en
las ligas celestiales del poder. Todos estos candidatos a no superar el 3% y,
por tanto, a quedar excluidos del reparto de escaños y perder la personería
jurídica, se mueven como si ya gozarán de los poderes del mando de la Nación.
No hay nada que los desanime, los enfríe o los haga titubear. El dudoso, el
repleto de interrogantes, el extraviado, soy otra vez yo.
Aproximándome ya a los semidioses de la
cancha electoral observo uno que dice que se sitúa en la oposición, pero que ha
elegido como el mayor o único contendor a otro opositor que se halla claramente
al frente de las preferencias electorales opositoras, y que además no se hace
ningún problema con que el actual gobernante pueda seguir en funciones por unos
añitos más. ¿Eso es un opositor, ese puede ser alguien que lidere los cambios
que desesperadamente requiere el país, cuando solo aspira a instalar una
bancada que cuando más le reste unos escaños al régimen en el poder desde hace
14 años y que junto con el otro gran contendor opositor logren arrebatarle los
dos tercios? ¿Tanto nos han domesticado en estos años que ahora apenas si
emitimos un quejido lastimero cuando deberían salirnos rugidos de canes
enfurecidos ante semejantes enjuagues y ataques a la dignidad y el Estado de
derecho nacionales?
La pregunta indispensable es, ¿por qué actúa así esta
fuerza que se precia de querer representar al país, pero no logra ni el 10% de
apoyo en las encuestas y por lo que se puede ver no tiene la capacidad de sintonizar
con las grandes mayorías nacionales? La única respuesta es porque tiene un proyecto
sectorialista que representa a fuerzas que no se quieren quedar mirando de
palco, pero tampoco tiene ninguna chance de hacerse con el poder, aunque tampoco está en contra de una continuidad del
actual esquema en el poder. Esta opción a favor de determinados sectores de interés
nacionales está claramente diseñada en contra de la Nación, de la posibilidad
que el soberano, o sea, el pueblo, recupere el control de los poderes que ha
conferido y que evite esta debacle en camino. Así como en la elecciones del
2014 un candidato se ocupó de evitar que la oposición sume votos y terminó
entregándole los dos tercios del poder al régimen ya entonces de carácter usurpador,
ahora es esta fuerza política la que se ha confabulado en contra de Bolivia.
Pero ahora recién llegamos al plato fuerte de
la temporada: el opositor, aquél que se supone encarna la oposición en el
sentido que parece ser el único que quiere derrotar al oficialismo usurpador de
derechos, violador de libertades y sacrificador de futuros. Actúa como si ya
hubiera consolidado su triunfo, al punto que se da el lujo de escoger con
pinzas a sus adherentes, con tantas que muchos no elegidos y ya desesperanzados
de no ser incluidos en tan benévola categoría, han buscado su suerte y destino
en otras opciones y alternativas. El supuesto vencedor, que ignora y desprecia
las bases que probablemente le permitirían tener una chance real de enfrentar
la maquinaria del ogro filantrópico y de sus irrefrenables ansias de
eternizarse en el poder, hace gala de una ligereza y arrogancia impresionantes.
Desprecia pactos y acuerdos porque aparentemente le parecen maniobras no aptas
para la política. Tampoco organiza un sistema de control electoral que le
permita al electorado contar con algo así como una OEP paralela, capaz de
controlar todos los tiempos y movimientos de cada actor electoral, al menos
durante y después del día de la votación, pero nada, nada que trascienda al
público, menos alguna señal sobre la escala que sería menester para
enfrentar a la que sin ninguna duda será la maquinaria más voraz de fraude
electoral de toda nuestra historia. Habría que nacer en otro planeta y haber
vivido en otra galaxia como para no comprenderlo de esta forma.
Pero no, el supuesto
elegido por los dioses para dar fin a esta pesadilla que ya se prolongó
demasiado, no da señas de mover un dedo en la materia, lo que equivale a haber
renunciado de antemano a organizar el mayor sistema de control electoral requerido en nuestro país, sin el cual, insisto, todo será una broma tan absurda e
insulsa como unas primarias sin rivales, cuyos binomios ahora resulta que
pueden ser reemplazados porque así le conviene al combo en el poder.
Resultado final: los ciudadanos que aún no se
dejaron envolver por alguna de esas maquinarias electorales fantásticas y siguen
titubeando, no pueden entender que el candidato opositor elegido por los astros
y los dioses no se empeñe al máximo para controlar toda la movida electoral y
no haga acuerdos con otras fuerzas políticas y sociales, por lo que terminarán
tan extraviados como yo y, en sus casos, posiblemente optando por apoyar a
alguna de las otras fuerzas dizque de oposición en carrera.
El resultado último en medio de todas estas
borracheras por el poder, de este conjunto de extravíos más escandalosos de
nuestra historia, en que el pueblo boliviano está mostrando una incapacidad de indignarse que raya en la incomprensión y la chifladura, es claro: continuará en el poder el conculcador de nuestros
derechos y libertades, tendrá aliados incondicionales que le ayudarán a
gobernar para extraer pingües beneficios en favor de estrechos círculos de poder y todo el país seguirá yéndose al
tacho de la historia, a sembrar más miseria, estancamiento y coca para
felicidad de nuestros “hermanos” narcos que terminarán controlando completamente el Estado plurinacional, ya sin necesidad de ningún ejército.
Bien, tranquilos nomás, este sería el estado actual
de mi locura, un estado en el cual uno jura ver algunas cosas que parece que nadie más
sospecha que existen.
¡Salud pues, sírvanse, a qué han venido!
Encuesta: el 54% de
los bolivianos considera que
Evo Morales es un "dictador"
https://www.lostiempos.com/actualidad/pais/20190804/evo-respetar-21f-es-respetar-mentira