Carlos Rodrigo Zapata C.
Una de las mayores
tragedias de Bolivia son sus accidentes de tránsito. La cantidad de muertos y
heridos anuales ya nadie la tiene en cuenta.
Hoy, por ejemplo, hubo un
accidente en la carretera al norte de La Paz, en la zona de Charazani, donde
hubo 14 muertos y más de dos decenas de heridos. Por las primeras
informaciones, entre los afectados se halla personal de salud rumbo a los
confines patrios.
La sociedad parece
adormecida. Ya no reacciona ante estos hechos. Se limita a comprobar si el
vehículo siniestrado que ocasionó esos muertos y heridos tiene SOAT (seguro en
caso de accidentes), pues allí se tiene algo de dinero para costear los gastos
básicos, dejando a las familias libradas a su suerte en los casos en que dichos
gastos exceden el monto asegurado.
No existe una política
integral de control del tráfico carretero, menos la aplicación de sanciones que
coadyuven a disciplinar a la sociedad en estas materias.
El panorama se ha agravado
en los últimos años, ya que entre 2006 y 2018 han ingresado al país 1,5
millones de vehículo adicionales, hallándose el parque automotriz en Bolivia en
aprox. 2 millones de unidades. Una parte significativa de dichos vehículos no
tiene ni placas ni registros, como se puede advertir al viajar por cualquier
población del país, con excepción de las mayores ciudades.
¿Cuál es la situación más
reciente? Según los datos que ofrece WORLD HEALTH RANKINGS que incluye a los accidentes carreteros entre las causas de muerte, estima para Bolivia en 25,6 muertos por cada 100.000 hab. para el año 2017. Dada la población de Bolivia de 11 millones
para ese año, la cantidad de muertos en accidentes de tráfico alcanza a 2800 personas,
es decir, un incremento de más del 100% respecto a las cifras para el año
2006.
Las dimensiones de nuestro magnicidio
anual siguen creciendo. La indolencia de autoridades y empresas de transportes sigue
inalterable, la sensibilidad de la ciudadanía, aletargada. Un escenario para
que los accidentes de tráfico sigan creciendo como bola de nieve.
Qué pena que no se pueda
esperar un cambio ni de las empresas, ni de las entidades aseguradoras, ni de
los clubs de automovilismo, ni de los sindicatos que monopolizan los caminos. Morir
en las carreteras en Bolivia es simplemente un evento más que ocurre con macabra
regularidad ante la indiferencia generalizada.
Otros datos para 2013:
https://www.lostiempos.com/actualidad/nacional/20160613/bolivia-mueren-promedio-1326-personas-al-ano-accidentes-transito
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Accidentes de tránsito, nuestro magnicidio anual [2007]
Carlos Rodrigo Zapata C. (*)
Una nueva oleada de accidentes muy graves de tránsito ha vuelto a arrollar al país, con consecuencias mucho más sentidas que las inundaciones, incendios y sequías que nos asolan cada año, al menos en lo que se refiere al número de muertos y heridos. Nuevamente muchas familias se visten de luto para lamentar la muerte de un ser querido o para arrastrar, posiblemente de por vida, las consecuencias de un accidente. Nuevamente sale a relucir en todo su terrorífico esplendor la indolencia de los participantes en el tráfico rodado, muy en particular las empresas de transporte público, sus chóferes y las autoridades del ramo.
Una nueva oleada de accidentes muy graves de tránsito ha vuelto a arrollar al país, con consecuencias mucho más sentidas que las inundaciones, incendios y sequías que nos asolan cada año, al menos en lo que se refiere al número de muertos y heridos. Nuevamente muchas familias se visten de luto para lamentar la muerte de un ser querido o para arrastrar, posiblemente de por vida, las consecuencias de un accidente. Nuevamente sale a relucir en todo su terrorífico esplendor la indolencia de los participantes en el tráfico rodado, muy en particular las empresas de transporte público, sus chóferes y las autoridades del ramo.
Gracias al trabajo de medios de prensa
escrita, la ciudadanía ha podido acceder en el último tiempo a
información estadística sobre la cantidad de accidentes de tránsito
acaecidos en Bolivia en los últimos años, así como a datos actualizados
sobre el parque automotriz nacional. Los datos resultan francamente
devastadores.
La cantidad de personas afectadas por accidentes de
tráfico fue de 13.421 personas el año 2006, de las que 1.465 han muerto y
11.956 han sido heridas en todo el país. Por dicha causa perecieron,
por ejemplo, en Cochabamba 552 personas, en La Paz 285 y en Oruro 219,
los departamentos más fatales. Adicionalmente se observa que la cantidad
de personas muertas y heridas en accidentes de tráfico aumenta año a
año. Así, mientras que el año 2000 se vieron afectadas un total de 6.037
personas, el 2002 fueron 7.863 personas y el 2004, 11.318 personas.
Sin
duda que el número total de personas afectadas por accidentes de
tráfico ya debería ser motivo o razón suficiente de alarma y reacción.
No obstante ello, la falta de parámetros de comparación nos impide
juzgar la dimensión de este magnicidio que ocurre año a año en nuestras
propias narices y con nuestra propia complicidad.
Por ello, una forma de
obtener dichos parámetros consiste en relacionar la cantidad de
accidentados con el parque automotriz y luego comparar dicha relación
con la que se presenta en otros países, relaciones que pueden ayudarnos a
ilustrar la magnitud de nuestra indolencia. En el caso boliviano,
observamos que el parque automotriz a fines del 2006 contaba con un
total de 594.469 vehículos de todo tipo, lo cual nos indica que por cada
muerto en accidentes de tráfico hay un promedio de 406 vehículos y por
cada herido un promedio de 50 vehículos.
Alemania, uno de los
países con uno de los parques automotrices más grandes del mundo, tenía
el año 2006 un total de 54,9 millones de vehículos y tuvo ese año un
total de 427.428 personas afectadas en accidentes de tráfico, de las que
5.091 murieron y 422.337 resultaron heridas. De dichos datos resulta
que en Alemania por cada muerto en accidentes de tráfico había un
promedio de 10.794 vehículos y por cada herido un promedio de 130
vehículos.
Si comparamos ahora estas relaciones entre ambos
países, podremos darnos cuenta mejor de la magnitud del desastre. En
Alemania existen 26 veces más vehículos por cada muerto y 2,5 veces más
vehículos por cada herido que en Bolivia, ocasionados en todos los casos
por accidentes de tránsito.
De ello se desprende que si en
Alemania se diera la misma relación que se presenta en Bolivia entre
parque automotriz y afectados por accidentes de tránsito -406 vehículos
por cada muerto y 50 vehículos por cada herido-, en Alemania tendría que
haber un total de 135.433 muertos y 1.105.281 heridos cada año, lo cual
sólo se compara con las grandes catástrofes que acaecen en nuestro
globo, aunque ello sucedería con una regularidad anual. Inversamente, si
en Bolivia existiera la relación existente en Alemania entre parque
automotriz y afectados por accidentes de tránsito -10.794 vehículos por
cada muerto y 130 vehículos por cada herido-, el total de muertos en
nuestro país sería de 55 y 4.605 heridos cada año, y no alcanzar a los
1.465 muertos y 11.956 heridos que hemos tenido durante el año 2006.
Estos datos hablan por si solos.
Como dato adicional, habría que
agregar que la cantidad de personas muertas y heridas en accidentes de
tránsito en Alemania disminuye año a año. Las medidas de control del
tráfico carretero en Alemania incluyen controles a los límites de
velocidad, al límite de ingestión de alcohol, uso obligatorio de
cinturón de seguridad, además de una amplia gama de otros controles,
tales como la inspección técnica de los vehículos, donde se controla
rigurosamente su estado y no existe forma de obtener la “roseta” sin
aprobar dicha inspección, los rigurosos exámenes para la obtención del
brevet para conducir, los controles a todas las empresas de transporte
público, etc. Todas esas medidas se hallan a su vez acompañadas por un
proceso continuo de formación ciudadana en materia vial.
Las
preguntas que resultan de estos datos son claras y simples: ¿hasta
cuando vamos a seguir tolerando este estado de cosas de dejar hacer y
dejar pasar las cosas con total indolencia? ¿Cómo vamos a inducir a los
protagonistas de este desastre que lacera sin compasión a la familia
boliviana, a un comportamiento más cuidadoso y atento con la integridad
física de los ciudadanos?
La respuesta deben darla todos los
participantes del tráfico rodado. Tanto empresas, como conductores y
usuarios, autoridades de tránsito y peatones, todos deben asumir su
cuota parte de responsabilidad en este magnicidio anual. Entre otras
tareas, lo menos que debe exigirse es la instalación de una red de
talleres de inspección técnica que certifiquen apropiadamente la
transitabilidad de los vehículos. También ya es hora que las empresas de
transporte asuman su deber de servicio hacia la ciudadanía plenamente y
las autoridades informen regularmente sobre el estado anual del
transporte. Ideas como la de un “ranking de flotas” en base a la
cantidad de accidentes que cometen como medio de información ciudadana,
parecen una burla o un chiste de mal gusto, pues lo que se requiere es
una política integral que apunte a la formación ciudadana en materia
vial y a implantar una diversidad de sistemas efectivos de control
regular.
Los usuarios por su parte también tienen una parte
significativa de responsabilidad en este desastre anual. Si para los
usuarios es más importante el precio por el servicio y la velocidad de
desplazamiento que la seguridad y las condiciones de viaje, es evidente
que se le está dando al conductor y a la empresa amplia potestad para
actuar como se le antoje. La superación de este desastre anual,
provocado íntegramente por nuestro comportamiento, es una obligación que
toda la sociedad debe imponerse sin nuevas dilaciones.
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(*) Artículo publicado originalente en BolPress el 06-09-2007 http://www.bolpress.net/art.php?Cod=2007090603
* Economista, planificador regional. E-mail: czapata@acelerate.com
Carlos Rodrigo Zapata C., boliviano, nacido en La Paz, Bolivia.
Economista, con estudios en Argentina, Bolivia y Alemania, candidato a doctorado en economía. Estudios complementarios y experiencia en desarrollo local, gestión pública, cooperativismo, gestión de recursos naturales, turismo. Es coautor de varios planes de uso del suelo (PLUS) en Bolivia a nivel departamental. También ha publicado numerosos ensayos relacionados con análisis económico y político, planificación, democracia, libertad de expresión y otras temáticas.
Ha sido columnista de diversos medios de información (Ultima Hora, La Razón, El Diario) y escribe regularmente en medios virtuales. Sus principales áreas de interés y actividad son: economía, planificación urbana y regional, gestión pública, democracia, desarrollo local, medio ambiente, gestión de riesgos.
Mantiene un blog llamado CLARABOYA dedicado primordialmente a democracia y libertad de expresión: http://yapukamani.blogspot.com
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