El último salvavidas de la humanidad
se llama “emisiones negativas”. Se trata, por ejemplo, de destinar inmensas
superficies de tierras aptas al cultivo de plantas con la misión de absorber
CO2 y luego usar dichas plantas para producir biocombustibles, recurriendo para
ello a algunas tecnologías que permitan retener el CO2 que previamente fue capturado
por estas plantas y luego almacenar ese CO2 apropiadamente como se hace con los
desechos químicos al presente.
El problema es que dichas tecnologías
y procedimientos para retener y almacenar el CO2 aún están en desarrollo, de
modo que esta salida no es un plan B, sino es parte crucial del plan A, del único
que tenemos en el planeta, como se sostiene en el artículo que se adjunta. Lo más
grave del asunto es que muchos “usuarios”
(auto anotados compulsivamente) de nuestra única atmósfera planetaria ya están
contando con esta alternativa, de modo que sus ímpetus para reducir y eliminar
la contaminación están siendo atenuados por esta opción aún remota, pero que va
convirtiéndose cada día que pasa en imprescindible e inevitable.
Todo el esquema de los
biocombustibles planteado por el IPCC puede a su vez incluirse perfectamente en
el marco de esta salida desesperada, que la podemos llamar ya desde ahora como “la
última patada de ahogado”. Dicho en términos de las propuestas del IPCC, eso
significa que el planeta deberá destinar una superficie equivalente al territorio
de 7 Bolivias para realizar esos cultivos, es decir más de 7 millones de kilómetros
cuadrados de cultivos, o sea, 700 millones de hectáreas de tierras aptas para
cultivos repartidas por todo el planeta. En un mundo que ya ha degradado y desertificado
más del 50% de sus tierras aptas, da la impresión que tendremos que hacer muchos
ajustes como para hacer posible semejante operación.
Realmente ya nos estamos moviendo en
los extremos de las posibilidades de supervivencia de la civilización.
El artículo que adjunto nos ayuda a
entender mejor algunos de estos aspectos.
Links:
"Su futuro depende de las emisiones negativas y usted sin saberlo" por Samuel Martín-Sosa Rodríguez @SamuelMSosa
La declaración del representante de la FAO en Bolivia, Theodor Friedrich, ha causado revuelo y no sin razón.
Seguramente que la principal razón de ello se debe a la contundencia
con que ha manifestado lo que considera un grave error en materia de
gestión agro-ambiental. Ese estilo ya ha desaparecido en los organismos
internacionales, pese a que existen innumerables ocasiones en que
correspondería llamar la atención públicamente al gobierno con la
crudeza que sea requerida. Pero ésta es al final una razón secundaria.
Lo más llamativo radica en el hecho que esta advertencia se cruza de
lleno con un plan de negocios meticulosamente elaborado entre gobierno,
empresarios e incluso técnicos para lanzar el ETANOL en diversas
variantes al mercado nacional. Sin duda que grandes negocios se verían
entorpecidos si se diera marcha atrás en este cometido.
Pero hay
otra razón que hasta ahora no ha sido tomada en cuenta por la opinión
pública: el IPCC, el organismo científico internacional que guía las
políticas mundiales en la lucha contra el calentamiento global (CG) y el
cambio climático (CC), aprueba el uso de biocombustibles, si, tal como
se lee.
En su último informe el IPCC ha tocado alarma,
simplemente porque los plazos y tiempos que se estimaban hace 4 años,
cuando se suscribió el Acuerdo de Paris para detener el cambio
climático, han sido claramente rebasados. Los tiempos se han acortados
en tal grado que podemos decir que “el punto sin retorno” ya se halla a
la vista, y aún la humanidad, en particular los gobiernos, las
corporaciones y todos los usuarios de este nuestro único espacio de vida
no reaccionan como se espera y requiere.
En este marco, que el
IPCC apruebe el uso de biocombustibles suena a una aberración. No
obstante, el panorama relacionado con el CG y el CC es extremadamente
crítico, ya que en los escenarios que plantea el IPCC llega a recomendar
entre 0,2 y 7,2 millones de km2 de superficie a destinarse a los
cultivos requeridos para producir biocombustibles. ¡Esta última
superficie equivale a 7 veces todo el territorio de Bolivia y además de
tierras agrícolamente aptas!
Entonces, ¿cómo se puede conciliar
semejantes extremos, que por un lado el IPCC recomiende biocombustibles y
por el otro se hable de una “apuesta fatal” por destinar nuestro escaso
capital agrícola nacional para ello?
El IPCC reitera de diversos
modos que la producción de bioenergía puede “competir con otros usos de
la tierra y tener impactos significativos en los sistemas agrícolas y
alimentarios, la biodiversidad y otras funciones y servicios del
ecosistema (alta confianza)”. Pero agrega: “Se necesita una gobernanza
eficaz para limitar tales compensaciones y garantizar la permanencia de
la eliminación de carbono en zonas terrestres y geológicas y reservorios
oceánicos (alta confianza)” (p. 19, del Sumario, links ver al final).
Dicho en breve, el IPCC propone intercambiar problemas de gran potencia
muy difíciles de manejar, por problemas de menor potencia más fáciles
de gestionar, y le lanza la pelota al mundo, recomienda los
biocombustibles y a continuación pide una “gobernanza eficaz”, y asunto
concluido, dejando en manos de las gestiones nacionales y locales que
manejen esta situación del mejor modo.
En este escenario es muy
importante situarse en el contexto global, pero también en el contexto
nacional. Desde el punto de vista global, el tiempo se agota y todos
tienen que contribuir a aminorar o reducir los impactos del
calentamiento global, y los biocombustibles son un medio para substituir
al menos parcialmente el uso de combustibles fósiles, altamente
contaminantes.
Pero desde el punto de vista nacional es imprescindible
evaluar apropiadamente esta demanda de actuación ya angustiosa que hace
el IPCC. La pregunta en este contexto es si el impacto neto
resultante de la cantidad de combustibles fósiles que puedan dejar de
utilizarse en contraste con la degradación de los suelos que se destinen
a la producción de biocombustibles favorece a la causa de la lucha
contra el cambio climático o no. Para ser más precisos, no se trata solo
de degradación de los suelos en este segundo factor, sino también de
deforestación, pérdida de biodiversidad, reducción de la disponibilidad
de superficies de suelos aptos para la producción de alimentos,
deterioro de las funciones ambientales y otros.
Toda esta
circunstancia no sería tan crítica si Bolivia tuviera una cantidad
considerable de tierras aptas para diversos cultivos, situación que
tampoco es así. Aprox. el 5% del territorio nacional está compuesto de
tierras aptas para agricultura intensiva, y el 70% de estas tierras se
halla en el departamento de Santa Cruz. Es decir, el capital agrícola
nacional, compuesto por tierras aptas para agricultura intensiva, es muy
reducido en Bolivia, razón por la que debe tenerse extremo cuidado a la
hora de tomar decisiones acerca del mejor uso de los suelos en nuestro
país. Lo más grave en este contexto es que ampliar la frontera agrícola
en nuestro país usualmente significa deforestar y ello solo para poder
acceder a tierras con baja aptitud agrícola, aprovechables unos pocos
años.
En conclusión, el tema planteado es muy crítico como para
dejarlo en un mero encontronazo entre un funcionario internacional y el
gobierno. Es indispensable responder con absoluta claridad y
transparencia acerca de esta cuestión.
Dejar en manos de
extractivistas connotados la respuesta adecuada a este asunto, que no se
detienen ni ante santuarios naturales ni ante áreas protegidas ni ante
las protestas de la población para conseguir sus fines, debería
advertirnos sobre las graves repercusiones que puede tener esta cuestión
sobre nuestra seguridad alimentaria.
La Renta Básica Universal (RBU) se ha vuelto indispensable, pues es la
válvula de oxigenación requerida para una diversidad de situaciones que no están siendo
controladas ni manejadas adecuadamente porque falta el factor clave: el libre
albedrio.
Como nos recuerda Daniel Raventós en la entrevista que se adjunta, la RBU aumenta el poder de negociación de los trabajadores, aunque -agregamos- solo en
un grado relativamente bajo, ya que se entiende que son ingresos de subsistencia.
Pero ese pequeño espacio da oportunidades de recambio, de pensar, de usar el
tiempo disponible de una manera mucho más amplia y diversa de lo que es posible
en un ambiente reglado y controlado absolutamente por el capital y su expresión
estatal.
El hecho es que estos gendarmes no están pudiendo controlar muchas
cosas, en particular los temas relacionados con el medio ambiente. Por un lado,
ni el capital ni el Estado están asumiendo los costos ambientales que las externalidades
capitalistas están generando. Por otro lado, estamos a años luz de la idea que
la intervención humana podría mejorar los mismos rendimientos que genera o produce
la naturaleza. Entre estos dos extremos hay un continuo de diversas oportunidades
de actuación e intervención.
La población perceptora de RBU seguramente estaría
interesada en colaborar en estos diversos frentes de lucha contra al cambio
climático y el calentamiento global, cosa que ahora no sucede porque el capital
por la vía del mercado solo contrata para incrementar sus utilidades, pero no
para superar esas externalidades o costos que el capital le impone a la
sociedad vía la destrucción del medio ambiente.
Otro ámbito de actividad de los perceptores de RBU está relacionado con
la misma revolución tecnológica y con las que se avecinan, simplemente porque
es nuestra única chance para detener la debacle en marcha.
La industrialización
verde requiere nuevos conocimientos, nuevas aperturas, nuevas formas multifacéticas
de interrelacionar los diversos campos del conocimiento. Todo ello
implica y exige una revolución mental, pues deberemos realizar la transición de
un mundo basado en la división del trabajo y la especialización a otro centrado
en unir los conocimientos y la interdisciplinariedad, sin lo cual
no será posible avanzar en gran escala. La sociedad requiere asignarse más tiempo
para estudiar, comprender, asumir las nuevas revoluciones en marcha.
La RBU es una válvula de oxigenación indispensable, una forma inclusiva de reducir la extrema toxicidad que ha generado el capital con su angurria irrefrenable y de movilizar
nuestros esfuerzos y voluntades para enfrentar los problemas –ya no son desafíos-
más graves que nos acechan en todo el planeta: la debacle ambiental y la
asunción de las nuevas revoluciones tecnológicas en marcha.
Sin una inclusión amplia de la sociedad en estos procesos, no será posible
resolver la problemática existente. En este marco resulta decepcionante que partidos, movimientos y organizaciones sociales no asuman esta bandera, ya que la RBU se constituye al presente en una de las respuestas más promisorias a múltiples aspectos, no solo para reducir la pobreza y fortalecer la inclusión social, sino también para hacer frente a la debacle ambiental y facilitar la participación social en las nuevas revoluciones tecnológicas en marcha.
(*) Economista, experto en planificación regional y catedrático de "Desarrollo del Capitalismo" (2017).
Cada vez se habla más de Renta
Básica Universal, sin embargo esta propuesta ha quedado fuera del debate
partidario y los programas electorales. El Salto conversa con
uno de sus principales defensores, Daniel Raventós, sobre el potencial
de la medida y las resistencias para su concreción. La entrevista la
realizó Sarah Babiker.
Podría decirse sin exagerar que
Daniel Raventós (Barcelona, 1958) es el principal referente entre
quienes defienden una renta básica universal e incondicional en el
Estado español. Presidente de la Red Renta Básica desde su fundación, ha
escrito varios libros e incontables artículos defendiendo la propuesta
de dar un ingreso monetario individual e incondicionado a todas las
personas ciudadanas o residentes de un territorio, argumentando la
deseabilidad de esta renta básica, explicando sus diferencias frente a
otro tipo de rentas —ingresos condicionados como son los subsidios o
rentas mínimas— o demostrando su aplicabilidad de la mano de los también
economistas Lluís Torrens y Jordi Arcarons. Conversamos con él tras su
participación en las Jornadas sobre Renta Básica que tuvieron lugar a
finales de marzo en A Coruña.
¿Llevas la cuenta de cuántas charlas, entrevistas, conferencias has dado sobre renta básica?
No, pero si me diesen un euro por cada una estaría bien.
Después
de todos estos años hablando sobre una renta básica universal, tras
verla aparecer y desaparecer de programas electorales, ahora que cada
vez oímos más hablar de esta idea, pero que también se llama renta
básica a todo tipo de ayuda condicional ¿en qué momento dirías que
estamos?
Me gustaría poder responderte con mucha
concreción, pero no tengo datos para decirte que tal o cual porcentaje
la aprueba. Indiscutiblemente creo que hay un conocimiento social mucho
mayor que el de hace seis, siete u ocho años, decía Philippe Van Parijs
[uno de los fundadores de la red Basic Income Earth Network] en
una entrevista que en el 2018 se había hablado más de la renta básica
que en toda la historia de la humanidad anterior, creo que en el 2019
vamos camino de superarlo.
¿Por qué? Creo hay al menos tres
razones, uno es el fracaso de los subsidios condicionados: hay gente que
no quiere tropezar no dos sino cuarenta veces en la misma piedra,
tenemos sobrada experiencia de que no funcionan. Otra es que las
condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población no rica han
empeorado en estos años. Por último, la robotización también ha creado
nuevos amigos de la renta básica.
Pero más allá de que
tenga mayor aceptación como idea, ¿qué posibilidad hay, respecto al
pasado reciente, de que se avance a una hipotética implementación?
Si
te refieres al Reino de España no tengo ninguna esperanza, los partidos
—excepto creo que Equo, o Anova— no apoyan la renta básica aunque
tengan muchos militantes que la defiendan. Ni Podemos, ni el PSOE, ni IU
están de acuerdo con una renta básica. Están de acuerdo con una renta
para pobres.
Se diría que la derecha está marcando la
dirección de los debates. ¿No está perdiendo la izquierda la posibilidad
de romper este marco introduciendo una propuesta con el potencial de
transformación de las vidas de la gente como es la Renta Básica?
En
esto no tengo ningún tipo de duda, un partido político de izquierdas
que realmente apostara por la renta básica, tendría mucha fuerza. Pero
no introduciendo la propuesta como se ha hecho en algún momento, de
manera un poco oportunista, sino conociendo bien lo que implica. Si la
gente ve que la proponen porque consideran que está bien estudiada, que
es una herramienta seria y los partidos lo argumentan, yo creo que la
gente entendería perfectamente que es una iniciativa interesante, pues
como decíamos, las personas cuanto más conocen la propuesta más a favor
están.
Cuando defiendes la renta básica sostienes esta
idea desde el republicanismo. Sin embargo, percibo que como referente
este le queda distante a mucha gente, que republicanismo aquí resuena a
la oposición a la monarquía o peor, al partido de Trump. ¿Cómo
traducirías esta idea del republicanismo?
Cuando
hablamos de republicanismo estamos hablando de una tradición de libertad
que tiene ya 2300 años. No estamos hablando de nada que tenga que ver
con Trump y su partido republicano y esas cosas. Por supuesto el
republicanismo implica que una república es superior a una monarquía,
pero esto es solo una pequeña parte. Si tú me preguntas exactamente cómo
se podría definir esto de la libertad republicana, aunque sea muy
esquemático, es que nadie es libre si no tiene la existencia material
garantizada. Dicho de una forma más larga, la libertad republicana nunca
ha separado la idea de libertad de las condiciones materiales de
existencia, que es lo que ha hecho el liberalismo.
Se
nos presenta la economía como un dominio técnico, materia de expertos en
la que el común de la ciudadanía no puede bregar. Por otro lado, se nos
transmite una idea de escasez que motiva la lucha entre los de abajo
por recursos que serían cada vez menores. ¿Cómo se sale de ahí?
La
economía es política. Es evidente que la economía tiene un aspecto
técnico, no voy a decir que solo con política se hace economía, está la
parte de la teoría económica que efectivamente sería la parte más
abstracta. Pero la política económica, que es la política aplicada, las
medidas prácticas que se ponen en funcionamiento en un momento
determinado, son eso: primero política y después economía.
Esto
es algo que conocíamos, que economistas de todo tipo han dicho desde
hace tiempo, cosas como primero es la política y luego la economía que
sirve para concretar lo que se ha decidido políticamente. Tu dime una
medida económica, la que quieras, que beneficie a toda la población o
que perjudique a toda la población. No hay ninguna, si subimos los
salarios unos salen beneficiados y otros perjudicados. Si retenemos las
pensiones unos salen beneficiados y otros perjudicados, si bajamos los
tipos de interés hay algunos sectores que quedan beneficiados y otros
no.
Toda medida de política económica con un poco de importancia
beneficia a uno sectores sociales y perjudica a otros, por lo tanto una
política económica de izquierdas, tal y como ya lo entiendo, es para
beneficiar a la gran mayoría de la sociedad no estrictamente rica, por
una cuestión de libertad, porque los grandes poderes privados no pueden
ser tan poderosos que impongan su concepción del bien al Estado.
Te
he oído comentar que cada vez más sindicatos van superando sus
iniciales resistencias a la renta básica y abriendo debates en este
sentido. ¿Será que los sindicatos acabarán tomando la delantera a los
partidos?
Me gustaría decirte que sí, pero en este
momento no tengo elementos para hacer una afirmación tan arriesgada, es
cierto que, en general, hay más gente en los sindicatos que están
haciendo reflexiones sobre la renta básica porque las medidas habituales
—tenemos evidencia— no han dado resultado.
Hace unos
días entrevisté a Silvia Federici y pude preguntarle su opinión sobre la
renta básica, pues había leído que se posicionaba en contra. A medida
que avanzaba la entrevista me pareció que la idea empezaba a gustarle,
pero también subrayó una cuestión que me parece central: se preguntaba,
qué organización, movimiento, sujeto político, estaba defendiendo la
medida en la calle.
Me alegro que le vaya gustando la
idea, porque admiro mucho a Federici. Respecto a la pregunta, más que un
sujeto político yo creo que hay una mayoría social, cuando se hacen los
números de financiación y se dice que un 80% de la población que está
por debajo del 20% rico sale ganando... pues que objetivamente este 20%
de la población esté interesado, otra cosa es que tenga la información,
tenga la convicción, o tenga otras ideas que le impidan ver la renta
básica.
Yo no tengo ninguna duda de que la única forma de que se
implemente la renta básica es que haya una mayoría social que esté a
favor, y esto cómo se logrará, pues no lo sé. Ayuda que algún partido,
sindicato, la defienda, pero sobre todo los movimientos sociales, que
algún movimiento social defienda esto, como en un momento determinado
hizo el 15m en su primer aniversario, cuando explícitamente defendió la
renta básica universal.
Claro, pero incluso contar con
una mayoría social, ¿alcanzaría? Hablamos de implementar una política
económica que implica una redistribución de la riqueza enorme en un
escenario en el que la tendencia es la contraria: siempre mayor
desigualdad. ¿Basta ver la medida justa o necesaria para afrontar un
conflicto social de esta envergadura?
Efectivamente la
renta básica es conflictiva, y ¿por qué lo es?, pues porque no todo el
mundo gana y hay una parte que es muy poderosa que sale perdiendo, pero
yo no creo que sea desde un punto de vista exclusivamente económico. Yo
creo que quien mejor lo definió fue un empresario catalán que hace unos
20 años, después de un programa de radio, cuando no estábamos en antena
dijo, “yo una renta básica la considero muy muy peligrosa, porque no es
un problema de financiación, hacemos números y sale, lo que pasa es que
la renta básica daría un poder de negociación muy importante a los
trabajadores. ¿Para qué se lo vamos a dar?” Y creo que el hombre lo
definía perfectamente: es peligroso para ellos porque incrementará la
libertad de la inmensa mayoría de la población no rica.
Hablamos
siempre de la apropiación liberal o neoliberal de la renta básica, me
viene otra preocupación con la derecha, con esas derechas que en Francia
o Italia, por ejemplo, se dirigen a los obreros desilusionados con la
izquierda liberal. ¿Y si se apropiasen de una idea así para establecer
dos tipos de ciudadanía?
No creo que en estos momentos
los movimientos de extrema derecha se les pase por la cabeza una
implementación de la renta básica, pero si hablamos de “los italianos
primero” o “los franceses primero”, claramente no estamos hablando de
una renta básica universal incondicional en la definición que hacemos en
la Red Renta Básica, y que incluye a los ciudadanos y ciudadanas y
también a quienes tienen residencia acreditada.
Lo que es la
residencia acreditada lo dice una ley, que evidentemente, quienes somos
progresistas, preferimos que sea más amplia. Pero si tu eres fascista o
un populista de derechas pues estarás de acuerdo con una ley de
Extranjería muy restringida. Evidentemente, como estamos hablando de
recursos públicos tenemos que definir quién tiene derecho a recibir esta
renta, nuestra propuesta es que sean todas las personas residentes.
En
una de las charlas de la jornada, una joven preguntó si pensábamos que
las personas de su generación estaban más cercanas a defender una renta
básica. Se me ocurre que, como en el caso de las movilizaciones sobre el
cambio climático, las personas jóvenes puedan ser más permeables a esta
demanda y reclamar activamente su implementación, pues le dan menos
centralidad al trabajo como espacio de dignificación o identidad.
Lo
has dicho tú perfectamente, si me permites una reflexión parcialmente
personal, yo creo que antes de la crisis la renta básica no era algo
conocido como lo es ahora. En los últimos tiempos, en seminarios o
conferencias, he encontrado muchos jóvenes con los que he podido
charlar. Es significativo cómo coincidían en un punto, aunque
ideológicamente podían estar separados por otras cosas. Todos decían:
“Con una Renta Básica yo no aceptaría condiciones de trabajo que ahora
estoy obligado a aceptar”. Esto me parece fundamental. Es esperanzador
que los jóvenes, en general, vean la renta básica con una simpatía o
apertura de ideas bastante superior a la de las personas más mayores.
es profesor de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad
de Barcelona, miembro del Comité de Redacción de SinPermiso y presidente
de la Red Renta Básica. Es miembro del comité científico de ATTAC. Sus
últimos libros son, en colaboración con Jordi Arcarons y Lluís Torrens,
"Renta Básica Incondicional. Una propuesta de financiación racional y
justa" (Serbal, 2017) y, en colaboración con Julie Wark, "Against
Charity" (Counterpunch, 2018), libro que será publicado en catalán
(Arcadia) y castellano (Icaria) el próximo mes de mayo.