La declaración del representante de la FAO en Bolivia, Theodor Friedrich, ha causado revuelo y no sin razón.
Seguramente que la principal razón de ello se debe a la contundencia con que ha manifestado lo que considera un grave error en materia de gestión agro-ambiental. Ese estilo ya ha desaparecido en los organismos internacionales, pese a que existen innumerables ocasiones en que correspondería llamar la atención públicamente al gobierno con la crudeza que sea requerida. Pero ésta es al final una razón secundaria.
Lo más llamativo radica en el hecho que esta advertencia se cruza de lleno con un plan de negocios meticulosamente elaborado entre gobierno, empresarios e incluso técnicos para lanzar el ETANOL en diversas variantes al mercado nacional. Sin duda que grandes negocios se verían entorpecidos si se diera marcha atrás en este cometido.
Pero hay otra razón que hasta ahora no ha sido tomada en cuenta por la opinión pública: el IPCC, el organismo científico internacional que guía las políticas mundiales en la lucha contra el calentamiento global (CG) y el cambio climático (CC), aprueba el uso de biocombustibles, si, tal como se lee.
En su último informe el IPCC ha tocado alarma, simplemente porque los plazos y tiempos que se estimaban hace 4 años, cuando se suscribió el Acuerdo de Paris para detener el cambio climático, han sido claramente rebasados. Los tiempos se han acortados en tal grado que podemos decir que “el punto sin retorno” ya se halla a la vista, y aún la humanidad, en particular los gobiernos, las corporaciones y todos los usuarios de este nuestro único espacio de vida no reaccionan como se espera y requiere.
En este marco, que el IPCC apruebe el uso de biocombustibles suena a una aberración. No obstante, el panorama relacionado con el CG y el CC es extremadamente crítico, ya que en los escenarios que plantea el IPCC llega a recomendar entre 0,2 y 7,2 millones de km2 de superficie a destinarse a los cultivos requeridos para producir biocombustibles. ¡Esta última superficie equivale a 7 veces todo el territorio de Bolivia y además de tierras agrícolamente aptas!
Entonces, ¿cómo se puede conciliar semejantes extremos, que por un lado el IPCC recomiende biocombustibles y por el otro se hable de una “apuesta fatal” por destinar nuestro escaso capital agrícola nacional para ello?
El IPCC reitera de diversos modos que la producción de bioenergía puede “competir con otros usos de la tierra y tener impactos significativos en los sistemas agrícolas y alimentarios, la biodiversidad y otras funciones y servicios del ecosistema (alta confianza)”. Pero agrega: “Se necesita una gobernanza eficaz para limitar tales compensaciones y garantizar la permanencia de la eliminación de carbono en zonas terrestres y geológicas y reservorios oceánicos (alta confianza)” (p. 19, del Sumario, links ver al final).
Dicho en breve, el IPCC propone intercambiar problemas de gran potencia muy difíciles de manejar, por problemas de menor potencia más fáciles de gestionar, y le lanza la pelota al mundo, recomienda los biocombustibles y a continuación pide una “gobernanza eficaz”, y asunto concluido, dejando en manos de las gestiones nacionales y locales que manejen esta situación del mejor modo.
En este escenario es muy importante situarse en el contexto global, pero también en el contexto nacional. Desde el punto de vista global, el tiempo se agota y todos tienen que contribuir a aminorar o reducir los impactos del calentamiento global, y los biocombustibles son un medio para substituir al menos parcialmente el uso de combustibles fósiles, altamente contaminantes.
Pero desde el punto de vista nacional es imprescindible evaluar apropiadamente esta demanda de actuación ya angustiosa que hace el IPCC. La pregunta en este contexto es si el impacto neto resultante de la cantidad de combustibles fósiles que puedan dejar de utilizarse en contraste con la degradación de los suelos que se destinen a la producción de biocombustibles favorece a la causa de la lucha contra el cambio climático o no. Para ser más precisos, no se trata solo de degradación de los suelos en este segundo factor, sino también de deforestación, pérdida de biodiversidad, reducción de la disponibilidad de superficies de suelos aptos para la producción de alimentos, deterioro de las funciones ambientales y otros.
Toda esta circunstancia no sería tan crítica si Bolivia tuviera una cantidad considerable de tierras aptas para diversos cultivos, situación que tampoco es así. Aprox. el 5% del territorio nacional está compuesto de tierras aptas para agricultura intensiva, y el 70% de estas tierras se halla en el departamento de Santa Cruz. Es decir, el capital agrícola nacional, compuesto por tierras aptas para agricultura intensiva, es muy reducido en Bolivia, razón por la que debe tenerse extremo cuidado a la hora de tomar decisiones acerca del mejor uso de los suelos en nuestro país. Lo más grave en este contexto es que ampliar la frontera agrícola en nuestro país usualmente significa deforestar y ello solo para poder acceder a tierras con baja aptitud agrícola, aprovechables unos pocos años.
En conclusión, el tema planteado es muy crítico como para dejarlo en un mero encontronazo entre un funcionario internacional y el gobierno. Es indispensable responder con absoluta claridad y transparencia acerca de esta cuestión.
Dejar en manos de extractivistas connotados la respuesta adecuada a este asunto, que no se detienen ni ante santuarios naturales ni ante áreas protegidas ni ante las protestas de la población para conseguir sus fines, debería advertirnos sobre las graves repercusiones que puede tener esta cuestión sobre nuestra seguridad alimentaria.
Adjunto los siguientes links:
Declaración del Representante de la FAO en Bolivia
http://www.lostiempos.com/…/fao-califica-fatal-apuesta-del-…
Informe General IPCC - Global Warming of 1.5°C
https://www.ipcc.ch/sr15/
Sumario de dicho Informe: