Carlos Rodrigo Zapata C.
Es sencillamente infame y asqueroso lo que viene
ocurriendo en torno a la ayuda humanitaria para Venezuela.
Si bien todos los que opinan parecen estar de
acuerdo en que existe la urgencia de entregar esa ayuda tanto para paliar
situaciones de hambruna y de desnutrición aguda, como para atender casos críticos en
materia de salud, el problema surge en el momento que se trata de definir quién
entrega esa ayuda.
Si son los gringos y todos los países que apoyan a
Guaidó, entonces es un crimen, como acaba de sostenerlo la DW. Pero no dicen nada sobre la incapacidad de
Maduro para aliviar semejante crisis interna, menos sobre todas las medidas que
ha desplegado para impedir que llegue la ayuda por canales que no son los que
le favorecen. El problema es que el tema de la ayuda humanitaria no ha surgido
ayer ni anteayer, ni en el momento en que Guaidó asumió el mandato de
presidente encargado de Venezuela, sino que era un tema que ya daba vueltas
hacía tiempo, agudizándose cada vez más. Es oportuno conocer algunos relatos de la forma en que la falta de medicinas y atención médica puede destrozar vidas y conducir a la rebelión. He aquí un caso paradigmático.
Para hablar de la ayuda humanitaria como crimen,
habría que estar en los zapatos de toda la gente que se halla en una situación
crítica. Lo primero que correspondería es condenar a Maduro y sus secuaces por
su conducta absolutamente lesiva a los derechos humanos.
En este marco, decir
que la ONU debería encargarse de entregar la ayuda, como lo hace la DW, resulta que tampoco es
posible, pues la Cruz Roja se negó a participar en ello, todo porque la ayuda venía con el sello norteamericano. Si hasta la Cruz Roja está levantando
banderas ideológicas y a título de neutralidad está dejando de cumplir sus
funciones, entonces si se hace parte de un crimen, de todo ese bloqueo que se
niega a hacer llegar la ayuda, todo porque no tiene el sello correcto, el que
la otra parte esperaría, pese a que durante mucho tiempo sencillamente no ha
hecho nada al respecto, sino que ahora se ocupa de impedir y bloquear el arribo
de la ayuda a los más necesitados.
Resulta absolutamente descabellado intentar poner en pie de igualdad los afanes de unos por hacer llegar y entregar esa ayuda, con los afanes de los otros por bloquear el acceso de toda ayuda. Hay que estar demasiado enajenado y lejos de la barbarie que azota al pueblo venezolano como para hacer esos balances tan macabros, faltos de toda sensibilidad.
Infame la conducta del régimen dictatorial de
Maduro y sus secuaces que prefiere bloquear la ayuda que es incapaz de facilitar, infame la actitud de la Cruz Roja que prefiere sumarse
al carnaval ideológico que colaborar en la entrega de esa ayuda, infame la
conducta de opinadores que no toman en cuenta la urgencia de la ayuda, ni la conducta despótica de Maduro y su camarilla.
Sorprende que la Deutsche Welle se vaya
clonvirtiendo cada vez más en un clon de medios como Telesur, RT o HispanTv,
que sirven a regímenes dictatoriales o extremamente autoritarios a los que no
les importa la opinión pública. El principio de la legalidad pública de los
medios alemanes que se asegura de dar voz a todas las partes de la sociedad y mantiene un equilibrio sano y objetivo en su información, es sin duda un
ejemplo a nivel internacional. Da la impresión que la DW se halla empeñada en
sepultarlo. [*]
¿Qué mierda esperan todas estas partes que ocurra? ¿Que la desesperación haga presa de la gente, que sigan las muertes –acaban de comunicar el asesinato de 2 personas en relación con los afanes por acceder a la ayuda- que la confrontación se desborde y reviente en una gran confrontación
interna?
La comunidad internacional está fracasando estrepitosmmente en sus intentos por tratar de controlar toda esa pléyade de regímenes autoritarios y dictatoriales que se van multiplicando, todos cobijados en el pincipio de no intervención y de defensa de la soberanía nacional. Los Estados-Nación están a su vez fracasando en la resolución de sus múltiples problemas. Lo peor es que los problemas más acuciantes no pueden resolverse en el ámbito nacional porque se han convertido en problemas globales.
Sin una solución global, sin instrumentos para evitar que el desmadre que viene aconteciendo sea controlado oportunamente, en suma, sin una institucionalización de la capacidad de actuación de la comunidad internacional para resolver prontamente este tipo de problemas, el planeta perderá los restos de autogobernanza global que aún le quedan. El calentamiento global y la posibilidad de una autodestrucción nuclear ya parecen cosas menores frente a esta incapacidad supina de actuar colectivamente que nos venimos fabricando.
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[*] En otra nota de la DW ya no se habla de "crimen", solo de "arma de doble filo".
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Opinión
Es indignante y sumamente peligroso lo que sucede en las
fronteras de Venezuela. La instrumentalización política de la ayuda humanitaria
toma de rehén a todo un pueblo y es un crimen, opina Astrid Prange.
Migrantes venezolanos camino a la frontera con Colombia.
(21.02.2019).
Para prevenir cualquier malentendido: la población de
Venezuela necesita ayuda humanitaria. Cada vez más personas tienen que luchar
para obtener lo esencial para la supervivencia, y el abastecimiento de
alimentos y medicamentos en el país ha colapsado.
Por eso mismo resulta aún más demoledor ver que el
autoproclamado presidente interino Juan Guaidó y sus seguidores
utilizan la ayuda humanitaria como instrumento de poder. Mostrarse junto a
paquetes con alimentos para bebés asegura a Guaidó imágenes impactantes en los
medios, pero le otorga muy poca credibilidad política.
Ayuda humanitaria, caballo de batalla de ambos bandos
Aún menos creíble es el presidente de Venezuela, Nicolás
Maduro. El sucesor del expresidente venezolano Hugo Chávez, fallecido en 2013,
ha conducido al país sistemáticamente a la total ruina económica. Encarceló a
opositores, despojó de poder al Parlamento, dominado desde 2015 por la
oposición, y dejó a la población librada a su suerte.
Ahora, ambos bandos usan la ayuda humanitaria como caballo
de batalla para distraer de los errores políticos. Las sanciones impuestas por
EE. UU. desde 2015 contra el régimen de Maduro no llevaron al "éxito”
buscado, es decir, al colapso del "socialismo del siglo XXI”. Únicamente
aceleraron la caída de Venezuela y empujaron a Maduro cada vez más hacia los
brazos de Moscú y de Pekín.
Maduro huye a los brazos de Moscú
Mientras Maduro todavía afirmaba, la semana pasada, que en
Venezuela no hay hambre, ahora, antes del espectáculo en
Cúcuta, anunció que está esperando la llegada de 300 toneladas de ayuda de
Rusia.
Moscú es, en este momento, el aliado más importante de
Venezuela. Ya bajo el gobierno de Hugo Chávez, el Kremlin suministró armas al
Ejército venezolano. Además, Caracas le debe 12.000 millones de dólares a
Rusia, ya que, como garantía de crédito, Venezuela empeñó la mitad de las
acciones de sus gasolineras Citgo en EE. UU., que pertenecen a la petrolera
estatal PDVSA.
De ese modo, Moscú tiene dos ases en la manga contra el
presidente estadounidense, Donald Trump: a través de la red de gasolineras
Citgo ejerce influencia en el abastecimiento de combustible en EE. UU. Y se
estableció, gracias a su presencia en Venezuela, como un importante actor
global en América Latina, junto a China y EE. UU.
EE. UU. vs. Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU
El ejemplo más reciente es el veto de Rusia en el Consejo de
Seguridad de la ONU, la semana pasada. La resolución propuesta por Washington
pidiendo nuevas elecciones y ayuda humanitaria para Venezuela fue replicada por
Moscú con un contraproyecto.
La situación de empate indica un retorno a la Guerra Fría. Y
que esa situación amenace justamente a América Latina es realmente
trágico. Aún más teniendo en cuenta que recién se había
logrado superar la confrontación oficial entre EE. UU y Rusia en el
subcontinente con la normalización de las relaciones entre Cuba y EE. UU., a
fines de 2014.
Ayudar de verdad, no profundizando la grieta
Si el asunto central fuera verdaderamente la ayuda para la
población venezolana, organizaciones de la ONU como el Programa Mundial de
Alimentos (PMA) podrían llevar comida al país, incluso a través de un mandato
del Consejo de Seguridad, de ser necesario. Organizaciones humanitarias
estadounidenses y rusas, así como voluntarios de todo el mundo, podrían
entregar esa ayuda a la ONU en lugar de abrir más la grieta política en
Venezuela.
Y lo más importante: el propio gobierno de Venezuela podría
solicitar ayuda a la comunidad internacional. Los bienes humanitarios también
podrían ser transportados, en caso de emergencia, a pie a través de otros
puntos fronterizos, no solo de Cúcuta, y llevados por voluntarios al país, sin
atraer la atención de los medios de comunicación.
La actual instrumentalización política de la ayuda es todo
lo contrario de una acción humanitaria. Lo que hace es tomar de rehén a
todo un pueblo y convierte a quienes prestan ayuda humanitaria en cómplices de
una amarga lucha política por el poder. Es simplemente un crimen.
(cp/ers)
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