05 diciembre 2018

IPCC: ¿PARA SALVAR LA CRISIS GLOBAL HAY QUE REPARTIR RESPONSABILIDADES A NIVEL LOCAL?


Da la impresión que las luchas a nivel global se desentienden de las luchas a nivel local. Según el , las bioenergías son bienvenidas, entre ellas el etanol.

En los artículos que se presentan a continuación se puede palpar de modo muy directo el grado de desesperación que cunde en los ámbitos científicos y técnicos entre quienes se hallan en la lucha contra el calentamiento global. Mientras Jean Jouzel nos dice que ya nos quedan sólo 3 años para frenar el descalabro climático global, el IPCC no se hace mayor cuestión en recomendar bioenergías o agrocombustibles, entre ellos el etanol, a fin de reducir el impacto de los combustibles fósiles, trasladando con ello un montón de problemas a los ámbitos nacionales y locales. 

En pocas palabras, nos están diciendo que se comprometan en los planos local y nacional, qué hagan algo más efectivo, y si quieren que el impacto neto sea mayor, que controlen a los usuarios de la tierra. Una suerte de swap entre reducción de emisiones de CO2 por luchas sociales y defensa de la ecología. Una forma muy malhumorada de pedir favores, pero ante la gravedad extrema de la crisis climática que asola el planeta, no hay duda que tienen razón los señores del IPCC. Hay que actuar en todos los planos y con todos los medios a nuestro alcance, nos guste o no.

Espero que esta colección de notas de las últimas semanas sean de provecho para asumir posiciones en relación al CALENTAMIENTO GLOBAL, la peor amenaza de todos los tiempos, seguramente comparable a una iinvasión de extraterrestres.

Carlos Rodrigo Zapata C.


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IPCC, premios y nuevos combustibles:
ETANOL, ¿UN SALVAVIDAS PARA EL CALENTAMIENTO GLOBAL?


Carlos Rodrigo Zapata C.

Tres eventos de diverso calibre han coincidido en relación con el etanol: el informe de la IPCC, los premios entregados en Brasil a bolivianos vinculados con la cadena del etanol y ahora el lanzamiento del primer combustible con contenido de etanol en Bolivia. Si es una buena o una mala noticia, dependerá de varios factores. Pero vamos desbrozando el camino, menos bulto más claridad. 

El informe especial 2018 del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) nos ha puesto en nuestro lugar a nivel planetario. El principal mensaje: superar un incremento de la temperatura global de 1,5 grad Cent. puede desatar una diversidad de mecanismos que aceleren rápidamente el calentamiento global, situación que podría volverse completamente incontrolable. En pocas palabras: los científicos del IPCC están intentando ponerle una cuña al calentamiento global, por ello tocan alarma con visos de angustia y desesperación y convocan al mundo a movilizarse porque el tiempo se agota y los peligros que acechan son devastadores.

La particularidad del informe del IPCC en relación al etanol es que algunos de los principales escenarios que maneja el organismo encargado de guiar las políticas necesarias para controlar o mitigar el calentamiento global requieren del etanol o, de modo más general, de una gama de bioenergías/ biocombustibles, entre las que se encuentra explícitamente el etanol. Esta parece una medida torpe y apresurada, en vista a los impactos ambientales señalados por diversas organizaciones y ONGs ambientales que hacen un seguimiento minucioso de este tema. 

La pregunta del millón es, ¿por qué el IPCC se ha aventurado a sugerir y proponer las bioenergías como una de las fuentes que ayuden a reducir el CO2 de la atmósfera? Por lo visto, el IPCC ha llegado al convencimiento que el tiempo apremia de tal modo que es indispensable recurrir a todas las fuentes que permitan reducir la contaminación atmosférica por lo que resulta menos problemático usar suelos para la producción de las materias primas necesarias para producir las bioenergías que desaprovechar esa oportunidad para combatir el calentamiento global.

Dicho de otro modo: bioenergías sí, porque el tiempo apremia y es más fácil controlar el uso de la tierra que reducir CO2. En otras palabras: el IPCC le tira una parte del fardo al sector agrícola, sin preguntarse por innumerables asuntos, como ser la situación de los suelos en el mundo, los grados de concentración de la propiedad, los paquetes tecnológicos que acompañan a su uso, etc. El supuesto del que parte el IPCC que los suelo deben manejarse adecuadamente, puede interpretarse como ligero, en vista a la tasa de deforestación actual, los procesos de degradación del suelo, la desertificación, la salinización de suelos, etc. que se viene registrando a escala mundial. En este marco, trasladar a los suelos una nueva carga resulta apresurado y problemático. 

El IPCC ha previsto un nuevo informe especial para el 2020 en que tratará justamente todos estos aspectos relacionados con el uso de la tierra, años después de dar su venia o visto bueno a los biocombustibles.

El argumento que el tiempo apremia, por lo que vale todo y no podemos darnos lujos como para considerar y tomar en cuenta todos los aspectos y detalles relacionados con esa carga adicional con la suficiente anticipación, puede permitir justificar casi todo, así como otras intervenciones problemáticas a futuro.

A partir de estas observaciones iniciales, surgen dos conclusiones generales: la primera es que el argumento del apremio del tiempo puede llevarnos a trastocar muchos procesos, incluso antes que el propio calentamiento haga estragos. Aquí la cuestión no es oponerse a implementar todas las medidas que puedan ser indispensables para salvar al planeta de la catástrofe que nos acecha. La segunda, es que debe construirse una estructura institucional mucho más amplia y previsora de los posibles impactos de medidas que pueden traer consigo diversos problemas adicionales o profundizar los existentes a consecuencia de intervenciones antrópicas. 

Aquí me permito recordar la iniciativa lanzada en Alemania para la creación de una Cámara del Futuro (“Zukunftskammer”, en alemán), consistente en una instancia de cogobierno parlamentario que se encargue de revisar y aprobar la sostenibilidad de los procesos de inversión e intervención, siempre en la perspectiva de controlar su viabilidad. Instancias de este tipo, pueden coadyuvar en todo el planeta a evitar que todo el peso de las decisiones caiga en el IPCC, a identificar posibles impactos y a establecer reglas de juego, a fin de evitar las famosas ganancias extraordinarias de pescadores en ríos revueltos. 

De cualquier modo, es indispensable estudiar este tipo de medidas y anticipar respuestas colectivas mucho más integrales, que incluyan los cambios y ajustes que sean requeridos en cada caso, a fin de evitar resultados de juego de suma cero, en los que se llegue al extremo de mitigar o reducir un problema en un lado y crear otros en otra forma en otro lado.

El tema es que la presentación del informe especial del IPCC ha coincidido con sendos reconocimientos que han recibido un científico, un empresario y un ministro bolivianos en el Brasil por el gremio que se ocupa de la producción de etanol en ese país. Los galardones se deben a los aportes que cada uno de ellos ha efectuado para desarrollar la cadena de valor del etanol en Bolivia. 

La noticia que la pasada semana se ha iniciado el expendio de este combustible, cierra este círculo de noticias. Ya se habla de millones de litros que se expenderán cada año, lo que tendrá múltiples beneficios, entre los que se destaca un menor impacto ambiental, reducción de subvenciones a los combustibles y, por cierto, grandes beneficios para el agro, en particular para los grandes terratenientes. Se habla menos o nada de los impactos adversos sobre los suelos, la biodiversidad y los insumos químicos que crecientemente se emplean de modo completamente descontrolado en nuestro país.

Bolivia no tiene “suelos argentinos” por su calidad y extensión, excepto en una porción muy ínfima de todo su territorio. Al presente, se está habilitando tierras de muy baja aptitud para agricultura, lo cual dejará suelos inermes incluso para el mantenimiento de la cobertura vegetal actual, en pocos años. Esos suelos se están usando actualmente en gran medida para producir forrajes y ahora también se destinarán para biocombustibles, es decir, no para producir alimentos para los seres humanos. Esos escasos suelos constituyen el capital agrícola nacional que se está usando de manera poco conveniente para la propia soberanía y seguridad alimentaria nacional. 

El resultado final es que a cuenta de luchar contra el calentamiento global se está dando rienda suelta a la producción de biocombustibles, sin que se haya diseñado estrategias adecuadas para cuidar los suelos y bosques, sin tomar suficientemente en cuenta el estado actual de la agricultura y la producción pecuaria, sin considerar las estructuras de poder en el campo.

Da la impresión que el IPCC está actuando con un cierto voluntarismo, no suficientemente bien ordenado y encaminado, situación que puede traer nuevos conflictos y consecuencias, aún antes que el propio calentamiento nos traiga sus peores noticias si no logramos reaccionar a tiempo y actuar de modo concertado y eficazmente. 

Un ejemplo de que medidas apresuradas pueden generar graves contrastes, puede advertirse en la posible evolución del mercado de hidrocarburos, que estima precios muy altos en los próximos tiempos, ello debido, entre otros factores, a que los consorcios petroleros habrían reducido sus ritmos de exploración petrolera debido justamente al impulso que están recibiendo las energías limpias, aunque sin tener precisión sobre el plazo o periodo en que estas energías estarán en la capacidad de sustituir eficazmente a los hidrocarburos. Si esos pronósticos se concretan, tendríamos de aquí a 2 años precios que bordeen los 150 dólares por barril, una bomba de tiempo para todos los procesos de crecimiento, redistribución y control del calentamiento global.

Por ahora, los terratenientes festejan, sin que se haya tomado medidas adecuadas para velar por el uso sostenible de los recursos naturales renovables, pero frágiles y degradables.
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Quienes están interesados en conocer el informe especial 2018 del IPCC, pueden revisar el mismo en la siguiente dirección:

También pueden ver el contenido previsto para el informe especial sobre el estado de los suelos y la agricultura para el 2020 en:


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"... HAY QUE CAMBIAR LA MANERA EN QUE NOS DESPLAZAMOS, LA FORMA EN QUE NOS CALENTAMOS, EL MODO EN QUE NOS ALIMENTAMOS…" Y POR TANTO EL MODO EN QUE HACEMOS PREVALECER LOS DERECHOS DE LA MADRE TIERRA.
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La crisis climática y el calentamiento global con consecuencias devastadoras e incontrolables ya se halla en nuestras narices, y aun no se percibe que los países se hubieran puesto a hacer su trabajo en serio.
Como dice Jean Jouzel, "los fenómenos que se observan actualmente (intensificación de las sequías, huracanes...) no son nada comparados con lo que nos espera en los próximos años". Al mismo tiempo anota que "el problema de la lucha contra el calentamiento es que siempre hay otras prioridades", y no solo eso, sino que "no es a un mundo sin carbono al que nos conduce de momento el capitalismo".
No duda en estrellarse contra los modelos económicos vigentes, y muy concretamente contra el modelo del comercio internacional: "las reglas de la OMC [Organización Mundial del Comercio] tienen como objetivo maximizar los intercambios, mientras que haría falta tender hacia una relocalización de las actividades".
Si entendemos por relocalización tanto reducir la hiperconcentración de la producción destinada al intercambio que hoy se halla localizada en gran parte en unos pocos puntos del planeta (particularmente China, el nuevo "taller del mundo"), como también impulsar modelos más autárquicos, con mayor capacidad de autoabastecimiento local y que por tanto requieran menos costos de transporte, contribuiríamos en gran medida a frenar este proceso de destrucción de nuestras bases de vida.
El tiempo apremia y la humanidad muestra una inmensa incapacidad para actuar de modo mucho más efectivo. La falta de una institucionalidad global con la capacidad de involucrarnos a todos en esta tarea de salvar el planeta queda más en evidencia día que pasa.
La entrevista que se adjunta a continuación nos da una clara muestra de la emergencia en que nos encontramos todos.
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CAMBIO CLIMÁTICO : «NO NOS QUEDAN MÁS QUE TRES AÑOS PARA INVERTIR LA CURVA».
Entrevista a Jean Jouzel
Tomada de: SinPermiso
10/11/2018
 
El climatólogo Jean Jouzel recuerda la urgencia de luchar contra el cambio climático con ocasión de la publicación del informe del GIEC [Grupo Intergubernamental de Expertos sobre la Evolución del Clima, o IPCC, en inglés].
Cuatro años después de su último informe, el GIEC publica una nueva valoración del calentamiento climático en curso. Jean Jouzel, que ha sido durante largo tiempo vicepresidente del grupo científico, hace sonar una vez más la alarma. Lo entrevista Sebastian Billard para el semanario L´Obs.
El último informe del GIEC se preocupa por la situación cada vez más degradada del clima del planeta. ¿Una vez más?
Hace treinta años que los científicos alertan acerca del calentamiento del planeta y, sí, por desgracia, lo vieron correctamente. Hoy empezamos a percibir concretamente los primeros efectos de este fenómeno. No sólo todo resulta conforme a lo que se había previsto sino que, además, los fenómenos que se observan actualmente (intensificación de las sequías, huracanes...) no son nada comparados con lo que nos espera en los próximos años.


¿Lo peor está, por tanto, por llegar?
Sí, en un tiempo no muy largo…Hay que tener bien claro que el cambio climático, de aquí en adelante, no concierne a las "generaciones futuras", sino verdaderamente a los jóvenes que han nacido ya. Para evitarles a estos jóvenes un clima en el cual les resultaría difícil vivir, estimo que no nos quedan más que tres años para invertir la curva de las emisiones de gases de invernadero. No tenemos derecho a quedarnos de brazos cruzados. Nuestras generaciones dan pruebas de un gran egoísmo.
¿No está usted harto de hacer sonar – en vano – el timbre de alarma desde hace tantos años?
En realidad, estaba bastante optimista tras la firma de los acuerdos de París. Tenía la impresión de que estaba a punto de ponerse en marcha un círculo virtuoso. Pero la retirada de los Estados Unidos ha sido un jarro de agua fría. Es difícil reclamar a todos los países un esfuerzo cuando el segundo país emisor abandona el barco.…
Francia misma no adopta totalmente su papel en esta lucha. Emmanuel Macron se ha hecho cargo del acuerdo de París a escala internacional, lo cual está muy bien. Pero haría falta que fuera igualmente motor en este asunto a escala europea y que Francia fuese más allá de los discursos.
Hay demasiados sectores en los que nuestro país no respeta siquiera los objetivos que se ha fijado, sin embargo, en la Ley de Transición Energética de 2016. Se aprueban textos formidables, pero no se respetan. El problema de la lucha contra el calentamiento es que siempre hay otras prioridades.
¿Qué habría que hacer?
Con Pierre Larrouturou, militamos a favor de un pacto entre las finanzas y el clima. Durante la crisis financiera se puso un billón de euros sobre la mesa para salvar a los bancos a escala europea. Proponemos que se movilice ese mismo montante – es decir, el 2% del PIB europeo – para salvar el clima.
Este pacto se financiaría mediante la creación de moneda y un impuesto a los beneficios de las empresas, y deberá permitir dividir por cuatro las emisiones de CO2 y crear empleos en los sectores de la transición ecológica. Las tecnologías, ahora mismo, existen. Hace falta sólo que los estados retomen el control.
¿Debe Francia dar ejemplo?
Sólo a escala europea tiene sentido este combate: las emisiones francesas representan menos del 1,5% de las emisiones mundiales, mientras que Europa supone el 10% de esas emisiones mundiales. Nuestro continente debe mostrar el camino. Por otro lado, estoy convencido de que el país que tome el liderazgo de la transición ecológica será la verdadera potencia de mañana. Me encantaría que fuera Europa, que tanto carece de grandes proyectos. Pero si no se hace nada, me temo que será más bien China.
¿No hay que revisar nuestro modo de desarrollo, como sugirió Nicolas Hulot, al anunciar su dimisión [Hulot, ministro para la Transición Ecológica del gobierno Macron renunció a fines de agosto ante la falta de avances en materia medioambiental]?
Nicolas Hulot tiene razón: hay que cambiar la manera en que nos desplazamos, la forma en que nos calentamos, el modo en que nos alimentamos…Es, de modo más general, el modelo en el que se basa el comercio mundial el que, a mi entender, representa el problema: las reglas de la OMC [Organización Mundial del Comercio] tienen como objetivo maximizar los intercambios, mientras que haría falta tender hacia una relocalización de las actividades.
No es a un mundo sin carbono al que nos conduce de momento el capitalismo. Y resulta todavía más problemático que no seamos todos iguales frente al cambio climático: los países más vulnerables a la elevación de las temperaturas son los países que están entre los más pobres. Y en los países desarrollados occidentales, las poblaciones más vulnerables son, asimismo, las más pobres.
Jean Jouzel
glaciólogo y climatólogo francés, especialista en cambio climático sobre la base de su análisis de la masa de hielo de la Antártida y Groenlandia, ha sido vicepresidente del GIEC desde 2002.
Fuente: del GIEC desde 2002. L´Obs, 8 de octubre de 2018 Traducción:
Lucas Antón 




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ADVERTENCIA DE LA COMUNIDAD CIENTÍFICA MUNDIAL A LA HUMANIDAD: SEGUNDO AVISO
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William J. Ripple, Christopher Wolf, Mauro Galetti, Thomas M Newsome, Mohammed Alamgir, Eileen Crist, Mahmoud I. Mahmoud, William F. Laurance y 15,364 co-signatarios de 184 países (la lista completa de co-signatarios puede consultarse en los materiales suplementarios.)
https://academic.oup.com/bioscien…/article/…/12/1026/4605229
Hace 25 años, la asociación norteamericana Union of Concerned Scientists y más de 1500 científicos independientes, incluyendo la mayoría de los Premios Nobel en Ciencias que vivían entonces, escribieron “La Advertencia de los Científicos del Mundo a la Humanidad”, 1992 (ver material suplementario en la versión en Inglés). Estos profesionales preocupados, reclamaron a la humanidad que frenase la destrucción ambiental y avisaron de “sería necesario un gran cambio en nuestra forma de cuidar la Tierra y la vida sobre ella, si quería evitarse una enorme miseria humana...”. En su manifiesto, mostraban que los seres humanos estaban en rumbo de colisión con el mundo natural. Expresaron preocupación acerca de daños actuales, inminentes y potenciales sobre el planeta Tierra por: La destrucción de la capa de ozono, la disponibilidad de agua dulce, el colapso de la pesca marina, el incremento de zonas muertas en los océanos, la pérdida de masa forestal, la destrucción de biodiversidad, el cambio climático y el crecimiento continuado de la población. Proclamaron que cambios fundamentales eran urgentes y necesarios para evitar las consecuencias que nuestro actual rumbo podrían acarrearnos.
Los autores de la declaración de 1992 temían que la humanidad estaba empujando a los ecosistemas de la Tierra más allá de su capacidad de soportar la red de la vida. Describieron cuán rápido nos estábamos aproximando a muchos de los límites de lo que el planeta puede tolerar sin daños serios e irreversibles. Los científicos alegaron que deberíamos estabilizar la población, describiendo como la enorme cifra - que ha crecido en 2000 millones desde 1992, un incremento del 35% - ejerce una presión sobre la Tierra que puede aplastar otros esfuerzos para conseguir un futuro sostenible (Crist et al. 2017). Imploraron que redujéramos las emisiones de gases efecto invernadero (en adelante, GEI) y eliminásemos los combustibles fósiles, redujéramos la deforestación y revirtiéramos la tendencia de extinción de la biodiversidad.
En el 25º aniversario de su llamada de atención, miramos hacia atrás a su alarma y evaluamos la respuesta humana, analizando la evolución en el tiempo de los indicadores disponibles. Desde 1992, con la excepción de que se ha estabilizado la capa de ozono, la humanidad ha fracasado en hacer suficientes progresos para resolver esos retos ambientales previstos y, de manera muy alarmante, en la mayoría de ellos, estamos mucho peor que entonces (figura 1, tabla suplementaria S1).
Especialmente preocupante es la trayectoria actual del catastrófico cambio climático de origen humano debido a las crecientes emisiones de GEI procedentes de la quema de combustibles fósiles (Hansen et al. 2013), la deforestación (Keenan et al. 2015) y la producción agrícola - principalmente por la ganadería de rumiantes y el consumo de carne (Ripple
8 et al. 2014). Además, hemos desatado un evento de extinción masiva de especies, la sexta en unos 540 millones de años, mediante la cual muchos de las actuales formas de vida podrían ser aniquiladas o, como poco, comprometidas a la extinción hacia el final de este siglo.



Por la presente, damos un Segundo Aviso a la Humanidad, ilustrado por la alarmante tendencia de variables mostradas en la figura 1. Estamos poniendo en peligro nuestro futuro por nuestro desproporcionado consumo material y por no darnos cuenta de que el alocado crecimiento de la población mundial es el principal impulsor detrás de la mayoría de amenazas ecológicas e, incluso, societales (Crist et al. 2017). Con su fracaso en limitar adecuadamente el crecimiento de la población, en reevaluar el papel de una economía enraizada en el crecimiento permanente, en reducir la emisión de GEI, en incentivar la energía renovable, en proteger el hábitat, en restaurar los ecosistemas, en parar la extinción de fauna, en frenar las especies invasivas, la humanidad no está tomando los pasos urgentes que necesitamos para salvaguardar nuestra muy amenazada biosfera.
Puesto que la mayoría de líderes políticos responde a la presión, los científicos, los medios de comunicación y los ciudadanos deben insistir en que sus gobiernos pasen a la acción inmediata, como un imperativo moral hacia las actuales y futuras generaciones, humanas y de otras formas de vida. Con una marejada de esfuerzos desde organizaciones surgidas desde el pueblo, la obstinada oposición puede ser superada y los líderes políticos se verán obligados a hacer lo correcto. Es también el momento de re-examinar y modificar nuestros comportamientos individuales, incluyendo nuestra propia reproducción (idealmente, al nivel de reemplazo, 2 hijos por mujer, como máximo) y reducir drásticamente nuestro nivel de consumo per-cápita de combustibles fósiles, carne y otros recursos.
La rápida reducción mundial de las sustancias que destruían la capa de ozono nos muestra que podemos hacer cambios positivos cuando actuamos de manera decidida. También hemos hecho avances importantes para reducir la pobreza extrema y el hambre (www.worldbank.org). Otros progresos notables (no incluidos en la figura 1) incluyen: rápida reducción de las tasas de fertilidad en muchas regiones mediante políticas educativas entre mujeres y jóvenes (www.un.org/esa/population), la prometedora reducción de la tasa de deforestación en algunas regiones y el rápido despliegue de energías renovables. Hemos aprendido mucho desde 1992, pero el progreso de los cambios necesarios y urgentes en políticas ambientales, comportamiento humano y reducción de las inequidades globales está, todavía, lejos de ser suficiente.
Las transiciones hacia la sostenibilidad se pueden producir de diferentes maneras, pero todas requieren presión de la sociedad civil y argumentaciones basadas en evidencias, liderazgo político, políticas adecuadas, mercados y otras consideraciones.
Ejemplos de acciones diferentes y efectivas que la humanidad puede tomar para la transición a la sostenibilidad incluyen (sin presumir orden de importancia o urgencia):
 Priorizando a la promulgación de grandes reservas protegidas de una proporción significativa de los hábitats terrestres, marinos, de agua dulce y aéreos de todo el mundo;
 Mantenimiento de los servicios ecosistémicos de la naturaleza parando la conversión de selvas, bosques, pastizales y otros hábitats naturales;
 Restaurar comunidades con plantas autóctonas a gran escala, principalmente, bosques;
 Devolver a la naturaleza salvaje zonas con especies nativas, especialmente con depredadores ápice, para recuperar procesos y dinámicas ecológicos;
 Implementar políticas adecuadas para remediar la extinción de especies animales, la caza furtiva y la explotación y comercio de especies amenazadas;
 Reducir el desperdicio de alimentos mediante educación y mejores infraestructuras;
 Promover un cambio hacia dietas más vegetales y menos animales;
 Promover la reducción adicional de los índices de fertilidad procurando que mujeres y hombres tengan acceso a la educación reproductiva y a los servicios voluntarios de planificación familiar, especialmente, en lugares donde falten tales recursos;
 Aumentar la educación ambiental para niños y fomentar un mayor aprecio por la naturaleza por parte de la sociedad.
 Desinvertir en inversiones monetarias e invertir en iniciativas que promuevan cambio ambiental
 Idear y promover tecnologías no contaminantes y adoptar masivamente energías renovables y, simultéaneamente, eliminar subvenciones a la producción de energía con combustibles fósiles.
 Revisar nuestra economía para reducir desigualdades y asegurarse que precios, impuestos y sistemas de incentivos tengan en cuenta los costes reales que nuestro patrón de consumo imponen en nuestro medio ambiente; y
 Evaluar de manera científica el tamaño de población humana sostenible a largo plazo y pedir a las naciones y a sus líderes que apoyen ese objetivo vital.
Para prevenir pérdidas catastróficas de biodiversidad y un deterioro generalizado de las condiciones de vida humana, la humanidad debe poner en práctica una forma de vida más sostenible ambientalmente que la actual (“business as usual”).
Esta receta ya fue bien articulada hace 25 años por los científicos del mundo, pero en la mayoría de los temas, no hemos escuchado su llamada de atención. Pronto será demasiado tarde para cambiar el rumbo de la actual trayectoria que nos lleva al fracaso y nos estamos quedando sin tiempo.
Debemos reconocer, en nuestras vidas diarias y en nuestras instituciones de gobierno, que la Tierra con toda su vida es nuestro único hogar.

Link original: 
https://academic.oup.com/bioscience/article/67/12/1026/4605229?fbclid=IwAR3snDck0EqQ3HO3ml2WaRbw_e0Q1SRSldWviKdzdCuMTLqC6vG1RLEB0PA