07 noviembre 2016

DONALD TRUMP O LA APOTEOSIS DEL ENGAÑO

Carlos Rodrigo Zapata C.

Por lo que ha podido advertirse a lo largo de la larga campaña electoral norteamericana, Trump puede ser considerado ya como el icono de la mentira, la falsedad y la falta de espíritu crítico, en breve, la expresión misma del engaño.

¿Cómo puede ser posible un engaño de semejantes proporciones en la era de la información y las comunicaciones, y en el país que más se pavonea con su democracia, donde las libertades y el respeto a la ley supuestamente no conocen fronteras?


Esta y otras preguntas relacionadas ya sacuden al mundo, en particular por las consecuencias o repercusiones que podría tener la elección de un personaje de esta calaña.

Por lo que se puede ver, hay cuando menos tres factores que concurren de modo macabro a producir este resultado: los mitos y fantasías del “american way of life”, la acción corrosiva, acrítica y amarillista de la prensa norteamericana, y el comportamiento del propio Trump, empeñado en hacer creer al electorado que los EEUU no sólo gozan de licencia en el mundo para hacer lo que les venga en gana, sino que cuentan con los medios para hacer realidad el "sueño americano", si tan sólo lograran imponerse frente a todas esas fuerzas foráneas que tratan de impedirlo...

La idea que el “sueño americano” sigue vigente, solo que los gobernantes se han ocupado de obstaculizarlo y todo por los poderes externos a los que se han sometido, muestra la enorme impaciencia de los sectores “perdedores” en la sociedad norteamericana frente a todo lo que pueda afectar la concreción de ese sueño. Toda la gama de culpables que saca a relucir Trump coincide precisamente con todos aquellos que han sido identificados como responsables de obstaculizar la realización de este sueño. Ese trabajo data de tiempo atrás, de modo que Trump simplemente está cosechando lo que se ha venido sembrando aviesamente.

La prensa es altamente responsable de la debacle que se puede apreciar en todos los frentes en el escenario norteamericano. No solo se ha sometido a los grandes poderes e intereses, sino que ha traicionado a la sociedad, puesto que en buena medida ha abandonado su rol y su misión de informar veraz y críticamente. Por lo que se puede apreciar, por la dimensión de las licencias y omisiones cometidas, cada semana, sino cada día, debería estallar algún Watergate, pero no pasa nada, y en lugar de ello, se tiene acosados y perseguidos a quienes se han dado modos para denunciar los atropellos que sufre la civilización norteamericana y planetaria por parte de los servicios de inteligencia norteamericanos, como son los casos de Snowden y Assange.

En lugar de refugiarse en la mentira, como antaño lo hacían los jefes nazis y hoy muchos tiranuelos de ocasión, la prensa norteamericana se ha erigido en santuario de la omisión y la interpretación antojadiza, todo siempre acompañado del mito del "sueño americano", para lo cual ha surgido ahora nada menos que un salvador: ¡Donald Trump!

De este personaje ya se ha dicho y escrito mucho, por lo que no tiene sentido reiterar más sus rasgos y características. No obstante, es necesario poner en contexto el alcance y las posibles consecuencias de su incursión en la arena de la toma de decisiones a escala global.

Los anuncios y bravuconadas de Trump en relación con el calentamiento global y el cambio climático así lo atestiguan magistralmente. Trump no sólo ha prometido revitalizar la explotación del carbón, el energético más contaminante de las energías fósiles, sino que además anuncia que evitará que poderes foráneos les impidan a los gringos usar toda la energía que quieran. ¡Ha llegado al extremo de acusar a los chinos de haber inventado toda esta historia del calentamiento global con la única finalidad de atentar contra la competitividad norteamericana!


Su retórica se basa en el negacionismo sistemático practicado en EEUU durante décadas frente al calentamiento global y el cambio climático ocasionados por la acción humana, al punto que muchos norteamericanos ven en todo ello solo un complot contra la grandeza de los EEUU, tema que justamente se ha convertido en el lema de campaña de Trump.

Lo más impresionante es que toda esta corriente oscurantista, emperrada en negar las funestas consecuencias de un industrialismo desbocado y angurriento, no ha tenido de parte de la gran prensa norteamericana la respuesta que merecía ya desde hace décadas. Incluso el tímido plan para hacer frente al calentamiento global que ha lanzado el Presidente Obama se halla en muchos aspectos en línea con esta corriente, ya que no solo se tomó 6 años de su mandato para publicarlo, sino que tampoco exige resultados ni da plazos, casi como si se tratara de una lista de recomendaciones. La idea norteamericana de libertad llega al extremo de poner en vilo al planeta, y ni por ello, cuestiona ni condena a los poderes responsables de esta debacle.

Por todo lo ya dicho y acontecido, Trump no necesita ganar la elección -lo que sin duda sería catastrófico para todos los ámbitos de la vida planetaria- puesto que su sola incursión, su presencia, el hecho de haber llegado hasta donde llegó y mantener en vilo a buena parte del electorado norteamericano y de la opinión pública mundial hasta horas antes del verificativo electoral, muestra que desnudó como nadie lo había hecho a la potencia económica y militar más belicosa de la historia, mostrando la inmensa suma de incoherencias que le son propias, la extrema manipulación a la que se halla sometida la opinión pública, el espíritu acrítico y contemplativo de su opinión pública que deja que los magnates, los billonarios y todos los poderosos decidan a nombre del pueblo norteamericano, que por lo visto prefiere ocuparse de asuntos bastante más frívolos y superficiales que pensar en asuntos como el calentamiento global, la desigualdad, la discriminación y las responsabilidades de su propio país en las catástrofes que padece este planeta.

Las próximas horas se producirá un desenlace que marcará, si o si, el devenir de los EEUU y del mundo, porque a todas la fragilidades y debilidades de este mundo en peligro, se ha sumado la actitud extremadamente deleznable y sometida de la sociedad norteamericana a los poderes que están destruyendo el planeta y siguen tratando que nadie se entere. Si fuera un país cualquiera, las posibles repercusiones no serían tan dramáticas, pero tratándose de la potencia bélica más poderosa del planeta, esa debilidad congénita de la sociedad norteamericana aparece como un peligro de primer orden, muy superior todos los huracanes y tsunamis que podamos imaginar.

La imagen que queda de la sociedad norteamericana es en extremo preocupante, porque se presenta a sí misma como una sociedad sometida por toda clase de poderes, incapaz de manifestarse, de hacer frente a esos poderes, y como el mejor ejemplo de los corderos que van al matadero sin protestar. 



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