Por lo que ha podido advertirse a lo largo de la larga campaña
electoral norteamericana, Trump puede ser considerado ya como el icono
de la mentira, la falsedad y la falta de espíritu crítico, en breve, la
expresión misma del engaño.
¿Cómo puede ser posible un engaño de semejantes proporciones en la era de la información y las comunicaciones, y en el país que más se pavonea con su democracia, donde las libertades y el respeto a la ley supuestamente no conocen fronteras?
Esta y otras preguntas relacionadas ya sacuden al
mundo, en particular por las consecuencias o repercusiones que podría
tener la elección de un personaje de esta calaña.
Por lo que se
puede ver, hay cuando menos tres factores que concurren de modo macabro a
producir este resultado: los mitos y fantasías del “american way of
life”, la acción corrosiva, acrítica y amarillista de la prensa
norteamericana, y el comportamiento del propio Trump, empeñado en hacer
creer al electorado que los EEUU no sólo gozan de licencia en el mundo
para hacer lo que les venga en gana, sino que cuentan con los medios
para hacer realidad el "sueño americano", si tan sólo lograran imponerse
frente a todas esas fuerzas foráneas que tratan de impedirlo...
La idea que el “sueño americano” sigue vigente, solo que los gobernantes
se han ocupado de obstaculizarlo y todo por los poderes externos a los
que se han sometido, muestra la enorme impaciencia de los sectores
“perdedores” en la sociedad norteamericana frente a todo lo que pueda
afectar la concreción de ese sueño. Toda la gama de culpables que saca a
relucir Trump coincide precisamente con todos aquellos que han sido
identificados como responsables de obstaculizar la realización de este
sueño. Ese trabajo data de tiempo atrás, de modo que Trump simplemente
está cosechando lo que se ha venido sembrando aviesamente.
La
prensa es altamente responsable de la debacle que se puede apreciar en
todos los frentes en el escenario norteamericano. No solo se ha sometido
a los grandes poderes e intereses, sino que ha traicionado a la
sociedad, puesto que en buena medida ha abandonado su rol y su misión de
informar veraz y críticamente. Por lo que se puede apreciar, por la
dimensión de las licencias y omisiones cometidas, cada semana, sino cada
día, debería estallar algún Watergate, pero no pasa nada, y en lugar de
ello, se tiene acosados y perseguidos a quienes se han dado modos para
denunciar los atropellos que sufre la civilización norteamericana y
planetaria por parte de los servicios de inteligencia norteamericanos,
como son los casos de Snowden y Assange.
En lugar de refugiarse
en la mentira, como antaño lo hacían los jefes nazis y hoy muchos
tiranuelos de ocasión, la prensa norteamericana se ha erigido en
santuario de la omisión y la interpretación antojadiza, todo siempre
acompañado del mito del "sueño americano", para lo cual ha surgido ahora
nada menos que un salvador: ¡Donald Trump!
De este personaje ya se
ha dicho y escrito mucho, por lo que no tiene sentido reiterar más sus
rasgos y características. No obstante, es necesario poner en contexto el
alcance y las posibles consecuencias de su incursión en la arena de la
toma de decisiones a escala global.
Los anuncios y bravuconadas
de Trump en relación con el calentamiento global y el cambio climático
así lo atestiguan magistralmente. Trump no sólo ha prometido revitalizar
la explotación del carbón, el energético más contaminante de las energías fósiles,
sino que además anuncia que evitará que poderes foráneos les impidan a
los gringos usar toda la energía que quieran. ¡Ha llegado al extremo de
acusar a los chinos de haber inventado toda esta historia del
calentamiento global con la única finalidad de atentar contra la
competitividad norteamericana!
Su retórica se basa en el
negacionismo sistemático practicado en EEUU durante décadas frente al
calentamiento global y el cambio climático ocasionados por la acción
humana, al punto que muchos norteamericanos ven en todo ello solo un
complot contra la grandeza de los EEUU, tema que justamente se ha
convertido en el lema de campaña de Trump.
Lo más impresionante
es que toda esta corriente oscurantista, emperrada en negar las funestas
consecuencias de un industrialismo desbocado y angurriento, no ha
tenido de parte de la gran prensa norteamericana la respuesta que
merecía ya desde hace décadas. Incluso el tímido plan para hacer frente
al calentamiento global que ha lanzado el Presidente Obama se halla en
muchos aspectos en línea con esta corriente, ya que no solo se tomó 6
años de su mandato para publicarlo, sino que tampoco exige resultados ni
da plazos, casi como si se tratara de una lista de recomendaciones. La
idea norteamericana de libertad llega al extremo de poner en vilo al
planeta, y ni por ello, cuestiona ni condena a los poderes responsables
de esta debacle.
Por todo lo ya dicho y acontecido, Trump no
necesita ganar la elección -lo que sin duda sería catastrófico para
todos los ámbitos de la vida planetaria- puesto que su sola incursión,
su presencia, el hecho de haber llegado hasta donde llegó y mantener en
vilo a buena parte del electorado norteamericano y de la opinión pública
mundial hasta horas antes del verificativo electoral, muestra que
desnudó como nadie lo había hecho a la potencia económica y militar más
belicosa de la historia, mostrando la inmensa suma de incoherencias que
le son propias, la extrema manipulación a la que se halla sometida la
opinión pública, el espíritu acrítico y contemplativo de su opinión
pública que deja que los magnates, los billonarios y todos los poderosos
decidan a nombre del pueblo norteamericano, que por lo visto prefiere
ocuparse de asuntos bastante más frívolos y superficiales que pensar en
asuntos como el calentamiento global, la desigualdad, la discriminación y
las responsabilidades de su propio país en las catástrofes que padece
este planeta.
Las próximas horas se producirá un desenlace que
marcará, si o si, el devenir de los EEUU y del mundo, porque a todas la
fragilidades y debilidades de este mundo en peligro, se ha sumado la
actitud extremadamente deleznable y sometida de la sociedad
norteamericana a los poderes que están destruyendo el planeta y siguen
tratando que nadie se entere. Si fuera un país cualquiera, las posibles
repercusiones no serían tan dramáticas, pero tratándose de la potencia
bélica más poderosa del planeta, esa debilidad congénita de la sociedad
norteamericana aparece como un peligro de primer orden, muy superior
todos los huracanes y tsunamis que podamos imaginar.
La imagen
que queda de la sociedad norteamericana es en extremo preocupante,
porque se presenta a sí misma como una sociedad sometida por toda clase
de poderes, incapaz de manifestarse, de hacer frente a esos poderes, y
como el mejor ejemplo de los corderos que van al matadero sin protestar.
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