Carlos Rodrigo Zapata C.
Parafraseando a Paul Valery que argüía que el futuro
ya no es lo que solía ser, habría que decir de Europa que tampoco es lo que
solía ser.
¿Qué pasó, en qué momento se esfumó Europa de sí
misma, por qué puso en remojo los altos valores a los que dizque siempre se sintió
ligada?
Seguro que varios tomos no alcanzarían para descifrar este interrogante, simplemente porque son muchos y cada vez más los temas y asuntos que están embargando y acosando el alma europea.
Seguro que varios tomos no alcanzarían para descifrar este interrogante, simplemente porque son muchos y cada vez más los temas y asuntos que están embargando y acosando el alma europea.
No obstante, este asunto debería ser de profunda
preocupación de toda la especie humana, cuando menos de todo el mundo civilizado
y comprometido con causas tales como la libertad, la justicia, el derecho, los
derechos humanos, entre otros.
De pronto aparecieron en los horizontes europeos, en
sus costas y playas, miles de desesperados seres humanos que tratan de salvar
cuando menos el pellejo frente a toda clase de asaltos, atropellos y guerras fratricidas,
y los europeos no tienen mejor ocurrencia que tratar de cerrarles las puertas,
de ignorarlos, de dejarlos librados a su suerte, de derivarlos a algún
agente agente que se encargue de ellos, como si se tratara de seres despreciables o de otro mundo.
Con la excepción de Alemania y en alguna manera de
Grecia e Italia, el común de los países europeos prefirieron escudarse en sus
fronteras, en su legalidad, en su mundo cuadrado, ajenos al mundanal ruido,
bueno cuando se trata de acceder a materias primas o a mercados para vender sus
afamados productos, pero malo para recibir y atender, al menos temporalmente, a
desesperados ciudadanos del mundo, víctimas de las más salvajes formas de
degradación de la vida y las leyes humanas, como si lo que ocurre en Irak, Siria,
Afganistán y muchos países africanos fuera asunto de cada país, y el resto
puede quedarse de brazos cruzados, sin esperar consecuencias para toda la
humanidad.
Algunas de las estadísticas que se nos quedarán por
siempre en la retina y pasarán a formar parte de cualquier museo de los
horrores son:
- El
Líbano, país de 10500 km2 y 4,5 millones de habitantes, está
albergando en su diminuto territorio nada menos que a 1,5 millones de
refugiados, es decir, el equivalente al 33% de su propia población. Si
comparamos con Gran Bretaña, país con 89000 km2 y 60 millones de habitantes y que
hasta ha celebrado su famoso BREXIT con tal de evadirse de cualquier obligación
que trate de asignarle la Unión Europea sin su sacrosanto consentimiento,
tendría que albergar nada menos que a 20 millones de refugiados, si nos atrevemos
a asumir la misma proporción que el Líbano. Desde 2011 este país habría recibido 5000 refugiados.
- Países
de ingresos medios y bajos. Si bien el caso del Líbano es ejemplar
por donde se lo mire, es oportuno destacar que en el mundo al presente hay 65
millones de refugiados, de los que el 86% está albergado en países de ingresos medios y bajos, expuestos a muchas limitaciones.
- El
Papa. En uno de sus viajes, el Papa logró traer consigo a 12 refugiados y brindarles cobijo y protección en
el Vaticano, ¡gesto con el que el Papa hizo más que 21 países europeos!
Pero prosigamos un tanto más con estas reflexiones.
Si la vida humana deja de valer un centavo en Sudán, en Irak o en México, también pierde su valor en cualquier rincón del planeta, porque matar, aterrorizar, violar la vida de cualquier ser humano se convierte en pan de todos los días y todo porque uno de los últimos baluartes en la defensa de dichos valores, Europa, prefiere la comodidad de su propio espacio y seguir mirándose el ombligo que comprometerse con la causa de los valores, de las leyes que deben primar para hacer posible y viable la convivencia humana en el mundo.
Mientras Europa no resuelva el tema de los refugiados en su propio continente, estará en cuestión no sólo la validez y seriedad de sus posiciones y sus valores, sino la importancia de su filosofía, de sus pensadores, de su cultura, porque estará quedando en evidencia que todo ello se lo lleva el viento, que no es más que una miserable mascarada, cuando llegan los malos tiempos, que ya están aquí y todo muestra que empeorarán, que hasta el más pintado empezará a trastabillar ante tanta podredumbre que hemos permitido que crezca, se acumule y prevalezca en el mundo.
Si Europa fracasa, son muy pocas las chances que le
quedan al mundo para que pueda prevalecer una corriente civilizatoria comprometida
con la preservación de la vida. Por supuesto que decimos ello en el año2016, luego
que Europa y el mundo han tenido que aprender las lecciones más duras que le ha
tocado a pueblo alguno en la historia humana.
Y Europa está fracasando horrendamente, está
haciendo aguas por todas partes, está renegando de un futuro común y compartido
con todos los pueblos del mundo y lo está haciendo de un modo profundamente
lamentable, desagradable, torpe, intransigente.
Es tiempo que Europa reaccione, se sacuda de todos esos movimientos negacionistas de toda cultura mundial, de todo respeto a la vida, que están germinando como hongos en todas las plazas europeas, y también renuncie a organizar huidas o escapatorias de unos rincones para refugiarse o aislarse en otros, como si ello pudiera ser solución de algo.
La fortaleza de Europa es su cultura, su
civilización, su ciencia y su tecnología, su debilidad supina, su incapacidad
de poner todo ello al servicio de la humanidad. Cómo logran aprovechar lo uno para superar lo otro, esa es la
tarea que deben resolver y pronto, antes que el desprecio se vuelva rutina y la
indiferencia estilo generalizado de vida.
Más allá de ello, el asunto de fondo que le toca
resolver a Europa de una vez y para siempre es su disposición, su ánimo, su
capacidad de mantener relaciones de igual a igual con todos los pueblos y culturas
del mundo, sin discriminaciones, sin dobleces, ni medias tintas, sin las ínfulas
de superioridad que no dejan de morar en sus dilatadas latitudes.
Ojalá que la historia venidera tenga la oportunidad
de relatarnos cómo los hermanos europeos lograron resolver este grave desafío
que importa el futuro mismo de la humanidad.