24 mayo 2016

New York Times sugiere una relación insípida entre Estados Unidos y América Latina




El Comité Editorial (CE) del New York Times (NYT) se ha pronunciado sobre la actual relación entre los Estados Unidos (EEUU) y América Latina (AL) y suena como si una división de política exterior del gobierno norteamericano lo estuviera haciendo. 

Una primera impresión que puede destacarse es que los medios de comunicación norteamericanos que llegan a ocuparse de asuntos latinoamericanos, no han desarrollado un lenguaje y un estilo propios que los diferencien de la jerga de aparatos de propaganda, seguridad e intervención del gobierno norteamericano. 

Más allá de esta primera impresión, es menester señalar que en líneas generales es difícil no estar de acuerdo con el diagnóstico que el Comité esboza sobre la situación imperante en AL. 

Además de los puntos que menciona como causales de la crisis en marcha en la región - corrupción generalizada, el desaceleración de la economía china, malas decisiones de política económica y no creación der economías diversificadas-, también debía destacar la pronunciada caída de los precios de las materias primas y el exacerbado extractivismo dominante en la región. 

Donde empiezo a percibir notables diferencias de criterios es en lo relacionado con el caso del Brasil, ya que el CE se pasa de largo la crisis política reinante en ese país, aludiendo simplemente a “movimientos financieros poco claros” (“alleged financial trickery”), sin hacer ninguna referencia a toda la confabulación legislativa-judicial en marcha para evitar que se conozca los casos de corrupción en Petrobras y que involucran a decenas de parlamentarios brasileros.

En el caso de Bolivia, me puedo imaginar que el NYT ya habrá recibido un mail del Ministerio de Economía haciéndole notar su error, ya que Bolivia será el país que más crece en la región, aunque con algunas excepciones, pese a lo que digan todos los observadores del mundo, ya que aquí se crece a punta de decretos, puesto que el común de los ciudadanos ni lo percibe. 

Pero vamos más allá. Algunas de las frases del Comité Editorial suenan particularmente groseras. Por ejemplo cuando se dice: “Aún así, el futuro de América Latina no puede depender de Estados Unidos”, luego de señalar algunas áreas en las que los Estados Unidos podrían colaborar a los países latinoamericanos, aprovechando justamente la crisis en marcha para algunos y la que se avecina para otros. Por lo que sabemos, el futuro de América Latina nunca dependió de los Estados Unidos y, muy por el contrario, en muchas ocasiones la potencia del Norte se ocupó de complicarnos y bloquearnos nuestro futuro. Cuba es un botón de muestra, las decenas de intervenciones norteamericanas para perpetuar el atraso y la dependencia, otros.
 
Otra frase que no puede pasar desapercibida es esa en la que el CE dice que para Washington “sería tonto no aprovechar la oportunidad” de firmar los tratados de libre comercio, aunque en los EEUU se habría perdido un tanto “las ansias” de hacerlo. Lo que el CE denota con esta formulación es que ellos no tienen en cuenta los intereses latinoamericanos, sino solo los norteamericanos, lo que es muy lamentable, ya que supuestamente se trata de uno de los gremios con mayor influencia en la formación de la opinión pública a nivel nacional e internacional. Este estilo de asumir las cosas es el que ha llevado en AL y buena parte del mundo, a ver a los EEUU como una potencia imperialista, incapaz de tratar a sus contrapartes como partes, donde todo acuerdo debe ser de mutuo beneficio. 

Por otra parte, el CE aprovecha la oportunidad para destacar algunas áreas de intervención, como si se tratara realmente de un grupo de advisers que tiene la misión de recomendar líneas de acción al gobierno. Menciona ayudar a sus vecinos a ser más competitivos y estables, mostrar el nuevo escenario de seguridad en Colombia como evidencia de la importancia de la seguridad para el crecimiento,  “hacer más para que Centroamérica y el Caribe encuentren fuentes de energía más sostenibles” y también sugieren iniciativas anticorrupción “por las que claman ciudadanos de todo el continente”. [al final de esta nota se reproduce el artículo del NYT in extenso y se incluye el link de su versión en inglés]

Vista nuestra problemática desde la óptica del CE del NYT, da la impresión que no nos desarrollamos porque no queremos, por lo que se requiere algún tipo de apoyo y aliciente para hacerlo. En este marco, resulta muy curioso que el CE destaque el caso de Colombia y la relación que ellos ven entre seguridad y crecimiento para recomendarla a toda la región, como si los indicadores de violencia colombiana fueran semejantes para toda la región y esa relación fuera igualmente crítica para toda ella. 

Resulta por demás sorprendente que un gremio de tan alta significación presente esta chapuza de recomendaciones y que lo haga como si se tratara de un gremio policial internacional. Si tuviéramos que juzgar por ello, tendríamos que decir que los EEUU se hallan a años luz de entender la problemática regional y a muchos más de querer abordarla apropiadamente. 

Si bien los puntos que menciona el CE no son irrelevantes para la región, resulta que hay otros muchos que son críticos, sea por las trabas que representan o por las dinámicas que podrían desatar, y que podrían haber merecido al menos alguna mención. Como ejemplo habría que destacar la extrema pobreza y la miseria aún reinantes en la región, los problemas ambientales, los impactos derivados del calentamiento global y el cambio climático, el narcotráfico, los efectos derivados de los paraísos fiscales y el lavado de dinero en la perpetuación de estos carteles del terror, etc. Pero como “el futuro de América Latina no puede depender de Estados Unidos” entonces qué más da abordar unos y otros tópicos. 

Muy decepcionante el estilo del NYT de abordar el tema de la relación de EEUU y AL. Si ese mismo fuera el modo de sintonizar la relación por parte del gobierno norteamericano, es claro que no podría esperarse ninguna cooperación fructífera entre ambas zonas de la región mientras perdure ese estilo.

El mundo ya no está para confrontaciones ni para rivalidades tan pronunciadas. Parar el saqueo planetario exige mucha cooperación internacional que debe empezar por dónde más nos aprieta: por sintonizar la problemática reinante.


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Opinión |Editorial

Un nuevo capítulo en la relación de Estados Unidos y América Latina

Por

Credit Dandy/John J. Custer
En 2004, el Presidente venezolano Hugo Chávez y el líder cubano, Fidel Castro, lanzaron la Alternativa Bolivariana para las Américas, una alianza regional de líderes de izquierda diseñada para subvertir el acuerdo de libre comercio hemisférico que Estados Unidos había buscado durante más de una década.

En los años que siguieron, la esperanza de Washington de lograr un acuerdo con 34 países se desvaneció y su influencia en la región disminuyó a medida que los votantes de la región depositaron su confianza en políticos populistas que prometieron compartir la bonanza generada por el alza de precios de las materias primas y desbancar a las élites políticas enconadas en el poder. Las exportaciones de la región a China crecieron más de un 25 por ciento entre 2000 y 2013 y permitieron a Brasil, Argentina, Venezuela y Bolivia financiar generosos programas sociales que sacaron a millones de personas de la pobreza.

Pero la muralla de gobiernos de izquierda de América Latina amenaza con resquebrajarse debido a casos de corrupción generalizada, el desaceleramiento de la economía china y malas decisiones de política económica. En general, estos líderes no lograron crear economías diversificadas capaces de soportar los ciclos económicos, con sus altos y sus bajos. Los sistema de bienestar social y pensiones que conquistaron la lealtad de los votantes no han resultado sostenibles. Los líderes de Venezuela, Ecuador, Bolivia, incumplieron ciertas tradiciones democráticas al expandir sus mandatos o eliminar los límites de estos y crearon redes de clientelismo para cooptar a algunas instituciones públicas independientes.

La región vive su segundo año consecutivo de contracción económica. Y mientras las tesorerías han quedado vacías, los votantes en Argentina, Bolivia y Venezuela han repudiado a los líderes populistas en las urnas. Los legisladores brasileños le quitaron la inmunidad a la Presidenta Dilma Rousseff para juzgarla por movimientos financieros poco claros. En Venezuela, el sucesor de Hugo Chávez, Nicolás Maduro, lucha por su supervivencia. Y el año pasado en Ecuador el Presidente Rafael Correa, de izquierda, decidió no buscar un cuarto mandato en medio de una creciente crisis económica. Cuba, por su parte, trata de crear una relación constructiva con Estados Unidos.

Este nuevo entorno político ha abierto la puerta a una nueva generación de líderes que buscan un rumbo nuevo para América Latina. Eso le ofrece a Estados Unidos la posibilidad de comenzar de nuevo su relación con sus vecinos, en especial con algunos que a lo largo de la historia han acusado a Washington de imperialista o negligente, o ambos.

Por ejemplo, los nuevos gobiernos en Argentina y Brasil podrían ser más receptivos a aumentar su cooperación con Estados Unidos, mucho más de lo que lo han sido desde el inicio de siglo. Aunque Washington ya no tiene ansías de firmar nuevos acuerdos comerciales –una especie de pararrayos en la carrera presidencial de 2016– sería tonto no aprovechar la oportunidad.

Estados Unidos puede ayudar a sus vecinos a ser más competitivos y estables al promover la inversión en tecnología, la innovación y la educación de calidad. Y puede mostrar el nuevo escenario de seguridad en Colombia, una de las economías que más crece en la región, como evidencia del potencial que tienen las alianzas a mediano y largo plazo en el ámbito de seguridad. Washington puede hacer más para que Centroamérica y el Caribe encuentren fuentes de energía más sostenibles, en especial cuando ya no pueden contar con el petróleo subsidiado por Venezuela. Y también pueden apoyar las iniciativas anticorrupción por las que claman ciudadanos de todo el continente. 

Aún así, el futuro de América Latina no puede depender de Estados Unidos. A fin de cuentas, para construir un futuro más prometedor la región necesita líderes que puedan rendir cuentas ante sus ciudadanos, que estén dispuestos a invertir en prosperidad a largo plazo y no en su propias carreras políticas y que estén dispuestos a reconocer los errores colosales de sus antecesores.