Carlos Rodrigo Zapata C.
Hace unos años, venía
regularmente un lustra a la oficina. Casi siempre le pedía que me lustre los
calzados, en parte por comodidad, en parte por ayudarlo. Con el tiempo, lo fui
conociendo cada vez mejor, enterándome de su vida, de sus quehaceres, de su
familia. Sabía que estudiaba en las tardes en El Alto, que estaba en el último
año de colegio, que trabajaba desde la 7 a.m. en la ciudad de La Paz y se subía
a El Alto como a la 13:00 horas para preparase e irse al colegio.
También sabía cuánto ganaba
durante el día, en qué gastaba, cuánto tiempo dedicaba a cada actividad, y también
sabía que estaba preocupado por los estudios, pues debía dedicar más tiempo y
no sabía de dónde sacarlo. Un día le hice una pregunta: si te quedas en tu
casa, digamos dos o tres días a la semana, estudiando y preparándote para tu
bachillerato, tendrías el tiempo suficiente para los estudios? Me dijo, claro
que si, así podría hacer mis tareas a tiempo, leer más y estaría más
descansado. Le pregunté, cuánto dinero necesitaría para poder quedarse en su
casa sin tener que trabajar y cumplir con todo lo que necesitaba cada día, me
dijo que en ese caso ya no necesitaba cubrir sus pasajes de ida y vuelta y que
con 30 Bs. cada día podía quedarse en casa y cubrir sus requerimientos, que
incluía apoyar con algo de dinero en su casa. Le dije, yo te voy a facilitar
por un espacio de 4 meses 60 Bs. semanales, con tal que tengas más tiempo para
completar tus estudios. Al principio no me creyó mucho, pero cada semana se fue
verificando la oferta.
Pasaron los meses y se completó
el periodo de apoyo ofrecido y cumplido, y un día, después de varias semanas
que no venía mi amigo lustra, se apareció sonriente en la oficina trayendo su
libreta de notas y una foto. La libreta mostraba que había concluido sus
estudios satisfactoriamente y con buenas calificaciones. En la foto se lo veía
a mi amigo lustra junto a un torete, que según me explicó, había ganado junto
con sus compañeros de colegio en un campeonato de fútbol en El Alto. Después de
esa ocasión no volvimos a vernos, seguramente también debido a que cambié de
oficina.
Presento el relato de este caso
con el ánimo de mostrar posibles nuevas vías y caminos para apoyar a nuestros
jóvenes en Bolivia, que en no pocos casos logran concluir sus estudios con
grandes sacrificios, con una gran convicción que lo lograrán, y no escatiman
esfuerzos para alcanzar su cometido. Con ayudas puntuales, sin la pretensión de
cambiarles abruptamente su propio tren de vida, pienso que se puede dar un
apoyo que puede ser muy útil y requerido en el momento oportuno.
En Bolivia nos falta un sistema
que garantice a cada joven oportunidades para continuar con su vida y sus
actividades una vez concluido el colegio. A qué dedicarse, qué profesión
estudiar, qué oficio prender, dónde, a qué costos, cómo financiarse, son
algunas de las preguntas que atormentan a los jóvenes, algunos de los cuales
terminan enredándose en pandillas, con drogas o convirtiéndose en una carga
para sus familias y la sociedad. Existen modelos y sistemas que permiten
encarar y resolver todos estos asuntos, a condición de ponerle el empeño y
dedicarse a construirlos y desarrollarlos en nuestro propio medio.
Me refiero por
ejemplo al sistema dual alemán, una combinación de estudio y trabajo, un gran
pacto social entre gobierno, municipios, empresarios, jóvenes y muchas otras
instancias que contribuyen a garantizar un puesto de estudio-trabajo a cada
joven, perspectivas ciertas de empleo a los que se destaquen, en suma, todo un
sistema de construcción de ciudadanía y responsabilidad compartida en pro del
futuro de nuestros jóvenes.
El mejor futuro del joven es aquel que se construye
cada día y no se deja absolutamente nada para mañana. Esa debería ser la idea
fuerza de todos y cada uno de los actores que deben involucrarse en esta gran
empresa orientada a forjar las bases y condiciones de ese futuro amable, digno,
cierto y confiable que requieren nuestros jóvenes, pues ahí con ellos empieza y
continua nuestra patria.