Carlos Rodrigo Zapata C.
Tres eventos de diverso calibre han coincidido en relación
con el etanol: el informe de la IPCC, los premios entregados en Brasil a
bolivianos vinculados con la cadena del etanol y ahora el lanzamiento del
primer combustible con contenido de etanol en Bolivia. Si es una buena o una
mala noticia, dependerá de varios factores. Pero vamos desbrozando el camino,
menos bulto más claridad.
El informe especial 2018 de la IPCC nos ha puesto en nuestro
lugar a nivel planetario. El principal mensaje: superar un incremento de la
temperatura global de 1,5oC puede desatar una diversidad de
mecanismos que aceleren rápidamente el calentamiento global, situación que
podría volverse completamente incontrolable. En pocas palabras: los científicos
del IPCC están intentando ponerle una cuña al calentamiento global, por ello
tocan alarma con visos de angustia y desesperación y convocan al mundo a
movilizarse porque el tiempo se agota y los peligros que acechan son devastadores.
La particularidad del informe del IPCC en relación al etanol
es que algunos de los principales escenarios que maneja el organismo encargado
de guiar las políticas necesarias para controlar o mitigar el calentamiento
global requieren del etanol o, de modo más general, de una gama de bioenergías/biocombustibles,
entre las que se encuentra explícitamente el etanol. Esta parece una medida torpe
y apresurada, en vista a los impactos ambientales señalados por diversas organizaciones
y ONGs ambientales que hacen un seguimiento minucioso de este tema.
La pregunta del millón es, ¿por qué el IPCC se ha aventurado
a sugerir y proponer las bioenergías como una de las fuentes que ayuden a reducir
el CO2 de la atmósfera? Por lo visto, el IPCC ha llegado al convencimiento que
el tiempo apremia de tal modo que es indispensable recurrir a todas las fuentes
que permitan reducir la contaminación atmosférica por lo que resulta menos problemático
usar suelos para la producción de las materias primas necesarias para producir
las bioenergías que desaprovechar esa oportunidad para combatir el
calentamiento global.
Dicho de otro modo: bioenergías sí, porque el tiempo
apremia, es más fácil controlar el uso
de la tierra que reducir CO2. En otras palabras: el IPCC le tira una parte del
fardo al sector agrícola, sin preguntarse por innumerables asuntos, como ser la
situación de los suelos en el mundo, los grados de concentración de la propiedad,
los paquetes tecnológicos que acompañan a su uso, etc. El supuesto del que parte
el IPCC que los suelo deben manejarse adecuadamente, puede interpretarse como
ligero, en vista a la tasa de deforestación actual, los procesos de degradación
del suelo, la desertificación, la salinización de suelos, etc. que se viene registrando
a escala mundial. En este marco, trasladar a los suelos una nueva carga resulta
apresurado y problemático. El IPCC ha
previsto un nuevo informe especial para el 2020 en que tratará justamente todos
estos aspectos relacionados con el uso de la tierra, años después de dar su
venia o visto bueno a los biocombustibles.
El argumento que el tiempo apremia, por lo que vale todo y no
podemos darnos lujos como para considerar y tomar en cuenta todos los aspectos
y detalles relacionados con esa carga adicional con la suficiente anticipación,
puede permitir justificar casi todo, así como otras intervenciones problemáticas
a futuro.
A partir de estas observaciones iniciales, surgen dos
conclusiones generales: la primera es que el argumento del apremio del tiempo
puede llevarnos a trastocar muchos procesos, incluso antes que el propio calentamiento
haga estragos. Aquí la cuestión no es oponerse a implementar todas las medidas
que puedan ser indispensables para salvar al planeta de la catástrofe que nos
acecha. La segunda, es que debe construirse una estructura institucional mucho
más amplia y previsora de los posibles impactos de medidas que pueden traer
consigo diversos problemas adicionales o profundizar los existentes a
consecuencia de intervenciones antrópicas.
Aquí me permito recordar la iniciativa lanzada en Alemania para la creación de una Cámara del Futuro (“Zukunftskammer”, en alemán), consistente en una instancia de cogobierno parlamentario que se encargue de revisar y aprobar la sostenibilidad de los procesos de inversión e intervención, siempre en la perspectiva de controlar su viabilidad. Instancias de este tipo, pueden coadyuvar en todo el planeta a evitar que todo el peso de las decisiones caiga en el IPCC, a identificar posibles impactos y a establecer reglas de juego, a fin de evitar las famosas ganancias extraordinarias de pescadores en ríos revueltos.
Aquí me permito recordar la iniciativa lanzada en Alemania para la creación de una Cámara del Futuro (“Zukunftskammer”, en alemán), consistente en una instancia de cogobierno parlamentario que se encargue de revisar y aprobar la sostenibilidad de los procesos de inversión e intervención, siempre en la perspectiva de controlar su viabilidad. Instancias de este tipo, pueden coadyuvar en todo el planeta a evitar que todo el peso de las decisiones caiga en el IPCC, a identificar posibles impactos y a establecer reglas de juego, a fin de evitar las famosas ganancias extraordinarias de pescadores en ríos revueltos.
De cualquier modo, es indispensable estudiar este tipo de
medidas y anticipar respuestas colectivas mucho más integrales, que incluyan
los cambios y ajustes que sean requeridos en cada caso, a fin de evitar
resultados de juega de suma cero, en los que se llegue al extremo de mitigar o
reducir un problema en un lado y crear otros o en otra forma en otro lado.
El tema es que la presentación del informe especial del IPCC
ha coincido con sendos reconocimientos que han recibido un científico, un
empresario y un ministro bolivianos en el Brasil por el gremio que se ocupa de
la producción de etanol en el Brasil. Los galardones se deben a los aportes que
cada uno de ellos ha efectuado para desarrollar la cadena de valor del etanol en
Bolivia.
La noticia que hoy se ha iniciado el expendio de este
combustible, cierra este círculo de noticias. Ya se habla de millones de litros
que se expenderán cada año, lo que tendrá múltiples beneficios, entre los que
se destaca un menor impacto ambiental, reducción de subvenciones a los
combustibles y, por cierto, grandes beneficios para el agro, en particular para
los grandes terratenientes. Se habla menos o nada de los impactos adversos
sobre los suelos, la biodiversidad y los insumos químicos que crecientemente se
emplean de modo completamente descontrolado en nuestro país.
Bolivia no tiene “suelos argentinos” por su calidad y extensión,
excepto en una porción muy ínfima de todo su territorio. Al presente, se está habilitando
tierras de muy baja aptitud para agricultura, lo cual dejará suelos inermes
incluso para el mantenimiento de la cobertura vegetal actual, en pocos años. Esos
suelos se están usando actualmente en gran medida para producir forrajes y
ahora también se destinarán para biocombustibles, es decir, no para producir
alimentos para los seres humanos. Esos escasos suelos constituyen el capital agrícola
nacional que se está usando de manera poco conveniente para la propia soberanía
y seguridad alimentaria nacional.
El resultado final es que a cuenta de luchar contra el
calentamiento global se está dando rienda suelta a la producción de biocombustibles,
sin que se haya diseñado estrategias adecuadas para cuidar los suelos y
bosques, sin tomar suficientemente en cuenta el estado actual de la agricultura
y la producción pecuaria, sin considerar las estructuras de poder en el campo.
Da la impresión que el IPCC está actuando con un cierto
voluntarismo, no suficientemente bien ordenado y encaminado, situación que
puede traer nuevos conflictos y consecuencias, aún antes que el propio calentamiento
nos traiga sus peores noticias si no logramos reaccionar a tiempo y actuar de
modo concertado y eficazmente.
Un ejemplo de que medidas apresuradas pueden generar graves
contrastes, puede advertirse en la posible evolución del mercado de hidrocarburos,
que estima precios muy altos en los próximos tiempos, ello debido, entre otros
factores, a que los consorcios petroleros habrían reducido sus ritmos de exploración
petrolera debido justamente al impulso que están recibiendo las energías limpias,
aunque sin tener precisión sobre el plazo o periodo en que estas energías estarán
en la capacidad de sustituir eficazmente a los hidrocarburos. Si los pronósticos
se concretan, tendríamos de aquí a 2 años precios que bordeen los 150 dólares
por barril, una bomba de tiempo para todos los procesos de crecimiento, redistribución
y control del calentamiento global.
Por ahora, los terratenientes festejan, sin que se haya
tomado medidas adecuadas para velar por el uso sostenible de los recursos
naturales renovables, pero frágiles y degradables.
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Quienes están interesados en conocer el informe especial
2018 del IPCC, pueden revisar el mismo en la siguiente dirección:
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También pueden ver el contenido previsto para el informe
especial sobre el estado de los suelos y la agricultura para el 2020 en: