A. García Linera: “Perder a Evo Morales sería un suicidio político”
LA “UNIFICACIÓN DEL SUBALTERNO", UN RELATO INAUDITO
¿Será que es posible convertir a sectores sociales depauperados en actores de su propia emancipación, reproduciendo y profundizando las condiciones de su pobreza?
Nada indica que ello pueda ser posible. Muy por el contrario, lo que sale a relucir es que se ha instalado en el país un esquema orientado a explotar las limitaciones estructurales existentes en nuestra formación social, propiciando un intercambio de prebendas y favores por apoyo incondicional a los gobernantes, todo a costa de destruir la frágil institucionalidad estatal.
Pretender que todo ese tráfico de intercambios tiene algo que ver con un proceso de cambio, está demasiado lejos de lo que urgente y desesperadamente requerimos.
Las reflexiones incluidas en el presente artículo apuntan a esclarecer el marco de lo que viene aconteciendo en nuestro país durante la actual gestión de gobierno.
Carlos Rodrigo Zapata Cusicanqui
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LA “UNIFICACIÓN DEL SUBALTERNO", UN RELATO INAUDITO
A. García
Linera: "El subalterno pasa el 98% de su historia fragmentado; cuando vive
el 2% unificado, sería una locura que lo deje pasar por un mero apego muerto a
la palabra institucional de la democracia representativa".
Carlos Rodrigo
Zapata Cusicanqui (*)
Por lo que
llevamos visto en nuestro país, hay muchas formas de justificar la violación de
la constitución, las leyes y las reglas básicas de convivencia. Nuestra
historia está repleta de argumentos grotescos, seguramente como consecuencia de
las muchas asonadas, golpes de estado, cuartelazos y hasta supuestas
revoluciones que tuvimos. Cada nuevo mandamás que llegaba a Palacio venía
cargado de toda suerte de justificaciones que resultaban tanto más cortas,
cuanto más largas eran sus armas.
Lo que nunca
pudieron explicar fue cómo así se esfumaban los apoyos tan pronto, al punto que
llegamos a tener varios presidentes en un año y hasta en un día. Ahora tenemos
un Presidente que acude a una instancia que no tiene atribuciones para asumir
determinadas funciones que se le exigen, la que sin empacho alguno decreta la
posibilidad de reelección indefinida de los primeros mandatarios en contra de
la Constitución y del Soberano expresamente convocado, y un Vicepresidente que
se mofa de la democracia representativa siendo presidente nato de la Asamblea
Legislativa, es decir, la expresión más directa de la democracia. Como se podrá
apreciar, nos movemos en aguas conocidas, al punto que el mayor peligro para el
orden y la justicia proviene, como antes y como siempre, de sus máximos
encargados y responsables.
La situación
actual se asemeja a aquellos tramos de la historia cuando se acababan los
periodos de gracia y rebrotaba el descontento, sin que haya forma de contener
esos desbordes, sea porque de pronto las premisas del análisis ya no
funcionaban, las correlaciones de fuerzas habían cambiado o los equilibrios
fabricados empezaban a hacerse trizas. La única diferencia, es que en este caso
el periodo de gracia ha sido mucho más prolongado que en cualquier otra fase de
nuestra historia, gracias al maná, producto de los altísimos precios
internacionales de las materias primas. Pero ya estamos de vuelta.
Si esos mandamases
hubieran intentado ensayar alguna explicación de sus fracasadas
administraciones pasajeras, seguramente se habrían limitado a destacar asuntos
que no estaban al alcance de su mano ni bajo su control, como expertos en
evadir sus propias responsabilidades, pero nunca habrían admitido o
reconocido que no eran capaces de administrar el país o que simplemente no
conocían el país que tenemos o ambas falencias. Por lo que se puede percibir,
la situación actual también ya se asemeja a ese pasado lamentable. De aprestos
imperialistas y de confabulaciones de todo tipo se escucha a menudo, nunca un
tono autocrítico.
Por lo destacado
al inicio de estas reflexiones, el Vicepresidente está empeñado en tratar de
contarnos unos cuentos, tarea en la que ya acumula buena experiencia.
Relacionar una supuesta “unificación del subalterno” con un proceso
revolucionario en marcha, resulta sin duda un gran atrevimiento. No obstante,
debemos admitir que no le ha ido mal con este tipo de relatos, puesto que ha
sorprendido hasta a los más pintados luchadores sociales internacionales
(recuerdo cuán impactados estaban los comunistas franceses cuando el Vicepresidente
fue a su casa matriz en París a darles una charla sobre cómo se hacen
revoluciones), simplemente porque no conocen la realidad boliviana. Por todo
ello, intentaremos separar el trigo de la paja como para abrirnos campo en esta
tupida maleza que amenaza con taparnos todo horizonte de visibilidad.
Lo más importante
a destacar es que se ha fabricado una peligrosa confusión para hacer aparecer
como impronta revolucionaria lo que no es más que un viejo sueño de
participación en la fiesta nacional. Me explico. Con la expresión ‘fiesta
nacional’ quiero decir simple y llanamente, tener acceso a bienes, servicios,
oportunidades, por nimias o precarias que fueran, simplemente porque antes no
los había o eran aún más limitados que los que actualmente obtienen.
Sin duda, uno
debería alegrarse por una noticia de este tipo, ya que las grandes mayorías
nacionales han vivido siempre postergadas y excluidas por la estrechez de miras
y horizontes de las clases dominantes, e incluso disponerse a darles la razón a
quienes se refieren a la “unificación del subalterno”. Eso tocaría hacer, si
así fueran las cosas.
Pero lo primero
que hay que señalar es que muchas veces las apariencias engañan y que las capas
más superficiales de la realidad y de la historia suelen no reflejar
fidedignamente lo que acontece en sus capas más profundas. Ello significa que
es crucial tener cuidado a la hora de relacionar ciertos hechos con ciertas
explicaciones o interpretaciones, pues fácilmente nos podrían estar dando gato
por liebre, haciendo pasar ciertas manifestaciones como si fueran producidas
por determinadas leyes de movimiento, cuando puede ser que su proveniencia sea
muy distinta de la que se pretende.
La apariencia nos
dice –y nos lo han repetido hasta el cansancio- que los sectores sociales
postergados y marginados de nuestro país habrían encontrado en Evo Morales y el
MAS la oportunidad de cambiar su suerte, que al fin llegó luego de cientos de
años. La emergencia de movimientos sociales, su unificación en torno a su
instrumento político, el MAS, los bonos que entrega a distintos sectores
sociales, los incrementos salariales muy superiores al pasado,
serían algunas manifestaciones relacionadas con esta versión.
Este es al menos
el plato que el Vicepresidente pretende que todo el mundo se sirva, ya que le
permite colocar como fuente y origen de su “unificación del subalterno” y de
todas esas oportunidades, a los “movimientos sociales” y al “proceso de
cambio”.
Las capas
profundas de nuestra realidad y de nuestra historia nos cuentan una versión muy
distinta. Lo primero es puntualizar que Bolivia es una “formación social
abigarrada”, como correctamente caracterizó René Zavaleta a nuestro país. ¿Qué
significa ello? Pues que Bolivia es una sociedad heterogénea, diversa,
estructuralmente compleja, un museo vivo de múltiples formas de producción, muchas de ellas
insostenibles, donde coexiste un cúmulo de lógicas de acumulación, enriquecimiento
y supervivencia conviviendo lado a lado.
El origen de dicha
diversidad es multifacético, pero tiene una raíz común: la incapacidad
histórica estructural de la clase propietaria de los medios de producción para
usar y aprovechar dichos medios, a fin de generar los puestos de trabajo y los
empleos que les permitan a las clases despojadas ganarse el sustento
diario.
Como consecuencia
de dicha incapacidad, la estructura de clases que se ha conformado en nuestro
medio se deriva directamente del tipo de relación o no relación que los
sectores sociales han establecido con los medios de producción. Así podríamos
decir que en Bolivia coexisten al menos los siguientes tipos de clases: la que
fue despojada de los medios de producción y hoy se halla proletarizada; la que
recuperó los medios de producción que le fueron arrebatados (principalmente,
los sectores campesinos); la que tiene que inventarse un sinfín de formas de
subsistencia y medios de producción inusuales (vinculadas por ejemplo al sector
informal, el contrabando, la piratería, el narcotráfico, etc.); la que hace lo
mismo que la anterior, pero para acumular y enriquecerse, y la que nunca perdió
el control de los medios de producción (algunos pueblos indígenas de la
Amazonía, pueblos no contactados).
Si a dicha
clasificación agregamos que la clase que ha tenido que inventarse un sinfín de
formas de subsistencia para sobrevivir es probablemente la más numerosa (pues albergaría
a más del 50% de la fuerza de trabajo nacional), estamos diciendo que Bolivia
vive predominante de actividades insostenibles e inviables, que en muchos casos solo pueden sobrevivir o
perdurar al margen de la ley, cuya productividad y competitividad no puede
mejorarse, pues de hacerlo sería para peor. Basta imaginar a un “comerciante de
prendería usada” mejorando la eficiencia de sus actividades o expandiéndolas.
En una formación
social como la nuestra, hay a su vez dos rasgos que han impregnado a fuego su
estructura o base material: el subdesarrollo y el extractivismo, marcas de
distinción de nuestra formación social, indelebles hasta el presente. ¿Qué
implica y significa eso? Que los modos de producción y lógicas que conviven y
coexisten en nuestro medio tienen a su vez muy escasas opciones o posibilidades
de convertirse en actividades viables y sostenibles, que tengan futuro, razón
por la que no les queda otra opción que tratar de aprovechar toda ocasión para
asegurar las condiciones de su propia reproducción. Por todo ello, el momento
actual resulta particularmente oportuno para sacarle el jugo al juego prebendal
y clientelístico que se ha instalado sin ningún pudor: tú me das lo que
requiero, yo te apoyo.
Ello significa que
lo que más ha proliferado es el juego al margen de la ley o de las reglas de
convivencia que nos estábamos dando, pues esa es la esfera en la que
prácticamente la totalidad de esas lógicas de supervivencia que copan el ambiente
nacional, encuentra su espacio de actuación, su oportunidad: tan solo quebrando
leyes, haciendo caso omiso de las mismas y logrando favores y prebendas
gubernamentales es posible formar algo así como unos ahorros, una oportunidad
que reduzca el riesgo de volver a caer en la pobreza y la miseria, pero también
para acumular grandes fortunas a marchas forzadas en algunos casos. Para ello,
vale todo.
Lo más llamativo
es que el gobierno se empeña en llamar “proceso de cambio”, “revolución” y
otros apelativos semejantes a todo ese modo de explotar los recursos del país y
del estado, cuando salta a la vista que se trata de un proceso de
“desacumulación originaria”, es decir, de recuperación de recursos
históricamente arrebatados, de construcción de opciones de subsistencia, aunque
muchas de ellas insostenibles e inviables, producto de la incapacidad histórica
de las clases propietarias, pero también de la incapacidad de los mismos
gobernantes de generar otras oportunidades de empleo, producción e ingresos.
Llámese sector
informal, contrabando de chutos, ropa usada y mil otras cosas, piratería,
producción de hoja de coca, narcotráfico, cooperativas mineras, gremiales, etc.,
todos estos sectores tienen sus propias lógicas de funcionamiento y
reproducción, sus propias exigencias, sus propias demandas, y hasta el presente
nunca habían encontrado un gobierno, un mandatario y un partido político a su
disposición, dispuesto a respaldar toda suerte de demandas, algunas más
abiertamente que otras, unas más disparatadas e insostenibles que otras,
demandas al fin que sin el apoyo gubernamental no habrían tenido muchas oportunidades
de cristalizarse.
Forman legión
todos los casos y formas en que se ha apoyado a estas diversas lógicas de
producción y subsistencia prevalecientes en nuestro medio, por lo que me
limitaré a recordar solo algunos casos o ejemplos emblemáticos, más con el fin
de precisar el cauce de la argumentación que de efectuar una exposición
exhaustiva de casos.
Posiblemente el
caso más lacerante para la vida nacional sea el protagonizado por los
cooperativistas mineros y el asesinato del Viceministro de Régimen Interior, Rodolfo
Illanes. ¿Cuál fue la circunstancia? Un intento del Viceministro por morigerar
a los cooperativistas mineros que exigían que el estado les entregue de una
buena vez todo lo que requerían que era nada menos que todas las condiciones,
autorizaciones, licencias, yacimientos y excepciones para poder desplegar su
negocio sin ningún riesgo ni costo para ellos, incluyendo el uso indiscriminado
de agua y eximirlos de rendir cuentas por contaminación ambiental. Al no poder
conseguir todas sus desorbitadas exigencias –una novedad en lo que va de la
actual gestión- los cooperativistas mineros procedieron a ejecutar al
Viceministro, habiendo dejado con ello una huella trágica e indeleble en
la noble y valerosa historia de las cooperativas mineras.
Otros casos dramáticos tienen que ver con la ley de la coca que aprueba miles de hectáreas y toneladas de coca excedentarias para un fin no especificado (89% de la coca del Chapare no se destina al mercado oficial de Sacaba, según UNODC), que no puede ser otro que el narcotráfico. El millón de vehículos importados en la década pasada, muchos de ellos usados y sin papeles, es otra muestra de ese gran pacto entre el gobierno y sectores sociales en procura de reproducir sus precarias condiciones de vida. La fracasada lucha contra los comerciantes de ropa usada y el abandono de la defensa del sector textil, la permisividad y los dobles y triples estándares en materia de cumplimiento de leyes laborales (pese a las publicitadas elevaciones del salario mínimo, hoy en día más del 60% de los trabajadores en Bolivia no percibe ni el salario mínimo en sus actividades), impositivas, de seguro social y de salud, la explotación a mansalva de yacimientos mineros, la apertura indiscriminada de la frontera agrícola, etc. son apenas algunos ejemplos de ese pacto estructural gobierno-lógicas de subsistencia o modos de producción en muchos casos inviables que tan solo permiten a la gran mayoría reproducir sus condiciones de pobreza.
El estado masista se caracteriza por asignar parcelas en el Estado a disposición de las organizaciones provenientes de los distintos sectores de actividad o regiones que lo secundan. Esta es la base que les da a los "movimientos sociales" una presencia en el acontecer estatal que muchas veces violenta el marco legal o lo distorsiona, buscando ajustarse o acomodarse a las exigencias de dichos sectores. Ello hace prácticamente imposible que la sociedad pueda ajustarse a una determinada ley de leyes, a una autoridad o a un Estado, pues permanentemente están siendo reformateados según las exigencias de estos sectores. Es la forma de cooptar a estos sectores y de ganar su adhesión incondicional, de intercambiar prebendas por lealtad, y de esta manera reproducir condiciones y actividades que en muchos casos son insostenibles e inviables. A esa forma de cobijar mil parcelas o mil estados en un Estado la llamo el "Estado matrioshka", esa figura que alberga a numerosas muñequitas en una sola.
Por ello, por ese fomento indiscriminado a estas formas de subsistencia, resulta inimaginable que el gobierno del MAS pueda propiciar el cambio de la matriz productiva o incluso su diversificación en base a empleo digno. Por lo que vemos, no puede haber nada más anti revolucionario y anti transformador que este acuerdo estructural entre gobierno y estos modos de producción en muchos casos insostenibles que solo pueden sobrevivir a expensas del orden interno o ignorando el ordenamiento jurídico del país.
El estado masista se caracteriza por asignar parcelas en el Estado a disposición de las organizaciones provenientes de los distintos sectores de actividad o regiones que lo secundan. Esta es la base que les da a los "movimientos sociales" una presencia en el acontecer estatal que muchas veces violenta el marco legal o lo distorsiona, buscando ajustarse o acomodarse a las exigencias de dichos sectores. Ello hace prácticamente imposible que la sociedad pueda ajustarse a una determinada ley de leyes, a una autoridad o a un Estado, pues permanentemente están siendo reformateados según las exigencias de estos sectores. Es la forma de cooptar a estos sectores y de ganar su adhesión incondicional, de intercambiar prebendas por lealtad, y de esta manera reproducir condiciones y actividades que en muchos casos son insostenibles e inviables. A esa forma de cobijar mil parcelas o mil estados en un Estado la llamo el "Estado matrioshka", esa figura que alberga a numerosas muñequitas en una sola.
Por ello, por ese fomento indiscriminado a estas formas de subsistencia, resulta inimaginable que el gobierno del MAS pueda propiciar el cambio de la matriz productiva o incluso su diversificación en base a empleo digno. Por lo que vemos, no puede haber nada más anti revolucionario y anti transformador que este acuerdo estructural entre gobierno y estos modos de producción en muchos casos insostenibles que solo pueden sobrevivir a expensas del orden interno o ignorando el ordenamiento jurídico del país.
A partir de esa
base de acción conjunta, presentar ese tipo de acuerdos, de apoyos, de
facilidades como un proceso de cambio revolucionario, sustentado por supuestos "movimientos
sociales", puede efectivamente confundir a más de uno, si no se comprende
los procesos de penetración del capitalismo y no se conoce el profundo fracaso
histórico de las clases dominantes que se quedaron estancadas en su gran
mayoría en el rentismo y el extractivismo, en lugar de avanzar hacia el
desarrollo de las fuerzas productivas.
Pretender llamar
cambio o revolución a la permisividad, a dejar de aplicar leyes o, peor aún, a
usarlas para fomentar sectores económicamente insostenibles, usándolos a su vez
para aferrarse al poder, atizando odios viscerales, demostrando con todo ello una
incapacidad que raya en el asombro para diversificar nuestra vieja y vetusta
matriz productiva, es una inmensa aberración, más aún cuando tenemos en cuenta
que el gobierno en funciones ha tenido ingentes recursos a disposición, los
mayores desde que existe nuestra patria Bolivia.
Por todo ello,
resulta francamente grotesco presentar al Presidente como insustituible para
seguir usando a todos estos sectores sociales requeridos de un amplia gama de
favores y prebendas para asegurar su subsistencia y, al mismo tiempo, no tener
remilgo alguno para mandar al diablo a la democracia representativa, aquella
que los bolivianos hemos elegido y por la que hemos luchado, no por ser
precisamente la mejor forma de gobierno, sino porque es la única que nos puede
ayudar a balancear de alguna manera razonable nuestras demandas y necesidades,
para reemplazarla finalmente por un tótem oscuro llamado “unificación del
subalterno”.
Para concluir, es
indispensable conocer las razones y las causas reales del apoyo que hasta no
hace mucho ha tenido el Presidente Morales en amplios sectores del electorado
nacional. La labor de algunos magos ha consistido en contarnos cuentos,
convertir a dirigentes de esos sectores sociales y esas lógicas de subsistencia
en líderes de “movimientos sociales”, cuando han sido reducidos a la condición
de meros empleados sumisos del Ejecutivo, todo un enjuague para pasar cuentas
de vidrio como perlas y convertir a sectores sociales históricamente
hambrientos de pertenecer al mundo en “movimientos sociales revolucionarios”,
todo lo cual debe servir a su vez para poner a disposición la democracia,
pasarse por encima de la constitución, hacerse la burla de la legislación y la
jurisprudencia internacional, todo en aras de un insustituible al que ahora se
lo quiere eternizar y todo ello a su vez en aras de la famosa “unificación del
subalterno”.
Ya es tiempo de
evitar que nos tomen el pelo y de salir de esa pose revolucionaria montada
sobre los hombros de sectores sociales depauperados que hoy requieren de toda
suerte de dádivas para subsistir, cuando lo que verdaderamente necesitan es una
revolución de sus condiciones de producción y de su base material que les
asegure formas de vida dignas y actividades que puedan ser permanentemente
perfectibles y les permitan marcar con su huella la historia de su propio
progreso y no la senda de su propia historia de pobreza, frustración y
sometimiento.
(*) Economista (titulado),
catedrático de “Desarrollo del Capitalismo” y especialista en planificación
territorial.
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El vicepresidente de Bolivia asegura que el
mandatario es "la personificación de la unificación de lo popular"
La Paz 7 ENE 2018 - 18:43 CET
El
vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Liñera. EFE
Inseparable
compañero de Evo
Morales durante
los últimos 12 años, el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera (Cochabamba, 1962), no buscará
una nueva reelección en 2019, pero cree que es imprescindible que lo haga
Morales, cuya capacidad para “unificar a los subalternos” –dice– no puede
perderse “por apego muerto a la palabra institucional de la democracia
representativa”.
Pregunta. Dice que no hay contradicción
entre el resultado del referendo de 2016, que no autorizó una nueva reelección
del presidente, y el reciente fallo del Tribunal Constitucional, que sí la
autorizó. ¿Cuál es su argumento?
Respuesta. En 2015 se planteó modificar un
artículo de la Constitución, el 168, que establece un límite a la reelección de
un candidato presidencial. El procedimiento constitucional exige que la
Asamblea Legislativa plantee un proyecto de ley para modificar este artículo y
se vaya a un referendo, el cual se organizó en 2016, el 21 de febrero. Por un
mínimo margen, de 51 contra 49%, la gente dijo que no, que no había que
modificar este artículo. Entonces la Asamblea, que era la encargada de aplicar
el resultado del referendo, lo que hizo fue suspender la ley de modificación
del citado artículo en cumplimiento de la decisión vinculante del soberano. El
referendo fue ejecutado: por él no se modificó el artículo 168 de la
Constitución.
Un año y
medio después, surge otra iniciativa de la bancada mayoritaria de la Asamblea
Legislativa que ya no toca el artículo 168, sino que plantea que no se puede
establecer límites al derecho político que tienen las personas de participar en
elecciones. La Constitución establece la primacía de los acuerdos
internacionales sobre la propia Constitución. Entonces, se planteó al
Constitucional que no debería establecerse límites para que una persona
candidatee, en cumplimiento el Pacto de San José sobre derechos humanos. Y el
Constitucional, que es el único intérprete de la Constitución, estableció que
esto es correcto. A raíz de esta consulta de la Asamblea y de esta respuesta
del Tribunal, varias autoridades actuales, entre ellas el presidente, si
quieren candidatear de nuevo pueden hacerlo en 2019. De esta manera, el
Tribunal Constitucional ha igualado la situación boliviana con lo que
establecen otras constituciones del mundo, como la de Alemania o la de España.
El único límite es el voto, que decidirá si el pueblo acepta que una autoridad
vuelva o no.
P. Como teórico social, usted ha
planteado una polaridad entre un “poder constituyente”, que es el poder de la
gente de rehacer la sociedad, y un “poder constituido”, que es el aparato
normativo y la institucionalidad establecida. Para habilitar al presidente, el
MAS —el partido de Morales— acudió al Constitucional mientras dejó de lado lo
dicho por el poder constituyente en el referendo. ¿No ve una contradicción
entre estos eventos y la primacía que antes usted le asignaba al poder
constituyente?
R. No. El poder constituyente fue
la sublevación de la gente, en 2001, 2003, 2005, que se expresó en la votación
por Evo, por un indio, algo inédito. Se eligió al que se consideraba
descalificado, inepto, para ser autoridad. Las clases dominantes están en el
poder porque pueden ejercer un mando unificado y articulan en torno a este a
las clases subalternas, que por definición son clases fragmentadas. Entonces,
una revolución es el momento en el que los subalternos abandonan su
subalternidad porque se unifican. Lo interesante es que la persona que permite
la unificación y le da cuerpo visible, palpable, es Evo. Uno como ellos, de su
misma sangre, de su mismo color… Y entonces la pregunta que se hace un
revolucionario es: aquel símbolo de la constitución de lo popular, aquel
símbolo que expresa la ruptura de la subalternidad, ¿por qué dejarlo ir? ¿Por
qué ahora? Si uno se apegara estrictamente a las formas institucionales,
correspondería dejarlo ir. Pero si uno se apega al núcleo ígneo de lo popular
en movimiento, de lo popular unificándose, es un gran error perder aquello que
se logra cada 100 o 200 años, la unificación, en aras de una lectura digamos
plana de lo institucional.
En otras
palabras: la lógica del poder constituyente sigue prevaleciendo en la
candidatura de Evo, porque Evo es la personificación de la unificación de lo
popular.
P. ¿Esto se dará mientras Morales
viva?
R. Ojo, no fue algo que hayamos
buscado. Lo ideal es una renovación generacional y colectiva de estos
liderazgos fuertes. Pero por la adversidad en que ha nacido nuestro poder, en
estos 10 años no nos hemos preocupado del asunto. Ahora tenemos siete años para
eso. El objetivo es que en 2024, cuando haya nuevas elecciones, podamos tener
líderes sustitutivos de Evo y una estructura colectiva mucho más sólida que la
que tenemos.
P. Las encuestas señalan que usted
es el mejor candidato del MAS después de Morales. ¿Lo que dice es una renuncia?
R. No. Simplemente una reafirmación
de mi ser individual e intelectual. Yo he peleado para que los indios lleguen
al poder. No para que Álvaro García lo haga, porque Álvaro García no es indio.
Nunca ha buscado sustituir, representar ni ha querido disfrazarse. Él sabe cuál
es su condición social. Entonces no hay renuncia personal. Álvaro García jamás
ha imaginado, sería un contrasentido, sería una especie de traición a mi ser
revolucionario, asumir un cargo presidencial.
P. Usted escribió el libro Democracia,
Estado y Nación, donde
dice que la democracia no es reglas, que estas pueden cambiar con tal de que
haya progresos en la igualdad. Sus rivales son partidarios de la democracia
como cumplimiento de reglas y por eso han dicho que después del fallo del
Constitucional el país ha entrado en un momento no democrático. Algunos incluso
hablan de “dictadura”, “totalitarismo”…
R. La mayor parte de los que usan
el concepto de totalitarismo ni siquiera han leído la primera página del libro
de Hannah Arnedt sobre el tema (“Los orígenes del
totalitarismo”). Usan la palabra como un cliché que no entienden. Otros tienen
un apego meramente procedimental a lo democrático, como enseña [Norberto] Bobbio y [Giovanni] Sartori. Nosotros siempre hemos
reivindicado la democracia como algo más, como la igualación de las
oportunidades de las personas para decidir, para participar en los asuntos
comunes. Igualación cultural y política, no solo económica, en el acceso a
bienes y a oportunidades. Me encanta la definición de [Jacques] Rancière: ‘hay democracia cuando los que
se considera que son incapaces de ejercer los cargos son quienes los ejercen’.
Es fantástica. Por esto digo: ¡Cómo los subalternos van a dejar escapar su
símbolo de unificación! Sería un suicidio político. El subalterno pasa el 98%
de su historia fragmentado; cuando vive el 2% unificado, sería una locura que
lo deje pasar por un mero apego muerto a la palabra institucional de la
democracia representativa.