05 febrero 2016

Ajedrez español: La variante Sánchez-Iglesias


Carlos Rodrigo Zapata C.


No hay duda que la política es un arte o un juego o un bluff, según el caso y la situación. Lo que se viene observando en España es una combinación de todo ello, aunque da la impresión que el póker y el bluff salen a relucir más nítidamente. 

Vamos por partes. Los primeros movimientos desplegados han intentado seguir unas líneas muy marcadas, al estilo de la apertura española en el ajedrez. De principio quedó muy claro que las formaciones de izquierda no pactarían con el PP en ningún caso. Trasladando de modo plano esos anuncios podía vaticinarse (ya mucho antes de las elecciones) que el próximo jefe de gobierno sería Pedro Sánchez del PSOE (como puede apreciarse en el siguiente tweet que me atreví a enviar).

Por su parte, el PP tuvo que desdecirse, pues mientras parecía que mantenía bajo su control la batuta para formar gobierno, hablaba de un gran pacto con PSOE y Ciudadanos (C’s), pero apenas el Rey le encomendó a Sánchez formar gobierno, el PP anunció que no votaría en ningún caso por el PSOE o cualquier alianza partidaria que no estuviera a cargo del PP. Con ello da la impresión que el PP terminó de auto eliminarse, pues solo quedaban dos opciones: gobierno de partidos contrarios al PP o nuevas elecciones. 

El inicio de la autoliquidación del PP tiene que ver con su extrema parálisis que fue bien caracterizada por un gran escritor, Arturo Pérez-Reverte, que llegó a decir en un tweet que Rajoy, el presidente en funciones y candidato a un nuevo periodo de gobierno por el PP, era “una liebre paralizada e inmóvil en mitad de una carretera…”.
 
Esa parálisis parece que tiene mucho que ver con la falta de práctica en España en la formación de coaliciones de gobierno a nivel nacional, así como con la idea absurda que como “ganadores”  de las elecciones solo al PP le correspondía armar gobierno, al punto que ni siquiera se dió la molestia de proponer negociaciones a los otros partidos. 

Pero, veamos las jugadas clave del PP. La primera es orillar al adversario al extremo, al punto que quede en sus manos o se vea obligado a tirar la toalla. En realidad ese comportamiento de liebre paralizada en medio de la carretera era una estrategia para perder tiempo, para poner a los adversarios en situación de tener que resolver las cosas en tiempos muy cortos, una situación muy difícil, no solo en vista a la falta de práctica, sino a las posiciones relativamente encontradas. 

Dado que esa estrategia no basta, ahora anuncia que no apoyará ninguna coalición en la que el PP no mande e incluso pide fecha y plazo para la investidura de Sánchez. Es como atacar una misma posición con dama, torre y alfil. 

Por su parte el PSOE también tiene sus jugadas. La fundamental: dados los anuncios ya efectuados, es la única fuerza que puede armar un esquema de gobierno alternativo al PP. Por tanto, se convierte en la instancia que reparte cartas. Por cierto que para llegar a esa instancia ha tenido que anunciar ya desde antes de las elecciones que en ningún caso votaría por el PP. 

Si bien dicha situación le ha granjeado esta oportunidad, ello ha generado a su vez diversos escenarios. Por un lado, los llamados barones del PSOE no se han mostrado unánimemente conformes con la posibilidad que el PSOE forme gobierno con PODEMOS y, por otra, le han dado un plazo a Sánchez para renovar los mandos partidarios. En pocas palabras: para Sánchez es todo o nada, por lo que si le va mal en las negociaciones con PODEMOS, que es la única fuerza con la que podría formar gobierno (siempre que las demás formaciones menores lo apoyen por pasiva o por activa), queda fuera de todos los esquemas, reducido a un diputado más. Consciente de este posible extremo, el mismo Sánchez ha efectuado una jugada maestra que puede ayudarle a ganar la partida: ha logrado comprometer al pleno de su partido a consultar con la militancia el acuerdo final al que se arribe.

No obstante, las jugadas que hasta aquí han efectuado PP y PSOE le entregan en bandeja el poder a PODEMOS, ya que es el único partido capaz de darle el gobierno a PSOE u obligarlo a aliarse con el PP. 

¿Qué resulta de todo ello? Que el PSOE arma gobierno con PODEMOS y los otros pequeños partidos o hay nuevas elecciones, con lo que el panorama cambiaría radicalmente, a juzgar por las últimas encuestas, pues la segunda opción de formar gobierno quedaría esta vez en manos de PODEMOS. Dado que ese escenario resulta mucho más temible para los fuerzas de la derecha e incluso para el PSOE, el resultado en dicho escenario –una vez se compruebe que PODEMOS es la segunda fuerza- sería un nuevo gobierno del PP con PSOE y C’s como aliados. 

¿Por qué no se da ya ese escenario? Porque aún existe un sobreviviente llamado Sánchez (sobre quien pesan exageradas dudas, como se puede ver en otro tweet de Pérez-Reverte) y porque aún no se ha confirmado que PODEMOS sea la segunda fuerza. 

 https://twitter.com/perezreverte/status/688395883474501632
La conclusión final es que PSOE con Sánchez extremará todos los recursos para procurar un acuerdo con PODEMOS sin violar algunas limitaciones impuestas por su partido. En ese escenario, si es bien manejado, hasta es posible que finalmente C’s se sume a dicho acuerdo, con la aquiescencia de PODEMOS. 

En suma, el nuevo gobierno no está definido, nadie puede anticipar las jugadas suficientes como para vislumbrar el resultado final, porque llegado a cierto punto, en este juego siniestro también es posible cambiar las reglas, incluso a media partida. Nada está dicho mientras no esté todo acordado, regla de oro para no anticiparse a arreglos unilaterales o precipitados. Lo que obviamente ya tienen que saber Sánchez e Iglesias, el jefe de PODEMOS, es que están en el mismo bote: navegan juntos o se hunden juntos. Un gobierno progresista solo puede serlo tanto como sus partes, pues no es posible pedirle peras al olmo. Ah, y no hay transformaciones muy profundas que hayan salido de las urnas.