Las
actuales movilizaciones convocadas por la COB plantean innumerables preguntas acerca del rol o función de las organizaciones sindicales en nuestro país,
empezando con el asunto principalmente esgrimido: la mejora de las pensiones de
jubilación.
Nunca antes
la COB había esgrimido este tema con la contundencia y masividad con que lo
hace hoy en día. Aparentemente aquí hay algunos factores nuevos de carácter
estructural y coyuntural. La COB como máxima expresión de los asalariados del
país, ya ha logrado muchas conquistas en el pasado en las condiciones laborales
(8 horas, limitar la libre contratación, salarios mínimos crecientes, fuero
sindical, etc.). En ese marco, el programa clásico de reivindicaciones ya habría
sido cubierto en gran medida, por lo que ahora tocaría el tema de las
pensiones, de la jubilación. Si esa fuera la lectura, sería un lamentable equivoco,
particularmente si se toma en cuenta la precariedad de los puestos de trabajo,
los muy bajos ingresos y la falta de ejercicio de derechos laborales por la
gran mayoría de los trabajadores.
Pero, ¿por
qué ahora? Ello se relacionaría con los altos niveles salariales de los últimos
años que les ha permitido a los trabajadores sindicalizados, asalariados,
formales, obtener ingresos laborales inéditos, incluso superiores a los del
Presidente. Que en estas circunstancias traten de imponer reglas de jubilación
muy convenientes para esos niveles salariales, que traten de hacerlo con el
100% de sus actuales niveles salariales, es muy deseable, pero sin duda es una
tarea imposible, especialmente en un país con tan grandes desigualdades.
Esta lógica
tan exclusivamente centrada en conquistas sectoriales, llama la atención,
simplemente porque la COB a lo largo de su historia ha asumido la vanguardia de
las demandas y luchas del pueblo boliviano. Es como si la COB hubiera llegado a
la conclusión que ya no tenemos grandes tareas pendientes, que las cosas están
adecuadamente encaminadas y que es tiempo de pasar a reivindicaciones
sectoriales, dejando de lado las demandas del pueblo en su conjunto y en particular
de los sectores sociales más desguarnecidos.
Más allá de
las razones que puedan explicar esta avalancha cobista sobre las arcas estatales,
llama profundamente la atención la forma de haberse desentendido del mundo
informal que ha quedado completamente al margen de todo ello, lo cual muestra
el rasgo sindicalista de la COB, ya que en el pasado solía articular un
espectro de fuerzas y sectores sociales mucho más amplio que el que se puede
apreciar actualmente. El problema no termina ahí, ya que la COB está peleando por
pensiones muy superiores a lo que un erario nacional de un país pobre puede
solventar razonablemente. Pero el extremo radica en que ha entrado en una
disputa por el uso del excedente, priorizando ingresos mayores sin tomar en
cuenta para nada la necesidad histórica de Bolivia de invertir en la
transformación de la matriz productiva, en empeñarnos en mejorar las
condiciones de vida, en empleos de calidad, en suma, en un programa capaz de
cambiar el horizonte de visibilidad de los informales urbanos, de los pobres
rurales, de las clases medias, poner fin al rentismo y al clientelismo, y no
sumándose a semejante desenfreno.
La COB va
llegando al fin de sus extravíos, simplemente porque ha perdido todo norte, toda
capacidad de brindar alguna respuesta distinta a un país atribulado que vive en
la pobreza, que cuando tiene una cuarto de hora de mejores recursos e ingresos,
tampoco tiene un programa capaz de contribuir a transformar la suerte del país
y fijar nuevos y decididos derroteros que no se logran en un abrir y cerrar de
ojos, sino que exigen constancia, perseverancia y una voluntad inclaudicable,
que no se agote ni termine con los cambios de gobierno.
Para lograr
esta continuidad, que dicho sea de paso es una de las tantas batallas que
desgraciadamente hemos perdido desde el día uno de nuestra independencia
nacional, se requiere de movimientos sociales fuertes, maduros, capaces de
perseverar más allá del oportunismo cortoplacista de nuestros gobernantes de
todos los tiempos. Sin dichos movimientos sociales que actúen como constantes
vigilantes de los objetivos de mediano y largo plazo que se trace el pueblo
boliviano, seguiremos exhibiendo nuestra incapacidad para consolidar cambios profundos
y duraderos, ya que no existe ninguna otra instancia, ley ni institucionalidad
que históricamente haya demostrado que es capaz de velar por dicha continuidad.
Pero la COB está en otra cosa, muy lejos de constituirse en un movimiento social maduro, de los informales, de revertir el rentismo y el extractivismo, muy lejos del cambio y la transformación que requiere nuestro país. Qué lamentable que además de semejante extravío, para lograr prácticamente muy poco, ello ocasione semejante desorden social, con bloqueos, huelgas, paros, enfrentamientos de todo tipo, desatando un caos inaceptable. El colmo de estos extravíos se lo puede ver en el hecho que el discurso gubernamental aparece como más progresista que el de la COB, que encima se da el lujo de echar la culpa a los trabajadores por el posible cierre de Huanuni.
Pero la COB está en otra cosa, muy lejos de constituirse en un movimiento social maduro, de los informales, de revertir el rentismo y el extractivismo, muy lejos del cambio y la transformación que requiere nuestro país. Qué lamentable que además de semejante extravío, para lograr prácticamente muy poco, ello ocasione semejante desorden social, con bloqueos, huelgas, paros, enfrentamientos de todo tipo, desatando un caos inaceptable. El colmo de estos extravíos se lo puede ver en el hecho que el discurso gubernamental aparece como más progresista que el de la COB, que encima se da el lujo de echar la culpa a los trabajadores por el posible cierre de Huanuni.
En este
contexto, también llama profundamente la atención que la COB se halle en preparativos
para conformar un partido político para las próximas elecciones, lo cual
posiblemente sea la razón de fondo de todo este desbarajuste. Resulta muy
difícil vaticinar qué propondrá un partido político de los trabajadores con el
trasfondo de comportamientos señalado, cómo lograrán elegir a sus representantes,
con qué otros partidos procurarán establecer alianzas, dónde creen que tendrán
sus reductos de voto duro.
Mi
impresión es que se trata de otro desvarío, que está debilitando de modo
extremo a la máxima organización de los trabajadores, que muchas veces desde su
creación ha sacado la cara por el país, y ha sabido hacer frente a dictadores y
tiranuelos. Pero ya pasan cada vez más años desde sus gestas heroicas, y los
tiempos van cambiando, pero las respuestas, los tics y las reacciones siguen
siendo los mismos. Bolivia no puede darse el lujo de no contar con una poderosa
organización de los trabajadores, pues ello equivaldría a que crezca y aumente
la influencia de otras fuerzas políticas y movimientos sociales, mucho más
retrógrados que los trabajadores.
Sólo pido
que los trabajadores, sus representantes, sus organismos de apoyo hagan un gran
examen de conciencia, y comprendan cuál es el rol que les corresponde jugar,
cuáles son las tareas que tiene el país en las próximas dos o tres décadas, y
se apresten a dar la batalla más larga, duradera y necesaria de nuestro país,
la de su transformación profunda, sin desvíos, tropiezos ni vacilaciones.
(*) Economista.