Carlos Rodrigo Zapata C. [*]
Cuando hablamos de escasez de dólares queremos destacar la
insuficiencia de dólares disponibles en relación a los dólares requeridos. Ello
puede deberse a que existen pocos dólares disponibles o a que los
requerimientos son muy altos. Por lo que podremos apreciar, ambas condiciones
se presentan de modo muy evidente en la economía boliviana, a más tardar desde
inicios del 2023 y responden a muy diversos factores. Dicha situación tiende a agravarse
cuando los usuarios perciben que la carencia de dólares es significativa y
persistente, ya que ello puede detonar adquisiciones adicionales por motivos de
previsión y reducción de pérdidas esperadas debido a un probable encarecimiento
de la divisa.
Estas precisiones son indispensables para identificar factores
críticos que Bolivia está sufriendo, producto de una mezcla explosiva de
factores coyunturales y estructurales que anticipan que la problemática
desatada será dura y profunda y requerirá verdaderas transformaciones en la gestión
gubernamental y en la misma formación social boliviana.
Para comprender la magnitud de la problemática y la diversidad de factores que intervienen en su ocurrencia es indispensable pasar revista a los factores coyunturales y estructurales relacionados con la temática, así como a las causas y consecuencias derivadas del fracaso del modelo aplicado por los regímenes masistas, ya que de otro modo podríamos quedarnos con las versiones que maneja el régimen que señala insistentemente que son los puros afanes especuladores de la ciudadanía o el bloqueo de la ALP los que han desatado este desastre, incitados por gente mal intencionada.
En esta nota nos concentraremos únicamente en los factores coyunturales relacionados con la escasez de divisas y utilizaremos un balance amplio de fuentes y usos de divisas, ya que todas las partidas incluidas en dicho balance contribuyen en diversa medida a poner en evidencia la problemática actual y, de paso, a revelar múltiples deficiencias de nuestras propias prácticas.
En otras notas nos referiremos a los factores estructurales, así como a las causas y consecuencias del modelo aplicado por los regímenes masistas. Estos tres elementos –factores estructurales, insuficiencias del modelo y factores coyunturales– son cruciales para comprender en todo su alcance la tragedia que empieza a vivir el pueblo boliviano, producto del desconocimiento de su propia realidad y de la torpeza e intransigencia de los regímenes masistas.
FACTORES COYUNTURALES:
BALANCE DE FUENTES Y USOS DE DIVISAS
Para analizar los factores coyunturales utilizaremos el BALANCE
DE FUENTES Y USOS DE DIVISAS que incluye las partidas más frecuentes de fuentes
y usos en el caso de la economía oficial.
El balance incluye las siguientes partidas:
Fuentes de divisas:
Ø Exportaciones
de productos primarios: comprenden materias primas como minerales, productos
agrícolas, y recursos naturales.
Ø Remesas:
Dinero enviado por migrantes bolivianos que trabajan en el extranjero y lo
envían a sus familias.
Ø Turismo:
Ingresos generados por visitantes extranjeros que gastan dinero en hoteles,
restaurantes, actividades turísticas, etc.
Ø Inversión
extranjera directa (IED): Inversión realizada por empresas extranjeras en la
economía del país, ya sea para establecer nuevas operaciones o adquirir
empresas locales.
Ø Préstamos y
ayuda financiera: Fondos proporcionados por organizaciones internacionales,
gobiernos extranjeros u otras instituciones financieras para financiar
proyectos de desarrollo, infraestructura, etc.
Ø Emisión de
bonos y deuda: El gobierno puede emitir bonos o pedir préstamos a través de la
emisión de deuda en los mercados internacionales.
Usos de divisas:
Ø Importaciones:
Compra de bienes y servicios extranjeros que el país no produce o produce en cantidades
insuficientes.
Ø Servicio de
deuda externa: Pago de intereses y principal de la deuda externa contraída por
el gobierno u otras entidades del país.
Ø Inversión
en infraestructura y proyectos: Desarrollo de infraestructura física como
carreteras, puentes, puertos, aeropuertos, equipos, maquinaria, etc.
Ø Gastos
gubernamentales: Mantener una monstruosa burocracia estatal, financiar empresas
estatales deficitarias, así como de programas sociales, educativos, de salud,
subvenciones a hidrocarburos, alimentos, etc.
Ø Reservas
internacionales: Mantenimiento de reservas de divisas para respaldar la moneda
nacional y mantener la estabilidad financiera.
Ø Pagos de
dividendos y regalías: Pagos a inversores extranjeros por ganancias generadas
en el país, como dividendos de acciones o regalías por el uso de recursos
naturales.
Ø Múltiples
otros requerimientos relacionados con inversiones bolivianos en el exterior, mantenimiento
de estudiantes, turismo de bolivianos en el exterior, etc.
A fin de evitar una insuficiencia de dólares en la economía
es necesario que las fuentes puedan financiar o costear los usos requeridos.
Eso significa, ministro Cusicanqui, que no basta con que haya un ridículo superávit
en la balanza comercial para decir que ya vuelve la provisión de dólares. Hay
diversas fuentes y también múltiples usos.
Lo que podemos advertir es que se han producido movimientos
divergentes entre fuentes y usos, los que han contribuido a generar la escasez
actual.
Comentemos brevemente los aspectos más destacados.
Todas las partidas incluidas en fuentes de las divisas han tenido un comportamiento adverso,
exceptuando el caso de las remesas que bordean los 1500 millones de dólares en
2023 que han ido creciendo. En el caso de las exportaciones, que es la
principal fuente de provisión de dólares, se tuvo entre el 2022 y 2023 la
segunda mayor caída en la última década, de 13670 a los actuales 10911 millones
de dólares, y arrojó un déficit comercial combinado para esos años de 2400
millones de dólares. La mayor caída fue de 4111 millones de dólares entre 2014
y 2015 cuando concluyó abruptamente el súper ciclo de los precios internacionales
y dejó de llover maná. Pese a ello, hubo un superávit comercial combinado para
esos años de 1440 millones de dólares. Por lo que se puede apreciar, ahora sí cambió
drásticamente la dirección de los vientos.
Por otro lado, el ritmo de crecimiento del endeudamiento
externo (préstamos y emisión de bonos del Estado) ha disminuido, en parte por
la negativa de los mercados internacionales a adquirir nuevos bonos de un país
con calificaciones de riesgo cada vez más preocupantes, y en parte por haber
agotado en gran medida la capacidad de endeudamiento del país. El endeudamiento
interno ha continuado subiendo, principalmente porque se trata de una deuda
denominada en bolivianos, la cual no cuenta con una amplia gama de instancias
de control y fiscalización como si sucede en el caso de créditos denominados en
dólares u otras divisas. La relación entre deuda pública total y PIB ya alcanza
el 80%, situación inédita en la historia económica nacional.
Por su parte, la inversión extranjera directa (IED) está en
los suelos. De acuerdo con últimos datos se tiene un saldo positivo para 2023 menor
a los 30 millones de dólares, un monto ridículo, mucho más si tenemos en cuenta
que la región latinoamericana ha recibido un monto neto de inversiones
extranjeras que supera los 166000 millones en 2022 y 200000 millones de dólares
en 2023. Generamos magros excedentes, los utilizamos pésimamente y no somos
capaces de atraer recursos externos. Peor, imposible.
A diferencia del pasado, hoy en día la cooperación internacional
se ha reducido notablemente, al punto que se financia sólo algunos proyectos puntuales
por medio de agencias de cooperación y ONGs internacionales.
En suma, las fuentes de divisas muestran una caída notable en
los últimos años, situación que se ha ido acentuando sin duda también debido a
factores internacionales que muestran una caída en los precios de hidrocarburos
y diversos otros productos de nuestra canasta exportadora que sigue presa como
siempre de los productos tradicionales, minerales e hidrocarburos que siguen
pesando 70% de nuestras exportaciones. Pese al surgimiento del modelo cruceño,
seguimos dando vuelta a los mismos niveles porcentuales de hace más de medio
siglo.
En relación a los usos
de las divisas se observa una tendencia general al alza. Son el resultado
de diversos crecimientos del consumo y los gastos, y de inflexibilidades que se
han ido introduciendo y acumulando en las importaciones y en el endeudamiento
externo. Dicho en breve: requerimos cada vez más importaciones para sostener el
aparato productivo que no logra reducir su dependencia de productos importados
de todo tipo.
Las importaciones cayeron de 11.870 a 11.496 millones de
dólares entre 2022 y 2023, una reducción de 374 millones. Estas cifras de
importación son las más altas de la historia comercial del país. Nótese la
aberración de esta noticia: en medio de una situación de escasez creciente de
dólares ocurre que los últimos dos años Bolivia ha importado más productos de
todo tipo que nunca antes en toda su historia. Solo si consideramos que en los
últimos 15 años el parque automotriz creció en 2 millones de unidades –¡2
millones!– podemos empezar a imaginarnos a dónde fueron a parar nuestras
divisas y cuáles son las presiones sobre nuestra balanza comercial para
mantener niveles similares en el futuro.
Al finalizar el súper ciclo de los precios internacionales de
materias primas Bolivia importó el año 2014 la suma de 10674 millones de
dólares y en 2015 la suma de 9843 millones, una caída de 831 millones, más del
doble de la reducción actual. Para contrastar, es oportuno recordar que las
importaciones del año 2004 alcanzaron a 1920 millones de dólares, la sexta
parte de 2023. Los datos anteriores corroboran esa tendencia a acrecentar las
inflexibilidades los valores importados, producto de una diversidad de
rigideces e inflexibilidades que se han introducido en la economía con esa
forma ligera, superficial, no responsable de usar las divisas. Entre dichas
rigideces pueden mencionarse, por ejemplo, la demanda de combustibles y
repuestos, la renovación del parque automotriz y otros.
Por su parte, el endeudamiento se ha convertido en una
sangría cruel de divisas, ya que resta recursos significativos al país, mucho
peor cuando se usan los escasos recursos propios en proyectos elefantiásicos,
cuyos rendimientos son pobres o deficitarios. Es oportuno recordar que Arce
como ministro y luego como presidente no se cansó de relativizar el peso del
endeudamiento porque lo importante era en qué se invertían dichos recursos y no
los montos. Esa afirmación presupone que siempre tuvo una varita mágica para
saber qué proyectos serían particularmente rentables, desde la perspectiva que sea,
privada, social, pública. El hecho es que ahora sabemos lo que tenía en mente:
invertir en un proceso de industrialización que substituya las importaciones.
Creer que incluso el know how, las destrezas, los valores, la ciencia y la
cultura se pueden importar o que vienen junto con las maquinarias y equipos,
todo “llave en mano”, muestra el tamaño de la torpeza del régimen en funciones.
El creciente gasto público incide también en toda esta trama,
ya que los déficits en el balance de ingresos y gastos conducen inevitablemente
a mayor endeudamiento, situación que impide un ahorro nacional y por tanto restringe
la capacidad del país de poder financiar los proyectos requeridos con recursos
propios y no tener que recurrir al financiamiento externo hasta para
operaciones de corrupción. Todo indica que el Estado terminará licuando buena
parte de su deuda interna vía inflación y recurriendo a los fondos de pensiones.
Los acreedores del Estado boliviano se arrepentirán de haber confiado en el
Estado y repetirán a coro lo que históricamente solía hacerse: financiarse con
recursos del Estado y no financiar al Estado con recursos propios.
La salida de las empresas extranjeras del país, en muchos casos
con demandas millonarias por indemnizaciones que representan graves pérdidas
por el país, así como la repatriación de sus utilidades y capitales también han
significado una caída de la disponibilidad interna de divisas en el país.
Perder estos procesos tan irresponsablemente también tiene costos significativos
para el conjunto de la sociedad. Un “proceso de cambio” que empeña el futuro es
un gigantesco tiro por la culata.
En suma, la caída de las reservas internacionales netas (RIN)
desde 15122 millones de dólares en 2014 a los magros 1790 millones de fines del
2023, de los cuales 160 millones de dólares son en dólares o eran, pues nadie
sabe el estado actual de las RIN, muestra el grado y la medida en que todos
estos usos alegres de divisas han erosionado nuestras disponibilidades. Antes,
en la fase inicial del régimen masista, cuando llovió maná en forma de altísimos
precios internacionales para prácticamente todos los productos de nuestra
canasta exportadora, parecía fácil obtener divisas y desarrollar una actitud dispendiosa.
Llegamos a importar alcohol –whisky, ron, vodka– por más de 300 millones de
dólares en 2016 y hasta gomas de mascar también por millones. La factura ya
llegó y el país está paralizado de susto, pues no se imaginó que podía volver a
los tiempos de la hiperinflación y las devaluaciones sucesivas, situación que
al presente no puede descartarse de ningún modo.
Los usos de las divisas muestran que crecieron los
requerimientos de divisas, que no hubo ninguna política de precaución o
moderación, sea vía impuestos al consumo suntuario, a los costos ambientales o por
la simple precaución de cuidar esas divisas para las múltiples necesidades
nacionales. Un componente abismalmente creciente de las importaciones son los
combustibles subvencionados, situación que redujo ostensiblemente los recursos
públicos para inversión y ocasionó una merma inmensa de las divisas disponibles
que superaron los 10000 millones de dólares en los últimos 7 años. No puede
olvidarse que los gravísimos conflictos que se desataron en Ecuador durante la
gestión de Lasso tuvieron como trasfondo la decisión del gobierno de eliminar
las subvenciones a los combustibles por 1400 millones de dólares. Podríamos
decir que nos hallamos a las puertas de una convulsión social sin precedentes,
debido a la imprudencia en la gestión pública.
Priorizar el día a día y no tomar en cuenta que Bolivia es
una economía profundamente dependiente de dólares es una verdadera aberración.
Posiblemente, de todas las dependencias que acumula Bolivia, la de los dólares
para financiar su propia actividad interna sea la más grave y más ignorada por
este régimen que hizo de la “bolivianización” una suerte de bandera sin
entender la economía real del país.
También es oportuno hacer referencia a la política de industrialización por
sustitución de importaciones y, específicamente, al uso de divisas para
este fin, por tratarse de una política básicamente coyuntural con escasas oportunidades
de alterar las estructuras existentes. Sin una auténtica inserción de dicha
política en las diversas esferas de la sociedad, sin políticas de coordinación
con gobiernos sub nacionales y sector privado, sin generar un clima adecuado de
atracción de inversiones sostenibles también desde el punto de vista ambiental,
en suma, sin una política de inclusión de la sociedad, no es imaginable ninguna
industrialización por la vía de la sustitución de importaciones o por cualquier
otra vía. Sin construir eslabonamientos múltiples con base interna no es
posible desarrollar efectos multiplicadores en el conjunto de la sociedad.
Desde el punto de vista que nos interesa aquí, dicha política
es intensiva en divisas, pero no tiene ninguna política adecuada de
financiamiento de las mismas.
Podría decirse que es una política huérfana de todo lo que
requeriría para hacerse provechosa, sostenible y capaz de generar excedentes de
modo auténtico y no espurio (como usar prácticas monopólicas, subvenciones,
prohibiciones, obstáculos, multiplicación de la informalidad, etc.).
Es decir, es una política sujeta a los vaivenes de la
coyuntura, sin la capacidad de construir nuevas estructuras, tampoco de transformar
las existentes, ni hacer todo eso de modo sostenible. Viene a ser una táctica
más para ampliar el empleo clientelar, arrebatando a los privados la
posibilidad de movilizar sus recursos para satisfacer diversas demandas. El
Estado actual no tiene idea de lo que es un Estado proveedor de bienes y
servicios púbicos y colectivos, y mucho menos de lo que es un Estado subsidiario.
Sin un conocimiento mínimamente adecuado de lo que son las técnicas de
gobernanza es imposible conducir un país a un mejor destino. Creer que en la
ideología se pueden encontrar respuestas apropiadas a todas las ocurrencias es vivir
extraviado.
Como se puede apreciar, todos los factores referidos muestran
la creciente demanda de divisas provenientes de una matriz productiva
escasamente diversificada y de una política contradictoria de empleo de las
escasas divisas disponibles, lo que muestra que no se puede al mismo tiempo
tener un abastecimiento interno estable, una política de subvenciones de muy
amplio espectro y una política de industrialización por sustitución de
importaciones con semejantes estrecheces.
Las incongruencias de las políticas públicas son tantas y tan
evidentes que resulta una ofensa grosera al sentido común sostener que la
escasez de divisas se debe a un supuesto afán de especulación por parte de los
ciudadanos. Una explicación de esa naturaleza denota un profundo
desconocimiento de las dinámicas económicas o un franco deseo de burlarse de la
ciudadanía.
En conclusión, puede observarse que al contrastar las fuentes
con los usos de divisas encontramos que éstas han sido usadas de modo
dilapidador y dispendioso y que además han sido mal usadas, destinándolas a
emprendimientos fantasiosos centradas en un “modelo” completamente ajeno a la
realidad. A ello hay que agregar que tampoco se ha tenido una política
consecuente de provisión suficiente de todas las divisas requeridas, situación
que ha termina hundiendo y ahogando las perspectivas económicas del próximo
futuro del país.
Debemos aún señalar que la falta de una práctica de
comunicación y debate abierto ha impedido que la sociedad aprenda a reaccionar
oportunamente frente a los desmanes que se estaban y están cometiendo. En esta tarea la
oposición ha tenido una responsabilidad muy grande, ya que no ha servido de campana
de alerta ni de instalación de esos debates indispensables. La falta de
propuestas disruptivas o cuando menos oportunas no ha permitido que la sociedad
se dé cuente que no tiene que vivir a expensas de los caprichos y ocurrencias
de una partida de inexpertos a cargo del país. Los errores estructurales de la oposición deben
ser puestos sobre el tapete nacional para aprender de esos errores, llamar la
atención muy severamente a los responsables y señalar nuevos rumbos hacia el
futuro. El desastre actual tiene muchos progenitores, pero unos padres
primordiales: el masismo y su supina incompetencia.
[*] Carlos Rodrigo Zapata C. Es Economista, Especialista
en Planificación Territorial, Diplomado en Sistemas de Información Geográfica,
Percepción Remota y Sistemas de Posicionamiento Global, Catedrático de
Desarrollo del Capitalismo. Analista político, social y ambiental.