Carlos Rodrigo Zapata C. (*)
Gustavo Petro y Francia Márquez |
Petro, de guerrillero a presidente electo
A los 18 años de edad Petro ya se enroló en la guerrilla del
M-19. Por la información disponible, nunca entró en combate y estuvo entre
quienes animaron conversaciones de paz ya en los años 80. Como consecuencia de
ello, el M-19 dejó las armas y se sumó a la vida social y política de Colombia.
Se puede decir que les fue bien, ya que otros partidos que siguieron esa misma
senda fueron inmisericordemente diezmados luego que firmaron la paz y
entregaron las armas, como fue el caso de la Unión Patriótica. Poco después,
Petro apoyó activamente la redacción de la nueva constitución colombiana,
promulgada en 1991. Desde entonces, Petro siempre ha señalado a la nueva
constitución como el verdadero plan de paz, ya que para él la paz son los
derechos y los derechos son la Constitución.
Petro es economista con estudios en su patria, Bélgica y
España. Ha desarrollado un perfil amplio, muy abierto a todas las cuestiones
sociales y al medio ambiente. En efecto, uno de los pilares de su programa
radica en la descarbonización de la economía, en alejarse a la brevedad de los
combustibles fósiles y sustituirlos por energías limpias y renovables.
Los desafíos: Colombia una sociedad profundamente escindida
La fórmula ganadora ya constituye todo un programa de cambio
y renovación para la sociedad colombiana, al incluir en ella a Francia Márquez,
una mujer de origen afrocolombiana, profundamente involucrada en la defensa de
los derechos de la población. Otra sorpresa enorme en el triunfo de Petro ha
sido la cantidad de votos que logró, 11,3 millones, frente a su contendor
final, Hernández, que logró 10,5 millones de votos. ¿Cuál ha sido la sorpresa?
Que logró la mayor cantidad de votos que nunca antes algún candidato había
alcanzado, que en la segunda vuelta hubo una votación aún mayor que en la
primera vuelta y que la cuota que le dio el triunfo se debió a electores que
usualmente no votaban y provienen de la periferia de Colombia, es decir, de los
departamentos que rodean el centro colombiano compuesto por sus principales
ciudades, Bogotá, Cali y Medellín. Se puede decir que millones de electores
literalmente se descolgaron desde la periferia para respaldar a Petro que había
puesto la esperanza en el centro de su campaña y su compromiso.
Esta promesa pegó muy fuerte en amplios sectores de la
sociedad colombiana hastiada de violencia, confrontaciones, matanzas y falta de
oportunidades de todo tipo para las grandes mayorías. Por cierto, las leyendas
no se fabrican en un gabinete, tampoco son obra sólo de la astucia o del
momento. Detrás había un largo trabajo, un compromiso y una lucha de décadas de
Petro que fueron catapultando su nombre y su labor al centro del escenario
colombiano. Son ya celebres sus denuncias de la corrupción y su labor para
poner en evidencia la “parapolítica”, es decir, las actividades de fuerzas
irregulares y poderes paramilitares que perpetraron horrendos crímenes. También
denunció el caso de los así llamados “falsos positivos”, jóvenes cruelmente
asesinados y presentados por el ejército como guerrilleros caídos en combate.
Hoy Colombia intenta consolidar el proceso de paz llevado adelante la década pasada, proceso que ha permitido la desmovilización de las principales fuerzas insurgentes, especialmente las FARC, aunque aún hoy existen diversas facciones que no han aceptado los términos del proceso de paz y siguen en armas. Lo mismo ocurre con el ELN y otras fuerzas menores. No obstante, el mayor peligro actual viene de las fuerzas paramilitares que se han sumado a los carteles de narcotráfico y se ocupan de evitar el retorno de millones de desplazados del campo colombiano a sus terruños, a fin de proteger los intereses de poderes oligárquicos quasi feudales y del narcotráfico. La paz es un proceso que ha avanzado significativamente, al punto que podríamos decir que uno de sus primeros réditos consiste precisamente en la elección de Petro, quien, pese a su pasado guerrillero, ha logrado ganado la confianza de la mayoría de la sociedad colombiana.
Al presente Colombia atraviesa una situación económica marcada por altas tasas de crecimiento y excedente comercial, pero con pronunciadas tendencias inflacionistas, caída del valor del peso colombiano y un aparato productivo centrado en el extractivismo, en particular, carbón e hidrocarburos, así como otros productos como el café, y también en el narcotráfico que ha crecido a niveles escabrosos. Actualmente Colombia tiene más de 200.000 ha de coca con rendimientos que llegan a ser en algunas regiones 6 veces mayores que los oficialmente registrados en Bolivia. La clase dominante colombiana no ha incursionado en la sostenibilidad ambiental y concentra muchos recursos que no son utilizados, como es el caso de la tierra, donde se estima que más de 15 millones de ha. de alta fertilidad no son utilizadas y sólo sirven como activos de respaldo a terratenientes y narcotraficantes. Estas tierras se hallan en la mira de Petro y su movimiento, como veremos a continuación.
El programa de Petro, una revolución en nuestras latitudes
A fin de sintetizar el enfoque de Petro podemos decir que su
programa se halla en las antípodas de los programas que han aplicado los
regímenes del llamado “socialismo del siglo XXI” que se han instalado en
nuestra América en las últimas dos décadas.
Petro propone una reforma de la tenencia de la tierra en base a su uso o aprovechamiento sostenible. Eso no significa que busque estatizar la tierra, sino que planteará un esquema basado en la compra de la tierra. Para animar a usar la tierra a sus actuales propietarios, Petro establecerá impuestos significativos sobre la tierra que no sea utilizada. Eso significa que los propietarios se verán en la disyuntiva de utilizar la tierra, pagar dichos impuestos o venderla. Dado que muchos no tendrán ninguna intención de utilizarla y menos de pagar impuestos, les quedará la alternativa de venderla. El gobierno colombiano la comprará con fondos provenientes de bonos emitidos por el Estado de modo que parte o gran parte de los recursos que requiera para esa operación provendrán de inversionistas interesados en adquirir dichos bonos. La siguiente etapa consistirá en distribuir esas tierras, de modo que se pueda aprovechar todo el potencial con el que actualmente cuenta Colombia.
Petro, Francia y David Racero (Presidente de la Cámara de Representantes) |
Los programas sociales que propone Petro apuntan a crear
oportunidades para todos con un gran énfasis en jóvenes, mujeres y la población
rural, centrados en el fortalecimiento de la capacidad interna de
abastecimientos, en la economía del conocimiento y en empoderar a las mujeres.
La educación, la salud, la superación de la informalidad también se hallan en
su propuesta de transformación.
Por los primeros nombres de ministros de su gabinete dados a
conocer, todo indica que busca una alianza social, política y regional de
amplio espectro, recurriendo a figuras descollantes del ambiente colombiano. El
caso de la ministra designada para agricultura, López, es paradigmático, ya que
se trata de una profesional altamente competente, ex ministra de agricultura, que
proviene de las filas del liberalismo y estará a cargo de la reforma agraria
que propicia Petro. En otros regímenes “progresistas” una decisión de tan hondo
calado sería impensable.
Dado el corto periodo de gobierno y la imposibilidad de
reelección, Petro apunta a establecer un gobierno de transición, lo cual
significa poner a toda la sociedad colombiana sobre los rieles de la transición
rumbo a la paz plena o más completa, los derechos ciudadanos, la sostenibilidad
ambiental, la igualdad, el desmontaje de los grupos violentos, la lucha frontal
contra el narcotráfico, el cambio de la matriz productiva. Su gobierno se
ocupará de sentar las bases para poner en marcha dicho proceso de transición,
que sus sucesores deberán empeñarse en continuarlo y perfeccionarlo, y esta es
otra razón poderosa para forjar una gran alianza nacional con todas las fuerzas
sociales. En Bolivia y en muchos otros países deberían tomar en cuenta este
enfoque seriamente.
Otros acentos que ha marcado Petro tienen que ver con el
respeto a la democracia, los derechos y libertades. Incluso, para quienes
tratan de verlo como un ex guerrillero afín a los regímenes “progresistas” que
han surgido en la región, ha sostenido el día de su triunfo que él se ocupará
de desarrollar el capitalismo, dejando claramente sentado que la sociedad
colombiana está muy rezagada y que existen muchas tareas de modernización que
el capitalismo puede asumir con ventaja.
Como se puede apreciar, Petro representa una izquierda de
otro cuño, respetuoso de derechos y libertades, pero también muy consciente que
la distribución tiene que venir de la mano de la producción, de la creación de
valor, del aprovechamiento sostenible de los recursos, discurso diametralmente
opuesto a los esquemas fallidos del “progresismo” latinoamericano, centrados en
el extractivismo a mansalva.
En una entrevista ya como presidente electo, Petro ha
señalado su intención de trabajar con Mariana Mazzucato, economista
italo-norteamericana que se ha destacado en la última década por su enfoque
centrado la “economía de las misiones”, pilotada por el Estado como encargado
de generar, en alianza con el sector privado, una diversidad de innovaciones que
ayudarán a transformar profundamente la base económica y tecnológica de la
sociedad colombiana.
El punto débil de su esquema es su falta de una mayoría
parlamentaria. Su propuesta de desarrollar un gran acuerdo nacional apunta a
ello, a lograr una mayoría capaz de poner en marcha la transición a una
economía sostenible. Es de desear que sea una oposición que sólo tenga en mente
los intereses del conjunto de la sociedad colombiana y no intereses ajenos al
futuro del país.
En suma, Petro es la mejor síntesis posible de superación de
las graves contradicciones y conflictos que dominan la sociedad colombiana, ya
que ha sido capaz de formular una profunda crítica y cuestionamiento a la
sociedad y, al mismo tiempo, ha logrado pergeñar un modelo que se halle a tono
no sólo con los desafíos de la sociedad colombiana que son muchos y muy
grandes, sino también con los desafíos que enfrenta el mundo.
Lo único que podemos desear es que a Colombia y a Petro les
vaya bien y que se convierta dicha experiencia en el faro que ilumine toda la
región, urgida como nunca de respuestas claras y coherentes que no se escuden
en falsos logros y triunfos.
(*) Economista, catedrático de “Desarrollo del Capitalismo”.