Carlos Rodrigo Zapata C.
Unos breves comentarios puntuales a los puntos de vista expresados en la entrevista brindada por Miguel Urioste: La cumbre agropecuaria va a cambiar el mapa del país [al final, ver la entrevista]
Sin duda, Miguel Urioste caracteriza muy bien el marco y el espíritu de la reunión, cuando la califica como “una reunión típicamente corporativa” en la que “están participando las corporaciones, que tienen cuotas de poder en el Estado, en el Parlamento y en la torta de la producción de alimentos”. No solamente por la agenda planteada por los empresarios y por el programa propuesto por el gobierno de ampliación de la frontera agrícola en 1 millón de hectáreas anuales, un asalto a la naturaleza, sino también por la extrema debilidad de los movimientos sociales, que no muestran ninguna capacidad de formular planteamientos sólidos, la reunión de Santa Cruz debe ser vista con extrema preocupación.
En este punto es necesario señalar que los PLUS o Planes de Uso del Suelo no se hacen al antojo del uso que sus propietarios pretenden darle a la tierra, sino a partir de la evaluación y confrontación de los eventuales usos alternativos del suelo y las características agroecológicas del suelo.
De acuerdo con el PLUS existente en el Departamento de Santa Cruz (el primero en elaborarse, publicado hace ya 20 años), por ejemplo, se sabe que tan solo una fracción de las tierras cruceñas son plenamente aptas para la agricultura (aprox. 3 millones de hectáreas), pero luego la calidad de los suelos disminuye notablemente, impidiendo un uso agrícola intensivo o encareciendo los costos de producción de tal modo que cualquier uso comercial del suelo, orientado al mercado, no tiene oportunidades de desarrollarse, mucho menos si se toma en cuenta la localización del departamento de Santa Cruz, que exige altos costos de transporte o un sistema compensatorio de suministro de toda clase de gangas y facilidades que incluye diesel subvencionado, mano de obra barata, evasión impositiva, aplicación laxa de las leyes, etc., como se viene dando hasta el presente.
Bastaría recordar que cuando Bolivia se vio obligada a suspender el pago de su deuda externa en 1983, el Banco Mundial se encargó de desarrollar proyectos productivos orientados a las exportaciones, a fin de que Bolivia pueda hacer frente a sus obligaciones financieras. Ahí nació el complejo soyero, en las mejores tierras que tenía Bolivia, las que se hallan a lo largo de las últimas estribaciones andinas y se extienden algunos kilómetros sobre los llanos orientales. Entonces se había estimado que en 10 años (es decir, para mediados de los años 90), Bolivia tendría 2 millones de hectáreas de soya y que luego esa cifra seguiría creciendo. Han pasado 30 años de esas previsiones y aún no hemos llegado a esas dimensiones, simplemente porque Bolivia no posee suelos argentinos en más del 95% de su territorio.
De modo que creer que una selva tupida es signo de fertilidad o capacidad productiva de los suelos, es desconocer los largos procesos de tiempo que han sido requeridos para que se forme esa vegetación e ignorar que al deforestar la tierra se interrumpirán innumerables procesos que han hecho posible esa frondosa vegetación. Lo que vendrá a continuación es un proceso continuo e irreversible de degradación de los suelos y de sus capacidades productivas. Por todo ello, es crucial el llamamiento que hace Urioste a los movimientos sociales.
La diversidad agroecológica boliviana, reducida a pequeñas áreas en sus diferentes pisos ecológicos, tampoco está siendo tomada en cuenta. La advertencia que hace Urioste es igualmente clave: “No se ha priorizado el cambio de la matriz productiva de la agricultura familiar, para convertirla de secano a riego”. Del mismo modo, tampoco se ha invertido en mejorar las oportunidades para los ganaderos en el Altiplano o diversificar la producción frutícola en los yungas y valles, al punto que la producción nacional se ha visto completamente avasallada por la producción de nuestros vecinos, en particular del Perú, al punto que los agricultores (en las áreas en que ello es posible) han preferido dedicarse a la producción de coca. El caso actual de la quiebra en la producción de quinua es un ejemplo paradigmático de la falta de una gama amplia de bienes y servicios públicos y colectivos sectoriales, ajustados a los requerimientos del sector y de sus productores, como para mejorar sus rendimientos, asegurar su competitividad y su calidad orgánica. Es decir, la Cumbre agropecuaria no promete nada a la diversificación productiva agrícola nacional, a su diversidad, a la protección de sus sistemas productivos, etc.
Lo que en Bolivia aún no hemos comprendido es que el capital agrícola nacional en lo que se refiere a tierras de alta calidad, sin mayores limitaciones, se halla primordialmente en el área integrada del departamento de Santa Cruz. Esas tierras las estamos usando principalmente en la producción de productos orientados a las exportaciones, en circunstancias en las que una parte de nuestra propia población tiene un acceso insuficiente a los alimentos. A ello debe agregarse que se están usando transgénicos, pese a que existen restricciones en nuestra propia legislación, y se está efectuando una transferencia de diversos recursos, como ya se señaló, para hacer rentable la producción. Estas son condiciones muy onerosas para el país, para las generaciones futuras, para el medio ambiente, para la diversidad biológica.
Si el proceso de cambio nos dejara algo de provecho, que al menos sea evitar la destrucción de nuestro patrimonio agroecológico y ambiental.
La lectura y el estudio meticuloso de la entrevista efectuada a Miguel Urioste son calurosamente recomendados.
[Comentarios publicados originalmente en abril de 2015 en Facebook:
https://www.facebook.com/groups/1433197203647448/permalink/1438278306472671/ ]
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Miguel Urioste: La cumbre agropecuaria va a cambiar el mapa del país
Miguel Urioste.
Foto: Ignacio Prudencio.
Después de haberse postergado en tres
oportunidades, finalmente el 23 y 24 de abril en la ciudad de Santa Cruz
tendrá lugar la Cumbre Agropecuaria “Sembrando Bolivia”. La cita, según
dijo el presidente Evo Morales cuando la convocó (en enero), es para
ver “cómo relanzar al sector agropecuario”; además de fijar como
objetivo la seguridad y soberanía alimentaria, cuestión de fondo también
será la ampliación de la frontera agrícola. Para el investigador en
temas agropecuarios Miguel Urioste, es tal la importancia del encuentro
que lo que se decida allí literalmente cambiará el mapa del país, en el
sentido de modificar la actual estructura agraria y del uso del suelo.
— ¿En qué contexto se puede ubicar a esta cumbre?
— Esta es una cumbre particularmente importante, porque se realiza
justo cuando hay una caída del precio del gas y de los minerales y, por
tanto, una disminución de los ingresos por exportaciones. El Gobierno, a
través de la Agenda 2025, y los productores agropecuarios del oriente
están viendo la oportunidad de diversificar las exportaciones de
Bolivia, convirtiéndola en un país productor de alimentos. Esta cumbre
también viene precedida por anuncios del Vicepresidente sobre la
expansión de la frontera agrícola al ritmo de un millón de hectáreas
cada año durante los próximos diez años. No olvidemos que hoy Bolivia en
la agricultura tiene solo tres millones de hectáreas, de las que un
millón está en el occidente y valles, y dos millones, en el oriente; de
esos dos millones, un millón es soya.
— ¿En qué medida pesará el cultivo de la soya en la cumbre?
— Justamente, el objetivo de ampliar la frontera agrícola a diez
millones de hectáreas en los próximos diez años tiene como finalidad
convertir a Bolivia en uno de los grandes productores de alimentos y
particularmente de soya. Brasil tiene aproximadamente 30 millones de
hectáreas de soya, ha desplazado a Estados Unidos, que tiene 28, 29
millones; luego está Argentina, con alrededor de 20 millones; en cuarto
lugar, Paraguay, con 6 millones; luego viene Bolivia, y después
Uruguay.
— ¿Cómo ubicar el caso boliviano, por lo menos en Sudamérica?
— Nos interesa Paraguay: ahora, cultivando 6 millones de hectáreas de
soya, Paraguay hasta hace unos años tenía 8 millones de hectáreas de
bosque; ya no los tiene más; en estos últimos diez años, más de un
millón de campesinos e indígenas han abandonado el campo y han emigrado a
Asunción. El gran desafío, por tanto, es que esta cumbre agropecuaria
que va a haber en Santa Cruz no repita el desastroso modelo paraguayo de
ampliación indiscriminada de la frontera agrícola, sin control
ambiental, sin control ecológico, desplazando a pueblos indígenas y
quitándoles las tierras a los campesinos; que ha significado casi una
absoluta deforestación.
— Pero el tema de la cumbre es la seguridad o soberanía alimentaria.
— El actual Gobierno empezó su gestión en 2006 prometiendo una radical
reforma agraria para eliminar el latifundio, promoviendo un modelo de
base campesina, indígena, diversificada, con una producción que permita
la seguridad y soberanía alimentaria; pero estamos cada vez más lejos de
eso. Hoy en Bolivia se importa el triple de alimentos que hace diez
años. Lo que quiere decir que el aumento en el consumo que está viviendo
la población boliviana no proviene de la producción local, sino de la
importación de alimentos.
— Para
la cumbre, se habla mucho de Santa Cruz; el nuevo granero boliviano, el
que alimenta al resto del país; pero qué del pequeño productor
campesino y su aporte a la seguridad alimentaria.
— Estamos constatando que la economía agrícola familiar está estancada;
no ha habido un aumento significativo ni de la productividad ni de la
producción agrícola familiar, salvo excepciones como el caso de la
quinua, eventualmente el cultivo del cacao o del café; pero en los
alimentos básicos, está estancado, tendiendo a disminuir, y esto se
debe, entre otras cosas, al masivo contrabando de alimentos; así, para
el productor familiar no es negocio producir, no es rentable.
Seguramente en la cumbre los campesinos y los indígenas van a reclamar:
queremos efectiva priorización de la agricultura familiar,
diversificación productiva, seguridad alimentaria, más sistemas de
riego, caminos vecinales, electrificación rural; que el Estado ha hecho
en los últimos diez años, pero no en la medida suficiente como para
estimular y hacer despegar la agricultura familiar, que hoy está
estancada.
— El problema estará en definir bien la agenda de la cumbre…
— Ojalá que los campesinos, indígenas, interculturales, cooperativas
agrícolas tengan derecho a la palabra y sean escuchados y sus
planteamientos sean recogidos; se trata de una cumbre agropecuaria
transcendental que va a cambiar el futuro de la agropecuaria en Bolivia
por los próximos 30, 40 años; las decisiones que se van a tomar en Santa
Cruz van a cambiar el mapa del país. Si se mantiene la propuesta de la
Agenda 2025, de ampliar la superficie agrícola en diez millones de
hectáreas, significa que vamos a desmontar, desboscar, tumbar diez
millones de hectáreas de bosque, que nunca más van a reponerse. Esto,
para mí, no es un buen negocio para el país.
— Desde el lado de los pequeños productores, ¿cuáles son sus mayores
limitaciones, qué sectores se puede impulsar en lo inmediato?
— La ventaja es que Bolivia tiene varios pisos ecológicos, varias zonas
productivas; pero tiene una limitante estructural. Y es que en el
altiplano y los valles solo entre un 25 y 30% de los productores tienen
acceso al riego. Entonces, el gran desafío es cambiar la matriz
productiva de la agricultura familiar, pasando de una a secano hacia una
a riego. En Bolivia se han hecho esfuerzos, hay el programa Mi Agua,
ahora Mi Riego; se ha invertido más de 300 millones de dólares en los
últimos diez años, pero no es suficiente. No se ha priorizado el cambio
de la matriz productiva de la agricultura familiar, para convertirla de
secano a riego. Y eso significa investigación, programas de extensión,
sistemas de riego comunales, familiares, provinciales, que deben cambiar
la manera de producir; el riego permite dos cultivos por año y genera
una dedicación a la agricultura a tiempo completo.
— Para las cumbre, los empresarios adelantaron sus cuatro grandes
preocupaciones: seguridad jurídica, uso de biotecnología, liberación de
exportaciones e infraestructura caminera...
— Los únicos que tienen una agenda clara son los empresarios, la
agroindustria cruceña, y además han tenido un acercamiento notable hacia
el Estado y el Gobierno en los últimos dos años, que ha llevado a una
suerte de alianza productiva, como la han denominado. Eso no está mal,
parece interesante y positivo; en lo que yo no estoy de acuerdo es el
uso de transgénicos (biotecnología); es dañino para el consumidor,
además no es cierto, como dicen, que aumenta la productividad; el uso de
transgénicos solo disminuye los costos de producción.
— Ahora ¿quiénes deben asistir a la cumbre? ¿Acaso el censo
agropecuario, por ejemplo, no debió de servir para esto, para saber
quiénes son los actores agrícolas?
—
Efectivamente, ojalá que en esta cumbre el INE presente los datos del
censo agropecuario de 2013, por lo menos que sirva para eso, para que
sea un motivo de presión al INE, que le obligue a actualizar su base de
datos. Pero el problema no es tanto cuántos campesinos o indígenas irán a
la cumbre, sino con qué criterios o argumentos, y con qué propuestas
alternativas. Aquí sí es importante que estos movimientos sociales
reflexionen, miren al futuro, no se dejen presionar por las
condicionantes políticas de la coyuntura, y tengan una mirada de su
sector, de su clase social, de su condición étnica, de pequeños
productores familiares; eso es más importante que ser militante del MAS o
del proceso de cambio. Aprovecho para hacer un llamamiento a que estos
sectores reivindiquen esta su condición en la cumbre agropecuaria.
— Con la introducción de la soya, usted dice (Concentración y
extranjerización de la tierra en Bolivia, Tierra, 2011) que buena parte
de la propiedad de la tierra en Santa Cruz no está en manos bolivianas.
— La cumbre va a reunir a ciudadanos bolivianos, representantes de
todos los sectores, pero los principales productores de soya y de
productos agroindustriales en el oriente no son bolivianos, son de
diferentes nacionalidades, brasileños, argentinos, menonitas, que no
ponen como centro de su preocupación ni a la nación ni al Estado sino el
negocio. Entonces, el Gobierno y otros tendrán que saber efectivamente
con quién tienen que hablar. Si quieren que Bolivia entre al agronegocio
del cono sur, no tienen que hablar con directivos regionales de Santa
Cruz, tiene que hablar Monsanto, ADM, Cargil, Dreyfus, Syngenta (grandes
empresas soyeras); ahí se deciden las condiciones que van a exigir para
que inviertan masivamente en la ampliación de la frontera agrícola. Y
van a exigir que no haya control a la extensión de la propiedad, que se
siembre con semillas transgénicas, que se use herbicidas, se amplíe la
superficie agrícola reduciendo los territorios indígenas recientemente
titulados, que están rodeando la mancha soyera en Santa Cruz. Una
limitante estructural a la expansión del cultivo de la soya en Santa
Cruz es que es un territorio que está rodeado de territorios indígenas;
va a ser muy difícil que Bolivia en estas condiciones pueda competir con
los países vecinos ofreciendo mejores condiciones a las empresas
transnacionales para que inviertan en Bolivia. Van a preferir invertir
en Brasil, Argentina y Paraguay, porque aquí tenemos territorios
indígenas, movimientos indígenas organizados, que van a reivindicar sus
derechos y el mandato de la Constitución, que establece de manera
explícita que los indígenas son dueños plenos de los recursos renovables
de sus territorios, donde además pueden ejercer el autogobierno.
— Por eso se dice que en verdad se cambiaría el mapa…
— Es muy importante, porque lo que se decida aquí va a afectar los
territorios indígenas; van a exigir un nuevo plus, plan de uso de suelo,
van a expandir la frontera agrícola, vamos a tener soya en toda la
carretera Santa Cruz-Puerto Suárez, en todo el límites de la provincia
Chiquitos (con Brasil), que limita con Mato Grosso del Sur (Estado
brasileño); es decir, la mancha soyera de Brasil se va a entrar a
Bolivia. ¿Queremos eso? Yo como boliviano, no.
— ¿Y el consumo en la cumbre? Porque se tiene que hablar, por ejemplo, de los estándares del consumo...
— El problema es que los consumidores no estamos invitados, ni los
investigadores ni estudiosos del tema. Esta es una reunión típicamente
corporativa, están participando las corporaciones, que tienen cuotas de
poder en el Estado, en el Parlamento y en la torta de la producción de
alimentos; pero los consumidores no hemos sido tomados en cuenta.
— Le digo el consumo, en el sentido de ver para qué finalmente se debe producir alimentos…
— El crecimiento de la obesidad en las poblaciones pobres, en El Alto,
en las zonas mineras, es notable, lo que es fruto de la comida chatarra y
la cantidad de fritos que se consumen diariamente y eso es un grave
problema de salud, que tiene directa relación con qué cosas se están
produciendo; en lugar de consumir productos nativos originarios estamos
consumiendo pollo frito, papa frita, que no son sanos.
Perfil
Nombre: Miguel Urioste Fernández de Córdova
Nació: 6 de septiembre de 1948
Profesión: Economista, investigador en la Fundación Tierra
Vida
Es economista graduado de la Universidad Católica Boliviana (UCB), con
estudios de especialización en Desarrollo Rural y Reforma Agraria en
Bélgica e Inglaterra. Ha publicado varios libros, ensayos y artículos
sobre esos temas. Perteneció al extinto Movimiento Bolivia Libre, del
cual fue su candidato presidencial en 1997. Actualmente es investigador
en Fundación Tierra, donde trabaja desde hace 24 años.
http://www.la-razon.com/suplementos/animal_politico/Miguel-Urioste-cumbre-agropecuaria-cambiar_0_2250375088.html