Carlos Rodrigo Zapata C.
Sorprenden las reflexiones de Emir Sader, un reconocido analista de la
realidad latinoamericana, quien en un reciente artículo, intitulado ¿El final
del ciclo (que no hubo)? (ver al final), tan solo admite que
habría terminado “una primera fase de los gobiernos posneoliberales”,
como si una segunda fase estuviera ya en marcha o a la vuelta de la
esquina, y como si todo el programa de cambios de la matriz productiva,
mascarón de proa de dichos gobiernos y, además, esperado y exigido por buena parte de los sectores sociales de dichos
países, pudiera realizarse sin más a continuación.
Eso
significa no admitir o no darse cuenta que en América Latina acaba de
concluir la mayor lluvia de maná de su historia (afirmación válida por
cierto para los países primordialmente extractivistas y exportadores de
materias primas, lo cual deja, por ejemplo, a Centro América y el Caribe ampliamente fuera de esta lluvia), con lo que, desgraciadamente,
también llegó a su fin gran parte de las posibilidades de cambio y
transformación.
En el caso de Bolivia, la lluvia de
dólares que va cesando, le permitió al país recibir por concepto de
exportaciones en la última década casi tanto como antes había recibido
el país durante un siglo, solo que los gobernantes actuales nunca
tomaron en cuenta ello y dispusieron muy fácilmente semejantes recursos
en faraónicos proyectos que muy probablemente significarán unas vueltas más a
la tuerca que nos mantiene amarrados al enfoque extractivista y, por tanto, impedidos de desarrollar nuestras fuerzas productivas, potencialidades y capacidades de un modo mucho más amplio e integral.
También resulta curioso que Sader considere que el “final de ciclo será
cuando aparezcan nuevas alternativas, superadoras, en el horizonte
político”. Sería lo mejor, porque lo peor son los zombis. Pero el
problema aquí es creer que la condición para considerar superado este
ciclo, se daría cuando surjan alternativas que superen el horizonte político. Pero, ¿qué queda de dicho horizonte? Si cuando los
gobiernos “posneoliberlaes” tuvieron a su disposición ingentes recursos y
no los pudieron canalizar hacia la transformación productiva, ahora sin
dichos recursos resulta bastante quimérico suponer que podrán hacerlo.
Por ello, insistir en que el “final de ciclo” recién puede suceder
cuando “aparezcan nuevas alternativas”, resulta una manera de convalidar
anticipadamente esquemas que apuntan a sujetarse del poder de cualquier
modo, hasta tanto no “aparezcan” dichas alternativas.
Pretender con ello que la negación dialéctica (la negación superadora de
la negación) solo puede estar en manos de los gobiernos
“posneoliberales”, que solo ellos pueden dar por concluido el ciclo y
que lo que ahora tocaría son "propuestas... anticapitalistas", cuando no han tenido objeciones en seguir navegando en las procelosas aguas del capitalismo durante una década, resulta fantasioso. No hay que olvidar que otra forma de superar estos extravios también acontece en la historia cuando la pobreza y el estancamiento vuelven nuevamente al lugar que casi siempre han tenido en nuestras formaciones sociales.
Un país que ha recibido en promedio diez veces más ingresos por
exportaciones que lo que históricamente ha recibido y con ello también ingentes
recursos públicos, podía permitirse encarar muchas tareas de modo
simultáneo, como combatir la inflación, aumentar los sueldos
de empleados públicos y fuerzas armadas, acumular reservas, tener un
enorme presupuesto de gasto e inversión públicos, mantener una deuda
pública relativamente baja, financiar bonos, etc. Si bien el incremento del salario
mínimo ha superado ampliamente lo realizado en el pasado y también ha
habido medidas dirigidas a algunos sectores sociales vulnerables, ello no ha impedido que se dicten algunas medidas cuestionables, como la ley que
permite el trabajo infantil a partir de los 10 años, y muchas omisiones,
como la desatención a los jóvenes que en muchos casos no terminan los estudios ni
logran incorporarse razonablemente en la vida del trabajo, el completo
descuido de los trabajadores de interior mina en las cooperativas
mineras, la proliferación del sector informal, el mantenimiento del
contrabando, incluido el narcotráfico, etc.
Un país con inmensas
necesidades en muchas materias, que no consigue generar condiciones
propicias para diversificar el aparato productivo y facilitar la
inversión en múltiples sectores y regiones, conduce a que gran parte del
auge económico se quede atascado entre la banca y la construcción, sin
generar condiciones propicias para facilitar el despegue de muchos otros
sectores. La burbuja existente en el sector de la construcción es hecha en casa, ya que
hoy es más conveniente para los constructores quedarse sentado sobre sus
inmuebles esperando que los precios suban que venderlos precipitadamente, gracias a los bajos costos financieros existentes que bloquean la circulación del
capital y con ello la generación de más riqueza y la posibilidad de
redistribuir mejor los frutos de este crecimiento desencajado.

La mayor
desgracia de la izquierda en AL es no haber reflexionado en el pasado
sobre lo que debería y podría hacer concretamente una vez en el poder,
en los enfoques que debería priorizar, en los lineamientos que debería
seguir. Al menos por aquí se sigue echando mano de las ideas del viejo
Stalin que hablaba de electrificación y mecanización, aunque han dejado
de lado lo de la colectivización del agro. Mejor prueba de la orfandad
de la izquierda en materia de políticas económicas, imposible. Y la
historia se repite por doquier.
Es tiempo de despertar,
de salir del vaho que ha generado la lluvia de dólares, de abrir los
ojos, de comprender que nos hallamos en un gran vacío que estamos
tratando de llenar con poses y palabras grandilocuentes. Concretamente, esta vez movilizando a Lenin, debemos preguntarnos, ¿qué
hacer? Y agregar otras preguntas tales como, ¿cómo pretendemos hacer, a
favor de quién, con qué aliados debemos hacerlo? Pero más de lo mismo,
imposible, simplemente porque se acabó la plata, por lo que también se
acabó la demanda de ocurrencias para gastar.
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¿El final del ciclo (que no hubo)?
Emir Sader
14/09/2015
Frente a las dificultades de los gobiernos posneoliberales en varios países, algunos, con cara de arrepentimiento y voz grave, lamentan lo que sería el final del ciclo de los gobiernos progresistas en América Latina, sumándose, una vez más, a las voces de la derecha. Un ciclo que ellos nunca reconocieron que hubiera existido.
Antes, se decía que nunca había existido ruptura
alguna, que los nuevos gobiernos eran la continuidad de los anteriores, tan
neoliberales como aquellos. La Venezuela de Hugo Chávez reproduciría la de los
gobiernos de Acción Democrática y de Copei. El gobierno de Lula seria la
continuación del de Cardoso. La Argentina de los Kirchner no se diferenciaría
de la de Menem. Los gobiernos del Frente Amplio serían las nuevas versiones de
los programas de los partidos de la derecha uruguaya. Evo Morales y Rafael
Correa serian reediciones de los gobiernos conservadores que los han precedido.
Cuando las trasformaciones operadas por esos
gobiernos en sus países han disminuido sustancialmente la desigualdad, la
miseria, la exclusión social aun en el marco del aumento de esos fenómenos en
escala mundial; cuando los procesos de integración regional han debilitado la
capacidad de influencia de Estados Unidos en la región y han proyectado
espacios propios de acción; cuando los Estados de esos países han recuperado
capacidad de acción económica, política y social; aquellas voces han tenido que
callarse, para ahora volver con la idea de que esos gobiernos se habrían
agotado.
¿Pero qué significa un fin de ciclo? Fue, por
ejemplo, el agotamiento del largo ciclo desarrollista en escala mundial y
latinoamericano, que ha llevado a su sustitución por gobiernos neoliberales.
Fue el agotamiento del ciclo neoliberal, que ha llevado al surgimiento de
gobiernos posneoliberales.
¿Qué significaría el agotamiento del ciclo
posneoliberal? En el horizonte, la única perspectiva es la restauración
conservadora, con el retorno al modelo neoliberal, programa propuesto por
todos los sectores oposicionistas, todos de derecha. La ultra izquierda, a lo
largo de todo el ciclo posneoliberal, iniciado hace más de década y media, no
ha construido alternativas en ninguna lado, no ha ocupado ningún lugar
significativo en el campo político, se limita a proclamaciones críticas y
a alianzas con la derecha en contra de esos gobiernos.
Final de ciclo será cuando aparezcan nuevas
alternativas, superadoras, en el horizonte político. Será cuando la derecha
consiga – si lo logra hacer – una perspectiva conservadora de superación de los
gobiernos actuales. O cuando los mismos gobiernos posneoliberales agoten sus
propuestas actuales y se propongan objetivos más grandes, por ejemplo,
anticapitalistas.
Innegablemente varios gobiernos posneoliberales se
enfrentan actualmente a dificultades, más grandes o menores. Son
afectados por las herencias recibidas de los gobiernos neoliberales, como
la desindustrialización, el peso enorme de los sectores primario
exportadores, la hegemonía del capital especulativo, la predominancia del
neoliberalismo y de las políticas de austeridad en escala mundial. Así como
dificultades que algunos de esos gobiernos no han sabido superar hasta ahora,
además de las mencionadas, como el peso de los monopolios privados de los
medios de comunicación, el rol del dinero en las campañas electorales, el
estilo de vida y de consumo norteamericanos, entre otros.
Lo que se termina es una primera fase de los
gobiernos posneoliberales, que son los que tienen las mejores condiciones de
enfrentar, de forma progresista, avanzando en el camino seguido hasta aquí,
para garantizar los avances y superar los problemas actuales. Con más
integración regional, para favorecer la construcción de una nueva matriz
productiva, con nuevas propuestas que permitan la superación definitiva del
neoliberalismo.
La derecha seguirá impotente frente a esos avances,
mientras la ultra izquierda seguirá estando de espaldas a la historia
real.
- Emir Sader, sociólogo y científico
político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la
Universidad Estadual de Rio de Janeiro (Uerj).
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