Una nota sobre el modelo fracasado
Carlos Rodrigo Zapata C.
Esa falla se ha debido a una combinación nefasta de factores coyunturales y estructurales, en particular, a malos entendidos originados en el súbito cambio de guardia que se produjo en la gestión pública el 2006, así como a un gran desconocimiento de los obstáculos estructurales de la economía y del funcionamiento real de la economía nacional. Veamos brevemente cada uno de estos puntos, cruciales para entender las bases del fracaso del modelo masista aplicado tozudamente durante dos décadas.
El cambio de guardia vino como consecuencia del triunfo del MAS en las elecciones de 2005. El asunto es que asumieron funciones en el aparato del Estado militantes improvisados que no tenían mayor idea de su funcionamiento –ello debido en parte a la exclusión histórica de amplios sectores sociales– y mucho menos de las cifras reales que se manejaban en la administración pública.
Los nuevos funcionarios masistas, llenos de prejuicios, estaban convencidos que los k´haras, neoliberales o derechistas, como llaman a sus enemigos políticos, dilapidaban los ingresos a su regalado antojo. El hecho es que cuando los masista se hicieron cargo del aparato estatal ya había comenzado la “lluvia de maná” el 2004 que duró una década gracias a los altos precios de las materias primas en los mercados internacionales, un hecho inédito en la historia económica mundial.
Los ingresos por exportaciones empezaron a crecer significativamente el 2005, justo cuando se produjo el cambio de administración. Entre 2005 y 2022 las exportaciones pasaron de 2.900 a 13.600 millones de dólares, con algunos altibajos, sin haber alterado la composición de la matriz productiva significativamente, ni siquiera sus volúmenes de producción. El 2024 alcanzaron a 8900 millones de dólares. Esta lluvia de dólares indujo a la creencia que Bolivia siempre recibía grandes sumas de dinero por sus exportaciones, situación que condujo a despreciar la importancia de una política estable de provisión de divisas.
A los prejuicios de los “hermanos” se sumó entonces la “evidencia”: ahí está pues que la plata llega a borbotones, pero nunca hay obras, eso es porque se roban la plata. Imposible convencerlos de otra cosa, hasta el día de hoy. A raíz de todo ello, se volvió costumbre incluir una curiosa sección en los informes del usurpador en cada aniversario patrio en la que se comparaba el “antes” y el “después”. De ese modo mostraban todas las obras que se hacían en el nuevo gobierno y cuál había sido el desempeño en los gobiernos anteriores. La comparación resultaba demoledora, pues las diferencias se fueron haciendo año a año aún mayores.
El detalle es que el común de la población no sabía que se estaban comparando limones con sandías, pues nunca antes en la historia Bolivia obtuvo semejante corriente de ingresos por sus exportaciones. En términos más técnicos, Bolivia tuvo casi por primera vez en su historia términos de intercambio altamente positivos en su comercio internacional, lo cual significa que Bolivia podía importar muchos más productos a cambio de sus mismas exportaciones. La tesis fundamental de la CPEAL sobre el deterioro secular de los términos de intercambio quedó por unos años en la congeladora. Como la sociedad se habrá dado cuenta, esa sección del "antes" y el "después" ya desapareció hace años de los ahora escuálidos informes presidenciales.
Para quienes todavía creen que ello se debió a la “nacionalización” es oportuno señalar que en los pasados 20 años, las exportaciones de gas alcanzaron en promedio al 38% del valor total de las exportaciones, por lo que el mayor aporte de los ingresos relacionados con las exportaciones provino de la minería y los productos no tradicionales, otra verdad que los masistas se niegan a admitir.
No conocer la cuantía de recursos que históricamente captaba el Estado y negarse a reconocer que gran parte de los excedentes provinieron de esa “lluvia de maná” son los factores que indujeron a la administración masista a desentenderse de desarrollar una política estable de provisión de divisas. Creyeron que así nomás era. Este fue un primer elemento que condujo a la actual debacle.
Un segundo elemento que es importante considerar es la dimensión en que se ignoraba el funcionamiento de la economía del país. Nunca se tomó conciencia de la medida en que el aparato productivo nacional depende de las importaciones, lo cual a su vez se debe a profundas fallas estructurales que nunca fueron percibidas, situación que terminó anticipando la debacle venidera. Al desconocerse este hecho, la atención tampoco fue puesta en las exportaciones como fuente principal de las divisas. Pero la forma torpe e insensata de manejar el capítulo de las exportaciones en cualquier escenario terminó por sepultar al país.
Bolivia exportó el año 2022 un total de 1264 productos diferentes. Uno diría que se trata de una variedad interesante de productos, razón por la que no tendríamos que tener cuellos de botella en la provisión de divisas. El problema recién empieza aclarase cuando vemos dichas cifras en mayor detalle.
En primer lugar, es oportuno considerar que en los 20 años del masismo la cantidad de productos exportados se redujo ostensiblemente de 1675 que exportaba Bolivia el año 2005, último año de los “neoliberales”, a los 1264 productos mencionados, es decir, una reducción de 411 productos diferentes exportados. De todos los países de la región revisados Bolivia es el único caso que ha tenido una reducción tan pronunciada. En el caso de Ecuador los productos exportados se incrementaron en 1063 productos, mientras que en el caso de Perú se incrementaron en 677 en el periodo 2005 a 2022. Como se puede apreciar, el modelo fracasado no le dio ninguna atención al sector exportador, peor aún, fue ahogando peligrosamente la economía nacional. Esta es una parte del drama.
En segundo lugar, deben considerarse los valores de toda esa gama decreciente de productos exportados. Partiendo del total de las exportaciones para 2022 por 13,670.6 millones de dólares y un total de 1264 productos exportados, si tomamos los primeros 100 productos exportados con mayor valor, veremos que estos absorben el 99% de los ingresos por exportaciones, de modo que los restantes 1164 productos reciben en total 136 millones de dólares con un promedio de 116000 dólares cada uno. Es decir, se trata de una amplia gama de productos, pero que se hallan en sus primeras fases o etapas de exportación, de modo que la generación de ingresos provenientes de todos esos productos es muy reducida. Basta con decir que las remesas que envían al país los bolivianos radicados en el exterior, que alcanzaron a 1493 millones de dólares el año 2022, equivalen a más de 10 veces el total de ingresos generados por ese 93% de nuestras exportaciones.
Es interesante preguntarse a qué se debió que Ecuador logró incrementar en 1063 productos su canasta de bienes exportados entre 2005 y 2022. Aquí la palabra clave se llama dolarización. El año 2000 durante el gobierno de Jamil Mahuad se estableció el dólar como moneda oficial de circulación interna en el Ecuador. Para que la cantidad total de circulante monetario se mantenga en niveles adecuados y correspondientes con la evolución de la economía se requería centrar todos los esfuerzos en la atracción de dólares. Eso pasaba básicamente por desarrollar las exportaciones.
Dicho de otro modo, la dolarización se constituyó en una suerte de incentivo e incluso de obligación para la sociedad y la economía ecuatorianas de asegurarse la cantidad adecuada de dólares que le permita a la economía funcionar establemente. En lugar de depender de un Banco Central y sus manipulaciones para la gestión monetaria, en una economía dolarizada esa tarea pasa a depender ampliamente del sector privado que debe encargarse de proveer las cantidades necesarias y suficientes de divisas para el adecuado funcionamiento de la economía.
El caso de Bolivia es el opuesto. En Bolivia hubo una lluvia de dólares que duró una década, por la que los nuevos administradores del Estado – el masismo– pensaron que así nomás era, por lo que se desentendieron de la obligación de asegurar una provisión adecuada de divisas y, por tanto, de promover todas las formas de obtención de divisas, en especial la promoción de exportaciones, la atracción de capitales externos, etc.
No saber que las divisas son el elixir de la vida económica nacional, que Bolivia depende en grado extremo de las divisas, aún más que de la exportación de materias primas, y que todo ello ocurre debido a que la matriz productiva nacional se asemeja a un queso suizo repleto de huecos y vacíos debido a su escasa diversificación productiva, a la pobreza de intercambios intersectoriales y a la insuficiencia de encadenamientos intersectoriales, muestra las improvisadas manos en las que cayó el país.
En este marco, es indispensable destacar que como consecuencia de todos esos vacíos e incomprensiones tampoco se podía entender el papel estructural que desempeñan las exportaciones y las importaciones en la economía boliviana. No haber comprendido todos estos elementos equivale a haber perdido ya la mitad o más de cualquier partido.
En el caso de las exportaciones, como ya hemos señalado, no sólo se las ignoró, sino que además el masismo les hizo la guerra, siendo que se trata del medio básico o esencial para obtener las divisas necesarias, indispensables para poder importar lo que sea requerido.
En el caso de las importaciones éstas permiten que el país viva descoyuntado, es decir, sin tener que entrelazarse ni intercambiarse internamente, pues cada quien se ocupa de resolver su asunto, esto es, de importar lo que le falta, sea legalmente o por la vía del contrabando, con lo cual se desentiende de la matriz productiva interna, siempre llena de huecos y vacíos, pero también se desentiende de la construcción de un futuro más autónomo, independiente y sostenible, situación que mantiene una gran presión sobre los requerimientos de divisas. Me imagino que sobre los "ajustes estructurales" que exigen estas distorsiones no se habló recientemente en Harvard, sino sobre ajustes estructurales de orden macroeconómico y neoliberal que incluyen recortes, despidos y austeridad, dejando las estructuras históricamente devenidas sin afectar.
Nadie sabe ni puede saber todo, pero por eso la humanidad inventó una amplia gama de recursos que van desde la matriz insumo-producto, un instrumento precioso para articular políticas públicas con gran precisión, pasando por el diálogo, la cooperación y la coordinación hasta formas de construir consensos beneficiosos para el conjunto de la sociedad, instrumentos todos que no fueron utilizados por el masismo, no solamente por ignorar aspectos capitales de nuestra economía, sino por despreciar todos esos medios y no haberse interesado nunca en descubrir todo lo que ignora. La ideología reemplazó al conocimiento de la realidad y a un espíritu abierto a toda clase de consultas e intercambios, también con esos sus enemigos a los que tildan de “derechistas”.
El fracaso fue inevitable desde el día uno, situación que al principio pasó desapercibida por la bonanza derivada de la “lluvia de maná”, esa corriente inaudita de dólares caída durante una década, pero pasada esa etapa el modelo quedó al desnudo mostrando todas sus impudicias.
Sintetizando estos datos podemos decir que el masismo no solo ignoraba la amplia dependencia de la matriz productiva nacional de las divisas, sino que tampoco desarrolló una política de provisión de divisas y encima de ello castigó duramente al sector exportador al prohibir algunas exportaciones, no apoyar el desarrollo del sector exportador en su conjunto y, como si todo ello fuera poco, contribuyó a reducir significativamente la cantidad de productos exportados.
Por otra parte, al no haber entendido que las importaciones no solo son requeridas para complementar determinados requerimientos productivos o demandas de consumo, sino que en nuestro país son medios indispensables para superar profundos baches y obstáculos estructurales que se hallan en la médula de nuestro atraso y subdesarrollo, el masismo terminó por sepultar el modelo, el “proceso de cambio”, el mismo masismo y el país.
Mayor certificado de fracaso histórico, imposible, entregado puntualmente en el segundo centenario de nuestra "independencia", pero aún no hay quien lo reciba. Nos lo ganamos con creces. “Las cosas están mal, pero todavía estamos a tiempo para que se pongan peor”, solía decir Coco Manto, socarronamente, para graficar nuestro fracaso.