Da la impresión que las luchas a nivel global se desentienden de las luchas a nivel local. Según el #IPCC, las bioenergías son bienvenidas, entre ellas el etanol.
En los artículos que se presentan a continuación se puede palpar de modo muy directo el grado de desesperación que cunde en los ámbitos científicos y técnicos entre quienes se hallan en la lucha contra el calentamiento global. Mientras Jean Jouzel nos dice que ya nos quedan sólo 3 años para frenar el descalabro climático global, el IPCC no se hace mayor cuestión en recomendar bioenergías o agrocombustibles, entre ellos el etanol, a fin de reducir el impacto de los combustibles fósiles, trasladando con ello un montón de problemas a los ámbitos nacionales y locales. 
En pocas palabras, nos están diciendo que se comprometan en los planos local y nacional, qué hagan algo más efectivo, y si quieren que el impacto neto sea mayor, que controlen a los usuarios de la tierra. Una suerte de swap entre reducción de emisiones de CO2 por luchas sociales y defensa de la ecología. Una forma muy malhumorada de pedir favores, pero ante la gravedad extrema de la crisis climática que asola el planeta, no hay duda que tienen razón los señores del IPCC. Hay que actuar en todos los planos y con todos los medios a nuestro alcance, nos guste o no.
Espero que esta colección de notas de las últimas semanas sean de provecho para asumir posiciones en relación al CALENTAMIENTO GLOBAL, la peor amenaza de todos los tiempos, seguramente comparable a una iinvasión de extraterrestres.
Carlos Rodrigo Zapata C.
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IPCC, premios y nuevos combustibles:
ETANOL, ¿UN SALVAVIDAS PARA EL CALENTAMIENTO GLOBAL?
Carlos Rodrigo Zapata C.
Tres eventos de diverso calibre han coincidido en relación con el etanol: el informe de la IPCC, los premios entregados en Brasil a 
bolivianos vinculados con la cadena del etanol y ahora el lanzamiento 
del primer combustible con contenido de etanol en Bolivia. Si es una 
buena o una mala noticia, dependerá de varios factores. Pero vamos 
desbrozando el camino, menos bulto más claridad. 
El informe 
especial 2018 del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el 
Cambio Climático) nos ha puesto en nuestro lugar a nivel planetario. El 
principal mensaje: superar un incremento de la temperatura global de 1,5
 grad Cent. puede desatar una diversidad de mecanismos que aceleren 
rápidamente el calentamiento global, situación que podría volverse 
completamente incontrolable. En pocas palabras: los científicos del IPCC
 están intentando ponerle una cuña al calentamiento global, por ello 
tocan alarma con visos de angustia y desesperación y convocan al mundo a
 movilizarse porque el tiempo se agota y los peligros que acechan son 
devastadores.
La particularidad del informe del IPCC en relación 
al etanol es que algunos de los principales escenarios que maneja el 
organismo encargado de guiar las políticas necesarias para controlar o 
mitigar el calentamiento global requieren del etanol o, de modo más 
general, de una gama de bioenergías/ biocombustibles, entre las que se 
encuentra explícitamente el etanol. Esta parece una medida torpe y 
apresurada, en vista a los impactos ambientales señalados por diversas 
organizaciones y ONGs ambientales que hacen un seguimiento minucioso de 
este tema. 
La pregunta del millón es, ¿por qué el IPCC se ha 
aventurado a sugerir y proponer las bioenergías como una de las fuentes 
que ayuden a reducir el CO2 de la atmósfera? Por lo visto, el IPCC ha 
llegado al convencimiento que el tiempo apremia de tal modo que es 
indispensable recurrir a todas las fuentes que permitan reducir la 
contaminación atmosférica por lo que resulta menos problemático usar 
suelos para la producción de las materias primas necesarias para 
producir las bioenergías que desaprovechar esa oportunidad para combatir
 el calentamiento global.
Dicho de otro modo: bioenergías sí, 
porque el tiempo apremia y es más fácil controlar el uso de la tierra 
que reducir CO2. En otras palabras: el IPCC le tira una parte del fardo 
al sector agrícola, sin preguntarse por innumerables asuntos, como ser 
la situación de los suelos en el mundo, los grados de concentración de 
la propiedad, los paquetes tecnológicos que acompañan a su uso, etc. El 
supuesto del que parte el IPCC que los suelo deben manejarse 
adecuadamente, puede interpretarse como ligero, en vista a la tasa de 
deforestación actual, los procesos de degradación del suelo, la 
desertificación, la salinización de suelos, etc. que se viene 
registrando a escala mundial. En este marco, trasladar a los suelos una 
nueva carga resulta apresurado y problemático. 
El IPCC ha 
previsto un nuevo informe especial para el 2020 en que tratará 
justamente todos estos aspectos relacionados con el uso de la tierra, 
años después de dar su venia o visto bueno a los biocombustibles.
El argumento que el tiempo apremia, por lo que vale todo y no podemos 
darnos lujos como para considerar y tomar en cuenta todos los aspectos y
 detalles relacionados con esa carga adicional con la suficiente 
anticipación, puede permitir justificar casi todo, así como otras 
intervenciones problemáticas a futuro.
A partir de estas 
observaciones iniciales, surgen dos conclusiones generales: la primera 
es que el argumento del apremio del tiempo puede llevarnos a trastocar 
muchos procesos, incluso antes que el propio calentamiento haga 
estragos. Aquí la cuestión no es oponerse a implementar todas las 
medidas que puedan ser indispensables para salvar al planeta de la 
catástrofe que nos acecha. La segunda, es que debe construirse una 
estructura institucional mucho más amplia y previsora de los posibles 
impactos de medidas que pueden traer consigo diversos problemas 
adicionales o profundizar los existentes a consecuencia de 
intervenciones antrópicas. 
Aquí me permito recordar la iniciativa 
lanzada en Alemania para la creación de una Cámara del Futuro 
(“Zukunftskammer”, en alemán), consistente en una instancia de 
cogobierno parlamentario que se encargue de revisar y aprobar la 
sostenibilidad de los procesos de inversión e intervención, siempre en 
la perspectiva de controlar su viabilidad. Instancias de este tipo, 
pueden coadyuvar en todo el planeta a evitar que todo el peso de las 
decisiones caiga en el IPCC, a identificar posibles impactos y a 
establecer reglas de juego, a fin de evitar las famosas ganancias 
extraordinarias de pescadores en ríos revueltos. 
De cualquier 
modo, es indispensable estudiar este tipo de medidas y anticipar 
respuestas colectivas mucho más integrales, que incluyan los cambios y 
ajustes que sean requeridos en cada caso, a fin de evitar resultados de 
juego de suma cero, en los que se llegue al extremo de mitigar o reducir
 un problema en un lado y crear otros en otra forma en otro lado.
El tema es que la presentación del informe especial del IPCC ha 
coincidido con sendos reconocimientos que han recibido un científico, un
 empresario y un ministro bolivianos en el Brasil por el gremio que se 
ocupa de la producción de etanol en ese país. Los galardones se deben a 
los aportes que cada uno de ellos ha efectuado para desarrollar la 
cadena de valor del etanol en Bolivia. 
La noticia que la pasada 
semana se ha iniciado el expendio de este combustible, cierra este 
círculo de noticias. Ya se habla de millones de litros que se expenderán
 cada año, lo que tendrá múltiples beneficios, entre los que se destaca 
un menor impacto ambiental, reducción de subvenciones a los combustibles
 y, por cierto, grandes beneficios para el agro, en particular para los grandes terratenientes. Se habla menos o nada de los impactos adversos 
sobre los suelos, la biodiversidad y los insumos químicos que 
crecientemente se emplean de modo completamente descontrolado en nuestro
 país.
Bolivia no tiene “suelos argentinos” por su calidad y 
extensión, excepto en una porción muy ínfima de todo su territorio. Al 
presente, se está habilitando tierras de muy baja aptitud para 
agricultura, lo cual dejará suelos inermes incluso para el mantenimiento
 de la cobertura vegetal actual, en pocos años. Esos suelos se están 
usando actualmente en gran medida para producir forrajes y ahora también
 se destinarán para biocombustibles, es decir, no para producir 
alimentos para los seres humanos. Esos escasos suelos constituyen el 
capital agrícola nacional que se está usando de manera poco conveniente 
para la propia soberanía y seguridad alimentaria nacional. 
El 
resultado final es que a cuenta de luchar contra el calentamiento global
 se está dando rienda suelta a la producción de biocombustibles, sin que
 se haya diseñado estrategias adecuadas para cuidar los suelos y 
bosques, sin tomar suficientemente en cuenta el estado actual de la 
agricultura y la producción pecuaria, sin considerar las estructuras de 
poder en el campo.
Da la impresión que el IPCC está actuando con 
un cierto voluntarismo, no suficientemente bien ordenado y encaminado, 
situación que puede traer nuevos conflictos y consecuencias, aún antes 
que el propio calentamiento nos traiga sus peores noticias si no 
logramos reaccionar a tiempo y actuar de modo concertado y eficazmente. 
Un ejemplo de que medidas apresuradas pueden generar graves contrastes,
 puede advertirse en la posible evolución del mercado de hidrocarburos, 
que estima precios muy altos en los próximos tiempos, ello debido, entre
 otros factores, a que los consorcios petroleros habrían reducido sus 
ritmos de exploración petrolera debido justamente al impulso que están 
recibiendo las energías limpias, aunque sin tener precisión sobre el 
plazo o periodo en que estas energías estarán en la capacidad de 
sustituir eficazmente a los hidrocarburos. Si esos pronósticos se 
concretan, tendríamos de aquí a 2 años precios que bordeen los 150 
dólares por barril, una bomba de tiempo para todos los procesos de 
crecimiento, redistribución y control del calentamiento global.
Por ahora, los terratenientes festejan, sin que se haya tomado medidas 
adecuadas para velar por el uso sostenible de los recursos naturales 
renovables, pero frágiles y degradables.
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Quienes están interesados en conocer el informe especial 2018 del IPCC, pueden revisar el mismo en la siguiente dirección:
También pueden ver el contenido previsto para el informe
especial sobre el estado de los suelos y la agricultura para el 2020 en:
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"...
 HAY QUE CAMBIAR LA MANERA EN QUE NOS DESPLAZAMOS, LA FORMA EN QUE NOS 
CALENTAMOS, EL MODO EN QUE NOS ALIMENTAMOS…" Y POR TANTO EL MODO EN QUE 
HACEMOS PREVALECER LOS DERECHOS DE LA MADRE TIERRA.
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La crisis climática y el calentamiento global con consecuencias devastadoras e incontrolables ya se halla en nuestras narices, y aun no se percibe que los países se hubieran puesto a hacer su trabajo en serio.
La crisis climática y el calentamiento global con consecuencias devastadoras e incontrolables ya se halla en nuestras narices, y aun no se percibe que los países se hubieran puesto a hacer su trabajo en serio.
 Como dice Jean Jouzel, "los fenómenos que se observan 
actualmente (intensificación de las sequías, huracanes...) no son nada 
comparados con lo que nos espera en los próximos años". Al mismo tiempo 
anota que "el problema de la lucha contra el calentamiento es que 
siempre hay otras prioridades", y no solo eso, sino que "no es a un 
mundo sin carbono al que nos conduce de momento el capitalismo". 
 No duda en estrellarse contra los modelos económicos vigentes, y muy 
concretamente contra el modelo del comercio internacional: "las reglas 
de la OMC [Organización Mundial del Comercio] tienen como objetivo 
maximizar los intercambios, mientras que haría falta tender hacia una 
relocalización de las actividades".
 Si entendemos por 
relocalización tanto reducir la hiperconcentración de la producción 
destinada al intercambio que hoy se halla localizada en gran parte en 
unos pocos puntos del planeta (particularmente China, el nuevo "taller 
del mundo"), como también impulsar modelos más autárquicos, con mayor 
capacidad de autoabastecimiento local y que por tanto requieran menos 
costos de transporte, contribuiríamos en gran medida a frenar este 
proceso de destrucción de nuestras bases de vida.
 El tiempo 
apremia y la humanidad muestra una inmensa incapacidad para actuar de 
modo mucho más efectivo. La falta de una institucionalidad global con la
 capacidad de involucrarnos a todos en esta tarea de salvar el planeta 
queda más en evidencia día que pasa.
 La entrevista que se adjunta a continuación nos da una clara muestra de la emergencia en que nos encontramos todos.
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CAMBIO CLIMÁTICO : «NO NOS QUEDAN MÁS QUE TRES AÑOS PARA INVERTIR LA CURVA».
Entrevista a Jean Jouzel
Tomada de: SinPermiso
CAMBIO CLIMÁTICO : «NO NOS QUEDAN MÁS QUE TRES AÑOS PARA INVERTIR LA CURVA».
Entrevista a Jean Jouzel
Tomada de: SinPermiso
 10/11/2018 
 
El climatólogo Jean Jouzel recuerda la urgencia de luchar contra el 
cambio climático con ocasión de la publicación del informe del GIEC 
[Grupo Intergubernamental de Expertos sobre la Evolución del Clima, o 
IPCC, en inglés].
 Cuatro años después de su último informe, el 
GIEC publica una nueva valoración del calentamiento climático en curso. 
Jean Jouzel, que ha sido durante largo tiempo vicepresidente del grupo 
científico, hace sonar una vez más la alarma. Lo entrevista Sebastian 
Billard para el semanario L´Obs.
 El último informe del GIEC se preocupa por la situación cada vez más degradada del clima del planeta. ¿Una vez más? 
 Hace treinta años que los científicos alertan acerca del calentamiento 
del planeta y, sí, por desgracia, lo vieron correctamente. Hoy empezamos
 a percibir concretamente los primeros efectos de este fenómeno. No sólo
 todo resulta conforme a lo que se había previsto sino que, además, los 
fenómenos que se observan actualmente (intensificación de las sequías, 
huracanes...) no son nada comparados con lo que nos espera en los 
próximos años. 
¿Lo peor está, por tanto, por llegar? 
 Sí,
 en un tiempo no muy largo…Hay que tener bien claro que el cambio 
climático, de aquí en adelante, no concierne a las "generaciones 
futuras", sino verdaderamente a los jóvenes que han nacido ya. Para 
evitarles a estos jóvenes un clima en el cual les resultaría difícil 
vivir, estimo que no nos quedan más que tres años para invertir la curva
 de las emisiones de gases de invernadero. No tenemos derecho a 
quedarnos de brazos cruzados. Nuestras generaciones dan pruebas de un 
gran egoísmo. 
 ¿No está usted harto de hacer sonar – en vano – el timbre de alarma desde hace tantos años?
 En realidad, estaba bastante optimista tras la firma de los acuerdos de
 París. Tenía la impresión de que estaba a punto de ponerse en marcha un
 círculo virtuoso. Pero la retirada de los Estados Unidos ha sido un 
jarro de agua fría. Es difícil reclamar a todos los países un esfuerzo 
cuando el segundo país emisor abandona el barco.…
 Francia misma 
no adopta totalmente su papel en esta lucha. Emmanuel Macron se ha hecho
 cargo del acuerdo de París a escala internacional, lo cual está muy 
bien. Pero haría falta que fuera igualmente motor en este asunto a 
escala europea y que Francia fuese más allá de los discursos. 
 
Hay demasiados sectores en los que nuestro país no respeta siquiera los 
objetivos que se ha fijado, sin embargo, en la Ley de Transición 
Energética de 2016. Se aprueban textos formidables, pero no se respetan.
 El problema de la lucha contra el calentamiento es que siempre hay 
otras prioridades. 
 ¿Qué habría que hacer? 
 Con Pierre 
Larrouturou, militamos a favor de un pacto entre las finanzas y el 
clima. Durante la crisis financiera se puso un billón de euros sobre la 
mesa para salvar a los bancos a escala europea. Proponemos que se 
movilice ese mismo montante – es decir, el 2% del PIB europeo – para 
salvar el clima.
 Este pacto se financiaría mediante la creación 
de moneda y un impuesto a los beneficios de las empresas, y deberá 
permitir dividir por cuatro las emisiones de CO2 y crear empleos en los 
sectores de la transición ecológica. Las tecnologías, ahora mismo, 
existen. Hace falta sólo que los estados retomen el control.
 ¿Debe Francia dar ejemplo?
 Sólo a escala europea tiene sentido este combate: las emisiones 
francesas representan menos del 1,5% de las emisiones mundiales, 
mientras que Europa supone el 10% de esas emisiones mundiales. Nuestro 
continente debe mostrar el camino. Por otro lado, estoy convencido de 
que el país que tome el liderazgo de la transición ecológica será la 
verdadera potencia de mañana. Me encantaría que fuera Europa, que tanto 
carece de grandes proyectos. Pero si no se hace nada, me temo que será 
más bien China. 
 ¿No hay que revisar nuestro modo de desarrollo, 
como sugirió Nicolas Hulot, al anunciar su dimisión [Hulot, ministro 
para la Transición Ecológica del gobierno Macron renunció a fines de 
agosto ante la falta de avances en materia medioambiental]?
 
Nicolas Hulot tiene razón: hay que cambiar la manera en que nos 
desplazamos, la forma en que nos calentamos, el modo en que nos 
alimentamos…Es, de modo más general, el modelo en el que se basa el 
comercio mundial el que, a mi entender, representa el problema: las 
reglas de la OMC [Organización Mundial del Comercio] tienen como 
objetivo maximizar los intercambios, mientras que haría falta tender 
hacia una relocalización de las actividades. 
 No es a un mundo 
sin carbono al que nos conduce de momento el capitalismo. Y resulta 
todavía más problemático que no seamos todos iguales frente al cambio 
climático: los países más vulnerables a la elevación de las temperaturas
 son los países que están entre los más pobres. Y en los países 
desarrollados occidentales, las poblaciones más vulnerables son, 
asimismo, las más pobres.
 Jean Jouzel 
glaciólogo y climatólogo francés, especialista en cambio climático sobre la base de su análisis de la masa de hielo de la Antártida y Groenlandia, ha sido vicepresidente del GIEC desde 2002.
Fuente: del GIEC desde 2002. L´Obs, 8 de octubre de 2018 Traducción:
Lucas Antón
glaciólogo y climatólogo francés, especialista en cambio climático sobre la base de su análisis de la masa de hielo de la Antártida y Groenlandia, ha sido vicepresidente del GIEC desde 2002.
Fuente: del GIEC desde 2002. L´Obs, 8 de octubre de 2018 Traducción:
Lucas Antón
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ADVERTENCIA DE LA COMUNIDAD CIENTÍFICA MUNDIAL A LA HUMANIDAD: SEGUNDO AVISO 
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William J. Ripple, Christopher Wolf, Mauro Galetti, Thomas M Newsome, Mohammed Alamgir, Eileen Crist, Mahmoud I. Mahmoud, William F. Laurance y 15,364 co-signatarios de 184 países (la lista completa de co-signatarios puede consultarse en los materiales suplementarios.) https://academic.oup.com/bioscien…/article/…/12/1026/4605229
William J. Ripple, Christopher Wolf, Mauro Galetti, Thomas M Newsome, Mohammed Alamgir, Eileen Crist, Mahmoud I. Mahmoud, William F. Laurance y 15,364 co-signatarios de 184 países (la lista completa de co-signatarios puede consultarse en los materiales suplementarios.) https://academic.oup.com/bioscien…/article/…/12/1026/4605229
 Hace 25 años, la asociación norteamericana Union of  Concerned 
Scientists y más de 1500 científicos independientes, incluyendo la 
mayoría de los Premios Nobel en Ciencias que vivían entonces, 
escribieron “La Advertencia de los Científicos del Mundo a la 
Humanidad”, 1992 (ver material suplementario en la versión en Inglés). 
Estos profesionales preocupados, reclamaron a la humanidad que frenase 
la destrucción ambiental y avisaron de “sería necesario un gran cambio 
en nuestra forma de cuidar la Tierra y la vida sobre ella, si quería 
evitarse una enorme miseria humana...”. En su manifiesto, mostraban que 
los seres humanos estaban en rumbo de colisión con el mundo natural. 
Expresaron preocupación acerca de daños actuales, inminentes y 
potenciales sobre el planeta Tierra por: La destrucción de la capa de 
ozono, la disponibilidad de agua dulce, el colapso de la pesca marina, 
el incremento de zonas muertas en los océanos, la pérdida de masa 
forestal, la destrucción de biodiversidad, el cambio climático y el 
crecimiento continuado de la población. Proclamaron que cambios 
fundamentales eran urgentes y necesarios para evitar las consecuencias 
que nuestro actual rumbo podrían acarrearnos.
 Los autores de la 
declaración de 1992 temían que la humanidad estaba empujando a los 
ecosistemas de la Tierra más allá de su capacidad de soportar la red de 
la vida. Describieron cuán rápido nos estábamos aproximando a muchos de 
los límites de lo que el planeta puede tolerar sin daños serios e 
irreversibles. Los científicos alegaron que deberíamos estabilizar la 
población, describiendo como la enorme cifra - que ha crecido en 2000 
millones desde 1992, un incremento del 35% - ejerce una presión sobre la
 Tierra que puede aplastar otros esfuerzos para conseguir un futuro 
sostenible (Crist et al. 2017). Imploraron que redujéramos las emisiones
 de gases efecto invernadero (en adelante, GEI) y eliminásemos los 
combustibles fósiles, redujéramos la deforestación y revirtiéramos la 
tendencia de extinción de la biodiversidad.
 En el 25º aniversario
 de su llamada de atención, miramos hacia atrás a su alarma y evaluamos 
la respuesta humana, analizando la evolución en el tiempo de los 
indicadores disponibles. Desde 1992, con la excepción de que se ha 
estabilizado la capa de ozono, la humanidad ha fracasado en hacer 
suficientes progresos para resolver esos retos ambientales previstos y, 
de manera muy alarmante, en la mayoría de ellos, estamos mucho peor que 
entonces (figura 1, tabla suplementaria S1). 
 Especialmente 
preocupante es la trayectoria actual del catastrófico cambio climático 
de origen humano debido a las crecientes emisiones de GEI procedentes de
 la quema de combustibles fósiles (Hansen et al. 2013), la deforestación
 (Keenan et al. 2015) y la producción agrícola - principalmente por la 
ganadería de rumiantes y el consumo de carne (Ripple
8 et al. 2014). Además, hemos desatado un evento de extinción masiva de especies, la sexta en unos 540 millones de años, mediante la cual muchos de las actuales formas de vida podrían ser aniquiladas o, como poco, comprometidas a la extinción hacia el final de este siglo.
8 et al. 2014). Además, hemos desatado un evento de extinción masiva de especies, la sexta en unos 540 millones de años, mediante la cual muchos de las actuales formas de vida podrían ser aniquiladas o, como poco, comprometidas a la extinción hacia el final de este siglo.
Por la
 presente, damos un Segundo Aviso a la Humanidad, ilustrado por la 
alarmante tendencia de variables mostradas en la figura 1. Estamos 
poniendo en peligro nuestro futuro por nuestro desproporcionado consumo 
material y por no darnos cuenta de que el alocado crecimiento de la 
población mundial es el principal impulsor detrás de la mayoría de 
amenazas ecológicas e, incluso, societales (Crist et al. 2017). Con su 
fracaso en limitar adecuadamente el crecimiento de la población, en 
reevaluar el papel de una economía enraizada en el crecimiento 
permanente, en reducir la emisión de GEI, en incentivar la energía 
renovable, en proteger el hábitat, en restaurar los ecosistemas, en 
parar la extinción de fauna, en frenar las especies invasivas, la 
humanidad no está tomando los pasos urgentes que necesitamos para 
salvaguardar nuestra muy amenazada biosfera.
 Puesto que la 
mayoría de líderes políticos responde a la presión, los científicos, los
 medios de comunicación y los ciudadanos deben insistir en que sus 
gobiernos pasen a la acción inmediata, como un imperativo moral hacia 
las actuales y futuras generaciones, humanas y de otras formas de vida. 
Con una marejada de esfuerzos desde organizaciones surgidas desde el 
pueblo, la obstinada oposición puede ser superada y los líderes 
políticos se verán obligados a hacer lo correcto. Es también el momento 
de re-examinar y modificar nuestros comportamientos individuales, 
incluyendo nuestra propia reproducción (idealmente, al nivel de 
reemplazo, 2 hijos por mujer, como máximo) y reducir drásticamente 
nuestro nivel de consumo per-cápita de combustibles fósiles, carne y 
otros recursos.
 La rápida reducción mundial de las sustancias que
 destruían la capa de ozono nos muestra que podemos hacer cambios 
positivos cuando actuamos de manera decidida. También hemos hecho 
avances importantes para reducir la pobreza extrema y el hambre (www.worldbank.org).
 Otros progresos notables (no incluidos en la figura 1) incluyen: rápida
 reducción de las tasas de fertilidad en muchas regiones mediante 
políticas educativas entre mujeres y jóvenes (www.un.org/esa/population),
 la prometedora reducción de la tasa de deforestación en algunas 
regiones y el rápido despliegue de energías renovables. Hemos aprendido 
mucho desde 1992, pero el progreso de los cambios necesarios y urgentes 
en políticas ambientales, comportamiento humano y reducción de las 
inequidades globales está, todavía, lejos de ser suficiente.
Las transiciones hacia la sostenibilidad se pueden producir de diferentes maneras, pero todas requieren presión de la sociedad civil y argumentaciones basadas en evidencias, liderazgo político, políticas adecuadas, mercados y otras consideraciones.
Las transiciones hacia la sostenibilidad se pueden producir de diferentes maneras, pero todas requieren presión de la sociedad civil y argumentaciones basadas en evidencias, liderazgo político, políticas adecuadas, mercados y otras consideraciones.
 Ejemplos de acciones
 diferentes y efectivas que la humanidad puede tomar para la transición a
 la sostenibilidad incluyen (sin presumir orden de importancia o 
urgencia):
  Priorizando a la promulgación de grandes reservas 
protegidas de una proporción significativa de los hábitats terrestres, 
marinos, de agua dulce y aéreos de todo el mundo;
 Mantenimiento de los servicios ecosistémicos de la naturaleza parando la conversión de selvas, bosques, pastizales y otros hábitats naturales;
 Restaurar comunidades con plantas autóctonas a gran escala, principalmente, bosques;
 Devolver a la naturaleza salvaje zonas con especies nativas, especialmente con depredadores ápice, para recuperar procesos y dinámicas ecológicos;
 Implementar políticas adecuadas para remediar la extinción de especies animales, la caza furtiva y la explotación y comercio de especies amenazadas;
 Reducir el desperdicio de alimentos mediante educación y mejores infraestructuras;
 Promover un cambio hacia dietas más vegetales y menos animales;
 Promover la reducción adicional de los índices de fertilidad procurando que mujeres y hombres tengan acceso a la educación reproductiva y a los servicios voluntarios de planificación familiar, especialmente, en lugares donde falten tales recursos;
 Aumentar la educación ambiental para niños y fomentar un mayor aprecio por la naturaleza por parte de la sociedad.
 Desinvertir en inversiones monetarias e invertir en iniciativas que promuevan cambio ambiental
 Idear y promover tecnologías no contaminantes y adoptar masivamente energías renovables y, simultéaneamente, eliminar subvenciones a la producción de energía con combustibles fósiles.
 Revisar nuestra economía para reducir desigualdades y asegurarse que precios, impuestos y sistemas de incentivos tengan en cuenta los costes reales que nuestro patrón de consumo imponen en nuestro medio ambiente; y
 Evaluar de manera científica el tamaño de población humana sostenible a largo plazo y pedir a las naciones y a sus líderes que apoyen ese objetivo vital.
 Mantenimiento de los servicios ecosistémicos de la naturaleza parando la conversión de selvas, bosques, pastizales y otros hábitats naturales;
 Restaurar comunidades con plantas autóctonas a gran escala, principalmente, bosques;
 Devolver a la naturaleza salvaje zonas con especies nativas, especialmente con depredadores ápice, para recuperar procesos y dinámicas ecológicos;
 Implementar políticas adecuadas para remediar la extinción de especies animales, la caza furtiva y la explotación y comercio de especies amenazadas;
 Reducir el desperdicio de alimentos mediante educación y mejores infraestructuras;
 Promover un cambio hacia dietas más vegetales y menos animales;
 Promover la reducción adicional de los índices de fertilidad procurando que mujeres y hombres tengan acceso a la educación reproductiva y a los servicios voluntarios de planificación familiar, especialmente, en lugares donde falten tales recursos;
 Aumentar la educación ambiental para niños y fomentar un mayor aprecio por la naturaleza por parte de la sociedad.
 Desinvertir en inversiones monetarias e invertir en iniciativas que promuevan cambio ambiental
 Idear y promover tecnologías no contaminantes y adoptar masivamente energías renovables y, simultéaneamente, eliminar subvenciones a la producción de energía con combustibles fósiles.
 Revisar nuestra economía para reducir desigualdades y asegurarse que precios, impuestos y sistemas de incentivos tengan en cuenta los costes reales que nuestro patrón de consumo imponen en nuestro medio ambiente; y
 Evaluar de manera científica el tamaño de población humana sostenible a largo plazo y pedir a las naciones y a sus líderes que apoyen ese objetivo vital.
 Para prevenir pérdidas catastróficas de biodiversidad y un deterioro 
generalizado de las condiciones de vida humana, la humanidad debe poner 
en práctica una forma de vida más sostenible ambientalmente que la 
actual (“business as usual”). 
 Esta receta ya fue bien articulada
 hace 25 años por los científicos del mundo, pero en la mayoría de los 
temas, no hemos escuchado su llamada de atención. Pronto será demasiado 
tarde para cambiar el rumbo de la actual trayectoria que nos lleva al 
fracaso y nos estamos quedando sin tiempo. 
 Debemos reconocer, en
 nuestras vidas diarias y en nuestras instituciones de gobierno, que la 
Tierra con toda su vida es nuestro único hogar.
 Link original: 
https://academic.oup.com/bioscience/article/67/12/1026/4605229?fbclid=IwAR3snDck0EqQ3HO3ml2WaRbw_e0Q1SRSldWviKdzdCuMTLqC6vG1RLEB0PA

