01 septiembre 2016
EL ESTILO SINDICALISTA DEL PRESIDENTE
Carlos Rodrigo Zapata C.
PARA MANTENER CAPTURADA LA ATENCIÓN DE LAS BASES, HAY QUE VIVIR EN EMERGENCIA PERMANENTE. Y QUÉ MEJOR PARA ELLO QUE DEVELAR A CADA PASO LOS ATAQUES INMINENTES O YA DESBARATADOS DE PODERES ADVERSOS DE TODA LAYA, SIN IMPORTAR SI SON DRAGONES DE FUEGO O MOLINOS DE VIENTO.
A lo largo de una década en el ejercicio del poder, el Presidente no ha podido abandonar su estilo sindicalista, tampoco el tipo de argumentación que emplea en dichos círculos, aparentemente imprescindible, para lograr su apoyo y cerrar filas en torno a su liderato. Por ello no trepida en sus intervenciones en tocar los mismos temas y asuntos, como si se tratara de secuencias que no deben alterarse ni saltarse, so pena de no conectar con las bases y canalizar sus convicciones.
A raíz de los trágicos sucesos acaecidos en nuestro país en los últimos días, que incluyen el linchamiento del Viceministro Rodolfo Illanes y la muerte de 4 cooperativistas mineros, a cuyos familiares y personas cercanas les expreso mis más sentidas condolencias, el Presidente ha preferido no perder de vista a sus adversarios jurados, y ha hablado de “intento de golpe de estado”, con gran naturalidad, como si su gobierno enfrentara estas emergencias de Estado rutinariamente, una veces promovidas por los enemigos internos, otras por los externos, pero por lo general, por ambos.
Este tipo de discurso tiene dos problemas que podemos calificar de muy preocupantes. Por un lado, resultan poco creíbles, ya que por lo general son emitidos al calor de la circunstancia que se vivencia en cada caso, y no se presentan más evidencias que la propia opinión del jefe de estado. El segundo problema es la oportunidad perdida para reflexionar sobre incontables asuntos, problemas y desafíos que enfrenta la sociedad y el estado bolivianos.
Seguro que en lugar de hablar de “intento de golpe de estado” en el caso actual, por ejemplo, habría sido oportuno hacer un gran mea culpa del gobierno por haber alentado comportamientos tan deleznables, ruines y finalmente criminales, provenientes nada menos que de la misma cúpula dirigencial de los cooperativistas mineros.
Dicha ocasión también podría haber sido oportuna para plantear al país una política minera que no consista simplemente en chauchitar los cuatros yacimientos que actualmente tenemos descubiertos o en desarrollo, sino presentar planteamientos concretos para explorar y habilitar otros yacimientos, lo que evitaría que miles de trabajadores mineros tengan que andar “rogándose” ante los intocables socios de las cooperativas mineras para acceder a un mísero puesto de trabajo o una ocasión para ganarse el sustento en los socavones de angustia.
Más aún, el Presidente también podría haber llamado a la reflexión al aparato gubernamental encargado de este sector y comprometer sus siguientes pasos ante la opinión pública. Un acto de transparencia no despintaría ni decoloraría al Presidente, sino mostraría su voluntad de contar con el concurso de la ciudadanía y sus organizaciones en la tarea de controlar y fiscalizar la eficacia, la eficiencia y la idoneidad de la gestión de gobierno. Pero de todo ello nada de nada, como si se tratara de otro país o de otra atmósfera.
Es una gama amplia de temas y asuntos que se dejan sin tocar, como si la idea del “golpe de estado” no solo las suprimiera, sino las hiciera completamente innecesarias. Y si uno se pone a pensar en la cantidad de ocasiones y oportunidades que se han perdido, dilapidado o usado pobremente como para dar línea al país en los más diversos asuntos y al mismo tiempo, comprometer una gestión de gobierno más abierta, más atrevida en lo que se refiere al escrutinio público, para vincularse pedagógicamente con el pueblo, con la propia gestión y los objetivos de la misma, entonces uno tiene la impresión que nada de todo ello interesa, sino y sobretodo y ante todo, mostrar que el gobierno controla todo, incluso a sus adversarios internos y externos, y que es capaz de saber en cada momento cuáles son sus jugadas, cuáles son sus siguientes pasos….
Todo eso está muy bien, pero para una serie de TV, de agentes y espías, pero definitivamente es muy poco como metodología para conducir un país sediento de respuestas, de respuestas certeras, y harto de consignas, de tramas truculentas y de interminables novelones conspirativos.
En el tiempo de gobierno que le resta, ¿tendremos ocasión de ver al Presidente con la mira puesta en la crítica, la autocritica, la reflexión madura y la propuesta centrada en el porvenir del país? Todos los indicios de estos años dicen que no. Ojalá nos sorprenda y que no nos quede al cabo del tiempo un sabor amargo.