26 julio 2024

Fuentes y usos de divisas: MÚLTIPLES CAUSAS DE LA ESCASEZ DE DÓLARES

 

Carlos Rodrigo Zapata C. [*]

Cuando hablamos de escasez de dólares queremos destacar la insuficiencia de dólares disponibles en relación a los dólares requeridos. Ello puede deberse a que existen pocos dólares disponibles o a que los requerimientos son muy altos. Por lo que podremos apreciar, ambas condiciones se presentan de modo muy evidente en la economía boliviana, a más tardar desde inicios del 2023 y responden a muy diversos factores. Dicha situación tiende a agravarse cuando los usuarios perciben que la carencia de dólares es significativa y persistente, ya que ello puede detonar adquisiciones adicionales por motivos de previsión y reducción de pérdidas esperadas debido a un probable encarecimiento de la divisa.

Estas precisiones son indispensables para identificar factores críticos que Bolivia está sufriendo, producto de una mezcla explosiva de factores coyunturales y estructurales que anticipan que la problemática desatada será dura y profunda y requerirá verdaderas transformaciones en la gestión gubernamental y en la misma formación social boliviana.

Para comprender la magnitud de la problemática y la diversidad de factores que intervienen en su ocurrencia es indispensable pasar revista a los factores coyunturales y estructurales relacionados con la temática, así como a las causas y consecuencias derivadas del fracaso del modelo aplicado por los regímenes masistas, ya que de otro modo podríamos quedarnos con las versiones que maneja el régimen que señala insistentemente que son los puros afanes especuladores de la ciudadanía o el bloqueo de la ALP los que han desatado este desastre, incitados por gente mal intencionada.

En esta nota nos concentraremos únicamente en los factores coyunturales relacionados con la escasez de divisas y utilizaremos un balance amplio de fuentes y usos de divisas, ya que todas las partidas incluidas en dicho balance contribuyen en diversa medida a poner en evidencia la problemática actual y, de paso, a revelar múltiples deficiencias de nuestras propias prácticas.

En otras notas nos referiremos a los factores estructurales, así como a las causas y consecuencias del modelo aplicado por los regímenes masistas. Estos tres elementos –factores estructurales, insuficiencias del modelo y factores coyunturales– son cruciales para comprender en todo su alcance la tragedia que empieza a vivir el pueblo boliviano, producto del desconocimiento de su propia realidad y de la torpeza e intransigencia de los regímenes masistas.

FACTORES COYUNTURALES: BALANCE DE FUENTES Y USOS DE DIVISAS

Para analizar los factores coyunturales utilizaremos el BALANCE DE FUENTES Y USOS DE DIVISAS que incluye las partidas más frecuentes de fuentes y usos en el caso de la economía oficial.

El balance incluye las siguientes partidas:

Fuentes de divisas:

Ø Exportaciones de productos primarios: comprenden materias primas como minerales, productos agrícolas, y recursos naturales.

Ø Remesas: Dinero enviado por migrantes bolivianos que trabajan en el extranjero y lo envían a sus familias.

Ø Turismo: Ingresos generados por visitantes extranjeros que gastan dinero en hoteles, restaurantes, actividades turísticas, etc.

Ø Inversión extranjera directa (IED): Inversión realizada por empresas extranjeras en la economía del país, ya sea para establecer nuevas operaciones o adquirir empresas locales.

Ø Préstamos y ayuda financiera: Fondos proporcionados por organizaciones internacionales, gobiernos extranjeros u otras instituciones financieras para financiar proyectos de desarrollo, infraestructura, etc.

Ø Emisión de bonos y deuda: El gobierno puede emitir bonos o pedir préstamos a través de la emisión de deuda en los mercados internacionales.

Usos de divisas:

Ø Importaciones: Compra de bienes y servicios extranjeros que el país no produce o produce en cantidades insuficientes.

Ø Servicio de deuda externa: Pago de intereses y principal de la deuda externa contraída por el gobierno u otras entidades del país.

Ø Inversión en infraestructura y proyectos: Desarrollo de infraestructura física como carreteras, puentes, puertos, aeropuertos, equipos, maquinaria, etc.

Ø Gastos gubernamentales: Mantener una monstruosa burocracia estatal, financiar empresas estatales deficitarias, así como de programas sociales, educativos, de salud, subvenciones a hidrocarburos, alimentos, etc.

Ø Reservas internacionales: Mantenimiento de reservas de divisas para respaldar la moneda nacional y mantener la estabilidad financiera.

Ø Pagos de dividendos y regalías: Pagos a inversores extranjeros por ganancias generadas en el país, como dividendos de acciones o regalías por el uso de recursos naturales.

Ø Múltiples otros requerimientos relacionados con inversiones bolivianos en el exterior, mantenimiento de estudiantes, turismo de bolivianos en el exterior, etc.

A fin de evitar una insuficiencia de dólares en la economía es necesario que las fuentes puedan financiar o costear los usos requeridos. Eso significa, ministro Cusicanqui, que no basta con que haya un ridículo superávit en la balanza comercial para decir que ya vuelve la provisión de dólares. Hay diversas fuentes y también múltiples usos.

Lo que podemos advertir es que se han producido movimientos divergentes entre fuentes y usos, los que han contribuido a generar la escasez actual.

Comentemos brevemente los aspectos más destacados.

Todas las partidas incluidas en fuentes de las divisas han tenido un comportamiento adverso, exceptuando el caso de las remesas que bordean los 1500 millones de dólares en 2023 que han ido creciendo. En el caso de las exportaciones, que es la principal fuente de provisión de dólares, se tuvo entre el 2022 y 2023 la segunda mayor caída en la última década, de 13670 a los actuales 10911 millones de dólares, y arrojó un déficit comercial combinado para esos años de 2400 millones de dólares. La mayor caída fue de 4111 millones de dólares entre 2014 y 2015 cuando concluyó abruptamente el súper ciclo de los precios internacionales y dejó de llover maná. Pese a ello, hubo un superávit comercial combinado para esos años de 1440 millones de dólares. Por lo que se puede apreciar, ahora sí cambió drásticamente la dirección de los vientos. 

Por otro lado, el ritmo de crecimiento del endeudamiento externo (préstamos y emisión de bonos del Estado) ha disminuido, en parte por la negativa de los mercados internacionales a adquirir nuevos bonos de un país con calificaciones de riesgo cada vez más preocupantes, y en parte por haber agotado en gran medida la capacidad de endeudamiento del país. El endeudamiento interno ha continuado subiendo, principalmente porque se trata de una deuda denominada en bolivianos, la cual no cuenta con una amplia gama de instancias de control y fiscalización como si sucede en el caso de créditos denominados en dólares u otras divisas. La relación entre deuda pública total y PIB ya alcanza el 80%, situación inédita en la historia económica nacional.

Por su parte, la inversión extranjera directa (IED) está en los suelos. De acuerdo con últimos datos se tiene un saldo positivo para 2023 menor a los 30 millones de dólares, un monto ridículo, mucho más si tenemos en cuenta que la región latinoamericana ha recibido un monto neto de inversiones extranjeras que supera los 166000 millones en 2022 y 200000 millones de dólares en 2023. Generamos magros excedentes, los utilizamos pésimamente y no somos capaces de atraer recursos externos. Peor, imposible.

A diferencia del pasado, hoy en día la cooperación internacional se ha reducido notablemente, al punto que se financia sólo algunos proyectos puntuales por medio de agencias de cooperación y ONGs internacionales.

En suma, las fuentes de divisas muestran una caída notable en los últimos años, situación que se ha ido acentuando sin duda también debido a factores internacionales que muestran una caída en los precios de hidrocarburos y diversos otros productos de nuestra canasta exportadora que sigue presa como siempre de los productos tradicionales, minerales e hidrocarburos que siguen pesando 70% de nuestras exportaciones. Pese al surgimiento del modelo cruceño, seguimos dando vuelta a los mismos niveles porcentuales de hace más de medio siglo.

En relación a los usos de las divisas se observa una tendencia general al alza. Son el resultado de diversos crecimientos del consumo y los gastos, y de inflexibilidades que se han ido introduciendo y acumulando en las importaciones y en el endeudamiento externo. Dicho en breve: requerimos cada vez más importaciones para sostener el aparato productivo que no logra reducir su dependencia de productos importados de todo tipo.

Las importaciones cayeron de 11.870 a 11.496 millones de dólares entre 2022 y 2023, una reducción de 374 millones. Estas cifras de importación son las más altas de la historia comercial del país. Nótese la aberración de esta noticia: en medio de una situación de escasez creciente de dólares ocurre que los últimos dos años Bolivia ha importado más productos de todo tipo que nunca antes en toda su historia. Solo si consideramos que en los últimos 15 años el parque automotriz creció en 2 millones de unidades –¡2 millones!– podemos empezar a imaginarnos a dónde fueron a parar nuestras divisas y cuáles son las presiones sobre nuestra balanza comercial para mantener niveles similares en el futuro.

Al finalizar el súper ciclo de los precios internacionales de materias primas Bolivia importó el año 2014 la suma de 10674 millones de dólares y en 2015 la suma de 9843 millones, una caída de 831 millones, más del doble de la reducción actual. Para contrastar, es oportuno recordar que las importaciones del año 2004 alcanzaron a 1920 millones de dólares, la sexta parte de 2023. Los datos anteriores corroboran esa tendencia a acrecentar las inflexibilidades los valores importados, producto de una diversidad de rigideces e inflexibilidades que se han introducido en la economía con esa forma ligera, superficial, no responsable de usar las divisas. Entre dichas rigideces pueden mencionarse, por ejemplo, la demanda de combustibles y repuestos, la renovación del parque automotriz y otros.

Por su parte, el endeudamiento se ha convertido en una sangría cruel de divisas, ya que resta recursos significativos al país, mucho peor cuando se usan los escasos recursos propios en proyectos elefantiásicos, cuyos rendimientos son pobres o deficitarios. Es oportuno recordar que Arce como ministro y luego como presidente no se cansó de relativizar el peso del endeudamiento porque lo importante era en qué se invertían dichos recursos y no los montos. Esa afirmación presupone que siempre tuvo una varita mágica para saber qué proyectos serían particularmente rentables, desde la perspectiva que sea, privada, social, pública. El hecho es que ahora sabemos lo que tenía en mente: invertir en un proceso de industrialización que substituya las importaciones. Creer que incluso el know how, las destrezas, los valores, la ciencia y la cultura se pueden importar o que vienen junto con las maquinarias y equipos, todo “llave en mano”, muestra el tamaño de la torpeza del régimen en funciones.

El creciente gasto público incide también en toda esta trama, ya que los déficits en el balance de ingresos y gastos conducen inevitablemente a mayor endeudamiento, situación que impide un ahorro nacional y por tanto restringe la capacidad del país de poder financiar los proyectos requeridos con recursos propios y no tener que recurrir al financiamiento externo hasta para operaciones de corrupción. Todo indica que el Estado terminará licuando buena parte de su deuda interna vía inflación y recurriendo a los fondos de pensiones. Los acreedores del Estado boliviano se arrepentirán de haber confiado en el Estado y repetirán a coro lo que históricamente solía hacerse: financiarse con recursos del Estado y no financiar al Estado con recursos propios.

La salida de las empresas extranjeras del país, en muchos casos con demandas millonarias por indemnizaciones que representan graves pérdidas por el país, así como la repatriación de sus utilidades y capitales también han significado una caída de la disponibilidad interna de divisas en el país. Perder estos procesos tan irresponsablemente también tiene costos significativos para el conjunto de la sociedad. Un “proceso de cambio” que empeña el futuro es un gigantesco tiro por la culata.

En suma, la caída de las reservas internacionales netas (RIN) desde 15122 millones de dólares en 2014 a los magros 1790 millones de fines del 2023, de los cuales 160 millones de dólares son en dólares o eran, pues nadie sabe el estado actual de las RIN, muestra el grado y la medida en que todos estos usos alegres de divisas han erosionado nuestras disponibilidades. Antes, en la fase inicial del régimen masista, cuando llovió maná en forma de altísimos precios internacionales para prácticamente todos los productos de nuestra canasta exportadora, parecía fácil obtener divisas y desarrollar una actitud dispendiosa. Llegamos a importar alcohol –whisky, ron, vodka– por más de 300 millones de dólares en 2016 y hasta gomas de mascar también por millones. La factura ya llegó y el país está paralizado de susto, pues no se imaginó que podía volver a los tiempos de la hiperinflación y las devaluaciones sucesivas, situación que al presente no puede descartarse de ningún modo.

Los usos de las divisas muestran que crecieron los requerimientos de divisas, que no hubo ninguna política de precaución o moderación, sea vía impuestos al consumo suntuario, a los costos ambientales o por la simple precaución de cuidar esas divisas para las múltiples necesidades nacionales. Un componente abismalmente creciente de las importaciones son los combustibles subvencionados, situación que redujo ostensiblemente los recursos públicos para inversión y ocasionó una merma inmensa de las divisas disponibles que superaron los 10000 millones de dólares en los últimos 7 años. No puede olvidarse que los gravísimos conflictos que se desataron en Ecuador durante la gestión de Lasso tuvieron como trasfondo la decisión del gobierno de eliminar las subvenciones a los combustibles por 1400 millones de dólares. Podríamos decir que nos hallamos a las puertas de una convulsión social sin precedentes, debido a la imprudencia en la gestión pública.

Priorizar el día a día y no tomar en cuenta que Bolivia es una economía profundamente dependiente de dólares es una verdadera aberración. Posiblemente, de todas las dependencias que acumula Bolivia, la de los dólares para financiar su propia actividad interna sea la más grave y más ignorada por este régimen que hizo de la “bolivianización” una suerte de bandera sin entender la economía real del país.

También es oportuno hacer referencia a la política de industrialización por sustitución de importaciones y, específicamente, al uso de divisas para este fin, por tratarse de una política básicamente coyuntural con escasas oportunidades de alterar las estructuras existentes. Sin una auténtica inserción de dicha política en las diversas esferas de la sociedad, sin políticas de coordinación con gobiernos sub nacionales y sector privado, sin generar un clima adecuado de atracción de inversiones sostenibles también desde el punto de vista ambiental, en suma, sin una política de inclusión de la sociedad, no es imaginable ninguna industrialización por la vía de la sustitución de importaciones o por cualquier otra vía. Sin construir eslabonamientos múltiples con base interna no es posible desarrollar efectos multiplicadores en el conjunto de la sociedad.

Desde el punto de vista que nos interesa aquí, dicha política es intensiva en divisas, pero no tiene ninguna política adecuada de financiamiento de las mismas.

Podría decirse que es una política huérfana de todo lo que requeriría para hacerse provechosa, sostenible y capaz de generar excedentes de modo auténtico y no espurio (como usar prácticas monopólicas, subvenciones, prohibiciones, obstáculos, multiplicación de la informalidad, etc.).

Es decir, es una política sujeta a los vaivenes de la coyuntura, sin la capacidad de construir nuevas estructuras, tampoco de transformar las existentes, ni hacer todo eso de modo sostenible. Viene a ser una táctica más para ampliar el empleo clientelar, arrebatando a los privados la posibilidad de movilizar sus recursos para satisfacer diversas demandas. El Estado actual no tiene idea de lo que es un Estado proveedor de bienes y servicios púbicos y colectivos, y mucho menos de lo que es un Estado subsidiario. Sin un conocimiento mínimamente adecuado de lo que son las técnicas de gobernanza es imposible conducir un país a un mejor destino. Creer que en la ideología se pueden encontrar respuestas apropiadas a todas las ocurrencias es vivir extraviado.

Como se puede apreciar, todos los factores referidos muestran la creciente demanda de divisas provenientes de una matriz productiva escasamente diversificada y de una política contradictoria de empleo de las escasas divisas disponibles, lo que muestra que no se puede al mismo tiempo tener un abastecimiento interno estable, una política de subvenciones de muy amplio espectro y una política de industrialización por sustitución de importaciones con semejantes estrecheces.

Las incongruencias de las políticas públicas son tantas y tan evidentes que resulta una ofensa grosera al sentido común sostener que la escasez de divisas se debe a un supuesto afán de especulación por parte de los ciudadanos. Una explicación de esa naturaleza denota un profundo desconocimiento de las dinámicas económicas o un franco deseo de burlarse de la ciudadanía.

En conclusión, puede observarse que al contrastar las fuentes con los usos de divisas encontramos que éstas han sido usadas de modo dilapidador y dispendioso y que además han sido mal usadas, destinándolas a emprendimientos fantasiosos centradas en un “modelo” completamente ajeno a la realidad. A ello hay que agregar que tampoco se ha tenido una política consecuente de provisión suficiente de todas las divisas requeridas, situación que ha termina hundiendo y ahogando las perspectivas económicas del próximo futuro del país.

Debemos aún señalar que la falta de una práctica de comunicación y debate abierto ha impedido que la sociedad aprenda a reaccionar oportunamente frente a los desmanes que se estaban y están cometiendo. En esta tarea la oposición ha tenido una responsabilidad muy grande, ya que no ha servido de campana de alerta ni de instalación de esos debates indispensables. La falta de propuestas disruptivas o cuando menos oportunas no ha permitido que la sociedad se dé cuente que no tiene que vivir a expensas de los caprichos y ocurrencias de una partida de inexpertos a cargo del país. Los errores estructurales de la oposición deben ser puestos sobre el tapete nacional para aprender de esos errores, llamar la atención muy severamente a los responsables y señalar nuevos rumbos hacia el futuro. El desastre actual tiene muchos progenitores, pero unos padres primordiales: el masismo y su supina incompetencia.

 

[*] Carlos Rodrigo Zapata C. Es Economista, Especialista en Planificación Territorial, Diplomado en Sistemas de Información Geográfica, Percepción Remota y Sistemas de Posicionamiento Global, Catedrático de Desarrollo del Capitalismo. Analista político, social y ambiental.