19 noviembre 2015

DRAMAS Y DILEMAS DEL EXTRACTIVISMO


Carlos Rodrigo Zapata C.

Uno de los dilemas del extractivismo radica en la necesidad de tratar de conjugar y armonizar dos dinámicas que están completamente fuera de su alcance. Por un lado, debe ajustarse a los vaivenes y oscilaciones de los precios del mercado internacional y, por otro, debe hacerlo en base a una gama de diversos tipos de reservas (que van de las que se han podido certificar, hasta las menos probables) que pueden estar a disposición oportunamente o no. Es algo así como tratar de hallar la cuadratura del círculo todos los días, una misión que ni los prestidigitadores se atreven a asumir.




Y es perfectamente comprensible, pues cuando los precios suben, suele no haber capacidad productiva suficiente, y cuando la hay, los precios suelen caer estrepitosamente. Ello no sucede por casualidad o mera coincidencia, sino que responde a otra tercera dinámica oscilatoria, aunque bastante más previsible que las otras, pues todos los países extractivistas tienden a comportarse de igual modo, ya que por lo general logran ajustar sus aparatos extractivos casi al mismo tiempo, de modo que entre todos se encargan de liquidar la coyuntura favorable o darle el golpe de gracia, lo que favorece la caída cada vez más acelerada de precios. Basta ver a los países de la OPEP tratando de cuadrar sus ilusiones de poder eterno con magras cuotas de mercado.
No obstante, si los argumentos se acaban, si el país extractivista se durmió el sueño de los justos y no tomó previsiones a tiempo y de pronto no tiene suficientes reservas certificadas como para afrontar nuevos contratos de plazos más o menos extensos, entonces se suele recurrir a toda una gama nueva y distinta de argumentos, todo con tal de seguir en la jugada del extractivismo.

Si no son los “paquetazos”, “gasolinazos”, “nivelaciones de precios” (el último eufemismo del extractivismo) o como se quiera llamar a las súbitas correcciones de desbalances de precios políticamente justificados durante años, entonces se pone el ojo en las reservas existentes, pero de aquellas que logró acumular la economía en los años de bonanza, no importa si se trata de recursos públicos (presupuesto) o privados (estos últimos también llamados ahorros), de recursos pertenecientes al conjunto de la economía (reservas internacionales), de recursos asignados y aún no ejecutados (los miles de millones de recursos no ejecutados por todas las instancias de gobierno central y subnacional) e incluso de recursos que recién serán generados, aunque ya han sido legalmente asignados (como ser, los recursos provenientes del IDH).



En esta última variante para tratar de seguir haciendo potable el extractivismo, es donde entra la “Ley de Incentivo a las Inversiones Petroleras” que al presente viene siendo procesada en la AP. Lo que se pretende es muy simple: crear el “Fondo de Promoción a la Inversión en Exploración y Explotación Hidrocarburífera” para premiar a las corporaciones petroleras (se habla de "incentivar", al más puro estilo mercantilista) que se animen a invertir en exploración y explotación, y solo recibirían recursos de dicho fondo en caso que logren descubrir hidrocarburos. Así no suena mal, si no fuera que dicha medida representa una confiscación de recursos ya asignados y pre destinados a financiar los derechos más básicos de la población, como son salud, educación, desarrollo productivo.

Si el extractivismo no fuera tan aleatorio, seguramente podría recurrirse a bonos que pueden ser emitidos por el Banco Central o, mediante alguna garantía estatal de primera, podría ser ejecutada esta misma medida por algún otro banco. Pero no. Pese a la alta rentabilidad esperada en estas operaciones, no solo se evita dicha emisión de bonos o asumir alguna garantía, sino que además se recurre a fondos ya asignados para financiar necesidades básicas de la población.

Lo más curioso de todo ello, es que se intenta sacar adelante esta ley, en circunstancias en que se está obligando a pagar un segundo aguinaldo a favor de empleados públicos y trabajadores del sector privado (se excluye rigurosa y sistemáticamente a jubilados y rentistas), pese a que muchas empresas (especialmente micro y pequeñas empresas) señalan que no están en condiciones de hacerlo.

La única explicación a todo ello, es que sin "incentivos" a la fuerza de trabajo no puede haber extractivismo que valga, por lo que parece que es más importante resguardar este capital de apoyo político que cuidar la misma gallina de los huevos de oro que es el sector hidrocarburífero, fundamentalmente.


En suma, el extractivismo tiene sus vueltas y revueltas que son insoslayables, y no queda otra que seguirlo en todas sus cabriolas, si no se quiere perder el hilo. El problema es creer o pensar que así puede conducirse a toda una sociedad, a millones de seres humanos, obligándolos a sumarse a toda esa maraña de oscilaciones y variaciones imprevisibles, como si se tratara de gente de paso que no tiene ningún horizonte, ningún plan de vida, ninguna meta digna de realizarse más que.... seguir al extractivismo en todos sus azares y avatares cual Quijotes sin camino.

Una forma más estrambótica de aplazarse, difícil, muy difícil.

NOTA.- Los gráficos incluidos muestran las enormes oscilaciones de los precios de las materias primas a través del tiempo, circunstancia que marca e impacta las estructuras y el funcionamiento de la sociedad con improvisaciones y ajustes extremos, y muestra las enormes dificultades existentes para persguir objetivos y metas, y para ejecutar planes de mediano plazo.

Adjunto unos anexos para mayor comprensión de este incentivo a la producción: