22 diciembre 2013

TERM OF THE DAY: Economics



economics

The theories, principles, and models that deal with how the market process works. It attempts to explain how wealth is created and distributed in communities, how people allocate resources that are scarce and have many alternative uses, and other such matters that arise in dealing with human wants and their satisfaction.

Hoy me llegó este Término del Día. Me quedé estupefacto, como si de pronto me dijeran que me había estado ocupando de algo completamente contrario a lo que pretendía. Este mensaje me dice que “economics”, o sea, la economía, se refiere a las teorías, principios y modelos que se ocupan de cómo opera el proceso de mercado. ¿Quééé? 

¿O sea que no tiene que ver con satisfacción de necesidades humanas, con la  mejor forma de emplear e invertir los recursos, de distribuirlos entre los seres humanos, o por lo menos no de modo directo, sino mediado por el mercado? O dicho de otro modo: nos ocupamos de todo ello en tanto y en cuanto nos ocupemos primero del mercado. Eso no digamos que es lo absolutamente opuesto a lo que siempre he apuntado o he pretendido ocuparme, pero es casi lo absolutamente opuesto. Veamos por qué.

El mercado es un mecanismo o un modo de organizar las relaciones humanas dedicadas a la gestión de recursos, como hay otros, como ser el trueque, la cooperación voluntaria, la planificación más o menos centralizada o descentralizada. Que el mercado es un mecanismo interesante, lo es sin duda, pues nos anima a actuar coordinadamente sin coordinar nada de modo directo, sino mediante el sistema de precios, que se constituye en un poderoso sistema de información que nos permite una suerte de coordinación descentralizada sin un centro de mando expreso. Que si conocemos sus reglas de comportamiento, sus lógicas de actuación, la manera en que forma precios y emite señales, tendríamos un sistema de coordinación descentralizado de millones de decisiones simultáneas que le da a cualquier conjunto de acciones el mayor dinamismo imaginable, no cabe duda. 

El problema es que el mercado emite señales distorsionadas e incompletas, ya que sus precios no son formados libremente sino al influjo de los jugadores poderosos que se han establecido en los diversos mercados, y no es el precio el único indicador, el único elemento informativo que debe tomarse en cuenta a la hora de asumir una decisión de inversión, compra, venta, consumo, etc. Allí aparecen los contextos, los ambientes, los marcos reguladores, las políticas, hasta los climas de negocios, en fin una suma de elementos que no podemos dejar de considerar a la hora de actuar económicamente. El otro problema es que el mercado no se hace cargo de muchas cosas, como ser la provisión de bienes públicos, la protección del medio ambiente y el cumplimiento de derechos ciudadanos. Este conjunto de omisiones a las que induce el mercado basta y sobra como para descalificar al mercado como mecanismo organizador de las actividades humanas. 

El asunto es que todas estas infinitas y aparatosas disquisiciones nos –me- han apartado en medida muy significativa y peligrosa del asunto central del que nunca debimos apartarnos: de la satisfacción de necesidades humanas, y podríamos agregar, de la satisfacción de necesidades humanas de modo justo y sostenible.

Es muy posible que hoy tuviéramos mucho menos disquisiciones en torno al mercado y su funcionamiento, y muchas más respuestas a todos esos temas que hemos pretendido y aún pretendemos responder por la vía de los mercados. Ello me lleva directamente a un percepción casi inevitable: la preocupación en torno a mercados ha sido una forma de mantenernos alejados de los temas importantes, pues lo primero que requieres es comprender sus leyes de funcionamiento, cuando está requeteclaro desde la introducción a la economía que se parte de un modelo teórico inexistente en la realidad e imposible de plasmarlo, y que la realidad es diametralmente opuesta al modelo teórico, pues está plagada de poderes de mercado que al inicio y al final del día imponen su lógica y su poder. 

Los precios, como maravillosos instrumentos que te permitirán conducir las decisiones de inversión como una mano invisible, nunca cumplen su promesa, son un gran fraude, una gran mentira, una gran estafa. Por tanto, toda teoría basada en dichos precios termina siendo, más temprano que tarde, una gran burla, absolutamente insostenible como base o instrumento para conducir los recursos a su mejor empleo y de este modo satisfacer necesidades humanas y encima de ello velar por una distribución satisfactoria de los recursos. Nada de todo ello logra cumplir el mercado, simplemente porque los precios que son su instrumento de información y guía más preciado fracasan de cabo a rabo en la función o tarea que se le ha asignado: dar señales precisas para la toma eficiente de decisiones descentralizadas.

De modo que el mercado fracasa porque el precio como señal mágica fracasa, y el uno sin el otro es insostenible. El problema es que seguimos definiendo la economía en función de la operación de los mercados… estamos realmente mal. 

Carlos Rodrigo Zapata C., economista (?!)