25 diciembre 2009

No hay peor ciego que el que no quiere ver

Carlos Rodrigo Zapata C.

Es para no creer lo que dicen los periódicos: El PPB no se explica por qué el MAS logró amplia votación en Bolivia, mientras que uno de sus líderes “admitió que la oposición ‘no entiende qué pasó’ y por qué la clase media le ratificó su apoyo al MAS”.

¡Qué ceguera, qué estrechez mental! Ni siquiera los anuncios previos sirvieron para ver las cosas desde otra perspectiva: el referéndum revocatorio nos dio claramente la pauta de lo que piensa el país, pues en esa oportunidad Evo logró el 67,4% de los votos. Y ese resultado, casi idéntico al actual, ocurrió hace casi año y medio, tiempo en el cual la oposición no sólo empeoró y desmejoró ostensiblemente su imagen y su accionar, sino que demostró en los hechos una inmensa incapacidad para interpelar a un líder en la cresta de la ola y mucho menos a un vigoroso proceso en marcha.

¿Qué hechos muestran eso? Pues, sus intentos de asonada, de defender lo indefendible con asaltos, arrebatos y matanzas, su gran incapacidad de comprender que el país (re)quiere un cambio profundo, su falta de propuestas, de líderes alternativos, de reflexión sobre el país, de querer un país nuevo, con todos incluidos.

Posiblemente será necesario preguntar, ¿qué propuesta discutible tiene la oposición, qué programa de gobierno ha formulado, cómo espera que podría realizarla, qué sectores sociales podrían respaldar esas propuestas, con qué apoyos internos y externos cuenta? Pese a que acaba de concluir la contienda electoral, no creo que haya algún “político” opositor que pueda responder a estas preguntas, menos un ciudadano común, por informado que se sienta.

En cambio, si se les preguntara a los opositores, qué hace mal Evo y su gobierno, qué debería enmendar, qué futuro nos espera al cabo del largo Evo que tenemos por delante, obtendríamos una y mil respuestas que nos mostrarían diversas falencias que efectivamente puede registrarse y advertirse, pero también una cantidad no menor de especulaciones que sólo mostrarían, una vez más, la liviandad con que se ha tomado las cosas la oposición.

La pregunta, la tremenda pregunta es: ¿y por qué no reacciona el pueblo boliviano ante todas esas falencias e insuficiencias que es posible advertir y registrar, qué le hace actuar a un pueblo de esa manera, hasta qué punto le han lavado el cerebro para que siga votando a favor de quien le genera tantos problemas? La respuesta es aún más tenebrosa: porque quiere respuestas, porque se hartó de partidos y políticos inútiles hasta para plantear propuestas, porque todas las falencias e insuficiencias que se puedan registrar siguen siendo menores, ínfimas, en comparación a todas las falencias y estafas que le ha tocado vivir al pueblo por décadas, porque estamos gestando un movimiento muy propio, nacido de las entrañas del pueblo, porque estamos empezando a mirarnos de frente, a reconocernos, a saber quienes habíamos sido en este nuestro archipiélago de localismos, incapaces de reconocernos como herederos de unos mismos padres, héroes y luchadores, en fin, porque ahora estamos aprendiendo a caminar erguidos, como expresión de nuestro orgullo y respeto a nosotros mismos.

Sentirse súbitamente apartado del poder y marginado de este proceso de cambio en marcha, es triste, patéticamente triste, pues los dueños del país nunca se imaginaron ni se pusieron en ese escenario, de tan dueños que se sentían del mismo.

Ya vendrán los tiempos de reflexión, de contrición y de arrepentimiento, pero también de retorno a la realidad en aquellos casos que su patriotismo, su amor por el país, por su gente, su futuro, sean más grandes que todas sus frustraciones y orfandades. Estoy seguro que el corazón del pueblo es mucho más grande y noble que lo que hoy por hoy la oposición es capaz siquiera de imaginar.

El camino de retorno del hijo pródigo es aún largo, ojalá que lo encuentre y no quede extraviado en los senderos de su propia miopía y sus rencores.

(*) Economista, analista político