29 abril 2022

BOLIVIA: “PROCESO DE CAMBIO”, UN EUFEMISMO ‘ATRAPA TODO’ PARA LA TOMA DEL ESTADO Y EL PAÍS


Carlos Rodrigo Zapata C. (*)

Luego de años de andar escuchando la idea fuerza del “proceso de cambio” y de ver que nada cambia, aunque muchas cosas cambian, debemos decir que se trata de una expresión ‘atrapa todo’, una locución que busca captar todo sin precisar nada.

Si vemos la situación económica del país, está claro que Bolivia se está hundiendo a velocidad vertiginosa, porque la estructura económica heredada no sólo no cambia, sino que sus vacíos e insuficiencias, que sería largo enumerar, se han acentuado peligrosamente. El extractivismo ha llegado a todos los extremos más inimaginables, donde no se perdona la salud de la población, el medio ambiente, las áreas protegidas ni los saldos y restos del ausente Estado de derecho y del inexistente Estado de los bienes públicos. La explotación de oro en todos los ríos importantes del norte del país y la tala ilegal de madera son sus actividades favoritas. Lo mismo sucede con el narcotráfico que ha contado con el apoyo y fomento desde el Estado, tanto por acción como por omisión, siendo esta última posiblemente la más funesta y perniciosa, porque permite involucrar a funcionarios y responsables del aparato estatal sin que tengan que asumir un compromiso directo con el narcotráfico y sin que puedan ser contundentemente imputados, juzgados y sentenciados. A estos dos pilares -extractivismo y narcotráfico- se suman muchos otros e incluyen el contrabando, el avasallamiento de tierras, la proliferación de loteadores, la trata de personas y un largo etcétera. ¿“Proceso de cambio”? Sería bueno que alguna vez algún dirigente, militante o funcionario del MAS se atreva a señalar a qué se refieren con esa expresión y en qué grado o medida lograron alcanzar lo que pretendían.


En materia socio-cultural seguimos a la búsqueda de algún sentido. Muy al inicio de las gestiones masistas de nuestro Estado se habló de la “reserva moral”, dando a entender que tener el Estado nacional en manos de esta fuerza política sería una garantía de respeto y seriedad, ya que los diversos pueblos indígenas participantes en todo este proceso serían una suerte de garantía que las cosas discurrirían por los mejores rieles que cabe imaginar. Nada de eso hemos podido advertir en estos ya largos e interminables años de gestión y espera. La corrupción, el atropello, el completo deterioro de los saldos de justicia que aún podían percibirse, la manipulación, el engaño, la falacia y la impostura son los elementos más visibles de este “proceso de cambio”. La democracia ha sido sistemáticamente degradada a un rito que sólo se cumple para no aparecer como despotismo, autoritarismo, autocracia o la variedad de verticalismo que se quiera. Si nos referimos a los elementos que legitiman a todo proceso democrático, estos han sido barridos, eliminados de la atención púbica y mucho más de la práctica de los gobernantes, mejor digo, de los detentores del poder público. Diálogo, consenso, crítica y autocrítica, independencia de poderes, respeto al voto soberano, son prácticas que han sido archivadas y sepultadas. Nuevamente, ¿”proceso de cambio”? No se lo ve o no se lo entiende ni por asomo, excepto que se quiera decir que significa destrucción, liquidación de lo habido y todo ello sin reemplazo ni restitución por alguna forma de proceder que signifique una superación de lo habido.

Otros ámbitos en los que también se ha observado “cambios” están relacionados estrechamente con el aparato del Estado. El crecimiento del empleo público ha llegado a niveles jamás vistos. Se requiere prácticamente toda la recaudación de impuestos para sostener este nivel de empleo, dejando en manos de un funcionariado público muy poco experto la provisión de servicios públicos de muy cuestionable calidad.




El modelo aplicado en Bolivia se basa en unas ideas que están muy lejos de corresponder a una economía con las características de la nuestra. Pensar que el crecimiento económico puede alentarse por la vía del consumo y la demanda internas puede ser una buena idea para países con gran población y un nivel de desarrollo significativo de sus fuerzas productivas. Bolivia está muy lejos de esas condiciones, ya que nuestro aparato productivo es completamente dependiente de las importaciones que además requiere del sector informal proporcionalmente más grande del mundo, con más del 80% de la fuerza laboral “empleada” en dicho sector. Existe una relación íntima entre importaciones e informalidad. Es la manera en que los propietarios de los medios de producción del país pueden desentenderse de crear puestos de trabajo suficientes, por lo que los informales no tienen otra que vivir “a salto de mata” , inventándose constantemente nuevas formas de subsistencia. Sin las importaciones esa acrobacia sería imposible.

El resultado de todo lo señalado es que los déficits fiscales han crecido continuamente, la deuda pública interna y externa ya supera el 80% del PIB, las reservas internacionales caen y, en medio de todo este desmadre, los capitales negros provenientes de la depredación ambiental y del narcotráfico se van comprando Bolivia, porque éstas son las únicas fuentes de “inversión extranjera directa” realmente existentes y operantes en nuestro país.

Nuevamente, ¿dónde está el “proceso de cambio”, en qué consiste? ¿En todo lo señalado? ¿Ese es el “proceso de cambio” masista? ¿Liquidar todos los fundamentos que puedan hacer posible un desarrollo continuo, con inclusión social y sostenibilidad ambiental?

Lamentablemente eso es lo que hay y lo que se puede ver y anotar, no hay forma ni manera de extractar de lo acontecido en estos casi eternos 17 años de omnipresencia masista otro resultado. Incluso si valoráramos positivamente los nuevos contratos con las petroleras y para satisfacción de la hinchada masista los llamáramos nacionalización de los hidrocarburos, sin comillas, podemos advertir que todo eso se fundió en el camino y se lo llevo el viento y no nos dejó más que frustración, decepción y engaño. ¿Por qué? Porque mataron a la gallina de los huevos de oro y además dilapidaron la plata que más tardó en entrar que en salir, ya que no se logró transformar ningún rincón de nuestras vetustas y carcomidas estructuras socioeconómicas y productivas. De modo que la discusión, si los nuevos contratos significaron nacionalización o no, está fuera de lugar, no tiene ningún sentido ni relevancia a estas alturas. A nombre del “proceso de cambio” se despilfarró el mayor ingreso en divisas de toda nuestra historia.

El único resultado que puede advertirse es que los adherentes del masismo se apoderaron del aparato del Estado y lo manejan a su regalado antojo. Normas, leyes, procedimientos quedaron fuera de lugar, todo es “meterle nomás”, usando cada quien como mejor le cante el poder aplastante de su sello y su escritorio. Que el MAS se haya permitido decir en sus estatutos (oleados y sacramentados por el TSE) que sólo los militantes inscritos pueden ser funcionarios públicos, es uno de los pocos reconocimientos de la desfachatez y descaro con que manejan el aparato público que debe responder a todos los bolivianos, pero eso al masismo le vale un pepino.

En síntesis, el proceso de cambio -esta vez sin comillas- real y verdadero que podemos advertir es la destrucción de los pálidos fundamentos que tenía esta nación para construir su futuro, lo cuál es decir mucho y a la vez decir poco, ya que lo que se había logrado era realmente muy poco, pero para un país tan heterogéneo en todas sus esferas y dimensiones, tan poco apegado a normas y valores, tan irreverente con todo lo que no le calza, era una siembra respetable que podía haber fructificado en la construcción de una trama amplia de valores, guías y principios que nos permita encarar el futuro con mucho más certidumbre y optimismo. Todo eso ha sido sepultado por el masismo sin haber logrado cristalizar ninguna propuesta, visión o enfoque que tenga la traza de interesante o promisoria. La mayor víctima de todo este proceso de destrucción destructivo fue la precaria institucionalidad del país, lo que hoy se está traduciendo en una anomia y parálisis total en múltiples órganos del tejido social boliviano, abriendo de par en par el país a las más diversas formas de destrucción, avasallamiento y desquiciamiento de los bienes naturales y la soberanía nacional. La historia del mar y del Silala son muestras palpables de dicho desquiciamiento.

Bolivia siempre ha vivido en la encrucijada de su heterogeneidad social, estructural, étnico-cultural, geográfica, razón por la que siempre nos ha sido extremadamente difícil conciliar nuestros desencuentros y desavenencias. Lo que viene aconteciendo con el “proceso de cambio” y el masismo podemos decir que es la culminación (¿será?) de nuestros desencuentros, producto de nuestra avasalladora diversidad y heterogeneidad en todos los ámbitos. Peor imposible, podríamos resumir. Si no se logra detener este carromato desbocado está garantizado que será peor, mucho peor, simplemente porque Bolivia no ha logrado construir un derrotero, es decir, un norte, una visión edificadora, capaz de proponernos y ofrecernos un devenir promisorio para todos.

Bolivia está en los descuentos, en la cuenta regresiva que ya va llegando a cero o próxima al nocaut. ‘Ahora es cuando’, eslogan repetido hasta el cansancio por quienes protestan por mil razones, porque mañana se habrá cerrado esa última oportunidad para siempre.

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(*) Economista, experto en planificación territorial, catedrático de "Desarrollo del Capitalismo".